El otro sexo

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El oído es una zona altamente erógena. La habilidad oratoria en la cama puede hacer mucho más excitantes las relaciones sexuales.

Ahhh, ahhh, ahhh, aún quiero más, no me muerdas, no pares, estoy solo contigo, eres la única, piérdeme el respeto, por ahí no, ponte el condón… eran según Twitter las frases más usadas durante el acto sexual en un estudio del 2010. Órdenes, súplicas, ruegos, promesas, amenazas, insultos… todo está permitido en la cama sin temor a represalias. Sin embargo, no muchos aprovechan esta libertad lingüística y, en el mejor de los casos, se limitan a sollozar, gemir o rugir, –lo que tampoco está mal– olvidando que las palabras son uno de los más poderosos afrodisíacos.
Si comparamos una relación sexual con el rodaje de una película donde actores, guión, decorados, luces y vestuario son esenciales, caeremos en la cuenta de que muchos protagonistas acuden a la grabación sin diálogos. ¿Cómo pretenden así optar algún día al oscar a la mejor interpretación? Los hay también especializados en el género de la fotonovela que se pasan el capítulo sobreactuando. Recuerdo una vecina que pedía siempre a su pareja que le diera de una vez la leche, y no precisamente la de la nevera, hasta que una noche de verano y ventanas abiertas otro inquilino del inmueble, con ganas de dormir, suplicó también gritando que se la diera de una vez para que el bloque entero pudiera pegar ojo.
Claro que si hay que elegir entre el autismo y la histeria en materia de lenguaje sexual, la biología optaría siempre por lo segundo. Un reciente estudio de la University of Central Lancashire en Inglaterra, que se realizó con 71 mujeres de 18 a 48 años, demostró que los sonidos que muchas de ellas emitían durante el coito no procedían siempre de la excitación o el orgasmo. Muchas de ellas fingían o exageraban en un primer momento para estimular a sus parejas. Un comportamiento ancestral que verificaba otro estudio publicado en LiveScience.com y que mostraba que el 86% de las hembras gimen en el acto sexual para excitar a sus compañeros. Es más, según la misma investigación, muchos machos no podrían llegar a la eyaculación sin estos sonidos emitidos por sus parejas. En el hombre, además del instinto, entran en juego otras muchas cosas –condicionamientos sociales, educación, cultura…– y en el género masculino los estímulos visuales juegan un importante papel en la excitación, mientras que a las mujeres nos doran mejor la píldora a través del oído y el tacto. Como dice la psicóloga y sexóloga Gabriela Michoelsson en un artículo publicado en saberdesexo.com “ellos prefieren sexo, caricias y hablar, mientras nosotras invertimos el orden: hablar, caricias, sexo”.
Renunciar al sonido entre las sábanas es como ver una película porno sin volumen. Gerard Damiano, director de Garganta profunda, siempre fue consciente de la importancia de los diálogos por lo que nunca los escribía e instaba a los actores a que improvisasen y se dejasen llevar por la situación. Hace unos años se puso de moda en Alemania e Italia el karaoke porno, llegado de Asia, que puede ser una forma de entrenamiento y de quitarle hierro al asunto. Los cantantes imitan los sonidos, palabras y jadeos de los actores de una cinta X.
Verbalizar el placer que se siente es un poderoso potenciador de las pasiones. Sin embargo, para muchos hablar en la cama resulta un desafío similar al de hablar en público, por eso hay sex coach –sobre todo en EEUU– que pueden ayudar a los más tímidos, y manuales con consejos centrados básicamente en lo que no hay que hacer, ya que los gustos y preferencias son ilimitados. Sexual Intelligence: What we really want from sex and how to get it ( Inteligencia sexual. Qué es lo que realmente queremos del sexo y como conseguirlo) de el sexólogo americano Marty Klein o Come Hither: A Commonsense Guide to Kinky sex (Ven aquí. Una guía con sentido común para el sexo raro), de Gloria G. Brame son dos buenos títulos para empezar de los que se sacan algunas ideas básicas a tener en cuenta:
–Hay que hablar siempre en positivo. No decir lo que no nos gusta sino lo que nos agrada.
–No es necesario respetar el orden de los diálogos. Si alguien nos dice: “te deseo” no hay que contestar necesariamente: “yo también”.
–Algunos adoptan la modalidad radiofónica y van narrando todo lo que sucede como si estuvieran retransmitiendo un partido de fútbol, o piden permiso a la pareja para hacer cualquier movimiento. No es sexy.
–Los piropos están bien pero no repetidos incesantemente a modo de mantra.
–Convertir el pene y la vagina en álter egos con nombres y personalidad propia es un error y está a un paso de comprar una marioneta de dedo, colocarla en el órgano sexual masculino y empezar a hacer teatrillos. ¡Patético!
–El tono de voz es sumamente importante y debe modularse para la situación. No podemos decir a alguien “trátame como a una perra” como quien pide un bocadillo de calamares en el bar de la esquina.
–El humor está permitido en pequeñas dosis. No hay que convertir una noche de sexo en El Club de la Comedia.
–Si no se está acostumbrado hay que introducir el dirty talking poco a poco. No podemos pasar de no decir nada a exigir a nuestra pareja: “arráncame los pezones”, corremos el riesgo de no volverla a ver.
Para ilustrar la importancia de las palabras, incluso aunque estas carezcan de significado, está el caso de un amigo mío. El mejor polvo de su vida fue con una asiática. Ninguno de los dos se entendía, pero aún así seguían hablando. Ella en tailandés y él en castellano.
Mi búsqueda de estadísticas sobre los más habladores en la cama no ha tenido éxito, aunque yo diría que los de habla portuguesa (lusos y brasileños) están entre los primeros. Siempre había tenido esa idea en la cabeza y cuando lo comprobé por experiencia, con toda esa verborrea llena de ssssss, fue como cuando vas a Florencia y descubres que el David de Miguel Ángel, que tantas veces viste en los libros de arte, realmente existe. Entonces te das cuenta de que la realidad, en contadas y felices ocasiones, imita también a la fantasía.

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