American Honey: Dulce Primavera

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Por Dago Flores
¿Qué es la juventud? Es un periodo de nuestra vida, eso está claro, pero, ¿qué es esa etapa? ¿Un volcán haciendo erupción con fuegos artificiales sobre él? ¿Tornados de neón? ¿La cresta de la ola y luego el descenso, la caída? George Bernard Shaw, ganador de un Nobel de Literatura y de un Oscar por mejor guion adaptado, dijo “la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo”. Y no podría tener más razón en un mundo donde lo sano es lo normal y correcto; y lo otro, lo alterno, lo carente de ángulos rectos, es lo infectado o incompleto. 
Y los síntomas se nos escapan, se diluyen. Luego sólo se recuerdan.
American Honey es la cuarta película de Andrea Arnold, realizadora inglesa que en el 2005 ganó un Oscar por Wasp, cortometraje escrito y dirigido por ella, y más tarde tres premio del jurado en Festival de Cine de Cannes por los films Red Road (escrito/dirigido, 2006), Fish Tank (escrito/dirigido, 2009) y American Honey (escrito/dirigido, 2016). Esta última película, producida por A24 -la productora norteamericana del momento- es la concentración de una serie de elementos que han estado presente a lo largo de la cinematografía de Arnold, pero más allá de eso, es una road movie sensible y colorida que describe un periodo donde somos gobernados por la confusión, energía y pasión.

La historia es guiada por Star (Sasha Lane), de 18 años, quien hace los roles de madre de sus hermanastros y de amante de su padrastro. Antes este panorama, la aparición del enérgico y confiado Jake (Shia LaBeouf) en su vida resulta ser tan potente y revolucionaria que cuando este le ofrece trabajo, ella, engatusada, le sigue a recorrer Norteamérica con un grupo de extraños y liberándose de todo. El trabajo consiste en vender suscripciones de revistas; el grupo de extraños en una decenas de jóvenes tan extraviados en la vida como ella. 

El sentido y espíritu de la película es señalado en un diálogo entre Star y Krystal (la jefa de Jake) antes de comenzar el viaje. Krystal, tras averiguar que Star es texana al igual que ella, le consulta si conoce la canción “American Honey”, pero la muchacha responde que no. Luego le pregunta si alguien la extrañará, y vuelve a responder que no. “Ok. Contratada”, finaliza Krystal.
La van arranca y los pitos y copetes comienzan a pasar de mano en mano. Se inicia el viaje, parte la diversión, Star comienza a vivir la juventud que le había sido arrebatada, pero sin perder de vista a Jake.
Desde ahí en adelante la historia se centra en la atracción que Star siente por Jake mientras el grupo recorre ciudades del sur de Estados Unidos, unas más ricas, otras más pobres. La muchacha ve en él una estatua que simboliza la juvenil masculinidad, con toda su energía, sensualidad y confianza: atributos y formas antes inacabables para ella por una vida violentada y negada. Además Jake la cuida, la protege y le hace regalos. Rápidamente la atracción se transforma en enamoramiento. Esta nueva sensación para Star, loca, repentina, explosiva, es decantada en un objetivo, reunir suficiente dinero para escapar con Jake y vivir juntos.

Varias escenas o figuras llaman la atención en la película, pero me quiero detener en dos: Curioso resulta que un grupo de jóvenes tan rebeldes y reluctantes a la obediencia, las reglas o normas, acepte el trabajo que Krystal les ofrece, el cual literalmente tiene un código de comportamiento que va desde no llegar tarde, hasta no tener relaciones entre compañeros de trabajo. O sea, es un empleo como cualquier otro. Contradictoriamente, el grupo tiene total libertad a embriagarse y drogarse arriba de la van –y de camino al trabajo y con Krystal presente- o después de la jornada laboral en los moteles donde alojan. Andrea Arnold reveló en algunas entrevistas que la idea de la película la obtuvo de un artículo sobre jóvenes norteamericanos que venden suscripciones puerta a puerta. El proceso de investigación tardo casi cinco años y lo realizó ella misma viajando por distintos rincones de Estados Unidos y siguiendo a estos jóvenes (http://www.konbini.com/fr/entertainment-2/interview-andrea-arnold-american-honey/). En sus viajes conoció Norteamérica, hizo senderos hasta su alma y se relacionó con lo bello y lo horrible. Se dio cuenta que el sueño americano todavía existe, pero ha mutado por el exceso de televisión, guerras y bebidas energéticas. A pesar de eso Arnold cree en la juventud y por eso construye a Star y nos muestra lo que vio a través de sus ojos. Y Krystal, bueno, ella es la proveedora del sueño: “Te entrego todo, te mantengo ebrio, drogado, anestesiado, pero debes trabajar para mí y duro”. Es una capitalista aprovechándose de jóvenes ingenuos, pero principalmente solitarios. Y la soledad es silencio, pero hay que entenderla como un momento, como parte de la vida, porque el silencio es final pero también comienzo.

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