Entrevista a Aleko Capilouto
«Albert Einstein, Johann Strauss y Quincy Jones no nacieron el mismo año, aunque sí el mismo día: el catorce de marzo. En el formato estadounidense esta fecha se escribe 3/14, por lo que también es conocida como el Día de Pi. Por otro lado, el catorce de marzo de 1975 se estrenó la película Monty Python and the Holy Grail, financiada, entre otros, por Pink Floyd y Led Zeppelin. Estos últimos no pudieron asistir al estreno, ya que aquella noche realizaron un concierto multitudinario en el legendario Sports Arena de San Diego. Curiosamente, ninguno de estos acontecimientos fue opacado por mi nacimiento, que tuvo lugar ese mismo viernes a las 11.30 en Villa Ballester, Provincia de Buenos Aires, República Argentina.»
“Literatura y música son dos medios de transporte que me llevan al mismo destino, aunque por distintos caminos. Por ejemplo, cuando escribo casi siempre necesito pensar. En cambio, cuando hago música prácticamente no pienso (o si pienso, no me entero de que lo hago).
Al margen de que en el ámbito profesional me he dedicado más a la música, ambas artes me apasionan por igual. No podría poner una por encima de la otra.
Puestos a buscar puntos en común entre estas dos hermanas tan distintas, diría que las tres coordenadas básicas de la música (ritmo, armonía y melodía) pueden emplearse a la hora de componer o interpretar obras literarias”, señala Aleko, quien a través de su novela prima El astronauta nudista (Trampa Ediciones, Barcelona, España) cuenta sus peripecias vitales, siempre bajo la pátina del humor y en tono directo y desacomplejado.
Aleko Capilouto se dedica por completo a la música, pero también a las palabras. Nacido en Buenos Aires, emigró a Barcelona en mayo de 2001. Sus canciones lo han llevado de gira a 18 países, realizando más de 700 conciertos a lo largo de Europa, Asia y América.
Tras Go Lem System (banda en cuyos álbumes participa Manu Chao, con quien compartió también diversos conciertos) y Planeta Lem, en 2019 decide experimentar con otros ritmos y colores iniciando una nueva aventura lírico-musical bajo el nombre de Aleko Lem.
“Si la música es un lenguaje poético, aunque nos estuviéramos refiriendo exclusivamente a la música instrumental, me atrevería a afirmar que sí. Ten en cuenta que estás hablando con alguien que encuentra poesía hasta en las manchas de humedad”, sentencia.
“¿Son las canciones poemas sonoros? Creo que habría que ver caso por caso. Si hablamos de letras de canciones, las hay que caminan por su propio pie y también existen las que se sirven de la música para completar su mensaje: si las lees en lugar de escucharlas pasan a ser un tiburón en el maletero de un coche”.
Aleko en este libro, El astronauta nudista, plasma las experiencias en su natal Buenos Aires hasta el viaje a Barcelona para dedicarse a la música. Y lo hace de forma notable: Es honesto, tiene swing, aire fresco y tiene sencillez, cosa que se agradece.
– ¿Qué hay en este libro que no hay en tus canciones? ¿Tal vez más espacio para desarrollar una idea general, más amplia? ¿A qué temperatura escribiste este libro? – le preguntamos.
– Sin duda se goza de mayor libertad cuando se escribe un texto que no necesita controlar su peso. Sin embargo no me parece una labor más fácil; las virtudes de la libertad son incuestionables, pero entre ellas no figura la facilidad. Ahora caigo que esto último que he dicho podría ser uno de los mensajes ocultos en el libro, en el caso de que “El astronauta nudista” albergara ciertos mensajes entre líneas. (Si están ahí es por voluntad propia; yo no los invité a la fiesta, se colaron.)
Acerca de los grados centígrados, en “El astronauta nudista” conviven pasajes escritos a distintas temperaturas. Los hay paridos bajo la influencia de la fiebre y también algunos redactados durante la segunda gira asiática de Planeta Lem, por lo que sospecho que un par de poemas escritos en Mongolia bien pueden haber nacido a cuarenta grados bajo cero. Ahora me has dejado pensando en ese abismo de ochenta grados entre unos y otros.
– ¿Consideras que la música siempre permanece tocando indefinidamente en nuestro cerebro como los libros?
– No había pensado que los libros permanezcan sonando siempre en nuestros cerebros, aunque en mi caso, la música sí lo hace. Por otro lado, creo que en nuestra memoria se acumulan todas las ideas y sensaciones vividas, amén de que la mayoría sean inaccesibles a nivel consciente. Así que creo que la respuesta es sí.
– Los libros necesitan activarse. Están pasivos hasta que se activan a través de la lectura, como los discos cuando son escuchados. Lo peor sería que ni siquiera existiera esa opción de activarlos. ¿Es un proceso casi desesperado escribir o componer?
– En un principio pensé que me estabas preguntando si hace ruido el árbol que cae sin que nadie lo oiga. Dicho de otro modo, que tu pregunta asociaba el desespero con la posterior activación de la obra. Ahora, al hacer foco en la pregunta, creo entender que vas por otro lado. Por las dudas intentaré responder a las dos cuestiones. Te diré que en mi caso, el árbol solitario que se derrumba hace ruido aunque nadie lo oiga: la finalidad principal de mis procesos creativos es la creación en sí misma, lo bien que me lo paso haciéndolo. El desespero es uno de los disparadores habituales. En el momento de la catarata creativa, muta y ves la otra cara de la luna, sucede la alquimia y el dolor se transforma en entusiasmo y placer. Más tarde llega el otro asunto, el gozo adicional, cuando te enteras de que otras personas consumen la obra. Este segundo placer también es enorme, aunque tal vez sea más… ¿intelectual? O más cercano a la satisfacción, digamos. El primero, en cambio, se parece más a comer con hambre, a beber con sed. Es más cumplir con una necesidad. No quiero compararlo con un orgasmo porque es muy distinto, pero ahí queda dicha esa palabra- argumenta el músico-escritor.
El astronauta nudista es una nave repleta de ideas recogida en los cuadernos personales que le acompañan desde muy temprana edad. Un cohete viajando a la velocidad de la luz, a 40º bajo cero, repleto de relatos, poemas y canciones, donde nos habla con humor y sin tapujos de sus anhelos e inquietudes, pero también de los vaivenes anecdóticos y situaciones cotidianas que protagonizan los habitantes perdidos -y no tanto- de esas páginas, desde un trapecista luchador grecorromano, hasta una librera capaz de derretir la Antártida con la mirada, pasando por la amante alemana, el piloto que no inspira confianza, el camello indignado, los militares torpes, una jueza medio dormida y un precoz inventor que sueña cohetes y conciertos.
-Mentir, trabajar en algo a disgusto y ser observado en casa. El panorama antes de la música no era muy fascinante. De nuevo aparece la pasión como motor de todo ¿De haber continuado en Buenos Aires hubieses sido feliz?
–No me mudé a Barcelona porque en Buenos Aires fuera infeliz ni mucho menos. Supongo que el motivo esencial del despegue fue el afán de aventura, aunque también tenía la convicción inexplicable de que aquí en Europa podría vivir de mis canciones. De algún modo sabía que lo lograría. Y lo logré… durante algunos años. Básicamente, hasta que se popularizó el nefasto concepto de que la música es gratis, de que no es un bien por el que valga la pena pagar. Por suerte llegué a vivir la época en que se vendían discos. Al menos el final de la misma, el último lustro. Los músicos nos quejábamos de los porcentajes que nos tocaban; los sellos discográficos, las distribuidoras y las tiendas físicas se merendaban el grueso de la tarta y a los creadores nos correspondían las migajas que quedaban en el plato. ¡Qué tiempos, aquellos! Hoy en día, aquellas migajas se nos antojan banquetes. Intentaré paliar el regusto amargo de esta declaración puntualizando que sigo siendo feliz. Al fin y al cabo, más importante que el país en el que vives es el estado en el que eliges vivir.
– ¿En el espacio los astronautas disfrutarán del silencio? ¿Es el silencio música en sí? ¿Es la música y la literatura una especie de nudismo? ¿Es el escritor y el músico una especie de astronauta nudista en medio de la nada -o del todo-?
– El tortuoso confinamiento actual nos acerca, quizá, a la soledad del astronauta en el espacio. Imagino que el silencio se disfruta mucho… hasta que te ahoga. Al vivir en una ciudad, pocas veces me he topado con él; siempre que lo consumo está más o menos cortado, es difícil dar con una dosis de máxima pureza.
Con respecto a si el silencio es música, diría que no, pero es una parte fundamental de la misma, como ocurre de algún modo con todos los supuestos opuestos. Si no existieran la oscuridad y las sombras, ¿qué significaría la luz? Si no nos estuviera esperando la muerte, ¿qué valor tendría la vida? No tengo la menor idea, pero la dependencia de unas y otras es evidente. Confesaré que sacarse la ropa del alma y viajar sin moverse es la única técnica que conozco para hacer música o escribir.
– Debe ser un honor tocar con Manu Chao. Los grandes son siempre solidarios ¿Encuentras que en el mundo de la música y de la literatura se ha perdido un poco esa solidaridad?
–Compartir tantas experiencias musicales con Manu Chao me ha encantado, enseñado, divertido y ayudado, por apuntar sólo un puñado de participios. Le tengo mucho aprecio y nunca me canso de agradecerle. Ignoro si se ha perdido solidaridad, pero creo que los grandes son como los chicos, los hay buenos y los hay malos. Lo que sí, ser bueno te hace grande.
Breve fragmento del libro, titulado El tiempo y las estrellas
En 2019 uno de los cuentos de Aleko se incluyó en la antología «Barcelona-Buenos Aires (once mil kilómetros)», publicada en Argentina por Baltasara Editora y en España por Trampa ediciones. «El astronauta nudista» es su primer libro.