Se cumplen treinta años de la muerte del poeta rebelde y bisexual por antonomasia de la generación del ochenta. El que le cantó a los amores y a los placeres desmesurados porque “el tiempo no para”, denunció a Brasil por careta y se convirtió en la primera figura pública brasileña en asumir ser portador de HIV. ¿Hoy podría convivir Cazuza con Bolsonaro?
Por Adrián Melo
El 7 de julio de 1990, el Jornal Nacional anunció: “Brasil pierde a uno de los mayores talentos de la nueva generación de la música brasileña. El cantor y compositor Cazuza murió hoy en Río luego de cinco años de lucha contra el Sida”
Había nacido el 4 de abril de 1958 en el mismo Río de Janeiro como Agenor Miranda Araújo Neto. Pero siempre lo llamaron Cazuza, término que en el Nordeste brasileño es sinónimo de muchacho. A su vez, Cazuza es el título de un libro infantil que cuenta la historia de un joven que sueña con ir a la escuela pero la realidad enfrenta con un sistema de enseñanza rígido, punitivo y controlador. Desde niño muchas veces recibió el libro como regalo de cumpleaños.
Eran señales premonitorias de una vida loca, vida breve, que se sublevaría contra todo y todos. La muerte prematura de Cazuza a los 32 años lo convirtió en muchacho eterno y su fugaz pero deslumbrante florecimiento creativo plasmado en canciones que se tornaron icónicas –El tiempo no para, Brasil, Ideología, Todo el amor que hubiese en esta vida, Más feliz, entre otras- lo transformaron en el ídolo de rock, sex symbol, vulnerable y rebelde que toda generación parece precisar para adorar.
Cazuza se distinguió por una belleza al mismo tiempo viril, atrevida y desamparada. Siendo mimado de una clase media acomodada de Leblon, hijo de un productor musical afamado cultivó los lemas: “Ser marginal es ser héroe. Ser marginal es una decisión poética” y se dedicó a una vida nocturna intensa y desenfrenada. Apasionado y objeto de pasiones, el amor para él era literalmente comerlo y beberlo todo: “Ser tu pan, ser tu comida /Todo amor que exista en esta vida / Y algún veneno anti-monotonía/”(Todo amor que hubiera en esta vida).
Locura y pasión en Río
Fue acertadamente hijo de la generación del ’80 en sus excesos de romanticismo, sexo, droga y rock and roll bebido de una vez de un mismo cóctel explosivo. Como todo en los ochenta, todo en Cazuza fue desmedido. Quizás por eso una de sus primeras canciones como solista se llama Exagerado: “Exagerado / Jugado a tus pies/ soy yo mismo exagerado /Adoro un amor inventado / Nunca más voy a respirar /Si no me ves /Puedo morir de hambre / Lo dejo todo por ti /Carrera, dinero, futuro”.
Ese afán aparece ya desde su debut oficial dentro del grupo Barao Vermelho en una cancha de barra de Tijuca en 1981. Siendo poco menos que un adolescente apareció con la bragueta abierta y los dedos jugando con sus genitales a la par que declaraba: “Enfrentar el escenario para mí es todo. Aflora un costado sensual medio incontrolable. A veces entro con el pito parado… Siento el sexo flotando, miro a las personas y es mucho placer: yo y el público teniendo sexo”.
La misma pasión exagerada lo unió tres meses con otro grande del rock, Ney Matogrosso, a quien se entregó con todo el amor que hubiese en esta vida (como reza el nombre de la canción que ensalzara Caetano y lo elevo al joven como vate). “Me acuerdo de un encuentro de hecho, en la playa de Leblón, fumando un porro, yo tenía 39 años y el un jovencito de 17, con el pelo largo y lleno rulos. Lindo. Aquel pibito de la playa parecía un ángel que había bajado del cielo, un tremendo vagabundo. Lindo. Apasionante”, relató Ney en sus memorias. Y los cuerpos se entregaron como un huracán., Pero quizás la locura de éxtasis, magnetismo y placer fueron demasiado para ambos y antes de consumirse en el fuego del sexo, el alcohol y los alucinógenos prefirieron una amistad para el resto de la vida.
Junto a Renato Russo y Ney, Cazuza dio voz a una generación entera a la conquista de los derechos sexuales. Las letras de sus canciones que hablaban explícitamente de su pasión por los muchachos (“lo quiero a él, muchacho triste / lo quiero a él y por detrás de él / quiero… sus huevos, sus orejas”) ayudaron a dar cuenta de que no hay nada de malo entre el amor entre varones. Declaraciones públicas tales como “Un día me puede gustar un hombre como otro día una mujer. Cojo con todos, sin nostalgias de romance, por placer”, erizaron las pieles de los mojigatos y los evangelistas que en pocas décadas tomarían el poder en Brasil. Y hasta las telenovelas.
Con los años sus canciones se tornaron más revulsivas y políticas reclamando ideología para una generación que, al contrario que la de los sesenta que creía en la revolución, aparecía desunida y sin proyecto colectivo (“Mis héroes murieron de sobredosis / Mis enemigos están en el poder/ Ideología, yo quiero para vivir”). La última ilusión política brasileña se esfumaría en 1985 cuando Tancredo Neves, el primer presidente civil elegido tras el golpe de Estado de 1964 murió antes de asumir el cargo. “Mi generación se unió por la droga. Droga no es ideología, es una opción personal. La juventud tiene que tener una utopía para decidir qué hacer juntos por el país, sino Brasil está lleno de desesperanza”.
En 1988 Cazuza provocó polémica al escupir la bandera brasileña en un concierto en Rio de Janeiro y comunicó que la escupiría de nuevo en cuanto la bandera representase nuestra historia “triste y patética”. Son años de hiperinflación y crímenes como el del sindicalista y líder ambientalista Chico Mendez. Su emblemática canción Brasil– música de apertura de la novela Vale todo cuyo retrato de la corrupción anticipa los años de Collor de Melo- exigía que el país tirase la máscara mientras afirmaba que “mi tarjeta de crédito es una navaja”.
Junto al militante guerrillero y comunista Herbert Daniel, Cazuza fue la primera figura en asumir públicamente estar tocado por el sida, como dicen los brasileños, en una traducción literal que parece transparentar algo de enamoramiento por la muerte. El propio cantante señalaría en alguna ocasión que “Siempre fui muy destructivo. Yo quise tener sida”. Quizás como dicen que dijo Michel Foucault: nada le parecía más bello que morir por el amor de los muchachos.
En todo caso es justamente después de enterarse de su infección que su arte se vuelve más radical y subversivo (“Mi placer ahora es riesgo de vida”) revelándose particularmente contra la burguesía, su clase social de pertenencia (“tu piscina está llena de ratas”), contra la hipocresía de la sociedad brasileña y poniendo en las letras sus dolencias físicas y la inminencia de la muerte. Los ochenta estaban llegando a su fin junto con su vida y los despedía con una melancólica canción, como una historia de amor: “Para que usar tanta educación / Para qué mostrar terceras intenciones desperdiciando la miel/ despacio de flor en flor/ (…) Nuestra música más sonó”.
El legado
Después de luchar contra los años más crueles de la enfermedad y de tolerar que la revista Veja –anticipo del arribo de los mass media caníbales- expusiera impiadosamente desde su tapa una foto de su rostro cadavérico bajo el título “Una víctima del sida agoniza en plaza pública” se derrumbó. De nada sirvió la solicitada de solidaridad de los principales artistas de su país presentaron contra la publicación Como en una clásica leyenda griega, la sociedad y los dioses le hicieron pagar con la muerte joven la hybris de su belleza, de sus pasiones, de su talento, de su insumisión.
Sin embargo “¡Cazuza vive, vive vive! “¡El poeta vive!” rugía la multitudinaria juventud reunida en sus funerales mientras descendía a tierra el ataúd decorado con mil rosas robadas blancas. Y las voces se elevaban desde las ardientes playas de Copacabana e Ipanema hasta los barrios plebeyos de Lapa y aun se elevan cantando fragmentos de sus canciones: “cansado de correr en la dirección contraria”, “soy exagerado, me hice así”, “Brasil muestra tu verdadera cara”, “Voy a cantar para los derrotados” o “Señor piedad para toda esa gente careta, que no sabe amar”. A su vez, tras la muerte de su hijo, Lucina Arahujo se convirtió en un referente por la lucha de los niños y adolescentes tocados por el HIV y una activista ejemplar que como pocas mujeres siempre defendió y se enorgulleció de haber parido a un hijo gay, adicto, sincero, artista inmenso y poeta.
Después del asesinato de Marielle Franco, el exilio de Jean Wylys, mientras en Brasil crecen los crímenes de odio a la par de los dichos homofóbicos de Bolsonaro y se acumulan los muertos por la desidia estatal ante la pandemia no se puede dejar de pensar lo tristemente actuales y proféticas que suenan las letras de Cazuza: “Nos llaman ladrones, maricas, drogadictos y ellos hacen del país un puterío así se roban más dinero”. Y lo necesaria que sería su presencia en estos tiempos oscuros.
Cazuza, autobiógrafo salvaje de la Música Popular Brasilera (MPB)
Por Silviano Santiago
Cazuza -Agenor de Miranda Araújo Neto- aparece en el momento en que los jóvenes brasileños ya no tienen sus inquietudes más profundas centradas en la derrota de la dictadura militar en Brasil. Muchos de ellos dieron su vida por el fin de la dictadura y otros muchos se entregaron artísticamente a la concientización del pueblo de la importancia de la lucha en contra la tortura, la censura y todas las formas de represión cotidiana, típicas de régimen militar.
El joven Cazuza nace junto con el nuevo sentimiento republicano, conquista de aquellos que ahora se maduraron y se preparan para la vida democrática. La constatación parece sencilla pero no los es. En aquel momento de transición, los jóvenes de 1964 reconocen sus limitaciones proféticas y también las que son propiamente formales. Están conscientes de que las exigencias del público serán otras. Para no desaparecer de la escena artística, artistas como Gil, Caetano, Milton o Tom Zé saben que tienen que dedicarse más al perfeccionamiento de sus habilidades naturales y de sus conocimientos de carácter general. Buscan para sus propias vidas una disciplina que los transforme en artistas listos para la competencia internacional.
Los más talentosos artistas de la MPB se dedican a la artesanía musical, conocen sus fallas de formación, se dedican al perfeccionamiento casi vanguardista en las letras de sus canciones, etc. Otros, los estudiantes en finales de la formación universitaria, buscan su posgrado, sea aquí, sea en el extranjero. Nunca el brasileño que trabaja en la cultura o en el conocimiento científico ha viajado tanto al extranjero.
Cazuza nace joven republicano y lleno de ansiedad por exprimirse con toda la sinceridad. Así nace para la vida, pero se siente expulsado del proyecto un tanto “careta” de la República. Sus fuerzas interiores anárquicas, él todavía no las conoce bien y lo comandan. Dejase llevar por ellas.
Vida louca vida, vida imensa
Ninguém vai nos perdoar
Nosso crime não compensa
Vida louca vida, vida breve
Já que eu não posso te levar
Quero que você me leve, leve, leve
Son de una vida loca y inmensa que vienen las críticas sociales y políticas que sólo serán hechas al proyecto republicano de los 80 en el nuevo milenio. Muchas y muchos – sin que se diera cuenta la buena conciencia constitucionalista – fueron expulsados de ello por la falta de conformidad a sus designios comprometidos con la sociedad burguesa, blanca, norte-americana.
Brasil, mostra a tua cara
Quero ver quem paga pra gente ficar assim
Brasil, qual é teu negócio
O nome do teu sócio
Confia em mim
De todos los artistas de la escena musical de mediados y de fines de 1980, Cazuza fue y será el primero a hacer de su experiencia de vida y de sus acciones transgresoras, siempre de cara limpia, el motivo explícito para ser verdaderamente un artista en total libertad. Él es el primero autobiógrafo salvaje de la MPB. No tiene vergüenza de ser hermano o hermana de muchos que no sienten necesidad de travestirse de ciudadano en la vida pública. En Rio de Janeiro, es tan sincero, natural y nutriente cuanto el “açai” de la selva amazónica.
Te chamam de ladrão, de bicha, maconheiro
Transformam um país inteiro num puteiro
Pois assim se ganha mais dinheiro
Y no tiene vergüenza de ser quien es porque su vida no es tan modelar cuanto las vidas de los que entonces ya se presentan como estrellas. “O meu tesão agora / é risco de vida”. Nunca se presenta con doble cara. O con maquillaje. Se presenta como es, frágil y valiente, dispuesto a vivir en los límites que encantan a los “rebel without a cause”, para citar el título de la película de James Dean. “Vida louca, vida breve”.
Cazuza es un joven pequeño-burgués de la zona sur carioca (Ipanema, Leblon, Gávea) que cree hay necesidad de salir de su barrio, tomar el coche y mandarse hacía la vida loca, triste y malandra de la Lapa (en el centro de la ciudad) para vivir la noche como la quiere vivir y debe vivirla. Para aquellos que conocen a Manuel Puig, el argentino más carioca porque nos imita, Cazuza es su antípoda. De manera bohemia y transgresora y en los límites que le da ganas de vivirla, él instala su cuerpo rebelde y anarquista en el “bajo Leblon”, barrio adonde vive su familia, está su escuela y conoce a sus amigas y amigos.
Toda su vida es res publica, por más abyecta que ella puede ser juzgada por la burguesía biempensante, a que pertenece por familia. No tiene necesidad de esconder-se en las doblas de la noche nochera, tampoco quiere estetizar los movimientos ardientes y comprometedores del cuerpo en la vida social. Que el cuerpo sea como es: en la casa, en la escuela, en el bar, en la escena, en la tv.
Como decía el artista plástico Helio Oiticica, para nosotros no hay modo de vivir la vida sin la “fe en el veneno”, de que habla Arthur Rimbaud. “Nous avons foi au poison”, reiteró Cazuza.