Por Cine Bacán
Ayer vi El Autorretrato Sirio y es la película más cruda con que me he topado hasta ahora. A los dos minutos me di cuenta de que estaba metiéndome en un asunto medio denso. No sé ustedes, pero yo no estoy acostumbrado a ese tipo de imágenes. Niños muertos, gente que fallece en cámara, ríos de sangre… ¿Han cachado qué cuática se ve la sangre cuando no está en HD sino en calidad baja? Hablo de pixeles y de sangre verdadera, lo que de algún modo es hablar sobre cine contemporáneo.
Es un documental compuesto principalmente por imágenes registradas y subidas a YouTube por la población siria. Por los rebeldes, por los civiles, por la milicia que tortura y asesina tanto a los primeros como a los segundos. Todo el mundo tiene celulares, o sea que todo el mundo tiene una cámara en sus bolsillos con la que registrar el caos, y esto corre por igual para las víctimas que para los asesinos. Aquellas graban la muerte de sus familiares, aquellos sus propios crímenes, y todo termina formando parte del torbellino de la web. Nunca había visto una película en la que se mostraran videos reales de tortura, todos ellos registrados por los mismos torturadores y en una calidad tan baja que el pixelaje llega a producir perturbación. A veces creo que el pixelaje es uno de los caminos más asombrosos por los cuales puede llegar a irse el cine del futuro, y esta película me lo corrobora. La imagen HD guarda más relación con la tecnología que con lo humano, o con el espectáculo más que con los problemas reales.
Como Noche y Niebla, El Autorretrato Sirio es una negación radical del espectáculo, y creo que no he visto ninguna otra película aparte de esas dos que sea capaz de negarlo con tanta convicción. La guerra, la muerte, la devastación… El HD no puede entender nada de eso, e incluso yo diría que el HD corre el riesgo de convertirse en una prolongación de esa misma guerra, de esa misma muerte y de esa misma devastación que en algunos casos pretende cuestionar. El asunto es que El Autorretrato Sirio tiene imágenes que generan perplejidad, tristeza, rabia, incluso estrés. Y parafraseando a Serge Daney, no creo que eso sea algo malo, creo que eso es algo justo. Porque la barbarie existe, y esta película emerge justamente desde el corazón de esa barbarie (humanos y animales mutilados, jóvenes que son obligados a besarle los pies a sus torturadores, mujeres que lloran porque a los cadáveres les están empezando a aparecer gusanos, disparos en la cabeza, los empalamientos y la desazón de los refugiados). Quiero decir que quienes nos muestran todo este Horror son las mismas personas que lo padecen, y que hacer visible la barbarie a través de los recursos que ofrece el cine puede ser una forma de negarse a ella. Y es que a pesar de todas esas imágenes que describí, El Autorretrato Sirio no deja de ser una película que busca encontrar la paz, la dignidad y la libertad, a veces bajo la apariencia de un grito revolucionario y otras bajo la de un lamento. Eso es lo que conmueve, porque de otro modo esto sería pura porno miseria, y no lo es. De repente parece una película de Farocki, de repente una de Resnais, de repente una de Makhmalbaf, tres directores que también han sabido negarse al espectáculo y meter la cabeza al interior de determinados traumas históricos. Esta es una de esas películas que no tienen nada que ver con el gusto (no pueden gustar ni no gustar), una de esas películas que guardan más relación con la Justicia que con el cine, y que en sí mismas son un acto de ajusticiamiento.
Si andan frágiles no la vean todavía, pero procuren hacerlo en algún momento.
