Por Persus Nibaes
La casa de Villa Fiorito, donde nació y creció el mito del fútbol mundial, vivió algo inusual. Los medios llegaron a cubrir los hechos paranormales que el hijo menor de la familia Morales, atestiguaba que ocurrían en la Villa Fiorito, que también era un basural.
-En esta casa siempre ha habido actividad paranormal. -dijo Moralito a los periodistas que recorrieron la vieja y sucia casa buscando evidencias de aquello. De pronto, en cámara y al aire, se inició un incendio y luego de apagarlo, fue un periodista de El Clarín, que tomó una foto.
Con el fuego y el humo, en una de las paredes se había grabado una figura inusual. Era una llama cualquiera apagada a tiempo, pero el periodista tomó la foto de tal forma, que parecía ser una imagen del difunto futbolista Diego Armando Maradona, muerto a principios de siglo XXI de un ataque al corazón, con una especie de velo sobre su cabeza, semejante a una santa.
La noticia corrió como pólvora, pues Clarín nunca dejó de emitir noticias del astro, y no faltó la señora de la villa que juró y perjuró en los programas de televisión que Santa Maradona, había curado a su hijo del cáncer. Después apareció una señora a la cual la santa había curado de leucemia, y no faltó el que dijo que Santa Maradona lo había curado de una enfermedad a la próstata.
Rápidamente la casa de Villa Fiorito cerca de las 7 canchitas, había pasado del abandono absoluto, porque a ella ni el mismo Diego volvió en vida, a ser un verdadero santuario, al que gente de todo el mundo que seguía la religión maradoniana, pagaban cien pesos argentinos, para entrar y prenderle una vela al diez, y de paso pedirle un milagro.
Era extraño que la gente hable de Santa Maradona y no del santo, pero la imagen en la pared, si la mirabas de tal manera, parecía que estaba el Diego, pero vestido completamente de mujer, con un velo y las manos en señal de ruego, mirando a los cielos. Hubo gente que incluso se tatuó esa imagen en el brazo.
Ocurrió que un día llegó un tal Coppola, que según él no tenía nada que ver con el ex representante de Diego, llamado Guillermo Coppola, y ofreció a don José Morales comprarle la casa para instalar allí un museo, en honor al último argentino campeón del mundo del fútbol.
Morales pensó que esa no era una buena idea, pues el barrio era muy bravo, y nunca iban a ir los turistas, pero pensó en el dinero y vendió. Los Morales con sus cinco hijos, se mudaron de Villa Fiorito a su nueva casa en La Paternal, la que en poco tiempo fue remata y confiscada por los bancos, pues los cheques con que Coppola había pagado, no tenían fondo.
Los Morales volvieron a Fiorito, pero esta vez a la casa de la Nona de Cristina, la esposa de Morales.
Coppola remodeló la casa y la transformó en un centro de peregrinación. Decían que la fe de la Santa concedía todos los milagros. Por un tiempo el negocio de la fe anduvo bien, mientras duró la novedad, pero nunca supo Coppola si la gente dejó de llegar por el mayor fervor que despertaba la tumba de Maradona en Recoleta, que también tenía fama de conceder milagros, o porque realmente la delincuencia amedrentó a los turistas.
Un día, cuando el bus con turistas chinos, gringos y de todas latitudes acudió, como de costumbre a la casa, un grupo armado y de cabezas cubiertas con pasamontañas, cerraron la casa y los asaltaron y golpearon a todos. Producto del susto un turista catalán murió de un infarto en la misma casa.
De todas formas la casa continuó siendo un centro de los fervorosos maradonianos, que tenían varios lugares de peregrinación, tanto en Nápoles como en Buenos Aires, por ejemplo en el estadio de Argentinos Junior que llevaba su nombre, donde también había una animita muy concurrida, por turistas y feligreses que pedían el milagro de tener para comer, de tener para el agua o los pañales, de llegar honradamente a fin de mes, o de ganar el partido del club del barrio el fin de semana. Los milagros eran de las más diversas especies. Pero la verdad es que nunca nadie supo explicar, cómo fue posible que un deportista, que nunca leyó un libro en su vida, haya creado un mito, más allá de la leyenda, hasta ser ídolo de una religión, por tan solo ser capaz de no dejar caer nunca una pelotita o de haber marcado los goles más hermosos.
Los especialistas sociales, aseguraban que era producto de la capacidad de Diego de estar por sobre las leyes de la física y la naturaleza, y argumentaban que la gente creía que él tenía una fuerza desconocida, si él mismo había dicho que había jugado y ganado un partido del Calcio italiano después de llevar 3 días sin dormir.
Un amigo me contó que en un curso de alemán, con compañeros de muchas culturas y nacionalidades, habían hecho el ejercicio de buscar entre gente de Paquistán, Irán, Hungría, Chile, Egipto, Brasil, el personaje más famoso del mundo. Los musulmanes no conocían a Michael Jackson, el Pakistaní no conocía a Jesucristo, pero todos, en todos lados del mundo, conocían a Diego Armando Maradona, el Pelusa, que lo tuvo todo pero nunca salió de Villa Fiorito y al que la gente llamaba D10s.
Un día, Coppola amaneció muerto de varios disparos en la cabeza, y los diarios informaron que había sido un arreglo de cuentas entre pandillas que movían droga en los barrios pobres de Buenos Aires. La casa estuvo abandonada un tiempo después que, por ninguna razón aparente, fue quemada por un furioso incendio.
Tiempo después los Morales volvieron a vivir a la casa, y vendían velas a los fervientes seguidores de la religión maradoneana, que acudían diariamente a pedir y agradecer, arrodillados frente a la imagen del Diego, hecha de humo y fuego en la pared por un olvidado incendio, cuya mancha extrañamente, nunca se había borrado. En la entrada a la casa había un inscripción que decía; “La pelota no se mancha” y rápidamente volvió a llenarse de restos de velas en el suelo, mientras la gente lloraba agradecida, por el último milagro.