Felix Guattari en Villa Alemana

¡Compártelo!

 

Por Sebastián Diez Cáceres

¿Qué hace Félix Guattari en un sitio como Villa Alemana? Siempre ligo Villa Alemana con situaciones bizarras y criaturas monstruosas. De allí fue Miguel Ángel Poblete, el niño que vio a la virgen en el cielo. Una historia que provocó conmoción en el Chile de los ochentas y que, se descubrió luego, fue manipulada por los militares. De Villa Alemana son La Floripondio y Álvaro Bisama. Suele aparecer en las noticias por algún caso aberrante: descuartizamiento, una vidente que no paga la renta, gente que se muere de loca. Natalia Berbelagua en un cuento dice: “ojalá caiga un meteorito del tamaño de Villa Alemana en Villa Alemana.”   

Félix Guattari está en Villa Alemana en 1991 porque va de visita a la casa de Juan Luis Martínez, poeta chileno, ubicada en la calle Fresia. Esto es el paradero 11 de Villa Alemana. Los tramos en micros se miden así, y por lo general la gente allí se dice propia de un paradero, ‘soy del paradero siete’, cosas por el estilo. Costumbres provincianas. Ahora hay un Unimarc y una Copec. ¿Qué vio Guattari en mayo del 91? ¿La misma Copec o la extinta Esso? Supongo que lo llevan en auto. El anfitrión es Miguel Norambuena, ex miembro del MIR, exiliado y radicado en Suiza. Con ellos va también la escritora Guadalupe Santa Cruz, quien oficia de traductora. (Cristóbal Santa Cruz editará después un libro que reúne los textos que rondan esta visita; publicado por la extinta Dolmen en 1998, se llama El devenir de la subjetividad.) La visita general a Chile consta de tres puntos: Santiago, Viña del Mar y Villa Alemana. En esa triada Villa Alemana figura como la ciudad peculiar tipo Gummo o Stranger Things en la que vive un poeta dedicado a negarse y negar su autoría de manera sistemática y compulsiva. Corre el mito barato de que Juan Luis Martínez es un invento de Enrique Lihn. ¿Y si todo lo inventó Guattari?

Guattari era cinéfilo. Incursionó en el cine, pero fracasó. ¿Y si Villa Alemana es un guión de Guattari que fracasa constantemente? El guión de Un amor de UIQ (2013), una historia de ciencia ficción que jamás filmó, inicia con la siguiente hipótesis: “Uno siempre se pregunta si no existirá vida o inteligencia sobre otros planetas, en alguna parte en las estrellas… pero jamás nos planteamos la pregunta sobre lo infinitamente pequeño… tal vez porque eso puede venir de ese lado, de un universo aún más pequeño que los átomos, los electrones, los quarks…” 

De mis andanzas a pie por Villa Alemana, siempre tuve la sensación de que nadie había tras esas ventanas, de que la ciudad estaba vacía. Nada ocurría, pero en los intersticios, en los puntos ciegos, en lo invisible, se tramaba algo. Viví en el paradero 7 de Villa Alemana. Mis bisabuelos paternos llegaron de España a una casona en los límites de Villa Alemana con Peñablanca, antes del puente. Mi abuelo huyó por estafa antes de nacer a mi papá, hijo de una relación extramarital con mi abuela, quien de todas maneras terminó viviendo luego en Villa Alemana, ‘volviendo’ a Villa Alemana como Edipo a Tebas. Caminar hasta calle Fresia desde el paradero 7 toma sólo unos minutos. 

Allí está Guattari en 1991. Bebe agua del grifo. Si mal no recuerdo, fue bastante enfermizo. Probablemente no, no bebe agua del grifo. Lleva una botella con agua. ¿En el 91 hay plásticas? Guattari bebe de su Cachantún (palabra mapuzungún que significa ‘brilla como el sol’). Quizás suena Ricardo Montaner en la radio del auto. Juan Luis Martínez surge de entre las ligustrinas y abre la reja. Le habla en castellano a Félix. Guadalupe le traduce al francés a un costado, como dirigida a su oreja izquierda. Es otoño y todos van abrigados. Hay marraquetas calientes y humeantes en el comedor. Todos los muebles están regados con libros, como una infección. 

Luego de comer, Félix y Juan de Dios se apartan a la oficina de éste. Allí instalan una grabadora. Se suma Guadalupe. La encienden. El diálogo es caballeresco, se tratan de ‘usted’. Hay muchos momentos, sin embargo, en que confiesan no entender lo que el otro dice. Juan de Dios quiere hablar de su obra pero recula. Tiene en frente a quien escribió junto a Gilles Deleuze Capitalismo y esquizofrenia (1972/1980), enclave teórico extravagante y audaz, sin grandes repercusiones entonces. Esta primera visita a Chile, de hecho, ayuda a cimentar particularmente su pensamiento en lengua castellana, en una aproximación paralela llevada a cabo por la psicoanalista brasileña Suely Rolnik con la traducción al portugués de La revolución molecular (1977).

Es una conversación, a pesar de su densidad intelectual, peregrina. Juan de Dios le hace una pregunta a Félix. “Qué piensa de una frase de Flaubert como la siguiente: Un autor debe arreglárselas para hacerle creer a la posteridad que no ha existido jamás”. La transcripción muestra a Guattari con tres puntos suspensivos. Si se queda callado, no sabe qué contestar, si la grabadora se apagó, no lo sé. A veces los puntos suspensivos significan: ‘no contestaré esa idiotez’. 



Nuevo documental sobre Mauricio Redolés
Redolés, La urgente necesidad de la memoria: el nuevo documental...
Luis Fernando Cueto dialoga con Pepe Cuevas
“No hay una guerra más cruenta que la que se...
Aniñir y el paraíso perdido
David Aniñir, poeta mapurbe 2.0 Por Zucchero - Hola David....

Leave Your Comment