El poeta de los códigos y la minería
Por Hernán Millas
Afirma que “escribí para no tener que leerme”. Cuenta que un decano de Derecho descubrió sus versos y le dijo que no podía ser profesor mientras no probara que era una persona seria. Por la misma razón, una mamá lo borró de la lista de invitados a la fiesta de su hija.
No se me ocurre pensar que Walt Whitman dijera: “Para mí es fundamental ser tipógrafo —o maestro de escuela, o periodista —, pero no poeta”.
Es lo que me ocurre cuando me acerco a Armando Uribe, al poeta autor de Por ser vos quien sois (para mencionar uno de sus tantos libros).
Busco al poeta, y éste me responde: “Para mí es fundamental ser experto en Derecho de Minería”.
A los 16 años decidió que sería abogado. ¿Y por qué si le interesaba tanto la literatura, escogió escribir en papel sellado? La explicación agradaría a quienes piensan que el amor es desinteresado: “para no comprometer lo que me gustaba”. Y con suma modestia, agregará: “Eacrjbí para no tener que leerme”.
Hace 28 años, en una entrevista, Uribe prefería hablar de los Convenios del Cobre, que de su poesía. Y en su currículo, en orden de importancia, iba colocando: abogado, profesor de Derecho de Minería en las Universidades de Chile y Católica… y al final, condescendía agregando “escritor y poeta que nadie ha leído…ni yo tampoco”. Y ante una referencia de uno de sus libros, Leautaud y El Otro (con mención al ácido y perspicaz escritor y crítico francés), comentaba:
“Es demencial y basta obsceno, pero como nadie lo ha leído, demuestra que en Chile se puede escribir impunemente”.
Curiosamente la poesía le ha jugado unas malas pasadas. Como cuando era ayudante del Decano de Leyes de la “U”, Darío Benavente. De allí se pasaba a ayudante de seminario y a profesor contratado.
—Sin embargo, —cuenta— yo me mantenía pegado como ayudante de cátedra… Mi padre (Armando Uribe Herrera, que también fue abogado y catedrático de Derecho de Minas, y ministro de Minería), que era profesor ahí mismo, no sabía explicármelo. En algo tenía que haber fallado. Y se lo pregunté al Decano. “Mire —me dijo— usted ha escrito algunos versitos, y encima los ha publicado. Debe probar que usted es una persona seria”.
“Probé que era una persona seria y subí ”, concluye.
Pero no sería la única desazón que le causaría la poesía.
En el libro Ces messieurs du Chile (Esos caballeros de Chile), publicado en París, cuenta un curioso percance juvenil. Y, a propósito, ese libro en prosa pertenece a Editions De la Difference, y a su Colección Cantos (que incluyó a Borges y a Valle Inclán). “Este libro —advierte Uribe— no será publicado en castellano”. En Francia, en ediciones de Seuil, él publicó Le livre noir de l’intervention américaine au Chili, que fue traducido a doce idiomas, y también un diccionario con un repertorio de las palabras penales chilenas. Pero la traducción de esos “caballeros” no la autorizará. Una pena, porque es un sabroso ensayo acerca de la gran burguesía chilena.
Rechazado en una fiesta
Pero no escamoteemos la anécdota concerniente a la poesía. A los 21 años ya ha escrito muchos poemas, y hasta un libro (Transeúnte pálido). Se entera que una amiga organiza una fiesta, omitiéndolo a él. Le pregunta a un amigo en común: “¿Por qué crees que no me invitaron a la fiesta de Francisca?”
Carlos Ruiz-Tagle, que es el amigo, le responde:
“Francisca quería invitarte, pero fue su madre la que no quiso”.
No puede comprender la razón. Le resulta difícil pedirle que se lo diga. Es cuestión de dignidad. Pero se atreve a indagar “como lo considero un amigo sincero, máximo cuando nos intercambiamos lo que escribimos: él cuentos y yo poesías. El me ha dicho que me considera elmejor poeta de Chile, después de Neruda. Entonces, cómo no tener confianza en él”. Ruiz-Tagle duda, pero termina diciéndole: “Porque tú escribes poesías…”
Uribe se ve rechazado de toda fiesta por escribir poesías. Le pide, le exige al amigo le explique por qué la madre de Francisca lo considera un pecador. Y así se entera que una poesía que comenzaba con la expresión “A medianoche…” (‘Tu luz: la mano de la noche… Las dulces imágenes de un amor que muere… Yo te digo: Amor, denso amor, tierno amor, triste amor…”), y que por extraña razón entró a ese hogar y hasta fue objeto de conversación, motivó la decisión. Quien escribía esos versos no era recomendable para asistir a las fiestas de sus hijas, y eso que lo conocían desde niño.
Menos mal que la pundonorosa dama no conoció la Antología de, la Poesía Chilena, que reunió Miguel Arteche, y en la que Uribe se definió: “Soy pobre como la rata y triste como, una tía…” Peor partido.
Amor por revista
Felizmente no le ocurre lo mismo cuando pololea con otras niñas: a sus padres les cae bien, y jura que hasta lo consideran inteligente. Y lo principal, que es aceptado cuando conoce a Cecilia Echeverría Eguiguren, que será su mujer y madre de sus cinco hijos, de las cuales dos viven en París (uno es redactor de L’ Express, y el segundo funcionario superior de la Unión Latina). De las dos menores, una prepara su tesis de arqueóloga en San Pedro de Atacama, y la otra, Catalina, acaba de egresar de periodista en la Católica.
Así como Radomiro Tomic se enamoró de Olaya al ver su foto entre las candidatas a reina de Viña del Mar, Uribe se prendó de ella a los catorce años al ver su foto en la revista Zig-Zag:
—Durante siete años la busqué sin encontrarla, hasta que la vi en la inauguración de una exposición fotográfica de niños desnutridos. Me declaré con versos del Quijote, me casé y esto no es literatura.
Pero la literatura, del brazo de los Códigos, le sale al paso. Como cuando “por suicidio ajeno” perdió un año cuando estudiaba Derecho.
—¿Cómo fue aquello?
—Carlitos Balmaceda Lazcano era el mejor profesor de Derecho Civil que había en Santiago. Inteligente, culto, amable. Esa misma mañana había hecho una clase acerca de los modos de extinguir la responsabilidad. Yo le pregunté: “Don Carlos, ¿es posible la remisión perpetua de toda culpa? ¿Antes que la cometa, la posible víctima puede decir: remito la culpa?” Y ese mismo día él se quitó la vida. Perdí el año por la impresión.
En su libro de poemas Por ser vos quien sois (Editorial Universitaria),
Uribe titula uno de sus poemas, Perpetua remisión de pena.
Mientras conversa, Uribe fuma uno y otro cigarrillo (como exponente de su libro de los Caballeros, antes pregunta si molesta). Le conocía en fotos, siempre con una pipa. Aclara: “Fumé pipa hasta los 35 años. Después recurrí al cigarrillo, porque debía preparar un informe a las Naciones Unidas. Si me quedaba dormido, me quemaba”.
Aprovecho de alejarme del poeta, y acoto que durante 26 años fue diplomático: Director General de la Cancillería, jefe de la delegación chilena ante las Naciones Unidas, y que, con él mexicano Alfonso García Robles redactó el tratado de desnuclearización del Pacífico (y que entre otras actuaciones al diplomático azteca le valdría el Premio Nobel de la Paz), y embajador en China.
—¿Echa de menos la diplomacia?
—En absoluto. De no ser por el golpe militar, habría dejado la diplomacia cumplida mi misión en China. No estaba dispuesto a convertirme en un hombre revenido por la costumbre diplomática.
La poesía poco le importa
Lo llevo a la poesía, pese a que dice “que me importa un pito”. Luego cede:
—Es que nada más peligroso que la poesía. Cuando entra a la boca, a la dentadura de los hombres de poder, ya es gravísimo. Basta pensar en el efecto que produjo en Goebbels.
Respecto a Chile, precisa:
“Desde Pezoa Véliz hasta ahora, considerando ochenta años, hay una continuidad que no se podría encontrar en ningún otro país de lengua castellana. Y esto hasta llegar a Parra y los parralinos. Además, los poetas se respetan los unos a los otros, en sus propias generaciones y hacia atrás”.
—Neruda con Huidobro y De Rokha no se respetaban mucho— disiento.
—Eran escarceos, cosas chistosas. Cuando se pelea con alguien se reconoce el valor del otro. Si no, se le ignora. De Zurita dicen “basurita”, pero sólo haciendo un juego de palabra. Tal cosa no ocurre con lo que llaman la narrativa. Ahí sí que se desdeñan. Pepe Donoso, por
ejemplo, considera que la novela en Chile empieza con él, y lo que hubo antes fue la novela primitiva. Ese menosprecio explica que la poesía chilena sea mejor que la prosa.
Vuelve a los poetas yreclama porque a muchos se les ha olvidado. ¿Dónde puede hallarse un libro de Diego Dublé, de Carlos Mondaca? .
“Dublé, tremendo megaterio de la poesía chilena está olvidado. Era casado con una hermana de Vicente Huidobro, y le dieron las caballerizas de la casa de Alameda con San Martín, para que se hiciera su casa. La levantó, sin saber que antes allí estuvo el cementerio de un convento de monjas. Las monjas se le aparecían a cada rato”.
Y de Mondaca, que fue rector del Instituto Nacional, y padre de un abogado, integrante de los Cuatro Huasos, también tiene una historia que contar.
Pero por cortesía no puedo despedirme sin que me hable de su preferencia: el derecho de minas.
Y ahí truena:
—El país no sabe lo que le espera. La Constitución del 80, la de Pinochet, dice una cosa acerca de las inversiones extranjeras, y la Ley Orgánica Constitucional, redactada por José Piñera, dice algo distinto. Es espantosa, totalmente contradictoria. Y aquí no estoy hablando de cosas pasadas, sino de cosas futuras. Ya han empezado algunos conflictos. La Corte Suprema se va a ver en apuros cuando le lleguen pleitos por los numerosos errores que esa ley contiene..
Enojado, cita ejemplos, de nuevo vocifera contra los tontos.
Y compruebo que, en realidad, como jurista merece respeto. Ello sin que deje la poesía.
Quiénes son y no son caballeros en Chile
En su libro Esos caballeros de Chile (editado en Francia y que Armando Uribe no desea que se traduzca al castellano, hay muchos recuerdos de la infancia y de la juventud, la que comparte con Carlos Ruiz-Tagle, autor del Joven Laurel. Y, por cierto que uno de los variados personajes, son sus primos Márquez.
En un pasaje relata la mortificación que representaba a alguien que amaba la lectura, con su condición de católico, porque gran cantidad de libros en esos años estaba en el Índex.
¡Cómo no leer a Balzac! Y Balzac estaba en el Índex.
Uribe tenía 16 años y decidió ir a ver al arzobispo y pedirle una licencia para leer a Balzac.
El Cardenal Caro lo recibió un miércoles en la tarde, en la que él no tenía clases. La entrevista no es cordial. Uribe dice que le produjo un efecto negativo, y lo transcribe en la dramática descripción del personaje. Uribe, utilizando la expresión “Eminencia”, le explica su deseo de leer a Balzac. El prelado le pregunta “mirándome fijamente con sus ojos irritados” si él estudia en un colegio católico. Asiente y le hace ver que lleva el uniforme. El Cardenal ya está furioso. “Váyase, váyase”, exclama. “Solicitud rechazada”. Uribe también está indignado. Y en la antesala le dice al seminarista que lo ha llevado a su presencia, que pasará por encima de su permiso, y que leerá a Balzac. Uribe en su enojo recuerda que el Cardenal Caro escribió un folleto contra la masonería, y que él nunca encontró a alguien que tuviera el coraje de decir que lo había leído.
En la página 143, de las 214, Uribe, deja atrás los años de la juventud. Recurre a Neruda para trazar “una línea negra: Aquí nosotros, caballeros de Chile… Allá vosotros, rotos,… pueblo”.
El autor traumatizado por el quiebre de Chile, angustiado por el holocausto, va reflexionando acerca de la textura del chileno. Se pregunta qué somos. ¿Una clase? Ciertamente no. Prefiere el sentido escolar del término: clase primaria, clase de filosofía, compañero de clase… “Cada familia era una clase ella sola. Nosotros no conocíamos
otra ley que el parentesco: Mi primo… el padre de…Ah, la prima de…” Muchos decían, o lo pensaban sin decirlo: “ellos pertenecen a la clase media, son gentes muy ordinarias”. Y sentían que ellos pertenecían a la élite, a las clases dirigentes, a la gente de bien. Y se adjudicaban sinónimos como idóneos, correctos, honestos.
En política, “un caballero podía ser conservador o liberal (aunque no todos fueran caballeros), pero jamás comunista o socialista. En cuanto a los radicales, ellos formaban parte de las conversaciones en los recreos de los colegios en la década del 40, porque varios de ellos, que estaban en el gobierno, pretendían impunemente ser caballeros. En lo que concierne a los jóvenes miembros de la Falange Nacional, ellos no podían en ningún caso, tener derecho a entrar en el mundo de los caballeros. No, un caballero falangista no existía. Pero cuando ya maduros, transformaron su grupo en el Partido Demócrata Cristiano, ellos se convirtieron instántaneamente en caballeros…”
Un traidor infantil
Y fue por su condición de embajador de Allende en China, y su asistencia como jurista en la Conferencia Internacional de Solidaridad, celebrada en Helsinki, Finlandia, que Uribe fue denigrado en Chile. El domingo II de noviembre de 1973, El Mercurio traía una inserción de la Junta Militar de Gobierno, titulada “Campaña Comunista en contra de Chile”. Incluía seis fotos de “traidores a Chile” (Volodla Teitelboim, Alvaro Bunster, ex embajador en Gran Bretaña; Hernán Santa Cruz, ex embajador en las Naciones Unidas; Hortensia Bussi viuda de Allende, ex Primera Dama; Armando Uribe Arce, ex embajador en China Comunista, y Carlos Vassallo Rojas, ex embajador en países comunistas). En el futuro se cuidarían de hablar de China a secas, ya que se mantenían las relaciones. Lo curioso en ese aviso que la foto de Uribe no era la aproximada a su edad de entonces (40 años), sino que la de un adolescente.
—En esa foto tenía apenas quince años. Estoy con el uniforme del Colegio Saint George. Un absurdo. Uno no puede ser traidor a la Patria a los quince años.
—¿Y a qué atribuye que hayan publicado esa foto?
—Un primo mío, y también primo de mi mujer, Alfonso Márquez de la Plata, llevó a la Junta la revista del colegio en la que yo aparecía. ¿Por qué lo hizo? Porque desde niño no brilló por su inteligencia. Y aquí pasamos ai gran problema de todos los países. El problema político se define según sea el grado de tontos.
-¿En Chile hay muchos?
-Demasiados. Puede haber cierto grado de corrupción, pero en ese aspecto católicamente me abstengo. Lo grave son los tontos, y los que son completamente tontos. Y esto viene desde el siglo pasado, desde Diego Portales. Yo le digo Diego no más, por reservas políticos. Pero él tenía algo que lo caracterizaba: era completamente contrario a los tontos. Y hay varios grados. Entre los tontos graves y los tontos tontos, me quedo con los primeros. Pero hay otros peores y lamentablemente en Chile están predominando; son los tontos insolentes e ignorantes, que tienen la insolencia de la ignorancia. Y, además, sufrimos la siutiquería en la vida política y en la vida social. Basta ver las fotos en las páginas dedicadas a los cócteles y recepciones. Y si uno acude a ellas, el testimonio es peor. Recientemente en un matrimonio, el padrino bailaba vals con la novia. ¿De dónde sacaron eso? De las películas norteamericanas, de El Padrino.
“Aclaro que no tengo nada contra los siúticos. Participo de la opinión de Carlos Vicuña Fuentes, de que la siutiquería ha cubierto a toda la sociedad funcional chilena. En su libro La tiranía en Chile habla de los siúticos egregios. Pero eso era hace 60 años. Lo terrible es que ahora hay siúticos pichiruches”.