Por Andrés Cancar Cabello.
Fotos de Mario Lizama Garate.
¡Gigante maldito, te tengo finalmente bajo mis bototos!
He demostrado que la tercera es la vencida, que en la vida siempre hay revancha para quién es capaz de levantarse, aprendiendo de sus errores y volviendo a la lucha.
Dos años estuve esperando este momento. Mi primera experiencia aún trato de olvidarla. En la segunda casi me cuesta un par de dedos y hoy, al fin, he puesto mi humanidad sobre ti. Me desquité contigo y te pido disculpas, pero ambos sabemos que durante todo este proceso te respeté, te temí y te afronté con la mayor humildad posible.
Gigante maldito, esta es la historia de cómo te conquistamos.
Mauricio y yo dábamos inicio al entrenamiento para subirte, Valle Colina era el lugar para enseñar a progresar en nieve, practicar autodetención, acampar en el frío y conocer a quiénes serían mis camaradas hasta fin de año. De esas 11 personas sólo 2 conformaríamos el grupo de los 7. Esos 7 que derramaron en tu lomo felicidad pura, de esa que emana del fondo de nuestras entrañas y que nos recuerda que no se necesita mucho para ser feliz.
Nos fuimos después al Cerro San Gabriel. No pude participar de aquel desafío, ya que era más importante cuidar a mi cansada mujer. Durante la ascensión a este cerro el grupo empieza a conformarse lentamente. Se crean algunos lazos y como consecuencia de estos, aparecen alguna cordada, o amigo o grupo con el cual compartes carpa y son los que te ayudan. Una especie de partners.
Cada vez faltaba menos y la planificación en aquel momento era perfecta hasta que nos tocó el Cerro Leonera, el colador. Si no me equivoco 15 fueron los participantes, muchos de ellos no habían tenido un encuentro cara a cara con la altura. Seis finalmente sintieron el yugo de la puna y el cansancio, entre ellos el organizador del proyecto, mi cordada, Mauricio Oñate Rubio, o Mauro como lo llamamos con cariño…
Tras conquistar mi Leonera por tercera vez nos dirigimos a campamento y vi que el futuro de Mauro en la expedición era incierto. No presté mayor atención hasta saber el resultado médico durante la semana, creí que era víctima de un mal día en el cerro. Finalmente ¿a quién no le ha pasado?
El cerro Leonera estaba idiota en esta oportunidad: por momentos sus gélidos alaridos eran capaces de atravesar cualquier protección, durante las últimas horas de ascensión sabía que mi cerro favorito cobraría algún precio por su cumbre, este costo significó la merma física de todos quiénes lo conquistamos, nunca me había sentido tan disminuido, ni siquiera la primera vez, la más dura. ¿Será que estás seleccionando a la gente para lo que viene? ¿Será que no somos dignos de tu imponente compañero?
Mauro es parte importante del Club, cuándo lo vi por vez primera me dije “¿Y este gordito sube?”. Inmediatamente me hizo tragar mis palabras mostrando una resistencia física y velocidad que envidio, convirtiéndose de paso en un amigo. Pero esa no es la mayor gracia de este personaje. Este tipo es un motivador por excelencia y un notable gestor de proyectos. Él y la directiva -según entiendo- son los responsables de la ascensión al Plomo. Mauro es la cara visible y fue particularmente triste cuándo me comentó que se bajaba del proyecto. Su experiencia en el Leonera fue extraña e infeliz y gatilló indudablemente en su declinación a subir el objetivo, depositando en mi su confianza para poder llevar a cabo la tarea que él había planificado durante un largo rato y con tanto cariño.
Tuvimos un par de reuniones en el proceso, reuniones informativas más que nada, dónde creamos el itinerario y delegamos responsabilidades. El itinerario inicial constaba de 4 días, saliendo el día Viernes 7 a las 14:00 y regresando el Lunes 10 durante el día. Generalmente si uno planifica una ascensión al Plomo, el tiempo promedio de estadía son 4 días para una travesía relajada y con espacios de recuperación importantes entre cada caminata. Finalmente el itinerario fue modificado de acuerdo a las posibilidades de cada participante y por supuesto, considerando la disposición de los socios que aportaron con sus vehículos, Mario “Kato” Lizama Garate y Álvaro Palma, este último, junto con quién escribe no pudimos conseguir el Lunes libre, por lo que debíamos regresar a Santiago el domingo, el día del ataque.
El itinerario y las cordadas quedaron finalmente así:
Viernes 7
14:00hrs Junta en Baquedano, Plaza Italia.
16:30hrs Andarivel los Cóndores, La Parva
19:00hrs Campamento en Piedra Numerada
Sábado 8
10:00 Caminata a Federación (Campamento Base)
14:00 Campamento en Federación
18:00 Aclimatación en La Hoya (Campamento 2)
Domingo 9
04:30hrs Inicio del ataque
14:00hrs Regreso a Federación
Retirada
PLAN A
17:00hrs Caminata Rumbo a Santiago.
21:30hrs Llegada a Portezuelo Franciscano
00:00hrs Santiago
PLAN B
17:00hrs Caminata a Portezuelo Franciscano
19:00hrs Campamento en la Laguna Piuquenes
05:00hrs Rumbo a Santiago (Lunes)
Las cordadas las conformaron
Kato/Luis/ Pancho Álvaro/Jaime Héctor/Andrés
Héctor Ávila iba a cargo de las comunicaciones, es el responsable de las radios, su cuidado, uso y distribución entre los participantes. Yo iba a cargo del tema logístico, apoyándome siempre en la experiencia de Álvaro Palma. Es importante que sepas estos datos Maldito gigante. Tienes que saber que tratamos de hacer todo de la forma más correcta posible para lograr llegar al lugar dónde estamos ahora parados. 7 montañistas acudimos al llamado final, siete samurais como dijo en algún momento nuestro amigo Victor, haciendo alusión a la peliculaza de Kurosawa.
Viernes 9
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13:30 horas.
Miraba mi reloj mientras engullía una pizza del Amadeus, mi favorita… una siciliana con camarones, acompañada por la deliciosa Rothammer Brutal Hops (solo para cheleros de verdad). Almuerzo de campeones me dije mientras pensaba en todos los detalles de la aventura, nada se me debía pasar, debía ser perfecta o rozar en ello y por supuesto lo íbamos a lograr, el convencimiento era total y la misión indudablemente era llevar a todos los muchachos arriba y regresar a salvo. Miraba mi pizza y procedía a engullirme tan delicioso manjar. Quiénes me conocen sabrán que aquel espectáculo ciertamente le daba glamour a un local repleto de hipsters y culturalillos del sector.
14:30 horas.
Atraso
Esperábamos a Héctor que estaba atrasado, Mauro había llegado a acompañarnos, los muchachos estaban ya acomodados en los autos. Héctor llega, fotos de rigor…. y al cerro mierda!
16:30 horas.
Desolación en la Parva.
Ingrata resultó nuestra llegada al percatarnos que nunca hubo andarivel, días atrás recibí un mail de la administración del centro diciendo que las máquinas estarían habilitadas los días viernes/sábado/domingo de 9 a 17:00 horas. En fin… aparecieron algunas caras de culo pero filo, vinimos a caminar y punto, nos armamos hasta los dientes y comenzamos a subir, 2 horas de camino, siempre de subida en dirección al Portezuelo Franciscano, lugar dónde haríamos nuestra primera parada y tomaríamos la decisión de seguir hasta Piedra Numerada fuerte y derecho.
21:00 horas.
Se nos fue la luz.
Álvaro y yo llegábamos a nuestro primer campamento, los muchachos, llegaban lentamente, rodeados de una oscuridad total y solo apoyados por sus linternas, montamos el campamento, cocinamos y al tuto. Hasta que llegó el tractor y nos cagó el placentero sueño… ¡como roncaba ese cristiano!
Sábado 10
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8:00 horas.
Ya amaneció.
Héctor, mi cordada se encargó de todo lo que tenía que ver con alimentación, grande fue mi sorpresa al ver que sólo faltaba en su mochila una pierna de jamón serrano y la hielera. Trajo más comida que la cresta, pero se agradece. Comer en la montaña es un placer, incluso con los manjares más típicos y rápidos de preparar. ¡Gracias compadre!
Luego del desayuno desarmamos y nos despedíamos de Piedra Numerada, este lugar se caracteriza por tener unas vegas en dónde los arrieros cuentan el ganado y dejan pastando a sus bestias. Consta de una suerte de islotes de roca y tierra en dónde puede asentarse el campamento. Cuenta con agua y desde ahí es posible verte, a las 10:00 horas emprendíamos el rumbo al campamento Base: Federación.
14:00 horas.
Llegamos al campamento base Federación.
La caminata fue lenta para algunos de nosotros. Personalmente tomé la decisión de ir lento para poder disfrutar del paisaje y no malgastar mis energías. El domingo era el día esperado y quería estar con todas las pilas muy puestas. El camino a Federación es una maravilla: cruce de río, cascadas congeladas, y otras activas, con una potencia abrumadora. Es bastante fuerte el cambio desde que sales de Piedra Numerada. Emerges de un entorno relativamente verde y florido mientras te vas adentrando en las entrañas del valle dónde todo es gris y agreste. Cada cierto rato aparecían las últimas lenguas de nieve de la temporada tratando de aguantar los embates del sol que a esas horas estaba pegando fuerte, disminuyendo nuestro rendimiento en la caminata. Sin lugar a dudas fue una de esas caminatas conversadas, descanso tras descanso, compartíamos algo para comer y alguna que otra broma.
La llegada a Federación hubiese sido perfecta y en calma si Héctor no me hubiera preguntado cada 5 minutos… “¿Cuánto falta? ¿Cuánto falta?”.
Después del almuerzo no hubo mucho que hacer, Lucho nos mostró sus dotes arquitectónicos diseñando una pirca bastante bonita, la cual inauguré durante la noche con una meada antológica. Poco a poco empezaban a llegar los montañistas que lograron cumbre el sábado. Eellos constituyen una fuente de información importante, no muy objetiva pero si muy necesaria, ya que reduce la incertidumbre y te prepara mentalmente para el desafío. Nos contaron que salieron con mucho viento en la mañana, que por momentos era insoportable. Una vez arriba en el Glaciar quedaron impactados por la dificultad que les ofrecía un hielo cristal, duro e incapaz de aceptar el piolet. Estas eran posibilidades conocidas para algunos de nosotros, pero para los demás significó una preocupación extra, tanto así que partieron a revisar sus crampones para ver que tan afilados estaban. El incidente con la piedra me lo reservo.
Eran las seis de la tarde y tras descansar un poco propusimos aclimatarnos en La Hoya. La aclimatación consiste en subir mucho más alto que el lugar de campamento, ojalá más rápido para lograr apunarse un poco, sentir la presión en la cabeza y exponer al cuerpo esta nueva condición, para que al día siguiente la memoria del cuerpo asimile la exposición de este a la altura y disminuya el riesgo de puna.
En la Hoya conoceríamos a Sergio, ninguno de nosotros podría haber imaginado lo que significaría este nuevo personaje en la aventura. Sergio estaba agotado y te miraba con mucho respeto “Maldito Gigante”, excesivo quizás. Repetía constantemente que no sería capaz de lograrlo, que llegaría un poco más arriba de Agostini ( el último refugio ), nosotros le instábamos a olvidarse del cerro un rato, a hidratarse y a que comiera bien, que mañana viera… y nos alejamos de él sin prestar más atención a su condición.
Tras una sesión de fotos al estilo Mortal Kombat decidimos bajar, no sin antes deleitarnos con la nueva vista que nos regalabas. Regresamos a Federación y tras aleonar a los muchachos nos largamos a dormir. En la mañana era el gran día.
Domingo 11
04:30am
El Ataque
Tras un desayuno ninja nos pusimos en marcha con un ritmo bastante bueno ya que llegamos rápido al refugio Agostini. La noche nos regalaba una luna brillante en creciente menguante y corría una brisa típica de la madrugada andina. Brisa que con el paso de los minutos se transformó en un viento gélido que, llegando a Agostini, se desató con más fuerza obligándonos a pasar algunos minutos en el refugio compartiendo algunos chocolates e hidratándonos un poco. Pasados unos 10 minutos continuamos la marcha. El viento había cesado un poco y el sol estaba apareciendo por el esté, tiñendo el cielo con ese particular color rosa. Más arriba veíamos a los montañistas que habían salido una hora antes que nosotros. Ahí -muy cerca de ellos- se encontraba Sergio. Iba solo, pues su compañero se adelantó, así que nos pidió si se podía ir con nosotros. Se veía cansado, pero el grupo le dio el empujón necesario para terminar la tarea.
Saliendo del famoso acarreo del Plomo nos dividimos en 2 grupos. Los de avanzada nos fuimos por sobre el cerro dónde su base finaliza el Glaciar Iver. Los demás continuaron por la ruta normal: un estrecho sendero que llevaba directo a la Pirca del Inca, un antiquísimo oratorio incaico, lugar que se usaba para sacrificar jóvenes en honor al sol. Nos reunimos en la base del Glaciar. Poco a poco empezaba a llegar el resto del grupo. Más atrás -a lo lejos- venía Sergio.
El Glaciar
Nos pusimos nuestros crampones, algunos socios nunca se habían enfrentado a un glaciar, habían caminado por nieve dura y compacta pero jamás por un hielo milenario, hielo que hoy ofrecía condiciones de cuidado para cruzarlo. Con Álvaro hicimos un repaso sencillo sobre el uso del crampón, comprobamos que efectivamente el piolo no se enterraba y lo que era más complejo: se resbalaba, obligándonos a cambiar la técnica y sólo ocupar el piolet cuándo ambos pies estuvieran asegurados. La nota de preocupación la puso Sergio, jamás había usado crampones, Jaime le ató los crampones y acto seguido yo le decía, si te sientes inseguro no subas. Aún así el hombre se armo de valor y sorteo el obstáculo sin problemas pero con mucho cuidado. Los demás lo lograron sin sobresalto alguno. En el otro lado del sendero nos sacábamos los crampones mientras el grupo que salió primero venía de regreso, eran puros gringos…
Quedaba la última parte, una hora de acarreo profundo, ese que te hace retroceder un paso cuándo progresas dos, mis amigos montañistas siempre me dijeron: “Huevón, la última parte es pura cabeza” y vaya que es cierto. Estaba a escasos minutos de la cumbre, imaginaba cómo llegaría, que me pasaría, maldito casi me dejaste sin un par de dedos la última vez… era fuerte estar ahí, pero estaba impeque, con la moral en las nubes y contento, se veía auspiciosa esta empresa, todos llegarían, cada cual con sus objetivos y sueños, cada uno con sus historias… hasta que todo se fue al carajo en 5 minutos. Bajando con los últimos gringos venía un perrito, propiedad de nadie al parecer, este no bajó con ellos…se quedó con nosotros, eran los últimos metros y yo venía literalmente jadeando y me detuve… me apoye sobre mis bastones para recuperarme y en ese momento siento un sutil empujón, no pesqué y luego vino otro, miré hacia atrás y no ví a nadie, luego me percate que el perrito me instaba a continuar, a no quedarme ahí por que quedaba muy poco…. y me quebré, me fui a la mierda y todo lo que ocurrió después fue un festival de emociones amplificadas a los 5.424 metros de altura, los últimos minutos de la hazaña fueron un parto, recordé esos dedos morados bajo la tormenta en Aagostini, recordé los malos momentos del año, las decisiones erradas a las personas a quienes herí sin querer, recordé a mis viejos que cumplen 30 años de casados en un par de días y a mis tesoros chicos, mis sobrinos… que no saben por qué el tío no está nunca en casa, llega entierrado constantemente y es tan reloco….. me acordé de mis amigos, mi polola…. pensé también en dejar ahí el pañuelo que me regalaste, en terminar el ciclo por fín, pero no… seguirá conmigo hasta que las hilachas sean arrastradas por los vientos de todos los lugares a los que pretendo ir. Una vez en la cumbre solo te grité y te dije… “por fin cerro con…” y hoy me disculpo, alojaste por breves minutos a un pequeño maestro zen… cuadrupedo, con patas anchas, pelo tupido y mirada turbada, me disculpo por que sabes muy bien, que yo necesito estar ahí, que me llena poder ser parte de la felicidad de un grupo de personas que no conozco mucho, pero quizás con el tiempo pueda llamar amigos. Subir cerros es parte de mi batalla interna, el objetivo no es llegar primero o segundo, no es matarse para conseguir un logro que puedas enrrostrarle a los demás, esto no es una competencia, acá no hay un huevón más rudo que otro, esto es…. sin lugar a dudas entregarse por el compañero, ser uno con el grupo, dejar el ego botado y dedicarse a la consecución de las metas juntos, como una familia. Sólo bastaba con ver llegar a nuestro nuevo amigo Sergio, jadeando, mareado…. al borde del desmayo, pero portador de una energía y una alegría que jamás alguien podría olvidar, llegó a la cumbre, de forma irresponsable por cierto, pero quizás es la lección que necesitaba para tomarle el peso a esto de hacer cerros, nos agradeció nuestra preocupación para con él, que jamás hubiese llegado si no fuera por nosotros… que mejor premio es ese? Esto habla bien del grupo que subió, esto habla bien de los valores que la mayoría de nosotros tenemos, esto es señoras y señores montañismo puro.
Un abrazo fraterno y honesto sella nuestra aventura de ida, los rostros emocionados de mis compañeros son sin lugar a dudas la recompensa a toda la planificación que se hizo, a todos los esfuerzos para que la salida fuera segura e inolvidable para todos. El cerro nos muestra que no somos nada sin el compañero, el cerro nos pone a prueba y nos muestra tal como somos y finalmente nos obliga a hacer las cosas como corresponde, acá no hubieron huevones irresponsables, no hubieron curados ni caudillos, no hubo gente botada. Aacá las cosas se hicieron bien y parte del éxito de esta aventura es del equipo completo, incluso aquellos que por uno u otro motivo no pudieron asistir.
Gracias compañeros.
…Pero el cerro no termina en la cumbre, después que dejáramos una bandera chilena como testimonio de nuestra hazaña emprendimos el rumbo al campamento base. Avanzábamos rápido y seguros hasta el glaciar, acá era nuevo el desafío. Hace algunos años un andinista novato murió acá, intentando cruzar el glaciar en diagonal y no pudiendo detenerse al resbalar. Un error ahí prácticamente te cuesta la vida. Con Álvaro diseñamos la ruta tratando de minimizar el riesgo y todo salió bien hasta que nuestro amigo Sergio perdió el agarre de su crampón, sentí miedo por vez primera, teníamos que sacar a ese personaje rápido. Mario Kato y Pancho lo ayudaron y siguieron descendiendo. Nuevamente a Sergio se le sale el crampón. Me sacó los míos y Álvaro parte raudo a cambiarle los crampones, Francisco ya no puede ayudarlo ya que está tratando de salir de un hoyo al cuál se metió. En toda esa desafortunada secuencia se manifestó lo que acabo de mencionar: Trabajo en equipo. ¡Nadie se queda abajo!
Ya más tranquilos continuamos el descenso llegando a Federación a las 14:00 horas aproximadamente.
Lucho Tapia, Mario “Kato” Lizama, Francisco “Pancho” Tillería Campos y Jaime Cruz Mendoza se quedarían hasta el lunes temprano, Álvaro Palma, Héctor Ávila y yo después de almorzar nos fuimos a Santiago, llegando a las 9.30, sin luz al portezuelo Franciscano y llegando tipo 00:00 a los autos tras haber perdido el rumbo en la oscuridad. Finalmente todos llegamos a Santiago bien, contentos y quizás realizados en algún sentido, por ahí circulan las fotos, las historias y las enseñanzas de esta aventura.
Sin lugar a dudas es necesaria una conversación técnica con todos, para sacar lo bueno y lo malo de esta aventura, tratar de no repetir los mismos errores y enfrentarnos a los próximos desafíos unidos y más responsables aún. Esta salida afianzó a un grupo de personas notables. Algunos compartimos la primera ascensión al cerro Leonera, a otros los hemos conocido durante esta preparación y espero de que este equipo sea la base de nuestros próximos sueños como Club. Esta cumbre está dedicada a mis grandes amigos, a la familia obvio, a mis compañeros en esta aventura, a Mauro y a quiénes no pudieron acompañarnos.
Viste que lo logré al fin Maldito Gigante
Gracias por un increíble fin de semana!
¡Te veo en marzo, con mi familia!
hola, en que mes fueron?
Hola fuimos en diciembre, el año 2012. Saludos
Todo cerro es interesante, El Plomo sin duda. Su relato me parece util, pero sobra lo de “Maldito” y lo de “CSM”. Es un Cerro, lo de Maldito y CSM dejemoslo para otras cosas.
y que fue del perrito?; alguién lo adoptó?
Hola Marcelo Riscal. Trato de tomar contacto con Ud. por sitios en Potrero Grande. Lo hago por este medio porque no tengo direcciones suyas.
Saludos, Raul
Hola Marcelo, el perrito se quedo allá pero el baja y sube cuando quiere… es un capo jejejejeje
Saludos