Jerónimo Bosia: ”Ringo era un sudamericano que daba la vida en cada pelea” 

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Después de dedicarse durante tres lustros a las artes marciales, Jerónimo Bosia encarna al popular boxeador Oscar Bonavena en la biopic “Ringo. Gloria y muerte” acompañado de un prestigioso elenco

 
Texto: Adrián Melo 


Oscar Natalio “Ringo” Bonavena (1942-{1976) pertenece a esa reducida estirpe de deportistas elevados al cielo de héroes populares que marcan una época y perduran en la memoria colectiva. Una genealogía lo une con Ángel Firpo “el toro salvaje de las Pampas” y con Justo Suárez, “el Torito de Mataderos”. Todos representaron cierto sueño argentino de materializar en el box aquello que Maradona hizo con el gol del siglo contra los ingleses: la justicia poética de dirimir en el ring afrentas de larga data del imperialismo de los Estados Unidos. Con sus derrotas, los tres terminaron simbolizando utopías truncadas de, una vez al menos, ganarle sin ambages al país del norte por antonomasia. Tanto Firpo vs. Dempsey (14 de septiembre de 1923 en el Polo Grounds), como Ringo vs. Muhammad Ali (7 de diciembre de 1970 en el Madison Square Garden) fueron consideradas en su tiempo la “pelea del siglo” y paralizaron al país. Con Justo Suarez, Ringo comparte la muerte en la plenitud de la juventud y la belleza.  Ringo se distingue de los tres por su desparpajo, por hacer ostentación de su físico, por hacer de cada pelea un verdadero show y por darle risas a un deporte que destaca por su violencia.
Jerónimo Bosia, el protagonista de “Ringo. Gloria y Muerte”, no solo tiene el physique du role para interpretar al legendario boxeador de Parque Patricios, sino mucho de su gracia, encanto y picardía. Deportista de taekwondo, devenido modelo y galán de telenovelas, descolla en su primer rol protagónico que parece hecho a su medida. 


¿Qué te llevó a aceptar el papel? 
Ante todo, el trabajo. Fue post- pandemia, no tenía un peso y lo único que ahorraba eran los vueltos que me guardaba cuando mi mamá me mandaba al supermercado chino (risas). Por supuesto, la oportunidad de contar la historia de un ídolo del pueblo que forma parte de nuestra historia. La posibilidad de mostrar mis habilidades deportivas y matices de actor en los múltiples despliegues y matices de Ringo. Y después está toda la etapa de Ringo en Reno que no es nada graciosa, que es trágica. Es un desafío enorme para actuar: la comedia y la tragedia al paroxismo puesta en un sujeto. 


¿Cómo fue el proceso de construcción del personaje? 
Mi primer acercamiento con la actuación fue a través de imitaciones. Por lo tanto, mi primer aproach al personaje de Ringo fue imitar su idiosincrasia física, sus gestos, sus movimientos a partir de todo lo que había en youtube y otros documentos filmados. Por suerte hay mucho material, muchas entrevistas disponibles. Hay cosas muy características de él, el tono de su voz, la pose canchera, la cuestión carismática y siempre dispuesta al chiste. Me parecía que había que jugar con eso a fondo. Entonces, fui al casting con una propuesta casi caricaturesca, intentando que igual la emoción esté metida en la actuación. Con la mirada del director y de la coach actoral eso se fue puliendo y tallando. La propuesta del director era que la cámara se meta adentro de estas situaciones. Eso nos llevó a buscar un realismo y cierta asepsia y sutileza de las facetas de Ringo.

 
¿Qué fue lo que más te conmovió de la biografía de Ringo? 
Lo que me conmovió mucho es que, más allá de sus oscuridades, era un buen tipo. En su origen, no tenía el tipo de carencias que suelen generan familias marginales, más sufridas y discriminadas como las de un Tyson. Era un tipo de barrio con un buen entorno familiar que quería salir adelante y se sentía un personaje. Le gustaba ser personalidad pública. Era una forma de trascender como personaje a través del boxeo. Al principio, se lo toma con soberbia y la gente y los críticos consideran que es muy bocón y soberbio. Sin embargo, hay dobleces en eso, creo que le encanta hacer escándalos o shows porque sabe que eso puede molestar y llamar la atención, pero a la vez quiere que los demás la pasen bien.

   
¿Por qué crees que como personaje perduró a través del tiempo? 
A nivel deportivo, porque su nombre pertenece a la época dorada del box y dentro de ella a la categoría pesos pesados que era la más taquillera. Es el tiempo de los Titanes, de Foreman, de Frazier, encabezadas por el rey Ali. Además es un deportista sudamericano que intenta transcender lo sudamericano y conquistar la meca que representa Estados Unidos en ese deporte. Era un sudamericano que daba la vida en cada pelea y eso se valoraba. A nivel más individual, su personalidad lo hizo trascender fuera del ring: los espectáculos que montaba en las previas a los combates, el ostentar su físico, su sonrisa constante, era grandote pero tenía la voz finita, invitaba a comer a los boxeadores con los que peleaba lo cual daba cuenta que, a pesar de sus bravuconerías era todo un juego y tenía su dosis de humildad y respeto.  


¿Qué te parece que fue Alí en la vida de Ringo? 
Es su ídolo a seguir, su Moby Dick. Es su trofeo, es su modelo. Él vio algo de lo que era llamar la atención, de lo que era el show y él lo pensó a la forma argentina, a su forma, con sus recursos.  Hizo su adaptación local de Ali. Cuando pierde la pelea, Ringo declara: “Yo perdí porque quería ganar”. Al principio no entendí la frase. Luego comprendí, él quería que le pegue el mejor. Si hay que perder, como se pierde todo en la vida, mejor que te pegue el campeón. Hay una tragedia en cumplir los sueños. Si le ganase a Alí, ¿a quién va a perseguir? Si le gana a Ali y se convierte en el campeón y en el propio Ali, para Ringo ¿qué sentido tenía seguir luchando? La pelea con Ali fue el momento que convirtió a Ringo en monumento. 


¿Por qué crees que se volvió mítica la pelea Ringo-Ali? 
Esa batalla de titanes fue un orgullo para argentinos. Para la época fue loco lo que representaba a nivel metafórico. Estábamos en dictadura y Oscar hacía brillar a la Argentina en el mundo dándole un poco de aire a la represión y ahogo imperantes en el país. Creo que se asoció a muchas esperanzas redentoras que estaban dando vueltas. Si le ganábamos al más grande, todavía podíamos resistir a la dictadura militar y ser un país potencia. Entonces Ringo llevó a la Argentina a un nivel de heroísmo. Por su parte, también Ali, libraba metafóricamente sus luchas: contra la guerra de Vietnam, contra los conflictos raciales. A Ringo y a Ali los unía el boxeo y pertenecer a países con contextos políticos y sociales adversos contra los que había que luchar y el boxeo era metáfora de esa lucha. En Argentina, la pelea tuvo récords de rating solo superados en la final de la copa de fútbol de 1990. 
  
Cada país tiene sus ídolos populares paradigmáticos que dicen algo sobre la nación y las formas de ser de sus habitantes.

 ¿Qué te parece que significa Ringo como metáfora de la Argentina o del ser argentino? 
Hay una frase que dice: “Un argentino es un italiano que habla castellano, que se viste como un inglés y que quiere ser norteamericano”. Creo que Ringo representa eso. En la estética deportiva de la mentada grieta argentina, hay deportistas más populistas, más peronistas, más nacionalistas, como Maradona, por ejemplo. En cambio Ringo es un ídolo popular fascinado con Estados Unidos, que aspira a algo de lo yanqui. Podía ser criticado porque ama a Argentina, pero se vende. A su vez creo que termina de volver metáfora de la Argentina es su muerte trágica y sus repercusiones. Él muere asesinado dos meses después del golpe militar que instaura un terrorismo de Estado. En plena dictadura 150.000 personas va a despedirlo al Luna Park, a agitar, a agitar desde otro lado la bronca, la frustración, pero en todo caso a salir del encierro, de esa atmosfera de miedo. 


¿Cuáles fueron las escenas más difíciles y más conmovedoras de hacer?
Las más difíciles fueron indudablemente las de las peleas porque requerían un gran entrenamiento físico, porque se hacen desde varios planos y llegaba un momento que lo único que quería era sacarme los guantes. La más conmovedora es cuando un Ringo derrotado, en decadencia llama por teléfono a su esposa y no le dice nada. Ella tampoco le dice nada, pero sabe que es él. Si hubiera sido un culebrón hubiera sido un tremendo diálogo, pero así fue un acierto de guion brillante, una escena muy cinematográfica. Después de que terminó la escena, sentí la soledad y lo roto que estaba Ringo en ese momento.


¿Qué paralelos –si los hay- y qué diferencias encontraste entre vos y Ringo? 
Encontré muchas similitudes. Primero, porque a nivel deportivo, yo era taekwondista y llegué a un nivel internacional y perdí no sabiendo si mi lugar de habitar el mundo era en lo deportivo. Yo creo que Ringo tampoco sabía si su lugar era en lo deportivo.  Por eso sus búsquedas en la actuación.  En eso me sentí muy identificado. El deporte era amateur, juntamos plata con mi familia y perdí y no fui campeón del mundo y sentí la necesidad de trascender en algo y me pasé a la actuación. Como a Ringo, me gusta hacer reír, hacer el chiste que haga reír a todos, que todos nos riamos, ser un poco el centro de la atracción, aunque lo voy regulando.  En lo que no me veo parecido, quizás por el contexto en que nos criamos, es que él era muy literal en muchas cosas. Yo pude interpretar el fracaso y hacerme al costado y ver que las cosas no son tan drásticas. Ringo tenía la típica psicología del boxeador, las cosas, a todo o nada: si fracasé en el boxeo, fracasé en todo. Él fue a fondo con su historia. 


¿Qué aprendiste de su vida? 
Aprendí sobre la ambición. El arte y el deporte se parecen en las búsquedas de la trascendencia o la consagración: buscar ganarte la copa o el Oscar. Fíjate que esas ambiciones o búsquedas te pueden comer por completo y que se precisan dosis de humildad. Él era como era: genuino, carismático, frontal. Era tierno, pero se podía subir a un ring. Aprendí a hacerle frente a las cosas con una sonrisa. Es un ejemplo de luchar y caer y con estilo.   
 
 “Ringo. Gloria y muerte” está disponible en Star + con Jerónimo Bosia, Delfina Chavez, María Onetto, Martín Slipak, Thomas Grubbe, Lucila Gandolfo, Pablo Rago, Javier Drolas. Creado y dirigido por Nicolás Pérez Veiga. Guión: Alejandro Ocón, Gabriela Larralde, Nicolás Pérez Veiga, Diego Palacio y Santiago Dulce. 
 
 Ringo hecho arte 
Los siete magistrales episodios de “Ringo. Gloria y Muerte” transcurren principalmente en dos ejes temporales: el de los últimos dos meses de un Ringo derrotado en Nevada hasta ser brutalmente asesinado y los tiempos previos que desembocan su antológica pelea con Ali, que constituye el punto culmine de su carrera. Así se le da sentido al título que oscila entre la gloria y la muerte. Con una estructura atípica –el primer capítulo dura aproximadamente cincuenta minutos contra los treinta de los seis restantes-, pero que tiene el criterio de condensar y de decir lo justo y necesario. La historia de Ringo ya tiene su impacto, no necesita más. Por eso, la biopic opta por profundizar en la intimidad del personaje con una lógica sobria y una estética cinematográfica que responde más a criterios artísticos que al mero propósito de entretener o mantener en vilo propio de los seriales. Hay brillantez en el guion y una elocuente coherencia en la construcción de los personajes. Tal como señala Bosia “Joe Conforte y Dora son los personajes en torno a los cuales orbita el protagonista. Conforte representa la promesa de la muerte y de la revancha con Alí. Dora, la promesa de volver a la vida. Después todos los personajes son ramificaciones: Sally Conforte está entre la madre y la mujer. Brymer es el que tiene el arma, el sicario, pero a la vez le encantaría ser Ringo. Tito Lecture es el padre, la versión luminosa de Joe Conforte”. Sin dudas Ringo y Conforte fueron vidas paralelas, desmesuradas que dirimieron sus conflictos a puro show y trompadas uno y a puro show y tiros el otro. También hay un verdadero arte para utilizar los teléfonos que hace tiempo no se veía en la pantalla y da cuenta de una época. Hay una escena genial en la cual un Ringo destrozado en Nevada llama a su esposa Dora (Delfina Chavez) y no dicen nada y en esos silencios emocionan profundamente. Especial mención merece la interpretación de la reciente fallecida María Onetto en el papel de la madre de Ringo, a quien conmueve volver a ver.  También queda claro que, Ringo encarnó en el imaginario social a cierto prototipo del porteño argentino: canchero y soberbio, pero que era la coraza que ocultaba ternuras y carencias.

Fuente de la entrevista: Tiempo Argentino. Espectáculos. 2 de abril de 2023.

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