Poemas
Mauro Hernández Fuantos
Devorarnos la serpiente
Ya sobre mis dos costados llevo tu olor.
Si quieres secar saliva
que sea sobre mi hombro
con mi antebrazo.
Por mi pecho la navaja.
Es tu dedo, corta a este
contorno indefinido.
Mi escape es la cólera por ese índice-cuchillo.
Muerdo tus yemas-alfalfa de conejo.
Y existe el silencio.
Cuando nos atrapa tres segundos
nos suelta de frente;
perros con la espuma
hasta en las orejas.
Percibimos murmullos
de un búho borracho: calla su pico con la cola del ratón.
Con ese ratón morimos
con ese búho nos devoramos;
eres serpiente sobre
la crin del caballo
eres la grupa
llano donde
se construyen imperios
el tiburón
masticando esos imperios.
Entonces
corremos uno y otro
como si pegando nuestro costado
saláramos la carne.
Pero en realidad sabemos que,
para devorarnos la serpiente
tiramos la manzana
alimentamos nuestros gusanos.
(Que se ponga el mundo
a los pies
entre los dedos
por tres segundos
por el resto
por el tiempo que tome secar el corazón
al fuego
y la hoguera sea fierro quemado.)
Fileteo su tierna carne
y la ofrezco a tu nariz.
Devorarnos y a penas
se mira el ojo y esas cejas que lo cuidan.
Somos buitres
o mazorcas para los asnos.
Devoramos la serpiente
para robar lo que dimos a los dos
a los tres,
a todos.
Vendrán después de hoy
y cuando mañana se escriba que existimos
partirán al árbol
ellos ahora harán leña
e intentarán quemar
la serpiente hoy ya en nuestras entrañas.
Contra la serpiente
por sencilla
por quemar su vientre
por amar la tierra.
Somos nosotros
que nómadas sacudimos hierba:
bebimos las gotas para la sed que dejó
rumiar la vida entre ambos.
Saldremos
y la superficie nos pesará.
Pesará más y el cuerpo mismo.
Por lo pronto dime
¿cuándo morirá por mí ese hombre?
Tú casi no lo sientes;
como si no existiera
como si nunca hubieras tenido uno
(coraza guarda un corazón)
¿por qué no me lo regalas entonces?
Y así
poder tomarnos las manos
los cabellos
los cuellos
el fin del mundo
tocará la puerta.
Ahora, sientes esta calma.
Hueco, aire entre nosotros
es más nítido cuando se acercan
cuando otro ronda tu escarcha.
Me dejarás atrás;
con los incendiarios.
Lucho para mantener
esa tensión sobre tus muslos
mantener aire que era nuestro.
Como si no te hiciera falta;
lo diste a otros.
Como si tu pecho fuera tan grande
y partiera lleno de todos los vientos antiguos.
Como un perro se traga una mosca (fragmento)
Más que un grano de sal
tanto como el hígado de todos los canes en mi barrio.
Voz a esos ladridos
canto pavoroso
contra la luna y el paisaje.
Gatos corren por mis batallas.
Y es que no quiero bolas panzonas
capaces de reconocerse en su caja de arena
conformes con bostezar y calmar sus ansias estirándose.
ESOS NO ME SIRVEN.
Algo hace que enseñe los caninos:
la roca se mueve boca arriba
la tortuga le enseña a ponerse derecha.
Y tantos otros animales:
un sapo como el corazón de un poeta
un lagarto en las botas
la piel del oso en la cabeza de un gitano
la garra de un tigre para el Rajá.
Y yo no más que un perro
un coyote es demasiado
y no ando en manadas inteligentes como lobos.
Un perro
que rasca las bolsas de basura con la pata
y come lo primero que tiene un olor razonable
UNA MOSCA.
Como moscas.
Se atoran en mi pecho y de ahí no salen.
Un perro acaso.
Ladro para que el paisaje me sople la nuca
e intento bajarme de la colina
pero siempre pierdo, nada debo.
Viento es el vaho de muerto
yo como a las que-se-comen-los-muertos.
¿Qué gato podría hacer eso?
se conforman con bajarle los pájaros al cielo.
Con las fauces llenas de plumas
¿creen que van a volar?
Énfasis del tuerto
Donde le falta el ojo
el cuervo guarda su carroña.
Un preciado botín lleva el tuerto.
El poder que le da
es mirar el contorno del alba.
Sueña los giros del ave.
Pero ansioso en la búsqueda:
¿Qué guarda?
Mira el cuervo mi cuero infra.
Entonces, por si hay más,
come las unas plumas,
la molleja;
los negros ya son carmín.
Pierde un tuerto sus poderes.
Más tuerto
nada sabe.
Nuevas huellas detrás de un lago
Cuando ya no muten los ajolotes
(pasados de peso por sus nuevas extremidades
y los escupan los lagos, los lirios)
me descubrirás monolito:
estas formas,
que no entiendes por permanecer flotante fluido,
nutren el caparazón, concha en vórtice
conjuro para cimbrar los pasos,
inmolados mis tobillos
las dos piernas.
Yo sí salí una concha
e inmóvil veo pasar la mezcla de corrientes.
Ya verás las propiedades en mis huesos.
Alguien sin venda te llama ahora.
Créeme esa posibilidad de haber podido tener algo
como montañas, árboles
aves para bajarte la fruta
va a llevarse algo de brillo
empieza a notarse pátina en tu cabello de yegua.
Estarás como sin cuerpo
ajolote en tierra.
Imagina
un dolor de rodillas nuevas;
piernas recientes para un vado:
así se saben motrices.
Toda magia mutante y trueno,
que no quisiste por, según tus ideas, salir sola de mi manga,
servirá para completar las patas de esos medio sapos medio ajolotes.
Camina entonces.
Mauro Hernández Fuantos (Ciudad de México, 1987)
Estudió en la escuela de escritores Sogem. En 2008 ganó el primer lugar, en el género de poesía, en el concurso “Letras en rebeldía, para leer en libertad”, organizado por el gobierno del Distrito Federal.
Ha publicado en las páginas electrónicas: La rabia del Axolotl, La hoja de arena, Círculo de Poesía, El periódico de poesía de a Unam y en Letralia.
eeespeeermaaa@gmail.com