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Por Alejandro Trejo Z.
Más allá de cualquier consideración artística y cinematográfica Birdman es una experiencia inabarcable, como toda experiencia que se precie de serlo. Después de esto, el mexicano Iñárritu se confirma como uno de los mayores talentos creativos del cine de nuestros días. Su mirada y su dedo acusador apuntan de manera directa a la forma que tienen sus contemporáneos de concebir el espectáculo y el arte. Todo aquí huele a riesgo, valentía y a fracaso. En una habitación, en un edificio y en una ciudad que reconocemos con facilidad; todos los egos, todo el patetismo, todo el narcisismo y todas las frustraciones de los actores, la arrogancia de los críticos, el infantilismo del espectador, son un manjar para el ojo de una cámara que no se agota en su falsa secuencia.
Birdman podría leerse también como el falso biopic consagrado a la figura de su protagonista, un Michael Keaton que vuelve al cine por la puerta grande y cuya carrera hasta ahora ha transcurrido casi en paralelo a la del personaje que interpreta. No solo él resucita en esta película, también Edward Norton a quien teníamos algo perdido desde hace algún tiempo y que aquí también se desborda, y Enma Stone que por fin logra sacarle partido y expresividad a esos luceros que llenan la pantalla.
Iñárritu recurre a uno de los grandes tópicos argumentales del cine, el de la redención (que no solo buscan los personajes, también los actores en un interesante juego meta ficcional), y lo hace con tal frescura que parece que es la primera vez que lo vemos tratado en pantalla. Renunciando a la llamada narración fragmentada, Iñarritu opta por contarnos su historia de un tirón, sirviéndose de un prodigioso falso plano secuencia, porque tal vez la vida no es ni más ni menos que eso, un grandísimo plano secuencia en el que no caben cortes ni montajes paralelos. Tampoco parece haber artificios en esa cámara fisgona e inquieta casi invisible que se cuela por ventanas, atraviesa puertas, recorre pasillos, sube, baja para volver otra vez a subir. Como una polilla como un gorrión ….. como Birdman.
Una falsa biografía a través de un falso plano secuencia y una falsa doble interpretación. Falsedad bien ensayada, que se manifiesta en ese múltiple juego de posibles espejos con la imagen patética del actor desnudándose en la calle y en platea ante su público o con la obra teatral contagiándose del espíritu y del realismo sucio de Raymond Carver en el que el actor, director y adaptador se observa, se desmenuza y se destroza.
El actor sólo es Birdman, el héroe de cómic… sin el traje. Su alter-ego hollywoodense lo atormenta, tratando de hacerle volver a su celebridad perdida a lo que fue, abandonando lo nuevo para abrazar lo viejo, lo que ya se conoce. El duelo mental se produce en tiempo real, como una proyección física de sus pensamientos, el pequeño y miserable actor enjaulado y acorralado. Su imagen pasada le impide reflejarse en el presente.
Forma y contenido juegan y bailan aquí entre representación fingida y realidad descarnada; en apenas tres pasos, un actor pasa de la entereza de su papel frente a los espectadores, a la inseguridad a la falta de texto aprendido, sintiendo el peso de su personaje sobre sus propios párpados detrás del telón. La regla en este filme consiste en que sabes que la narración no se ciñe a lo que ocurre, sino que fuera de plano los personajes siguen latiendo y moviéndose; los personajes aparecen y desparecen libre y espontáneamente, teatralmente improvisados.
Gran película de puro y duro cine que sin embargo puede no agradar a un público mal acostumbrado a otros edulcorados formatos narrativos
Birdman te golpea los huevos con un pequeño martillo, como dice el protagonista del filme y no deja títere con cabeza, un espectáculo …..Un zoológico humano que sale barato para todo lo que entrega.
No me queda más que darle las gracias a esta película, a su director y a su protagonista por haberme hecho testigo de su vida y de su historia. Y por haberme dejado claro una vez más que solo los espíritus libres son capaces de resurgir de las cenizas y remontar el vuelo entre las ruinas.
Terminaré con un cliché: la estimulante Birdman me ha hecho recordar las posibilidades ilimitadas del cine. Entrar, de nuevo, al vacío, en una inmersa, laberíntica y estimulante experiencia audiovisual.

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