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por Ernesto Medina Perea.
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Fernando Gómez Balbontín, pintor chileno nacido en Santiago, actualmente trabaja en la serie Thoughts about life and death. Cuadros que nos hacen espectadores de realidades absurdas que  podrían ser las nuestras. Sueños lúcidos.  Páramos  que contraponen situaciones  aparentemente extrañas entre sí: la vida y la muerte.
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Reímos  de nervios,  rascamos nuestro   antebrazo  o desviamos   la mirada  ante la extrañeza  que nos  provoca  la muerte.  La gente muere a todas horas  y aunque no estemos dispuestos a  creerlo, a todos  nos va a pasar. Es cotidiana y eso es divertido. Pero entonces. ¿De dónde viene ese miedo? Ese brutal deseo de atesorar.
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“Mi trabajo, finalmente, es provocar”. Y lo logra. Fernando nos sumerge  en atmósferas incómodas. Sus cuadros son una ventana o una invitación a asumir nuestra condición más  humana: la mortalidad. Sus cuadros son  una crítica a la doble moral con la que nos educan. No es gratuito que en uno de ellos  el protagonista se Marcial Maciel.
Los personajes de sus cuadros hablan de cómo la sociedad ve la muerte. “La sociedad se mueve a través de los miedos, por eso acumulamos tanto.  Tenemos miedo a que esto se acabe”, dice el pintor mientras  mira sus manos o  quién sabe qué lugar del universo. Tiene razón. La sociedad actual nos enseña a querer más y más cosas. Nada es suficiente para llenar el vacío. ¿Entonces qué?
Somos seres con identidad. No tenemos la capacidad de saber si somos eternos y no hay por qué saberlo. Lo que vale es lo que existe. ¿Por qué no actuar en base a eso?”  Ni Fernando ni sus cuadros responden esta u otras preguntas. No, su pintura es un fragmento de un paisaje más grande que está constantemente incitando a que nosotros hagamos las preguntas.
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“El arte es un acto de resistencia y un mensaje para los que permiten injusticias.”
Pero si en pleno siglo veintiuno es casi un milagro encontrar personas que dediquen su   tiempo a algo tan mal retribuido como lo es pintar, ¿cómo se manifestarán esos actos de los que habla Gómez Balbontín?   ¿Será que el arte  ha dejado de ser un  arma cargada de futuro?
“Creo que el arte sirve para entenderse a uno mismo, después uno también quiere mostrar esa  visión al resto.  Es un proceso. El pintar me da el tiempo, paralelamente, de reflexionar lo que estoy haciendo”
¿Desde dónde trabajar el autor? Fernando explora la pintura desde sitios familiares. Juega con lo que conoce y lo que no. “Yo trato de contraponer la tragedia de la muerte con personas que parecen aceptarlo de manera normal. Irónicamente, porque la muerte es normal. Quien es capaz de enfrentarse a  la muerte es capaz de desprenderse de la materia”.  Se ríe y dice: “Yo creo que todavía no, todavía no acepto la muerte”
La acumulación de riqueza también ha entrado en la cabeza de los artistas actuales. No es difícil ver cómo son llevados de más a menos; de artistas a creadores mecánicos. “Lo más cavernícola de mi es pintar en mecánico, me enferma un poco… …hay artistas que pintan toda su vida lo mismo…  …uno quiere todo el rato estar creando, pintar cuadros,  sacar ideas, pero el proceso para vomitar  esa idea no se puede forzar… no sé en que estaré en cinco años más, depende de lo que sienta en ese momento”.
Quizás porque es chileno me es imposible no pensar en  violencia, quizás por ser latinoamericano. Pero la violencia no es tema en sus cuadros, tampoco la muerte. O al menos no lo son individualmente. Aquí la muerte, la casualidad, el miedo y los sueños, forman una pesada nube que  podría ser un jardín o una sala de urgencias. Podría ser un jardín o un cementerio.
Fernando es sincero cuando lo dice, se nota en su voz y también en lo que pinta, basta tomarse un momento y observar sus obras para darse cuenta. Él es un pintor que evoluciona y al que vale la pena no quitarle los  ojos de encima.
Gómez Balbontín estudió arquitectura en la Universidad Finis Terrae de Santiago.  Ha participado en numerosas exhibiciones con trabajos anteriores, tanto grupal, como individualmente. Sus obras han sido merecedoras a premios y reconocimientos a lo largo de los últimos años. Actualmente vive y trabaja en Santiago de Chile.

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