Un día 27 de marzo nació Edgardo Lagos “Payo”. Cumpliría 62 años.
En un capítulo del libro “Misión Internacionalista. De una población chilena a la Revolución Sandinista” rememoro su caída y ejemplo. Aunque la historia oficial chilena lo oculte, mi generación nunca dejará de recordar a los combatientes que entregaron su vida por la causa de los pueblos y de Chile.
Capítulo 13 Los primeros caídos
En julio del 1979 estábamos solidarizando un frente de guerra con el Frente Sandinista y el pueblo de Nicaragua, ya había caído en combate nuestro compañero Days Huerta Lillo, teniente de artillería chileno, y nos llegó la noticia de que un segundo chileno había muerto a consecuencia de las heridas recibidas en otro enfrentamiento, uno de los compañeros que ya había sido evacuado grave a Costa Rica y se pensó inicialmente que era Luis.
Su caso fue muy dramático. Luis fue herido de gravedad y se salvó gracias a que un compa nicaragüense siguió acertadamente sus instrucciones. Luis había quedado prácticamente ciego, pero orientaba al guerrillero apoyándose en los datos de una brújula e indicando la dirección donde suponía que estaban las fuerzas sandinistas. Tuvo suerte o fueron buenas sus indicaciones. Llegó hasta donde estaban nuestras fuerzas y nuestras doctoras lo evacuaron a Costa Rica. No se podía hacer nada por él en la zona de guerra. Estaba muy mal herido como para ser atendido en la zona de combate. Fue luego evacuado a Cuba sanó de sus heridas, volvió a estudiar, y se graduó de médico. Hoy es un reconocido médico de una comuna popular de Santiago.
No era Luis el chileno que había fallecido, días después nos enteramos de que era Payo, el seudónimo del Teniente de Infantería Edgardo Javier Lagos.
Payo desempeñaba su trabajo militar en la escuela General Antonio Maceo donde se formaban los oficiales de Tropas Generales del Ejército cubano, luego de haberse graduado en esa misma institución, antes de que le plantearan partir a Nicaragua en una misión internacionalista. Era alto y de buen porte. Payo era cariñoso con su compañera, respetuoso, muy formal y tenía un don de buena gente. Mi madre decía que a las personas se les nota a primera vista cuando son buena gente y él era un buen tipo.
Recuerdo que a principios del año 1976, cuando estaba pase en la escuela de Artillería de La Cabaña, cuando lo vi por primera vez, recién llegado de Rumania. Llegó a la tarea militar junto con René Merino y otros compas de ese país europeo.
Cayó gravemente herido en una misión de recuperación de un territorio en el borde delantero de nuestras fuerzas guerrilleras, y fue evacuado con vida y consciente. Después me enteré que había sido trasladado a San José, Costa Rica a causa de la gravedad de sus heridas, donde finalmente falleció.
La familia de Payo se trasladó a Cuba desde Rumania después de este duro golpe. Nunca han dejado de recordar y honrar su memoria. Seguramente y con justo derecho pensarán o se preguntarán: ¿Por qué murió ese hermano tan bueno en vez de alguno de nosotros? La unidad, sencillez y el ejemplo de esta familia siempre ha sido un aliciente para para perseverar en nuestros sueños y revindicar su memoria. Es muy difícil, y creo imposible, superar el dolor de la pérdida de un hombre de tanto valor como éste, el hermano mayor para ellos, y el hermano de lucha para todos nosotros.
Sus restos reposan en el Mausoleo de los combatientes internacionalistas en el Cementerio General de Santiago. Una de sus hermanas, Juana, muy querida también por todos nosotros, cumplió una prolongada misión internacionalista en la guerrilla de El Salvador, siguiendo el ejemplo de su hermano Payo.
La compañera de Payo, Elba, médico de profesión, siempre tuvo una actitud muy digna y arrecha, como dicen los nicaragüenses. Ella entró años después clandestina a Chile en la época de la dictadura de Pinochet. Recuerdo que la encontré en una casa de seguridad en la zona sur de Santiago junto a otros combatientes que llegaban del exterior para incorporarse a las tareas comunistas o rodriguistas, en esos tiempos de lucha clandestina era lo mismo. Se me ordenó llegar a esa casa con la tarea de informar cómo era la situación en nuestra lucha contra la dictadura, las condiciones de seguridad y otras cosas que nosotros habíamos aprendido en el tiempo que llevábamos en el “interior”. Elba fue detenida y resistió la prisión pinochetista. Salió luego en libertad, y nunca permitió que le arrebataran su entereza, valentía y la dignidad de mujer combatiente. Hoy trabaja como doctora en un consultorio popular.
En el transcurso de la guerra en Nicaragua nos enteramos de la presencia de más compatriotas en los combates del Frente Sur. Más de una docena de chilenos y chilenas ya había participado en combates en Nicaragua antes que nosotros. Muchos de ellos se transformaron en internacionalistas por su propia cuenta y decisión.
Pero no fue hasta treinta años después, cuando colaborábamos en la elaboración del libro de fotografías y testimonios de combatientes, “Internacionalistas: Chilenos en la Revolución Popular Sandinista”, cuando pudimos conocer sus rostros e historias. Los nombres o seudónimos de Bernardo, Carmen, Ferito, Emilia, Daniel, entre otros guerrilleros chilenos, se nos hicieron cariñosamente familiares.
Dos jóvenes chilenos de este grupo dejaron sus vidas en esa guerra, todos muy valientes y recordados por los guerrilleros sandinistas. Uno era Juan Cabezas Torrealba, (“Hernán”), del MIR, procedente del exilio de Costa Rica. Juan murió en un combate durante la primera etapa de la Ofensiva Final en Orosí el 9 de abril de 1979. Su madre, Eliana Torrealba, fue una gran colaboradora de los guerrilleros sandinistas antes del triunfo de la revolución y luego trabajó incansablemente para la consolidación del gobierno del FSLN. Otro joven chileno, gran combatiente guerrillero, Mario Guerra (“Jorge”), que venía del exilio en Panamá, también había pertenecido al MIR y murió en La Calera el 10 de julio de 1979.
Feliz cumpleaños compañero “Payo”.
Santiago, Marzo de 2017
José M. Carrera