La historia de Vanessa López, la transexual chilena que volvió loco al príncipe de Suecia

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vanessa
Por Rodrigo Ramos. Foto de Sergio Dávalos.
El taxista, que afirma un cartel donde está escrito un nombre chino, queda congelado. Luego hace un movimiento de cejas para que sus colegas sigan con la mirada esa cola perfecta. “¡Taxi!”, le grita uno, y el coro se repite hasta que ella, algo temblorosa, dice que espera a alguien. Luego camina, cimbreante, en busca de un teléfono. De pronto sale a su encuentro una guardia, quien le pregunta si está todo bien. Ella responde con un gesto con la mano que no hay  problema. Intenta llamar y nada. Pasan algunos minutos. La perfecta rubia de un metro 77 de estatura parece confundida.
-Vanessa, soy el periodista.
Se detiene, se saca los lentes y mira.
-Gracias -responde, con la expresión de alguien que se siente rescatado.
Hace 18 años que Vanessa López no viene a Chile y, por esto, ignora la manera en que funciona el país. En un momento busca al interior de sus tres carteras Louis Vuitton, a vista y paciencia de varios, su pasaporte sueco. Caen algunos dólares al suelo. Le digo que esto no es Suecia y que tenga cuidado con sus pertenencias, pues parece carne fácil para los lobos. A ratos hay que hablarle hacia arriba, por una cuestión de altura. Tiene vuelo a las 20.00 horas hacia Iquique, pero no sabe en qué línea aérea. Continúa con su andar tambaleante. Culpa a las pastillas para dormir y un poco de alcohol. Las chicas de la línea aérea la miran como bicho raro, como preguntándose si hay algo en esta modelo que no encaja. El trámite termina y por fin nos sentamos a dialogar, en un café en el aeropuerto, con este bello transexual chileno que se codea con la realeza de Suecia.
Error de la naturaleza
Vane respira y dice que empecemos. Antes que todo, reconoce sentirse rara en Chile. Sabe que los chilenos son algo conservadores y que puede recibir críticas por lo que va a contar. Pide agua y la luz roja de la grabadora le indica que la entrevista ya partió. -Estoy nerviosa -habla bajo y con un timbre de voz algo agudo-, no sé cómo me recibirán los chilenos… Es extraño este cambio (mira hacia afuera). Allá en Suecia frío y acá, calor… Qué rico el calor. De Valparaíso, donde vino al mundo como un niño, no recuerda nada. Mira al techo y dice que le es imposible recordar un cerro o algún olor que la regrese a la ciudad. Sin embargo, ha soñado con Valparaíso. “Ese Valparaíso mi amor se me aparece como una ciudad cálida, con poca luz y con un océano que la rodea”, dice. Su madre tomó la decisión de irse a Suecia en busca de un mejor porvenir. Vanessa no sabía ni caminar y ya estaba en el país de los vikingos. Su padre se quedó en Chile. “La familia se separó. Fue un momento triste para mi madre, sin embargo, siempre admiré su decisión de irse sin saber a qué iba. Sólo tenía claro que en Suecia había futuro. No se equivocó. En Suecia tenemos una vida que nunca la habíamos conseguido en Chile. Parte de la familia quedó en Chile y un hermano se fue a vivir a Nueva York, donde es gay. Somos muy unidos con él, nos contamos todo”, relata. “En Chile, por ejemplo, jamás me habría podido cambiar de sexo a los 17 años. Imposible. Allá lo logré, a pesar de que se generó una gran repercusión. Fui una de las primeras adolescentes en cambiarme de sexo”, cuenta. El garzón la mira de reojo. Dice que nació mujer a pesar del pene; su aparato, señala, fue un error de la naturaleza. “Siempre fui una mujer, siempre me sentí así. Por esta razón sufrí bastante en la primaria y la secundaria, pero pude llevarlo. Estaba en una escuela donde había hijos de inmigrantes y me hacían bullying por mi condición. Los más pesados conmigo eran los chilenos e iraquíes. Me obligaban a jugar fútbol. Eran terribles, pero yo les pegaba. Soy alto y pego fuerte (dice entre risas, mirándose los manos). Nunca dejé que se sobrepasaron conmigo. Los suecos eran más bien indiferentes hasta antes de la operación, después cambiaron”, dice Vanessa y pide un agua mineral
Pene a la basura
El garzón le pasa el agua como queriendo no tocarla. -Es raro este joven -dice. -Estamos en Chile -le contesto. Vanessa llegó al punto en que no aguantaba más viviendo como hombre: “En un momento fue dramático verme al espejo desnuda. No era yo”. Con su madre decidió la operación. “Era un riesgo, pero había que tomarlo. Como era menor de edad, ella me dio el permiso. No podía ser otra manera, pues lo que no puede la naturaleza, lo puede el hombre. Así que fuimos”, cuenta. “Fueron ocho horas y recuerdo haber perdido mucha sangre, pues es una zona donde confluyen muchas venas. El médico tenía experiencia enorme así que me entregué a sus manos. Dónde estaba el pene, él me creó una vagina. Fue complicado, pero lo hizo. Hasta ahora he regresado a operarme por algunos detalles. Llevo como ocho operaciones (se apunta). Puede decir que ahora mi vagina es similar a la de una mujer y tengo la misma sensibilidad. He logrado orgasmos por mi vagina, esto pues el médico te deja un sector sensible del pene, un pedacito, que funciona como un clítoris. En cuanto a orinar, lo hago como mujer, no tengo problemas con eso”, confiesa. -¿Y qué pasó con los restos de tu pene? Vanessa abre los ojos y hace un gesto con la mano, como lanzando algo hacia atrás. -Mi pene se fue a la basura. El garzón abre los ojos. Miss Transexual Vanessa enumera con sus dedos las operaciones a las que se ha sometido, para llegar a ser lo que es hoy: una mujer atractiva y sensual, una modelo que hace recordar a Carlita Ochoa cuando pololeaba con “papurri”. En el rostro se ha realizado más de diez operaciones. Ninguna se le nota. Tiene una nariz fina que en nada parece artificial; los pómulos son altos y sus senos, pequeños, pero bien marcados. “No me gusta la belleza grotesca”, aclara, tocándose un seno. “Con lo que más he sufrido en las operaciones es con los senos, un tiempo no me los podía tocar. Se me amorataban con el roce. Fue muy doloroso”, detalla. -¿Conoces a Cecilia Bolocco? – ¿Por qué? ¿Quién es la Cecilia Bolocco? Si se trata de concursos de belleza, Vanessa representó a Chile en el Miss Universo Transexual. Sacó un honorífico décimo lugar: “Había chicas más guapas, pero igual me lucí. Fue una experiencia enriquecedora, que me ha ayudado abrirme las puertas. Ahora soy la Miss Transexual de Suecia”. Lo de Miss Transexual , a la postre, la llevó al primer plano en Suecia. Vanessa se enlistó al reality sueco “Gran Hermano” como mujer y pasó todas las pruebas. No generó ninguna duda, hasta que un competidor, un croata -dice Vanessa- empezó a interesarse en su vida más de la cuenta. “Me había visto en alguna revista. Llega al punto que el tipo este me delató como transexual en medio del reality. A él le salió el tiro por la culata, pues gracias a eso yo me hice popular en todo Suecia. Luego vinieron entrevistas por la televisión y en los diarios. Una vez que sucedió eso, comencé a defender los derechos de los transexuales y en general de la comunidad gay. Muchos suecos, al verme a mí, decidieron operarse. Hoy escribo un libro sobre mi experiencia. Suecia es una sociedad liberal, no obstante siempre hay quienes nos ven como rarezas y por esto lucho por nuestros derechos”, explica. -¿Y más adelante, te gustaría ser madre? Ahora los dos garzones la escuchan y comentan sobre lo que dice la rubia. -Más adelante me gustaría. Hoy están dadas todas las condiciones para hacerlo. Si lo hizo Ricky Martin, ¿cómo no puede hacerlo yo? Tengo espermios congelados y en un momento los ocuparé. -¿Y ahora, estás enamorada? -Soy una persona algo solitaria, me complica tener una relación de pareja estable, aunque siempre estoy conociendo hombres. Soy de las que se enamora por un rato, pero después regreso a la normalidad. Sin embargo, para una persona de mi condición es difícil hallar un hombre que realmente te ame. Es complicado.
Realeza 
En Suecia es sabido a que a las nuevas generaciones de la realeza les gusta el carrete. El príncipe sueco, Carlos Felipe, por ejemplo, es conocido por sus fiestas y novias exuberantes. Cuando le nombran al príncipe, Vanessa suspira y parpadea: “Son exclusivas las fiestas. Yo he tenido acceso a una de éstas”. Recuerda que estaba en medio del jolgorio cuando el príncipe de Suecia, muy galante, la sacó a bailar. De inmediato aceptó. “No podía decirle que no. Fue un baile no más (dice como insinuando que pasó algo más), pero eso me sirvió para ilusionarme con él. Ignoro si sabía de mí, pero fue muy galante y cortés”, afirma. Y no es el único príncipe en su vida, pero no quiere hablar más de sus amores nobles. Como usted puede leer, Vanessa mantiene una intensa vida social con el jet set europeo. Mira el reloj. Le quedan algunos minutos antes de despegar al norte. Ella quiere puro acostarse y dormir. Se arregla el pelo rubio y pide la cuenta. -¿Y qué te trajo a Chile? -La posibilidad de conocer el país donde nací y a su gente. Me decidí hace poco. Vine con fines turísticos, pero me quedaré el tiempo que sea necesario. No tengo ningún apuro. Ojalá puede conocer mucha gente. Se levanta antes las miradas de los garzones y camina. A su paso, ahora más tranquila, sigue atrapando miradas. Vane parece un modelo de revista de papel couché.

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