Cristina Mucci, periodista.

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“En el refuerzo de la educación pública está cifrado el futuro de América Latina”.
Por el malvado Zucchero desde Buenos Aires.
Si hiciéramos una comparación Cristina Mucci es en Argentina lo que Cristian Warnken es en Chile. Periodista, abogada, y una entrevistadora de lujo que no tiene nada que envidiarle a periodistas modelos como eran un Bernard Pivot, un Joaquín Soler Serrano, o lo que hace Óscar López en Página 2 de RTVE. Hoy por hoy la Mucci es la cara visible de la cultura en los medios y su opinión importa y marca pauta. Fue editora cultural en La Razón de Jacobo Timerman y desde 1987 dirige Los siete locos, programa insigne argentino dedicado al debate de ideas y la difusión del libro y la cultura que ha recibido a importantes invitados del exterior como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos, Fernando Savater, Mario Benedetti, José Saramago, Arturo Pérez Reverte, Manuel Vázquez Montalbán, Isabel Allende, Gilles Lipovetsky, Ray Bradbury, entre muchísimos otros.
“Concebido con criterio periodístico, intenta dar lugar a todas las opiniones, con el único requisito de la idoneidad”, señala en su página web www.cristinamucci.com.ar

Ella misma nos cuenta los inicios:
“Empecé a hacer Los siete locos en agosto de 1987 en el  viejo Canal 13, que en esa época todavía era estatal.  Unos meses antes y por gestión de Félix  Luna, que hacía allí el programa Todo es  historia, le había presentado un proyecto a su interventor, Carlos Gaustein. Ahí desarrollaba algunas ideas  generales acerca de lo que creía que debía ser un programa de libros en TV.  En el país no había modelos, a cuatro años del retorno de la democracia,  ningún canal había puesto todavía en el aire un programa cultural. Sí existía  uno francés, famosísimo: Apostrophes, de Bernard Pivot, cuyas emisiones  recuerdo haber visto hasta el cansancio en la sede de la Embajada de Francia.
…Gaustein aprobó el proyecto y recién ahí tomé conciencia de que iba a tener que conducir un  programa.  En plena era de la imagen,  todos alguna vez nos hemos visto reflejados en alguna pantalla. Pero en esa época era distinto, la televisión generaba todavía una especie de temor reverencial,  y pensé entonces en Tomás Eloy Martínez, a quien había conocido a su vuelta del exilio. Además de su gran cultura, Tomás tenía experiencia, ya que había trabajado en los comienzos de Telenoche, con Mónica y Andrés Percivalle.
“Eso sí –nos dijo Gaustein-. Van a ir tarde,  en la trasnoche. Pueden elegir entre jueves y martes”.  Con cierta inocencia nos inclinamos por los martes,  ya que antes iba Tiempo nuevo,  el programa de más rating del canal.
..Quisimos empezar con un tema fuerte, y para la primera emisión organizamos una mesa sobre escritores y política con Jacobo Timerman, Osvaldo Soriano y Dalmiro Sáenz. Ese martes a las doce de la noche,  ya dispuestos a salir al aire, podíamos ver en los en los monitores del estudio  a  Bernardo Neustadt,  en plena charla con sus entrevistados. Pasaban larguísimos minutos, venían las maquilladoras a retocarnos, y nosotros seguíamos ahí sentados. Neustadt recién se despidió a la una menos cuarto, hacía cuarenta y cinco minutos que estábamos esperando. Sobre la mesa de la escenografía había un reloj de arena para marcar el tiempo de cada intervención, y apenas logramos empezar tomó la palabra Timerman: “A este reloj habría que tirárselo por la cabeza al interventor del canal, por hacer que un programa de esta importancia se emita cuando al señor Neustadt se le da la gana”, dijo.  Después nos fuimos todos a comer. Había un clima de compañerismo y alegría,  y yo pensaba: “Qué lástima, debut y despedida”.  Pero hace 25 años y aquí estamos.
Al año siguiente en Canal 13 no nos renovaron el contrato. Rodolfo Rabanal, que por ese entonces era secretario de Cultura de la Nación, me propuso llevar el programa a Canal 7 (entonces ATC)  y allá fui, esta vez junto a Carlos Ulanovsky.  A esas alturas yo ya sabía que hacer un programa como éste era ir a contramano, que los ejecutivos de los canales desconfiaban y querían sacárselo de encima y que en televisión cualquier horario es importante, aunque sea malo. Lo que hicimos primero con Tomás y luego con Carlos fue luchar, aunque siempre tuvimos niveles de audiencia respetables y un público fiel que se iba agrandando.
… En los noventa nos volvieron a sacar del aire. “No entiendo ese programa”, dijo un directivo de ATC, y entonces decidí llevarlo al cable. Yo quería hacerlo, me gustaba, disfrutaba, creía en él  y en el rol que cumplía: era un espacio en un medio masivo donde los escritores hablaban de literatura, discutían, planteaban ideas, confrontaban.  En ese momento aún había en el país una importante cantidad de editoriales nacionales grandes, medianas y pequeñas,  y la gran mayoría nos apoyó para poder hacerlo. Todas aportaban exactamente lo mismo, con avisos que aparecían en la apertura y en el cierre. Me importa recalcar esto porque lo considero importantísimo: un programa de cultura sólo es viable con independencia comercial y editorial. Y yo siempre las tuve.  Fui sacada de dos canales, pero  nunca recibí ningún tipo de condicionamiento respecto de los invitados o los temas del programa.
…Estuvimos diez años en el cable, primero en Cablevisión y a partir de su creación, en Canal á. Prácticamente todos los autores importantes pasaron por el programa y tenemos un enorme archivo, con figuras de las que casi no hay registros.  Creo que sólo una vez la conducción se me fue por momentos de las manos (en el debate Viñas-Sarlo de fines de los noventa,  que  se transmitió hasta el cansancio).
…La televisión es un gran negocio, y un programa de cultura es otra cosa. Por eso siempre quise volver con Los siete locos a la televisión pública, donde empezamos y a la que considero su lugar natural. Pude hacerlo a fines de 2001, en medio de la crisis. Ya hace más de diez años que estamos de nuevo en  Canal 7, y salvo un breve sobresalto en 2004 -cuando gracias al enorme apoyo de escritores, colegas y televidentes pudimos mantenernos en el aire- siempre nos sentimos valorados y respetados.  Las épocas cambiaron, ahora por suerte existen muchos más canales y programas culturales, y a nadie le sorprende ver a un escritor en la TV. Pero sigo creyendo que todavía vale la pena. Ojalá podamos seguir con Los siete locos unos cuantos años más.
– Cristina ¿Qué tiene de excepcional el ámbito cultural para el desarrollo de un país? ¿Por qué cada vez es relegado ante el desarrollo de la economía y la tecnología?
– Al hablar de cultura no me refiero exclusivamente a las bellas artes y
las letras, sino también al conjunto de capacidades que tiene una sociedad para pensarse a sí misma.  Por distintas circunstancias se la ha relacionado con el tiempo libre o el  entretenimiento, sin tenerse en cuenta su  enorme capacidad transformadora como agente de desarrollo e inclusión social.
– Ustedes tienen algo que nosotros envidiamos : educación publica
gratuita. ¿Cuál es su opinión acerca del lucro en la educación?
– A pesar de los distintos avatares, la educación pública gratuita sigue
siendo en la Argentina un pilar fundamental. Nuestro país supo tener una
escuela pública modelo y una universidad estatal de excelencia, además de constituir el mayor polo cultural de América  latina, con una industria
editorial que fue pionera en el mundo de habla hispana. A lo largo de los
años hemos ido perdiendo ese lugar, como así también algunas características que nos distinguieron desde nuestro origen, relacionadas con la idea de un país culto, basado en el esfuerzo y el trabajo y respetuoso de la actividad intelectual. Creo que en el refuerzo de la educación pública está cifrado el futuro de América latina en general.

– ¿Cuál es el panorama literario actual en su país? Se ha producido un
recambio y ¿cómo ha sido este recambio?
– En la literatura argentina se está produciendo un recambio interesante,
con autores como Pablo Ramos, Samantha Schweblin y Lola Arias.
-¿A qué chileno le gustaría entrevistar y por qué?
– Lamentablemente no estoy muy al tanto de la producción chilena posterior a Bolaño. De la vieja camada he entrevistado a muchos: José Donoso, Jorge Edwards, Antonio Skármeta, Ariel Dorfman, Volodia Teitelboim y seguramente algunos más.
– Cristina, dicen que todo pasado fue mejor…¿Cómo ve el futuro de
Latinoamérica?
– Someramente: creo el gran desafío de Latinoamérica es terminar con la
miseria y el narcotráfico.  Y en esto la educación y la cultura resultan
fundamentales.
– Urbe Salvaje es un gran fanático de Osvaldo Soriano, usted lo entrevistó muchas veces… ¿Cree que él vería con buenos ojos el camino seguido hoy por Argentina?
-Uufffff, Zucchero. No tengo idea de lo que pensaría hoy Soriano.

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