Los combatientes socialistas Flavio y Rubén

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Por José Miguel Carrera
Viene al caso, ya que este 22 de febrero se cumplió un año más del asesinato del combatiente socialista Carlos Godoy Echegoyen, que hablemos de otros héroes socialistas, que pocos conocen. Ellos son Flavio y Rubén (*).
Llegaron a Nicaragua después del triunfo de la Revolución Sandinista de 1979. Vivían en Managua, en el lugar donde alojaban los militares chilenos que asesoraban al ejército nacido de las fuerzas guerrilleras sandinistas. Eso era cerca del Estado Mayor del Ejército Popular Sandinista y de la primera Escuela Militar “Carlos Agüero”, donde servían muchos internacionalistas chilenos, entre ellos, estos dos hermanos socialistas.
Este es un relato que entregó en su oportunidad el oficial nicaragüense retirado René Zeledón, el 5 de julio de 2010, ante una pregunta del historiador Víctor Figueroa, que investigaba la vida de los internacionalistas chilenos:
“Estimado Víctor, con gusto te voy a relatar de lo que yo conozco y viví al lado de estos maravillosos compañeros. Mi nombre es René Zeledón, mi grado en esos tiempos era Teniente. Estábamos ubicados en la unidad de tropas guarda fronteras, esto era en Waspán y Tranquera y nos dividía con Honduras, el río Coco.
Conocí de cerca más a Flavio que a Rubén, porque Flavio era el asesor del jefe de nuestra Unidad Militar, llamado Erving Caldera, quien murió hace poco con el grado de Coronel, de una enfermedad que transmite la carne del cerdo, y Rubén -que era el asesor del jefe de artillería de la Región Militar- permanecía más en el Estado Mayor.
Nos conocimos en la formación de la primera escuela de entrenamiento militar en Managua, cuando ellos llegaron del Frente Sur, donde habían participado en la liberación de Nicaragua en contra de la guardia de Somoza, y en mí caso que llegaba del Frente Norte, ellos junto a otros compañeros uruguayos eran los instructores militares. Al arribar los asesores cubanos; los chilenos fueron asignados a las unidades, ya que la situación política estaba cambiando y se estaba organizando la contra revolución.
Estos compañeros fueron siempre muy educados y respetuosos, ejemplares en su comportamiento, tenían un profundo pensamiento revolucionario, sacrificados, y un alto grado de entrega en todo lo que hacían a la par con nosotros. Creo que hasta se excedían, su ejemplo me ayudó mucho y sobre todo que nos daban y transmitían una gran confianza. Yo tenía para esa época 20 años y era fundamental su apoyo y la madurez, unido a los conocimientos militares que en nosotros eran pocos y sobre todo en el ámbito que a la par de la formación militar del EPS, teníamos una guerra contra revolucionaria dirigida y asesorada por los gringos y guardia hondureña, mejor preparados.
Recuerdo que eran alegres y vivían con ánimo. Eran para mí nuestros hermanos mayores, sentía respeto admiración y cariño por ellos. Nos demostraban que nuestra lucha era su lucha, tanto fue así que murieron por nuestra causa y entregaron los más preciado que tenían, su vida. Ahorita que estoy escribiendo esto me ruedan las lágrimas por estos hermanos chilenos y nicas que quedaron en esos llanos de Seven Benk donde cayeron y donde yo salí herido en mi hombro derecho. Cuando teníamos tiempo de platicar las cosas personales en los espacios de relajamiento, yo sentía que Flavio se ponía pensativo y recordaba su gente; pero hasta ahí no más. No por falta de confianza, si no más creo que era porque nosotros tampoco salíamos a ver a nuestras familias y sentían que nos entraría la melancolía por pensar en la familia, y no era recomendado para nada debido la situación político-militar que pasábamos en esos momentos duros.
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La costa Atlántica de Nicaragua es casi la mitad de nuestro territorio y tiene una frontera montañosa que es dividida en su mayoría por el río Coco. Una zona históricamente olvidada y pobre. La revolución llegó y el movimiento guerrillero fue muy poco para el triunfo. Más que todo se produjo por el sector de las minas de oro (Siuna, Rosita y Bonanza) que está más cerca al Pacífico -al centro de Nicaragua- y que su población es oriunda del Pacífico.
Los misquitos están más para la frontera con Honduras. A lo largo del río se ubican sus comunidades. La revolución y sus programas quisieron llegar de un tajo a estos sectores y la gente no tenía confianza, nos llamaban como llamaban a todos los que llegaban a estas zonas antes y después del triunfo de la revolución: los españoles. No sentían nada por la revolución ni sabían que era eso. Lo que sentían era que los estábamos conquistando de nuevo.
Los soldados eran mixtos, del Pacífico y de la costa Atlántica. Misquitos, zumos y ramas, otras etnias oriundas de la zona, mucho de estos soldados se nos desertaban. Ante este descontento se organizó la contra revolución, basado en una campaña mediática de que les íbamos a quitar sus tierras, su comida, sus hijos y que no tenían que obedecer a gente extraña que no hablaba su idioma y con otras costumbres. Ellos solo seguían a sus líderes naturales y su consejo de ancianos, los que en su mayoría ya estaban apoyando la contra revolución. Eso debido al financiamiento de los gringos y el entrenamiento militar que les daban al lado hondureño a los misquitos, los guardias hondureños y los mercenarios de EE.UU. No habían prácticamente hombres en las comunidades, todos estaban al otro lado en Honduras preparándose, ya que el plan norteamericano era dividir Nicaragua, “liberando” la costa Atlántica de los Sandino-comunistas, como nos tildaban, para instaurar un gobierno que representara sus intereses y hacer la guerra desde el mismo territorio para el resto del país; no como la estaban haciendo desde territorio hondureño, para no seguir siendo acusados internacionalmente de estar invadiendo Nicaragua desde un país vecino, objetivo que no lograron nunca, y es entonces que se generalizó la contra revolución no solo en la costa Atlántica , si no que en todo lo largo de la frontera con Honduras.
Los chilenos, era de esperar, conocían bien todo lo que estaba pasando, sabían lo que ocurría dentro y fuera del Ejército, en la población, las amenazas de los gringos de liberar el territorio y de lo que significaba lograr ese objetivo, porque si eso pasaba la revolución no hubiese llegado a tres años y hubiera sido tierra arrasada desde la costa Atlántica hasta el Pacífico, hubiese sido una invasión militar de grandes proporciones, como ellos la soñaban. Eso lo ensayaron en varios pueblos fronterizos con Honduras, pero en la parte del Pacífico, como Jalapa, Potosí, etcétera, nunca logró “liberar” un pedazo de territorio.
Nosotros nos concentramos como a unos 5 kilómetros de Puerto Cabezas, en una base que llamábamos Kambla, la inteligencia militar había detectado una agrupación de casi 300 hombres armados que estaban llegando desde Honduras, el objetivo de ellos era atacar Puerto Cabezas, que era la cabecera departamental del Atlántico norte.
Se planificó y avanzamos a pie desde determinado lugar para el ataque, que se basaba en rodearlos, capturarlos o aniquilarlos, una de nuestras compañías, la que iba a dar la sorpresa del ataque con mortero y artillería, se retrasó por que el río que iba a cruzar estaba profundo y caudaloso. Atacamos pero sin sorpresa y las compañías de los otros flancos fueron detectadas y prácticamente pasamos de la sorpresa a una situación de ofensiva, ellos pasaron a defenderse desde lugares ventajosos. La desventaja ahora era para nuestras tropas, el mando que éramos la Plana Mayor del operativo, nos trasladamos en helicóptero y el desembarco lo realizamos bajo el fuego de ellos, casi nos bajan con todo el helicóptero y nos tuvimos que tirar a unos 4 metros de altura y ocupar nuestras posiciones en despliegue y buscar mejor ubicación en pleno combate, ya que nos llegaban tiros de todas partes. Ya posesionados, combatimos como unas dos horas, quedamos con la desventaja en un lugar llano con muy pocos arbustos o medios de protección, y el enemigo estaba con tiradores en los arboles altos y nos estaban acabando, heridos o muertos casi la mitad de nuestra gente.
Como a la hora del combate, Flavio combatía a mi izquierda a unos 10 metros, escuché el grito de Flavio que me dijo: “Político, me dieron. Estoy herido”. “¿Dónde te dieron?”, le pregunté. Me respondió: “Al lado del estómago”. Le dije: “Quédate quieto, no sigas disparando”. Cuestión que no hizo. Siguió combatiendo y se quejaba del dolor. Yo insistí, me acuerdo. Otra vez le dije:” Quédate quieto que ya van a llegar los refuerzos y nos van a sacar”. Él siguió. Como a la media hora, ya no hablaba ni se quejaba, ni se movía, le habían dado otro tiro, no me contestó más, a la media hora después me hirieron con un tiro en el hombro derecho y en los dedos de la mano derecha. Ahí también murió Rubén un poco más hacia la izquierda, como unos cien metros al lado del Jefe del operativo, el cual asesoraba, al Teniente Parrales quien también murió. Llegaron los refuerzos y no me acuerdo de nada más, hasta que estaba en el hospital de Puerto Cabezas.
Te voy a decir algo que llevo dentro del corazón y que por memoria de estos verdaderos internacionalistas chilenos. Te diré que ellos no estaban en la obligación de estar combatiendo y, si vos querés, exponerse al peligro. Pero su condición revolucionaria y que sentían la revolución sandinista como de ellos, hasta entregar su vida por nuestra causa y entregarse por completo, es un estado superior que alcanzan los héroes. Y eso te lo digo, por respeto a su sangre,  son héroes. Y que sepan los chilenos en general, sus familias, sus amigos, sus camaradas: estos hombres no se sacrificaron; se inmortalizaron en la lucha. Cayeron en combate como lo hacen los grandes.
No me salen y no tengo palabras para describir lo que hay que decir de estos hermanos mayores chilenos.
Atentamente
René, El político
Honor y Gloria para estos verdaderos socialistas.
(*) Flavio y Rubén en realidad eran Alberto Geraldo Bonilla y Juan Arturo Cortés Zuleta respectivamente, militaban en el Partido Socialista de Chile. Se formaron militarmente en la ex República Democrática Alemana, posteriormente participaron en el combate a la Contra en Nicaragua a comienzo de los años ochenta. Ambos compañeros murieron en una emboscada en 1982, en la Costa Atlántica de Nicaragua.

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