San Miguel

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El santo milagroso que por tres días revive a Quillagua
Por Rodrigo Ramos. Fotos de Sebastián Rojas Rojo.
santo
Una mujer aborda un avión en Perth, Australia, y viaja alrededor de tres días para agradecer al santo de Quillagua. Un hombre algo robusto ataviado con un peludo y sofocante traje de oso suda hasta el mareo mientras brinca  ante el virulento  sol, en un desfile de bailes religiosos. Otro señor, el alférez, le quita tiempo  a su empresa de transportes durante varios meses para desarrollar la fiesta patronal en el pueblo donde nació.
Todas las anteriores son historias de devoción hacia San Miguel de Quillagua, el santo al que le lanzan calugas y challa durante la procesión.
El último fin de semana de septiembre, el santo  le inocula alrededor de mil personas a un pueblo donde en el año no habitan más de 80; en su mayoría ancianos. La escuela mantiene a 7 niños.  Quienes arriban por la Panamericana son los hijos y nietos de los abuelos que escogieron  respirar hasta el final, el aire seco.
El declive y posterior éxodo de este oasis se produjo, en parte, por la contaminación de Codelco sobre el río Loa, entre otras contrariedades.
En consecuencia, la fiesta de San Miguel reencuentra a las antiguas y nuevas generaciones, en una fiesta que se extiende por alrededor de tres días.
De esta manera, bajo el sol sin filtro todas las miradas convergen en el santo, los animados bailes y las bandas de bronce; la excepción la propone la taberna del recordado señor Juan Loayza, donde se acopian las latas de pilsener y las bromas.
A mediodía la temperatura puede alcanzar con facilidad los 30 grados. Por la noche, en cambio, se baila al ritmo de un orquesta de cumbia y se bebe. La oscilación térmica del desierto desencadena un brusco descenso de la temperatura. A las 5 de la madrugada cuando el jolgorio sigue en la plaza, los termómetros marcan  alrededor de 7 grados.
Al despuntar el sol, una hora más tarde, los bailes regresan al ruedo. Los más jóvenes se acuestan y aparecen los ancianos, los niños y los abstemios.
La Procesión

El señor Dagoberto Hoyos (52), bien encorbatado, nos recibe en la plaza. Dagoberto, a quien le llaman Dago -y Zalo Reyes en el taberna-, es el alferez, es decir el encargado de la organización. Dice que la fiesta cuesta alrededor de 12 millones de pesos, dinero que  al fin y al cabo se consigue. Agradece a la municipalidad de María Elena por el apoyo (Quillagua es parte de esa comuna).
Mientras cruzamos por la plaza, Dago afirma orgulloso que en estos momentos hay seis bailes religiosos esperando que San Miguel escape de la iglesia.
Uno de los bailes, la diablada de San Miguel, está integrado en su mayoría por parientes de Hoyos.  En este baile hallamos el señor oso, que luego cargará la cruz durante la procesión.
A las 17.30 horas el sagrado aparece e incita la algarabía. La imagen es cargada por el señor Carlos Fernández y familiares de éste.
Ahora los devotos bañan de calugas, caramelos y challas al santo en un vértice de la plaza. Los niños de inmediato corren a recoger los dulces.  Los más viejos se persignan. Dago explica que el señor Carlos Fernández, a quien le llama cacique, una vez pasó por Quillagua en tren, bajó y se quedó en el pueblo. Hoy el señor Fernández y sus familiares  deberán por alrededor de dos horas, con algunos paréntesis, soportar el peso del santo durante el recorrido que hace una vez al año por las calles.
Caminamos junto a Dago entre la procesión. En algunas casas hay dispuestos altares para recibir al venerable. El santo se queda unos minutos y el señor Fernández descansa. La puerta de la taberna se cierra cuando por el frente pasa San Miguel; minutos después se abre. En medio del desfile llegamos a la casa de Ximena.
curó el cáncer

La familia de Ximena es de Quillagua. Sin embargo su parentela emigró como la mayoría. Hoy mantienen una casa de esquina que se atesta durante los días de fiesta.
Pasamos. Ximena se muestra sorprendida. Dago nos presenta.
Ximena desde hace dos años que viene a Quillagua. El obstáculo es que no vive en Antofagata ni en Iquique o Huatacondo, como la mayoría de quienes dejaron el pueblo. Ximena pasa sus días junto a su marido en la tranquila ciudad de Perth, al oeste de Australia. Razones de trabajo de su esposo, permitieron a Ximena vivir en África y ahora en Australia.

Empero es esta festividad la que motiva a  la mujer a reencontrarse con su historia; lo otro: es agradecer al santo el milagro que concedió a su hermana. Dice que a través de una manda su hermana se repuso de un cáncer.
El viaje comienza en Perth, luego vuela cuatro horas a Sidney. Continúa otras 14 horas a Santiago. Después otro trayecto en avión entre Santiago y Antofagasta; que es algo más breve a las casi tres horas por la Panamericana entre Antofagasta y Quillagua. Con las esperas en los aeropuertos y los descansos, Ximena  suma alrededor de tres días en llegar desde Perth al pueblo más seco del mundo. Los pasajes, en tanto, se traducen en alrededor de dos millones de pesos.
Traje sauna
 
Rolando, el oso, bebe cada 30 minutos medio litro de agua para hidratarse. Dago le trae la botellita de plástico. En ese momento los basureros de la plaza están abarrotados de botellitas de plástico.
El traje de Rolando es peludo y de un café oscuro, casi negro; contrasta con el celeste y blanco; los tonos del  divino.  Un colorado Roberto dice que la  sensación es como andar en el verano con tres parkas. Rolando dice que su piel dentro del vestuario debe aguantar algo así como 50 grados. El sacrificio lo hace por San Miguel, pues asegura que el santo le cumple. Hay una manda en juego que no quiere revelar.
La banda de bronce continúa y el oso baila.
Todo movimiento lo hace sudar. Ahora el oso  salta aparatosamente. Rolando suda. Así la pelea es contra la humedad.
Cuando se detiene, medio en broma dice que en un momento más deberá  untarse los pliegues con Hipoglós.  Rolando trabaja de soldador en Antofagata, sin embargo se siente ligado al pueblo y a San Miguel por su familia; dice que la fiesta es una tradición que debe continuar. Cuando no baila, el oso carga la cruz que ahora recorre Quillagua en la procesión. A las 20 horas San Miguel regresa al templo y comienza la otra fiesta.

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