La urgencia de leer a Stella

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Por Amanda Durán
Es Invierno, en el año 1946. Estamos en el centro de Santiago, son las 4 de la mañana y hace un poco de frío. Entramos al bar Il Bosco, el dueño es un viejo italiano y abre toda la noche. No somos los únicos, hay poetas, periodistas, muchos hombres y unas pocas mujeres, todas lindas y algo elegantes, nuestro anfitrión indica que la mayoría son artistas de cabaret -algunas del ya famoso Bim Bam Bum- o prostitutas. En la mesa del lado un pequeño grupo de hombres altos, con acento aristocrático habla de política. Gabriel González Videla ha llegado al poder y, en un acto de incalificable infamia, ha traicionado al partido. Aunque hablan bajo, se ven furiosos y resueltos. Por todos lados se escuchan, de pronto, explosiones de risa, carcajadas profundas y otras sutiles. Es un ritmo, aquí todo mantiene un único y estruendoso compás de voces severas y rictus, hasta que de pronto una figura oscura atraviesa la puerta principal y produce un silencio. Es Stella. Su inacabable figura, alta como un faro se yergue en medio del olor a tabaco y perfuma con un intenso pelo rojo el ahora minúsculo escenario. Es evidente que en todas las mesas las miradas están paralizadas en su estampa y parece que hubiera un volcán a punto de reventar en cada pupila. Ella sin embargo se nota incomoda y reacciona violenta. Toma fuertemente su vaso y lo golpea en la mesa vecina. “Hay que matarlo” grita, y tranquilamente se sienta junto a ellos.
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Volvamos. Es 13 de Junio de 2015 y conmemoramos que hace exactamente 9 años dejó de existir una de las más grandes voces de la poesía chilena y  aunque dicen que en esa muerte agonizaron también los restos de rebeldía, los últimos puñetazos al cosmos de la también última (aunque primera) poeta punk, todavía hay quien solo puede detenerse en la enigmática belleza de la colorina entrando al Bosco y nos perdemos, como hace más de sesenta años, buscando su hipnotizante figura en el vacío. No perdamos tiempo, ahí no hay dada (nunca lo hubo).
Hablamos de la que es, seguramente, una de las feministas más importantes de la historia, en un país en el que hasta el día de hoy existe una marcada discriminación a las letras producidas por mujeres, encasillándolas en un status invisible donde el género es el único denominador común. Stella no se conformó jamás con ese extraño sitial de musa y –a la par de sus contemporáneos- fue tan activa en la bohemia como en la política aunque particularmente grandiosa en la escritura.
Leer su poesía es encontrarse con el asombro, de pie sobre los mismos volcanes reventando al filo de nuestra sombra, precipitándonos en la historia de la dulzura y el caos, navegando aturdidos y extasiados. Pero, si eres mujer, leer los versos de stella es una tarea urgente, que debe hacerse a toda voz y sin pausa, como quien se hace cargo de la historia y toma en ese poema el emblema de una lucha permanente.
Aunque a nadie le guste hablar de feminismo y  el término feminazi se popularice, dibujando a las históricas luchadoras en el tono frenético de los feroces soldados Alemanes. Aunque hoy nos invitan a bailar en el narcótico vals de igualdad de género, tal como tras la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet se instituyó en chile el mensaje de  “justicia en la medida de lo posible”. Aunque todo eso pase, hoy hablamos de Stella, la poeta que se instaló sin miedo en el centro de este siglo, frente al patriarcado político y cultural, para no irse nunca. Porque la potencia de esos versos se yergue todavía en medio del olor a tabaco y encandila con un intenso pelo rojo hasta el último atisbo de una muerte que aunque parezca, tampoco pudo con ella.
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Cuando la recién desposada.

Stella Díaz Varín

Cuando la recién desposada

desprovista de sinsabor

es sometida a la sombra.

Sí.  A su sombra…

Enciende la bujía y lee.

¡Ah!  Entonces no es nada

la venida del apocalipsis,

los hijos anteriores enterrados

y un hilo de sangre desprendido del techo.

No es nada ya el océano y su barco

ni la muerte que intuye la libélula

ni la desesperanza del leproso.

Cuando la recién desposada:

Ya no estaré tan sola desde hoy día.

He abierto una ventana a la calle.

Miraré el cortejo de los vivos

asomados a la muerte desde su infancia.

Y escogeré el momento oportuno

para enterrarla.

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Lee Amanda Durán
Dominica 35
lunes 22 de junio  21 h
Adhesion $ 6.000   Est. y 3a Edad  $ 4.000

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