Cuentos de la Revolución de Octubre
Por José Miguel Carrera
Oí por esos lugares que, justo hace cien años, Juan Pampino sintió algo. Él siempre lo decía. Estaba rompiendo piedras como siempre y, de repente, se sobresaltó. Paró el mazo o la picota (no recuerdo bien el cuento) y levantando la cabeza miró al horizonte como buscando algo, una explicación. Juan era de esos que no se consideraba chileno ni boliviano, argentino o peruano. No tenía tiempo para eso de las nacionalidades. Era de ahí no más. Como todos. Un trabajador salitrero nacido y criado en esas tierras donde transitaba y laburaba. Solo tenía la fuerza de sus brazos y la firmeza de apoyo de sus piernas, que era lo único que le valoraban los patrones. Golpear fuerte a las piedras. Claro que sabía hacerle buen cariño a su mujer cuando podía y también a cada cría que les nacía. Gracias a ese golpear a la piedra y con el trabajo de su compañera, sacaban de la nada todo para criarlos.
La ropa de Juan era de sacos de harina de pan, esa tela era buena para capear el sol, decía el capataz. “Es fresquita”. Claro que era mentira esa cuestión, no tenían pa otra y no les daban tampoco. Siempre en todo han sido miserables los patrones. Se andaba casi en pelota, pero en el trabajo uno no se anda mirando las presas, solo se debe picar y picar la piedra, para el “desarrollo nacional”, como le gustaba decir a don Patricio, uno de los dueños.
-Pa su desarrollo será po- decía Juan a sus colegas, cuando chacoteaban imitándolo en ese decir.
Era chúcaro Juan y para nada creyente, solo oyente. Oía lo que el cura le mandaba a decir con su esposa.
-Las reuniones entre pampinos, son pecado-.
Lla miraba no más.
-Dios es para los pudientes con plata mijita, no para nosotros, con el trabajo y las necesidades que tenemos, no nos da para creer-.
Ni tiempo tenían para hacer esa cruz con la cara compungida que el cura le enseñaba a ella y a sus hijos con la mano en el pecho.
-Sí, yo sentí algo ese día, no sé si la piedra de repente se puso más blanda o tuve más fuerza, sé que a lo lejos brilló más el cielo y me hizo parar de picar, algo me limpió todas la lagañas de un viaje. Sé que no me creen decía Juan, pero algo pasó.
Esos días, incluso el tendedero lo recibió con mala gana, cuando entregó sus fichas de pago:
-Me miró mal, con odio, como si yo hubiera sido culpable de algo malo, nunca lo entendí. Se quedan con todo mi sueldo y más encima se enojan, no lo olvido me miró con más rabia que otros días. Que nuestras fichas valgan cada vez menos, es lo de siempre, pero esa mirada, es porque algo les pasó con lo que yo sentí. No sé qué era, ni en qué lugar, pero algo pasó, ahora nos tienen más odio. Debe ser algo bueno para nosotros entonces.
Cuentos a 100 años de la Revolución de Octubre.
José M. Carrera.
Noviembre (octubre) en el calendario juliano