La sonrisa de Maquiavelo

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por Maurizio Viroli
Lo raro, en todo caso, es que en esos últimos días haya encontrado fuerzas para bromear. Al morir, Maquiavelo es ya un hombre triste, decepcionado, resignado. Tiene casi sesenta años. El rostro se muestra fatigado; los labios tienen un pliegue amargo; los ojos han perdido la expresión inteligente, burlona, irónica que nos han legado los retratos que lo representan en los años de su madurez. La mirada está dirigida hacia el vacío, los pensamientos hacia el pasado. Ya no tiene el porte erguido y seguro con que se había presentado ante príncipes, papas, reyes y emperadores; el cuerpo está encorvado por los afanes: demasiados viajes cabalgando día y noche; demasiados peligros afrontados y demasiadas esperanzas decepcionadas, demasiados sueños jamás realizados. Demasiada, sobre todo, la estupidez, la malignidad y la ferocidad de los hombres que se encarnizaron contra él.
nicols maquiavelo
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Ésta fue la condición de Maquiavelo: «Nací pobre y aprendí antes a pasar dificultades que a gozar». No quería decir que le hubiese faltado el pan, aunque a veces tenía que conformarse con pobres alimentos. Definiéndose como pobre, Maquiavelo se situaba entre aquellos que no pertenecían a las grandes familias, y que, por tanto, quedaban excluidos de ser elegidos para cargos públicos o de enriquecerse en los negocios. Parentesco y amistades lo eran todo. Quien no los tenía había de resignarse a mantenerse al margen, por muy grandes que fuesen sus cualidades: y en Florencia, quien no tiene poder «no encuentra perro que le ladre», escribió Maquiavelo en La mandrágora, su más bella comedia, que compuso en 1518.
Este apasionante estudio de Maurizio Viroli, que reivindica al tan vapuleado Nicolás Maquiavelo (1469-1527) como uno de los más inteligentes historiadores y pensadores políticos de todos los tiempos, es el mejor pórtico de la nueva colección Tiempo de Memoria, en su vertiente de Historia.
Fundador de la moderna teoría política, astuto diplomático al servicio de su Florencia natal y desapasionado observador de los asuntos humanos, Nicolás Maquiavelo ha dado su nombre a una forma de hacer política. Se le ha asimilado a la figura de un defensor a ultranza de la idea según la cual el fin justifica los medios y, como tal, ha pasado injustamente a la historia como un hábil defensor del cinismo y la crueldad como formas de actuación política. Al final de este milenio, cuando más vuelve a hablarse del genial florentino, Maurizio Viroli viene a deshacer entuertos y consigue una apasionante reivindicación intelectual y humana de este pensador de hace cinco siglos, situándolo en su auténtica dimensión contemporánea.
«De Maquiavelo», confiesa Viroli al comienzo de este libro, «me fascina el pensamiento político y la escritura, pero, sobre todo, su modo de reírse de la vida y de los hombres.» Situémonos por un momento en la arrogante Florencia renacentista de los Médicis y de Savonarola, en la Italia de los Borgia y su diplomacia del veneno, en la Europa, en fin, que ve surgir los modernos estados nacionales. De todo ello es testigo Maquiavelo, a quien seguimos no sólo en sus delicadas misiones políticas o en sus ocupaciones de escritor, estadista e historiador, sino también en sus francachelas con los amigos, sus tórridos episodios sentimentales o su amargo desmoronamiento final. En suma, gracias al libro de Viroli podemos convencernos de que la célebre «sonrisa» del autor de El príncipe debía más al desencanto que al cinismo.
Maurizio Viroli es sin duda uno de los politólogos europeos más brillantes de la actualidad. Nacido en Forlì en 1952, es profesor de historia del pensamiento político en la Universidad de Princeton, desde donde ha prestado gran atención a conceptos como el patriotismo y el republicanismo.

Mónica Echeverría
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