Por Rodrigo Ramos
Era imposible que Juan Savino Claro Venegas Navarro perdiera en un juicio la mitad de sus minas. Y las pierde.
Corre la década de 1950 -la del bolero- y todavía el cobre no alcanza grandes dividendos. Una vez conocido el fallo, Juan Savino imagina manos oscuras; una trampa detrás de su infortunio. Se siente perjudicado y queda con “sangre en el ojo”. Por esta razón espera el momento de encontrarse cara a cara con su oponente con el propósito de, por lo menos, ofrecerle un par de puñetes. Don Juan era un eximio púgil de box, un categoría mediano. Había aprendido a pelear en el ejército. Y el esperado instante llega. Se produce en la Plaza Colón de Antofagasta, cuando se le aparece el señor Andrónico Luksic Aboroa, quien posteriormente y a través de la minería, amasara la fortuna más grande del país y una de las mayores del continente.
Desde un silla de palo, en medio del living de su antigua casa de madera, y frente a la tranquila mirada de su hijo de 76 años, Juan Savino, quien viene al mundo un 8 de octubre de 1910, rememora con lujo y detalles ese encuentro de guapos con Luksic Abaroa.
-Qué te pasa gueón de mierda, ladrón, escondiste el expediente (donde decía que Savino fue el primero en llegar a las minas y por consiguiente, quedaría a nombre de él)-, Y nadie le responde. El hombre lo mira con cierta expresión de enojo; rechazo. A nadie le gusta que lo traten de esa manera. Ambos son jóvenes; no pasan los 40 años.
La gente se comienza a reunir ante ambos hombres. Hay expectación por lo que sucederá. Era un duelo entre caballeros.
Después de un rato, Luksic le dice con vos firme: -Yo he estado en el extranjero, y sé manejar la cuchilla-.
Vende Chuquicamata a los gringos
Este personaje con tres nombres, 7 hijos, 14 nietos, 16 bisnietos y una cantidad de tataranietos que no recuerda, comienza a laborar como minero a los 7 años, emulando a su abuelo y a su padre. En ese tiempo, la mina de Chuquicamata era casi una caverna. Todo el trabajo se hacía a pulso y carretilla; a fuerza. Eran tiempos en que los mineros parecían neandertales.
Luego llegan los gringos (estadounidenses) a Chuquicamata. Su padre, afirma Juan Savino, les vende a los gringos a buen precio pertenencias (hectáreas) de Chuquicamata con mineral. Todos quedan contentos. Los gringos siguen comprando y al final, se adueñan de todo el paño. La bandera estadounidense flamea en Chuquicamata junto a la chilena. “Si no es por ellos, Chuquicamata habría seguido por años con carretilla y picota. Ellos transformaron el mineral; fueron una escuela para la minería de todo el país”.
Luego Don Juan, recuerda a Mister Perkins, el primer gerente del mineral; estamos 1922. Se detienen por un rato en Mister Perkins. Fue un buen gerente, él impulsa la minería a gran escala; es el convencimiento al que llega Don Juan Savino.
Luego elucubra sobre el pasado, presente y futuro del yacimiento más importante de Chile; con el repaso a la nacionalización del cobre.
Los gringos traen doctores, ingenieros, abogados y mecánicos. Se hacen carreteras y el campamento comienza a transformarse en una suerte de enclave estadounidense. La gente en ese momento decía que vivía en Estados Unidos y no en Chile. Quizás fue el entusiasmo general de acceder más fácil a un estándar de vida más alto, en pleno disecado de las salitreras contiguas.
Juan Savino deja atrás Chuquicamata. Su abuelo tiene los recursos y con estos, comienzan una nueva aventura minera, esta vez en los soleados cerros de Mejillones.
Ahora Don Juan Savino y su abuelo buscan oro.
No le teme a Sundance Kid
La imagen es la siguiente: El adolescente Juan Savino camina por un sendero en la ladera de un cerro cercano a Mejillones, cargando “un capacho”, mochila de cuero de lobo, en la espalda con pepitas de oro. Abajo, el mar golpeando las rocas.
Podría ser un Western. Podría ser Kung Fu caminando por el desierto.
-¿Y no temió que le aparecieran unos bandidos, tipo Sundance Kid o Buth Cassidy, que años antes anduvieron por esos lados?
(la respuesta es de manual) Esos tiempos eran mejores. No es como ahora que te matan por un cigarrillo; hoy la gente puede ser más culta, sin embargo es menos educada en cuestiones sociales. En esos tiempos cuando había revuelta en alguna ciudad o pueblo, de inmediato se sacaba a los militares para calmar el asunto. Eran otros tiempos, a los mañosos se los castigaba con una semana en el cepo, donde no podían moverse. La doctrina era prusiana.
-¿Y escuchó alguna vez los relatos de los bandidos norteamericanos?
-Los relatos que todos conocen, dice el hombre con la mano apretada sobre el hule de la mesa.
A lo que se refiere don Juan Savino, es que Butch Cassidy se junta con Sundance Kid en Santiago, en 1907, previo asalto de la Compañía Mercantil de Chubut y del Banco Nacional de Villa Mercedes, en San Luis, Argentina. En el norte, el dúo roba el banco de Antofagasta, donde las cosas le salen mal. Butch se quiebra la pierna cuando su caballo es muerto por un policía, pero logra escapar. Similar suerte corre Sundance. Dos años más tarde, el primero muere en Bolivia.
Otros tiempos.
Las pepitas de oro se terminan. El dinero que gana se invirtió en otras minas. De esta manera Juan Savino comienza a crecer, a estas alturas como empresario minero.
Un reencuentro con Andrónico
Si hay algo que enorgullece a Don Juan, es su voluntad para trabajar. Cambia el trabajo por el estudio. No entiende la vida de otro modo. Por su forma de hacer las cosas se gana el respeto. Así, a través de un préstamo de dinero de un cónsul alemán, este hombre se hace de la maquinaria para seguir explotando minas. Después de cancelar las deudas, es el momento para invertir. Explora y se hace dueño de varias pertenencias mineras en la actual Región de Antofagasta. En algún momento Juan Savino arma su pequeño imperio minero, sin embargo le sale competencia.
Andrónico Luksic, es entonces un comerciante en Antofagasta que tiene la visión de invertir en la minería.
Luksic gana la pulseada en los tribunales de Iquique, donde en esa época se decidían los pleitos mineros. Juan Savino no queda conforme por la pérdida de varias pertenencias en Michilla.
-¿Y hubo pelea don Juan, después del encuentro de la Plaza?
Don Juan se toma su tiempo para contestar.
No hay pelea. Juan Savino quería arreglar el asunto a combos, sin embargo su contrincante quiere otra cosa. “No sabía utilizar la cuchilla por esta razón desistí de seguir el juego que proponía ese hombre”.
Juan Savino bebe un sorbo de agua y continúa.
El paso del tiempo relativiza la disputa. Así, en la década de 1980, Juan Savino se vuelve a encontrar con Luksic; esto en el marco de una cena de la minería donde nuestro protagonista recibe un premio como el minero más antiguo de la Región de Antofagasta y otros galardones.
-¿Y qué le dice Luksic, cuándo lo ve?
Me dice esto: -“Oye Venegitas, estai enojado conmigo-
Savino no le responde: ni si y ni no: luego Luksic, dice Venegas, le estira su mano en señal de saludo. Se estrechan la mano con frialdad. “Nos hicimos amigo otra vez hasta que se murió”, afirma este hombre que ha vivido más de un siglo.
Juan Savino continúa trabajando en la minería. Ahora, mantiene unos pequeños yacimientos al sur de Antofagasta, que le reportan dinero. No es como antes, pero puede decir que es el minero más antiguo de Chile. Son casi 97 años de trabajo.
Al final de esta entrevista, Juan Savino pide que le sirvan un vaso de Whisky. Lo bebe al seco. Se siente sano, vigente.