“A Neruda lo asesinaron”, denuncia desde hace casi 40 años su ex asistente, sobre la muerte del poeta y premio Nobel chileno Pablo Neruda, atribuida a un cáncer y ocurrida a poco de instalada la dictadura de Augusto Pinochet.
Tras una larga insistencia, la denuncia del ex asistente personal y chofer Manuel Araya llegó a la justicia, que la contrastó con otros testigos, analizó exámenes médicos y el 8 de abril exhumará el cadáver de Neruda, enterrado en el balneario de Isla Negra, en el litoral central.
La versión oficial sostiene que Neruda murió por el agravamiento de un cáncer de próstata en la Clínica Santa María de Santiago. Su muerte ocurrió doce días después de derrocado el gobierno del socialista Salvador Allende y un día antes de viajara México, donde el poeta comandaría la oposición a Pinochet.
“A Neruda lo asesinaron”, afirma Manuel Araya, de 65 años, y quien a los 26 años y tras una orden del Partido Comunista -donde militaban él y Neruda- fue designado como su chófer y asistente personal.
Según su relato, la recién instalada dictadura aprovechó un descuido en la custodia montada en torno al poeta para inocularlo con una inyección que le causó la muerte a las pocas horas.
“El 23 de septiembre (de 1973) nosotros con Matilde (Urrutia, la tercera esposa de Neruda), salimos de la clínica Santa María a buscar las pertenencias que Neruda iba a llevar a México el día 24″, relata Araya a la AFP en San Antonio, cerca de Isla Negra, donde reside.
Estaban en Isla Negra, donde vivía el poeta, cuando recibieron un llamado de Neruda a las cuatro de la tarde. “Nos dice que entró un médico y le puso una inyección en el estómago y que se sintió con mucha fiebre de inmediato”.
Tras la llamada, regresaron enseguida a Santiago. “Cuando llegamos a la clínica, encontramos a Neruda enrojecido (por la fiebre). Voy al baño a mojar una toalla para ponerle en el estómago y ahí un médico me dice: ‘Usted como secretario privado de Pablo Neruda tiene que ir a comprar un remedio que en la clínica no está’”.
“Salgo de la clínica, y en las cercanías me interceptan dos autos. Se bajan dos hombres con armas en las manos que me dicen: ‘Así que tú eres el secretario privado de Neruda’, me pegan y me detienen”, agrega Araya.
Cuatro horas después, Neruda moría en la clínica, sin alcanzar a viajar a México.
“VOY A DERROCAR A PINOCHET”
“Neruda me había dicho: me voy a México, compañero, y en México voy a pedir ayuda al mundo para derrocar a Pinochet. En tres meses lo voy a derrocar. Voy a pedir ayuda a los gobiernos, a los intelectuales”, relata Araya.
El poeta, que había ganado el premio Nobel de Literatura dos años antes, se sentía amenazado y había pedido a varios embajadores tramitar un salvoconducto que le permitiera salir de Chile. El embajador mexicano de la época, Gonzalo Martínez, finalmente lo consiguió: un avión estaba listo para su viaje el 24 de septiembre.
“Yo estaba feliz de que Neruda se fuera, porque el 13 de septiembre nos pusieron un buque de guerra al frente de la casa de Isla Negra y nos amenazaban con un cañón. Neruda me decía: ‘Nos van a volar, nos van a volar’”.
Araya cree que al poeta le pudieron inyectar aire (que dificulta la circulación y puede provocar un ataque cardíaco) o lo envenenaron.
El médico tratante, Sergio Drapes, que comenzó a trabajar en la clínica un día después de que Neruda ingresó, admitió en su declaración judicial que le recetó dipirona (un analgésico), porque el poeta se quejaba de dolor.
“NERUDA ESTABA BIEN”
De acuerdo con el certificado de defunción al que tuvo acceso la AFP, Neruda murió de una “caquexia cancerosa”, un estado de extrema desnutrición y debilidad en la que apenas se está lúcido.
“Neruda estaba bien”, asegura sin embargo Araya, quien recuerda que terminó de escribir su libro de memorias “Confieso que he vivido”, un día antes de morir.
“Si hubiera estado tan grave, no hubiera seguido escribiendo (…). Tenía cáncer, pero controlado”, agrega.
Muy poca gente vio a Neruda los días posteriores al golpe de Estado, pero las escasas personas que lo vieron coinciden con el relato de Araya.
“Lo conocí ya como un hombre enfermo, pero no llegó a estar en los huesos ni catatónico. ¡Yo lo hubiera advertido o al menos Matilde me lo hubiera dicho! ¡Estábamos por ponerlo en un avión durante nueve horas!”, recordó el ex embajador mexicano Gonzalo Martínez, en una entrevista con la AFP en junio de 2011.
La denuncia de Araya no fue escuchada hasta 2011, cuando tras aparecer su testimonio en la revista mexicana Proceso, el Partido Comunista interpuso una querella para aclarar su muerte.
Matilde, su esposa, guardó silencio. “No quiso hacer la denuncia porque en ese momento el matrimonio estaba muy quebrado y tuvo temor a perder sus bienes”, explica Araya.
Su declaración fue contrastada con los medios de la época, antecedentes de la clínica y el testimonio de otras personas que vieron a Neruda sus últimos meses de vida, explicó a la AFP el abogado querellante, Eduardo Contreras.
La próxima exhumación es un paso clave.
“Tiene por objeto determinar si con la tecnología moderna es posible, a pesar del paso de los años y la proximidad del mar, encontrar restos de sustancias nocivas, toxinas, bacterias, para poder colegir que hubo participación de terceros en la muerte de Neruda”, dice Contreras.
Pero los exámenes podrían no arrojar resultados concluyentes. No obstante, “con todo lo que ha ocurrido en el proceso, tenemos la convicción, la certeza más absoluta, de que Neruda no murió de muerte natural”, concluye el abogado.