Clases de catecismo con un cura jesuita

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Por Oscar Contardo

Helmut Kramer tiene 47 años, es ingeniero en gestión de calidad y trabaja en la municipalidad de Recoleta. Me pidió contar por él su historia. Tiene urgencia en hacerlo antes de que el sacerdote que abusó de él muera. Esta es mi manera de cumplir mi compromiso con Helmut Kramer.


Helmut es de Antofagasta y no sabe muy bien cómo hizo su madre para que el colegio jesuita San Luis de esa ciudad lo aceptara sin haber recibido el bautismo, pero así fue. Pasó del kínder del colegio de monjas Santa María al primero básico del San Luis en 1976. En 1983 el sacerdote Leonel Ibacache notó en la hoja de vida de Helmut que no estaba bautizado. Tampoco lo estaba la hermana menor de Helmut. Entonces el cura le hizo una propuesta: “Yo te voy a preparar a ti y tú en tu casa replicas con tu hermana lo que yo te enseño”, le dijo. Helmut se lo contó a su madre y ella aceptó.
-¿Cómo era el sacerdote?
-Lo que más recuerdo de él era la forma en cómo saludaba.
-¿Y cómo saludaba?
– De una forma que era un hecho de burla entre nosotros, entre los alumnos. El daba la mano y la acariciaba. Pero no de una manera fraternal, era otro tipo de gesto. De hecho muchos se burlaban de él. Era moreno, bajo, y nos reíamos porque se le salían los pelos de la nariz. Él tenía su oficina al lado de la escalera por la que subíamos a la sala. Él se ponía ahí y muchos tratábamos de esquivarlo para no tener que saludarlo.
Luego de la propuesta comenzó la preparación en una salita junto a la capilla. Una sala sencilla. El primer día de catecismo, mientras estaba enseñando, el sacerdote hizo una pausa que Helmut no comprendió. No era el final de la clase, sino en medio de una explicación. Sin razón aparente Ibacache se puso de pie.
-Se puso detrás de mi y me empezó a tocar. Lo que sí estoy seguro es que no hubo penetración, pero sí sentir sus manos en mi miembro, en mis testículos, también atrás.
-¿Él te decía ponte de pie y comenzaba todo?
-Sí y después ya no me hablaba.
-¿Cuánto rato duraba eso?
-No sé. Yo quedaba petrificado. Varios minutos, no sé.
– ¿Te masturbaba?
– Sí. Me tocaba y me tocaba por atrás.
– ¿Hablaba mientras pasaba eso?
– No, era todo en silencio.

– Este era un lugar con una puerta que se cerraba?
-Tenía dos puertas, una que daba hacia el patio y una que estaba hacia la capilla.
– ¿Él antes se aseguraba?
– Sí, estaba todo cerrado.
– ¿Hasta que eso pasó cuál era tu experiencia sexual?
– Ninguna. Nada. Yo mucho más grande vine a ver una revista con compañeros. Yo ni siquiera había pololeado.
– ¿De qué conversaban justo antes de que él te pidiera que te pusieras de pie?
– Solamente sus clases de catecismo para prepararme. No recuerdo que hayamos terminado una clase. Solamente el paraba y me pedía que me parara. Me empezaba a tocar con la ropa puesta y en cierto momento me bajaba los pantalones.
– ¿Él se desnudaba?
-No. No recuerdo si él se tocaba porque se ponía atrás mío y yo estaba paralizado. Y ahí me acordaba de la frase que me había dicho otro sacerdote del colegio, el cura Palavicino que nos dijo que a los curas los ponía Dios. Para mi a este tipo lo había puesto Dios ahí. Eso siempre me pesó, me pesó inclusive cuando ya había dejado de ser creyente.
-¿Cuántas veces ocurrió esto?
-Esto duró tres sesiones.
– ¿Te acuerdas del día de la semana?
-No, pero sé que era en las tardes porque nosotros teníamos clases toda la mañana y algunos días en las tardes y en las tardes eran algunas horas. Como era una ciudad chica íbamos a almorzar y volvíamos a la clase. Eran en las tardes. Después de la tercera semana nunca más nos juntamos. Era casi un ritual.
-¿Él no hacía un comentario sobre lo que pasaba?
-No. Absolutamente nada. No había conversación sobre eso. Nada.
-¿Por qué se terminó el ritual?
-No sé. Yo no hablé jamás, nunca dije nada. Durante muchos años la sensación fue de que yo tenia la culpa. No volví a tener contacto con él hasta fin de año, cuando se me acercó y me dijo: “Hay que hacer el bautizo tuyo y de tu hermana” y nos bautizó y nos hizo la primera comunión. Participó mi mamá y mi familia que estaba en ese momento ahí. En la misma misa hizo la primera comunión. De hecho para mi pensar en el acto del bautizo y de la primera comunión …pensar en eso para mi es relacionarlo directamente con lo otro. Yo nunca me he sentido bautizado. Una vez alguien me dijo, sin saber esta historia…me nombra este proceso en el que uno se sale de la iglesia.

 -¿Apostasía?
-Eso. Yo le dije que no lo iba a hacer porque hacerlo sería validar algo en lo que yo no creo.
-Cuando se dio la conversación del bautizo y la primera comunión ¿Hubo una instancia en que el cura y tú conversaran?
-No, Nunca más. De ahí en adelante hasta el día en que yo salí del colegio nunca más le di la mano ni me acerqué a él. Lo más cerca que estuve fue en cuarto medio. En los últimos días de clases estábamos con un grupo de compañeros y uno de ellos comenta que se tenía que ir a confesar con el cura Ibacache. Encima en ese tiempo era normal ir a la pieza del cura a conversar. Este compañero va a su pieza y vuelve al rato corriendo y nos dice que mientras se estaba confesando el cura le agarró el pene y él lo empujó y salió corriendo y yo ahí reaccioné, porque durante todos esos años yo pensaba que era el único que había vivido eso.
-¿Le dijiste algo a tus compañeros?
-No. Me daba vergüenza porque yo no había reaccionado como mi compañero, eso me daba vergüenza. Después de eso con el tiempo lo fui conversando con mi hermana.
-¿Cuándo se lo dijiste a tu hermana?
-Un par de años después. Ella lloró conmigo.
-¿En qué cosas te afectó eso directamente?
-Durante mucho tiempo me afectó sexualmente. Hasta el momento en que perdí la virginidad que fue con mi ex esposa. Cuando empezamos a pololear y quisimos tener sexo a mi me constó mucho tenerlo. Y cuando me di cuenta que ella se estaba culpando, que ella pensaba que era su culpa me vi en la obligación de decirle que no, que esto pasaba era porque cuando quería estar con ella recordaba algo que había vivido.
-¿Qué te dijo ella?
-Ella me apoyó, hasta el día de hoy. Después fui comprendiendo por qué mi relación con mis compañeros fue más retraída. Trataba de entrar a las duchas del gimnasio antes que el resto, ducharme rápido y vestirme y salir. Con el tiempo lo fui tapando esto, pero cada cierto tiempo aparecía. Una de las últimas crisis fue en Santiago, que despertaba en la noche con un sueño repetitivo.
– ¿Incluso hasta ahora?
-Sí. En 2007. Tenía un sueño era muy simple: eran las manos del cura tocándome. Despertaba sudado entero, algunas veces me ponía a llorar. Una de las cosas que me ayudó fue empezar a hablarlo más. Cuando llegamos a Santiago en una celebración familiar se lo conté a mi madre. Mi mamá mantenía una postura de defensa de los curas y en esa ocasión le dije: Mamá ¿sabes qué? Yo conozco un alumno que fue abusado por un cura. Mi mamá me respondió que no podía ser y mis tíos, que estaban ahí, se dieron cuenta de lo que estaba pasando por la cara que yo tenía. Se dieron cuenta de lo que estaba tratando de decir. Mis tíos le dijeron a ella que se callara, que me escuchara, entonces mi mamá dijo “fuiste tú” enseguida dijo “¿fue el cura que te bautizó? “Sí”, le respondí. Y con el tiempo me fui enterando que hubo más casos. Años después me enteré que al cura lo sacaron a la rápida porque empezó a llegar gente a alegar o a denunciar que habían problemas de abuso. Cuando yo conversé hace pocos años atrás con el que era el provincial de los jesuitas.
– Lo denunciaste con Eugenio Valenzuela.
– Sí, con Eugenio Valenzuela, en 2012 una conversación bastante larga…
-¿Cuándo fue?
-Eugenio Valenzuela me contó que él se había puesto a investigar y había descubierto que no había antecedentes claros de cómo fue la salida del cura Ibacache del colegio San Luis. Valenzuela me escuchó y me ayudó. Se lo agradezco, pero luego ya supe que a Eugenio Valenzuela también había sido denunciado por abusos.

 

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