Los 4 jinetes apocalípticos de la política chilena

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Por José Miguel Carrera
El Apocalipsis es un escrito rico en símbolos e inspirador de grandes debates a lo largo de la historia de la humanidad. Las alegorías de cada jinete representan la victoria, la guerra, el hambre y la muerte…
Estaba en eso, cuando veo una imagen por internet. En ella se ve al diputado Hasbún, pinochetista acérrimo, sentado cómodamente en un sofá, a su lado una leyenda que dice algo así: “Yo pongo las minas, Dávalos las lucas, Lorenzini los tragos y el chico Larraín maneja”. Son justo cuatro, me dije.
Fuera de broma, estos personajes son parte de la familia política chilena, esa que ha estado gobernando y/o “mamando la teta del Estado” muchos años. Han rotado en diferentes responsabilidades, parlamento, ministerios, alcaldías, como funcionarios públicos de distintas reparticiones y tantas otras encumbradas tareas que la patria demanda… a ellos no más.
Gustavo Hasbún es un servidor “público” y milita en la UDI, partido-agencia a través del cual el gran empresariado “terceriza” la implementación de políticas para el control de la economía nacional. Este parlamentario con muchos años-sueldos, representa a la derecha que históricamente ha levantado como escudo ético, la bandera moral de la familia, la propiedad y las buenas costumbres. Fue funado por una dama a través de twitter, acusándolo de ser poco claro en su relación sentimental con ella, algo así como un “chicha fresca”.
Sebastián-Dávalos-Bachelet
Sebastián Dávalos, otro “servidor” público, militante del Partido Socialista, se ufana de haber hecho una gran labor en La Moneda ad-honorem, dicen que no cobraba por sus servicios al país. Hasta que de tanto servicio público, escuchado por aquí y por allá, desarrolló la habilidad (oreja) comercial y “nueritagate” habemus. El hijo de mamá Presidenta es identificado por muchos chilenos como el monumento al Pituto. Capaz que ahora para conseguir un favor en pegas, en vez de pedir “un pituto”, comencemos a pedir “un Dávalos”.
Pablo Lorenzini, diputado democristiano, parlamentario por muchos años-sueldos, hijo de Dios, desde el olimpo de su sacrosanta veritá, nos santiguó con una frase para el bronce: “Hay mujeres que sufren violaciones porque, a lo mejor, tomaron un traguito de más”. En pocas palabras pasó de ser un diputado anti aborto a un parlamentario justificador de potenciales violaciones. Seguramente para la elección que viene pedirá los votos a esas mujeres que humilló. Total ya se disculpó.
El chico Carlos Larraín, por su parte, es ejemplo vivo del actuar del sistema judicial chileno, el mismo que negó protección (su deber) a miles de perseguidos y luego asesinados o desaparecidos durante los años 1973-90, que ha juzgado con extremada benevolencia a los criminales de la dictadura, y otros tantos que todavía no somete a juicio como se merecen. Martín Larraín, bajo los efectos del alcohol atropelló y dio muerte a un sencillo campesino, quizás trabajador de las mismas tierras de latifundistas amigos o familiares del ex senador Larraín, su papá. Fue “juzgado” y absuelto de todo cargo, cumpliéndose el dicho popular: Cuando corre el billete, al más rico “no le sale ni por curao”.
Hasbún, Dávalos, Lorenzini y Larraín, son cuatro personajes que representan la moral que impera hoy en el poder, la de los políticos del duopolio Alianza y Nueva Mayoría. Reflejo de la ética parida desde los acuerdos de la Transición, que no significaban cambiar democráticamente al país; muy por el contrario, eran para que nuestra mentalidad aceptara que el modelo económico de la dictadura era lo normal, con sus robos y represión incluida. El duopolio tiene sus diferencias claro, pero son gemelas para servir al gran empresariado en las cacareadas alianzas público y privadas. Son los encargados de asegurar el control de la teta estatal, entre otros, a los Paulmann, Solari, Angelini, Rosenblut, Keller, Luksic, Matte, Cueto, Navarro, Saieh, un verdadero cartel empresarial. Es vergonzoso leer los correos de Iván Moreira y la Ena von Baer, “deshonorables senadores”, limosneando “raspados de ollas” y monedas en el caso Penta.
El actuar en la vida pública de estos cuatro jinetes chantas, de alguna manera es coincidente con el Apocalipsis, se asocian en la victoria del individualismo a ultranza, la guerra para mantener sus espurios privilegios, el hambre que nos someten como pueblo y la muerte, presente en el ejercicio de su modelo de sociedad.
Hay muchos ejemplos más, los dejamos pendientes.
Como interrumpí la lectura del Apocalipsis cuando vi la foto de Hasbún, busqué otro libro para compensar, El Génesis, mítico también, que habla del nacimiento, la creación y el origen de algo nuevo.
Este nacer lo veo reflejado en otra imagen de las redes sociales: En el frontis del Ministerio del Trabajo se aprecia a un conjunto de dirigentes de federaciones y confederaciones de sindicatos a nivel nacional y de distintos sectores productivos, anunciando la formación del Comité Iniciativa para la Unidad Sindical en Chile. Cuando los trabajadores se unen siempre es un augurio de futuras victorias populares.
Construyamos un Chile Digno
@JosMCarreraC
Santiago, Chile, febrero 2015

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