Por Rodrigo Ramos. Fotos de Sebastián Rojas Rojo.
Esta vida berraquera, dice suspirando Berta Arboleda, de alrededor de 40 años, un hijo de 18 años, apoyada sobre la puerta de palo incrustada en la arena.
La morena de Buenaventura, Colombia, explica que el término berraquera lo entendamos como empuje y valentía. Berta es parte de los 16 inmigrantes afrocolombianos que integran el campamento Mujeres Unidas. Puede decirse que está en la calle Colombia, según lo escrito en una frágil muralla armada de cholguanes.
El refugio es vecino de su símil más populoso conocido como Víctor Jara, ubicado donde comienza el cerro en la población Balmaceda. El paisaje es arena, perros que grueñen, nubecillas de moscas que buscan los orificios de las orejas y el perpetuo zumbido de grillo afónico que emiten los cables de las torres de alta tensión.
La señora Berta dice que en Buenaventura los colores y aromas de la vegetación son intensos; la antítesis de Antofagasta donde habita hace 4 años. El dilema, dice la mujer sentada en el living de su casa y bajo un cuadro de un colorido autobús colombiano, que en Buenaventura te matan por nada. Aquí reconoce sentirse tranquila y con trabajo; en consecuencia pretende quedarse por varios años. “No hay comparación a pesar de los detalles”, dice Berta.
Y redondea: “El sector donde vivía en Colombia sigue igual como lo muestra la serie (El Patrón del mal). La guerrilla hace lo que quiere”.
En Antofagasta, compara la mujer mirando el piso recién encementado, el principal obstáculo es la discriminación. Los 16 inmigrantes colombianos viven el problema a diario cuando pasan frente al campamento Víctor Jara, habitado sólo por familias chilenas.
Con contadas excepciones como la dirigenta del lugar que sí tiene buena disposición hacia ellos; el resto de los vecinos no los saluda ni menos los integra.
Dice que los vecinos chilenos les pidieron que se alejaran del campamento que lleva el nombre del autor de la canción “La toma”. “Piensan que nosotros, los colombianos, les vamos a quitar la posibilidad para conseguir casas entre otros aspectos. En general nos discriminan; no quieren extranjeros cerca de ellos”.
Según la “corporación de dirigentes también somos Chile”, hay tres campamentos en la ciudad donde han detectado discriminación contra los inmigrantes; estos son: Ratoncitos, Alto Mendoza y Víctor Jara. El asunto fue tratado en un desayuno convocado por Techo Chile, denominado “Desafíos de un Antofagasta Multicultural.
En algunos casos los inmigrantes debieron armar sus refugios casi en el cerro, después de recibir amenazas por parte de los vecinos. Todos ellos viven una situación de extrema pobreza y desamparo.
Exclusión en el trabajo
La señora Berta desde que dejó el Valle del Cauca asumió que como inmigrante debería ser fuerte. Dice que llegó a Chile como turista y que luego legalizó su situación.
La búsqueda de trabajo para ella y su hijo siempre se ha visto empañada por la discriminación. Le han hecho saber que a un afrocolombiano le costará el doble conseguir trabajo. Dicen que los empresarios prefieren a los colombianos blancos; incluso le ha tocado ver que afrocolombianos que tienen algún cargo optan por sus compatriotas blancos como una manera demostrar a la empresa chilena que están haciendo bien su trabajo.
Actualmente hijo y madre desarrollan labores de aseo. Ganan el mínimo, a pesar del tiempo que llevan en el país.
El trabajo fue uno de los temas que se trató en la reunión organizada por Techo Chile. La posibilidad de conseguir empleo bajan cuando se considera que un 80% de los inmigrantes colombianos está ilegal, con la consiguiente vulnerabilidad social.
El último censo precisó que en la Región de Antofagasta viven alrededor de 20 mil inmigrantes, entre colombianos, peruanos, bolivianos y argentinos. El número crece a diario.
Los tema tratados por las organizaciones fueron: disminución de la oferta de empleo, imposibilidad de acceder a una vivienda y carencia y retraso en atención de salud.
En el caso de la vivienda una de las exigencias es tener 5 años de residencia definitiva. La señora Berta deberá esperar varios años más, por esto encementa el piso de su ligera casa.
Una traba que enturbia el proceso de inmigración es según, los organizaciones presentes en la reunión, que las instituciones públicas no se estén haciendo cargo del asunto. Acusaron una xenofobia institucional; actitud que no existía en la época que Pablo Toloza, actual intendente, era el gobernador.
La prueba más evidente de esto son las condiciones indignas en que los inmigrantes esperan ser atendidos en el departamento de extranjería y migración.
Las presentes también denunciaron presuntos cobros por apurar trámites.
Regresemos a la señora Berta. En esto de las comparaciones entre chilenos y colombianos, la mujer dice que ve con cierta aflicción como los chilenos consumen droga. En Colombia es la misma FARC, quien a su manera regula el consumo en los sectores pobres
. Simple: a los drogadictos los desaparece; allá, el problema es la producción.
La mujer desde la puerta de su casa dice que desde ese mismo lugar pero de noche, la ciudad iluminada le parece un pesebre navideño.