Por Gonzalo Figueroa
No pretendo en estas líneas hacer un análisis técnico-táctico-estratégico (pónganle ustedes los “icos” que quieran) acerca del desempeño de nuestra selección nacional en la mayor (y más añosa) contienda continental del fútbol: la Copa América.
Sí prefiero partir el desarrollo de este artículo con un reconocimiento: Brasil fue un justo campeón y sin necesidad de “vares”, rarezas y otras “hierbas”. Es cierto, no deslumbró. El arquero Becker, Alves, Coutinho, Gabriel Jesús y Everton, por nombrar a algunas de sus figuras más sobresalientes, no encandilaron tanto como Ronaldinho, Ronaldo, Romario, Zico o Pelé en sus respectivos tiempos, pero fueron vitales en una campaña impecable.
En la vuelta a lo que nos convoca en la presente lectura: Chile, descarto hacer una proyección (y disculpen lo poco; ya habrá tiempo para eso). Sí comparto los matices más distinguibles. En cuanto a los colores más dorados de aquellos, me quedo con el gran desempeño ante Japón, un contundente 4 a 0 ante una selección joven que, al final, resultó ser más competitiva de lo que exhibía en teoría (si no creen, bastará con ver algún compacto del partido ante los uruguayos); el triunfo sufrido ante Ecuador, que siempre ha sido complicado ante Chile, aunque haya venido herido; y, pese a no ganar, la actitud, el juego y la intención ofensiva ante Uruguay y Colombia, grandes rivales que fueron superados por Chile (aunque el primero ganó el duelo y el segundo recién sucumbió en la tanda de penales por cuartos de final).
¿Cuáles son las partes frías de los matices?. No se necesita ser un experto para responder que los dos últimos duelos: la impresentable semifinal ante Perú, donde la “roja” parecía dormida, mientras el elenco de Gareca parecía volar en la cancha: 3 x 0 a favor de los del Rímac; y la derrota ante Argentina en el pleito por el tercer lugar, donde la escuadra de Messi sacó diferencias ante un adversario que llegó más golpeado y que cayó en el descontrol en la medida que el partido se la iba de las manos. Agüero y Dybala aprovecharon los desbarajustes para desnivelar a favor de los albicelestes. El gol de Vidal, desde los doce pasos, sólo puso algo de incertidumbre.
¿Figuras de nuestro seleccionado?. En un listado donde la “Generación Dorada” no pierde protagonismo, Beasejour (no seguirá en la “roja”, según palabras propias), Fuenzalida, Medel, Isla, Vidal, Aránguiz y Sánchez siguen pesando en términos favorables en general. ¿Los exabruptos verbales de Vidal y los conductuales de Medel?. Casi nada. Casi porque fueron sólo tonteras de ellos que opacan un desempeño colectivo que fue de menos a más.
¿Y de los nuevos? Seré provocativo: mientras Bravo no tenga continuidad (por favor, dejemos en el lugar que le corresponde los otros vericuetos: el rol del entrenador Reinaldo Rueda y la relación del mismo ex capitán y el resto de los referentes históricos del plantel), el titular seguirá siendo Arias. No veo razón para que sea diferente (si queremos ponerle pimienta, entonces convenzamos al técnico colombiano que también traiga de regreso a Marcelo Díaz). ¿El resto?. Sin dudar, Maripán, Pulgar y, en menor proporción, Lichnovsky, Paulo Díaz y Opazo figuran también entre los destacados, pero aunque decidí no hablar de proyección (o de futuro, si se quiere más simpleza en el lenguaje), la pregunta surge espontánea: ¿quiénes más pueden ser? (me abstengo de poner la palabra “recambio”).
De más a menos
¿Por qué Chile se diluyó? Falló en los 180 minutos finales de su participación en Brasil 2019, sobre todo contra Perú. A los jugadores se los comió el exceso de confianza cuando debieron hacer gala de los atributos que los hicieron superiores ante Uruguay y Colombia pese a la falta de contundencia (reconocible): no achicarse, controlar las acciones, estar muy concentrados y buscar espacios sin desesperarse para atacar. Curiosamente esos atributos aparecieron aquel miércoles, pero en el “once” del rival: Perú.
Si ese espíritu de voluntad y claridad que mostraron los rojos ante los celestes y los amarillos se hubiese mantenido ante el elenco donde brillan Gallese, Guerrero y Advíncula, las posibilidades de llegar a la final hubiesen sido mayores y, de haberse concretado la victoria, la lucha por el tricampeonato habría sido el tema del domingo (con millones de asados incluidos) y no el altercado entre Messi y Medel.