"Obra gruesa”. Nicanor Parra

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por Alone.
obragruesa
Antes de aparecer en un tomo compacto, esta “obra gruesa” de Parra había ido floreciendo a gajos menudos, volanderos, con un aire juguetón de liviana importancia que impedía abarcarlos, pesarlos y medirlos.
Al presentarse de golpe y en mesa ¿se podría decir que han ganado?
Lo creemos dudoso.
La sucesión y el conjunto ponen de relieve algo que antes, disperso, no se percibía, con igual relieve el procedimiento, la técnica, casi diríamos la mecánica de los antipoemas.
Si contamos el “contraste inesperado y violento”, el choque continuo de una línea poética con otra prosaica, el detalle fino, patético, angustioso junto a la salida chocarrera, hecha para espantar, la verdad casi tenemos agotada la lista de los recursos expresivos que amarran esta “obra gruesa”.
Lo demás es cuestión de números.
Es decir, de cerebro.
El cerebro nunca está ausente o siquiera adormecido en la poesía de Parra. Como se sabe, enseña matemáticas. Esta ciencia acompasada lo conduce a la repetición de ciertos ritmos y, por ahí, irresistiblemente, a la danza, al zapateo, al golpe isócrono. El baile desempeña un papel importantísimo en su inspiración poética. Pero no lo embriaga ni le incita a soñar. A lo sumo, le permite el delirio lúcido de intención sarcástica. El antipoema tiene la extraña humorística, a menudo un tanto feroz y dentellada. Le gustaría morder, pero la prisa no lo deja.

“Qué es un antipoeta:
Un comerciante en urnas y ataúdes?
Un sacerdote que no cree en nada?
Un general que duda de sí mismo?
Un vagabundo que se ríe de todo
Hasta de la vejez y de la muerte?
Un interlocutor de mal carácter?
Un bailarín al borde del abismo?
Un narciso que ama a todo el mundo?
Un bromista sangriento
Deliberadamente miserable?”

Se ha hablado de la angustia subyacente en las muecas de este saltarín, se ha querido encarnar en ella el caos contemporáneo, el drama de nuestro tiempo fuera de órbita, a tropezones con el infinito, la carrera desatada contra no se sabe quién. La verdad que se pueden y seguirán diciéndose muchas cosas sobre la antipoesía, que no es exclusivamente de Parra. Cada cual tiene la suya, recibe su choque. En cuanto a la sensación angustiosa, la más frecuente que nos asalta en su lectura es la del salto que no alcanza a llegar a la otra orilla, la de la risa que se queda a medio camino, cuando ya estábamos contrayendo con buena voluntad los labios algo perpetuamente incompleto y a disgusto, no precisamente frustrado, pero sin la plenitud que estalla y, al deleitarse, nos deleita. ¿Quería demasiado y no pudo? ¿Pretendía otra cosa? El hecho es que no da nunca la impresión de estar en paz consigo mismo y causa el efecto, a ratos incómodo, de que no está hablando en broma, de que dice la verdad, como ciertas mujeres desprovistas de belleza, que lo reconocen y proclaman y a quienes, no pudiendo contradecirlas, les buscamos otras virtudes como substituto y, en el fondo, solo querríamos desesperadamente hacerlas callar.
Santiago, 1969.

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