Por José M. Carrera
Hace unos años me dije muy seriamente, de esta compañera cantautora Alexandra Acuña tengo que escribir algo. Ella sigue vigente cantando en diversas actividades políticas y solidarias. La invitan a cantar los compañeros y ella siempre acepta. ¿Sabrán quién es ella? ¿Sabrán los lugares que ha recorrido con su canto? Apuesto que no. Entonces conozcamos y hablemos de ella.
La primera vez que la vi cantar fue en Nicaragua, a pocos días del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979. Veníamos saliendo de la guerrilla. Se nos acercó modesta, tranquila, sencilla y se quedó en nuestras vidas para siempre con su canto tierno, frágil y la firmeza de contenidos esperanzadores y libertarios. Hoy la vemos cantar permanentemente en actos pequeños y grandes en Chile, entonando canciones nicaragüenses, salvadoreñas y chilenas. En nuestro país se acostumbra a organizar actos en los territorios y calles populares, en sedes sociales o políticas y se pide el concurso imperioso de artistas populares, sin “poner ni uno” obviamente, como decimos nosotros, y ellos siempre están disponibles (son tantos estos compañeros y compañeras artistas que sería imposible nombrar aquí). Y la entrevisté un día…
Alexandra se autodefine como “trabajadora de la cultura”, impresiona con su hermosa voz, pero más aún con su calidez humana, el compromiso social y revolucionario de su arte.
Su nombre completo es Alexandra Ninoska Acuña Moya, y ante la pregunta de cómo se vinculó con Nicaragua responde segura: “Qué bueno que me hiciste esa pregunta, a mí me interesa que mis amigos del alma me conozcan, y que sepan también de donde salió esta locaria que de repente, un día, se encontraron en Nicaragua”.
Nos cuenta que se fue de Chile en 1974, después del golpe. Estaba con una guagüita, Eloy. Casada con un compañero de la Escuela Experimental de Educación Artística, Víctor Canifrú, cuyo padre era el interventor de la fábrica FES, fabricaban envases, quedaba en el Cordón Cerrillos en la época del gobierno de la Unidad Popular. Víctor era encargado cultural y juntos estudiaban Pedagogía Musical en la Universidad Católica con una beca. Estaban vinculados a la práctica política como muchos jóvenes estudiantes en esa época a la Unidad Popular. Participaban en los trabajos voluntarios, recogiendo papas, sacos de azúcar, en Concepción, en Talca y después en Tregualemu, Cobquecura y Dalcahue.
Al momento del golpe militar de 1973, su suegro resistió dentro de la fábrica con los trabajadores, Alexandra se tuvo que esconder, porque ya era madre, los milicos golpistas pedían que se presentara toda la familia en esa época. “Nos escondimos, nos camuflábamos, estuvimos en eso casi un año, Víctor también se hizo clandestino, saltando paredes de casa en casa, entre parientes, arrancando con mi hijo recién nacido, hasta que al suegro lo apresaron, torturaron y después le dieron la posibilidad de salir del país.” Desde la Vicaría de la Solidaridad, se hicieron todos los contactos para que se fuera del país y lo expulsaran. Seguir en la cárcel y morir en ella o salir fuera, eran las alternativas. En ese momento el único país que recibía a los chilenos era Costa Rica, así que se hicieron los trámites y salieron, ella, su hijo Eloy y la familia de su esposo. “Mi familia se quedó en Chile, eran socialistas, según ellos, pero de esos muy tibios, desde muy joven todas las cosas que hacía eran a escondidas, incluso mi militancia en las Juventudes Comunistas también.”
En Costa Rica siguió su militancia vinculándose al partido Vanguardia Popular, que era el partido comunista en Costa Rica. Se integraron a los trabajos de solidaridad, y así se contactaron con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN. “Empezamos a trabajar en cosas más concretas, -gracias a la formación que nos había dado la Jota”-.
Decidió con varios compatriotas, luchar no solo por Chile y se integró al FSLN. Poco a poco fueron dejando a un lado la militancia de la Jota. “Ellos nos pedían otras cosas. Nosotros estábamos todavía en el análisis de la situación chilena, pero pensábamos que era mucho más importante un pueblo que estaba organizándose para la toma del poder”. Argumenta que “en el Frente Sandinista desde su fundación siempre dijeron que la lucha era para tomar el poder y obviamente eso nos comprometió, pensando en nuestro Chile. -Pucha, si ellos podían, ¿por qué nosotros no?, debido a que en Chile había una dictadura tan atroz como la que había en Nicaragua”.
Empezaron nuevas tareas. Su casa pasó a ser casa de seguridad, se vinculaban con combatientes, con gente que llegaba a sanarse, heridos. “Por supuesto que avisamos a la Juventud y al Partido y ellos estuvieron plenamente de acuerdo. Nos dejaron libres.”
Después las tareas de solidaridad fueron el canto en diferentes frentes. Uno de ellos, Radio Sandino, que era la radio que transmitía clandestinamente para Nicaragua y los combatientes. “Nos contactamos con Luis Enrique Mejías, grabamos varias canciones con él. Una de las más importantes la hicimos cuando cae combatiendo en el Frente Norte la compañera Arlen Siu, una muchachita nicaragüense que también cantaba. Entonces Carlos Mejías hace una canción en su honor que llamó “El cenzontle pregunta por Arlen”. Convocan a Alejandra a ser dúo de Luis Enrique. Graban clandestinamente la canción, la que fue conocida a nivel internacional. Mostraba a la mujer en la lucha militar para combatir a la dictadura de Somoza.
– ¿Y qué sentiste cuando triunfó la Revolución Sandinista?
– Fue una alegría tremenda. Enseguida nos dijeron, ustedes trabajarán en el Ministerio de Cultura. La verdad es que a mí me pasan cosas increíbles cuando tengo emociones muy fuertes. Se me nubla todo y no me acuerdo de nada, solamente actúo. Agarré a mis dos cabros chicos en una micro que nos venía a recoger para llegar directamente al Ministerio de Cultura de Nicaragua. No lo pensé, todo lo que tenía en Costa Rica se perdió, viajamos con una maleta y lo demás iba a llegar, pero no llegó nunca y no me importó, yo estaba feliz. Allá estaba Víctor que nos esperaba y llegué con mis niños, con lo puesto prácticamente, me destinaron al Departamento de Investigación Folklórica, porque soy Técnico en Arte e Investigación Folklórica”.
Empezaron a trabajar inmediatamente. En julio, como dos días del triunfo, “el ministerio tenía el puro nombre”. Recién se empezaba a formar, a formar las Áreas culturales y los Monitores. Fue parte del primer grupo de profesores que conjugaban los principios sandinistas con el rescate y recopilación de las manifestaciones folklóricas y populares de la cultura nicaragüense. Era una revolución, había que hacerlo todo nuevo, “altiro como decimos nosotros los chilenos”.
Para los sandinistas, Alejandra era una compañera respetada que conocía Nicaragua y su cultura. Había estado con ellos. Se integró como cualquier nica más a las milicias populares cuando empezaron a organizarse. Recibían instrucción para la defensa de la cultura, la producción y la revolución. “Nosotros andábamos en el terreno mismo. Íbamos a cualquier lado, en cualquier parte del país, nos llevaba fundamentalmente el Ejército Popular Sandinista y en el habían compañeros chilenos que combatieron contra la dictadura, era mucho más linda y rica la relación. Eran y son por siempre mis hermanos”.
-Alejandra ¿cómo fue que te vinculaste con ellos?
Se pone seria y contesta.
-Uuy, exactamente no me acuerdo. Fue muy sutil, porque ellos no preguntaban nada, ni nosotros preguntábamos nada. Entendíamos que debíamos cuidarnos. Los nicas a nosotros nos protegían mucho. De hecho, nosotros casi no tenemos fotos. Digamos, las tareas que nos encomendaban de diferentes tipos dentro de las Brigadas Móviles de Cultura y de milicias quedaban en el hecho solamente, las fotos no era un factor de importancia para nosotros. Todos sabían que en Chile había una dictadura y los agentes de la DINA estaban en todas partes. Con los chilenos era un cariño inmenso, bueno saber que eran compatriotas, que habían estado a la par en la lucha insurreccional, en la toma del poder de la lucha nicaragüense, para nosotros era muy importante. Veíamos a todos estos compañeros como nuestros líderes, más que compañeros, súper grandes, con mucho respeto, con mucho criterio político, con mucho conocimiento en el arte de la guerra. También eran nuestros líderes, y no sabíamos que iban a ser nuestros líderes más adelante, aquí en Chile. Así lo sigo considerando”.
-¿Conociste chilenas allá?
-Claro que sí- dice-. Chilenas combatientes, había una excelente compañera en el Ministerio de Cultura, militante del MIR, Cecilia Leblanc. De ella guardo muchos recuerdos. Éramos las dos únicas chilenas en el ministerio. Trabajábamos en distintas áreas, Cecilia en Planificación y Proyectos; y yo en el área artística fundamentalmente. Con ella recibíamos en las Brigadas Móviles de Cultura y las Milicias la preparación político militar y cultural. Los instructores eran los compañeros del Ministerio de Cultura y con los chilenos recibíamos información de lo que sucedía en Chile, así estábamos al tanto de lo que aquí pasaba. Hablo de los compañeros combatientes chilenos, y ello dentro de los límites obvios que tenían acerca de lo que debíamos saber y con la compartimentación necesaria debido a la situación que vivíamos.
–Alejandra, cuando estás en un escenario siempre recalcas que eres una trabajadora de la cultura. Háblanos del papel de la cultura y de cómo se crean las canciones que comprometan el pensar.
-Mira eso es muy especial, ¿qué significaba eso? Que nosotros, como cantores, como artistas, en todas las áreas artísticas, no solamente en la música, en teatro, en danza, que se yo, literatura en fin. A nosotros se nos entregaban tareas, yo en Nicaragua tenía responsabilidades mayores dentro del Ministerio de Cultura, en un área de formación de nuevos artistas aficionados, que era tratado por los centros populares de cultura. Viajaba por todo el país revisando justamente eso, pero aparte de eso teníamos otra tarea, que era la ASTC, Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura. Ahí se nos asignaban tareas artísticas, por ejemplo se empezaron a crear grandes obras musicales, mixtas, de música, teatro y danza. Como te decía, se nos asignaba un tema y nosotros pasábamos todo el día creando, era trabajar en la creación musical con plazos de tiempo acotado, y no nos dejaban libres. Se chequeaba los avances, si teníamos problemas, es decir era una preocupación real de lo hacíamos como trabajador de la cultura, no un artista como lo concebimos aquí con lucecitas en la cabeza.
-¿Y qué hacías? ¿Cómo era ese trabajo de cultura?
-Las pegas eran crear para apoyar las tareas de la revolución. Tanto así que, si había que apoyar las tareas de defensa, se creaban canciones para apoyar la defensa y la producción, por ejemplo. En Nicaragua estábamos sometidos al continuo hostigamiento del imperialismo gringo. Estuvimos muchas veces a punto de ser invadidos, preparados para cuando casi nos bombardearan; pasaban los aviones estos, el famoso “pájaro negro”, que era un avión espía que pasaba continuamente en un cierto momento del proceso, espiando y buscaban cuáles eran nuestros puntos más vulnerables para atacarnos. Entonces nosotros teníamos que afinar mucho más las tareas de la defensa, por ejemplo de la integración de la gente a la milicia, o la preparación de hacer refugios donde, en un momento de un bombardeo o de una guerra más generalizada, pudiéramos responder de una mejor manera, con defensa y con producción, que era lo más importante en esos momentos”.
-¿Y qué hacías con tus hijos en esos momentos?
-Uuy, ellos estaban en el colegio chiquititos. Vivían también en movilización, nosotros siempre estábamos movilizados en diferentes lugares del país, cumpliendo con esto que te digo, defensa y producción, porque cantábamos y también producíamos: cortábamos café, cortábamos algodón, la caña de azúcar, o sea nos tocaban todas esas tareas independientemente que fuéramos artistas y mis hijos quedaban, la mayoría de las veces con nuestros compañeros chilenos, en las casas de esos compañeros chilenos combatientes. Ellos tenían un lugar donde vivían, un centro de operaciones, supongo, y ahí quedaban mis hijos al cuidado de ellos, cosa que yo agradezco. Sino habría tenido que andar con mis chavalos a cuesta lo que hubiera sido imposible”.
-En Nicaragua eso le sucedía a todo el mundo, era un pueblo movilizado- continúa Alejandra-. Todos en acción, no había nadie que estuviera ajeno. En esa época nacieron varias canciones, las tenemos grabadas, Eloy, mi hijo tiene todo eso, por ejemplo había canciones para el café, para el corte de caña, hubo canciones de carácter internacionalista para apoyar la lucha del pueblo salvadoreño, muchas canciones. Y como te decía en esos momentos en que el “Pájaro negro” pasaba y que estábamos a punto de ser bombardeados, Nicaragua se avocó una tarea muy hermosa, la de “volcarse a las raíces” cachai. Dentro de la comida por ejemplo, era el maíz, fundamentalmente el maíz, todo lo que se hacía del maíz, la tortilla de maíz, dulces y cantidades de alimentos. Entonces nosotros tuvimos que crear también ahí. Yo hice una canción que se llama, la “Diosa Xilonem” que es la diosa del maíz, que está grabada. Entonces cada uno de nosotros, los trabajadores de la cultura, teníamos dos o varias canciones para apoyar esas tareas, y dentro de ellos, recuerdo, estaba Salvador Cardenal. Salvador Bustos que tiene esa canción que ahora es un clásico en Nicaragua, la canción “Sin Rodillas”, era como decir nosotros nunca de rodillas, siempre de pie y apechugando con la revolución. Y nosotros, además, pensando en Chile. Otra cosa: nosotros nunca pensamos en la muerte, a pesar de que estuvimos en lugares increíbles, donde fácilmente podíamos haber quedado ahí tirados, pero gracias a la preparación que teníamos y a la disciplina a la que se nos sometía podíamos salir adelante. Los compañeros del Ejército nos llevaban a diferentes lugares y todos gustosos participábamos. No éramos los únicos, siempre integrados como cualquier nicaragüense. Una vez fuimos a una colonia en la frontera Norte donde se cortaba café. Eran lugares de pasillo de la contra revolución. Ahí cortábamos café con el fusil al hombro y dispuestos en cualquier momento a entrar en combate. Esos bandidos entraban y salían destruyendo las UPE, que eran las Unidades de Producción Estatales, porque la Contra las destruía. Para mí esas fueron tareas de mucho aprendizaje.
–Los nicaragüenses conocían y querían a nuestra Gabriela Mistral, el General Sandino en su tiempo la nombró embajadora plenipotenciaria de su ejército antiimperialista, de su “pequeño ejército loco”, como lo definió la propia Gabriela.
-Es cierto- dice Alejandra. -Recién en este tiempo se empieza a conocer de su obra, por así decirlo. Creo que ha sido una de las mujeres valientes y auténticas, importante dentro de la cultura, no solo chilena si no latinoamericana. Es una de las que más conciencia latinoamericanista ha tenido y de la lucha de cada uno de nuestros pueblos. Fue una mujer muy perceptiva. Se interesaba no solo por conocer lo regional, de lo que era la mujer y el papel de la mujer revolucionaria en definitiva. Me tocó andar en las brigadas móviles de cultura en la cual fui jefa de una escuadra de mujeres también, la bautizamos como las “Uyuyuy” de la que guardo un excelente recuerdo. Niñas-mujeres muy lindas y yo les hablaba de la Gabriela Mistral, incluso les enseñé ese poema que decía “piececitos de niño azulosos de frío, como os ven y no os cuidan Dios mío”, y ellas maravilladas porque no lo conocían y no habían oído hablar nunca de ella y en las noches platicando, esperando a sumarnos a la tarea de vigilancia, en los puntos que nos asignaban en el campamento, ahí conversábamos de repente un rato, estábamos listos para irnos ya, y yo les contaba todas esas historias y ellas se recuerdan aún de la “jefecita” porque yo soy chiquitita. Entonces Gabriela Mistral es muy importante, nunca he musicalizado nada de su obra pero siempre ha estado muy presente en mi conciencia.
-Bueno, Chile se venía acercando…
-Claro- salta pensativa-. Se me fueron despareciendo mis compañeros chilenos. Era angustioso, fue fuerte. Igual entendíamos lo que sucedía, nos podía suceder allá o aquí, en cualquier lado, de no vernos más. Cuando yo regresé era divertido porque, me decían: “Bueno, tú vas a regresar a Chile. Si ves algún compañero allá, tú no le hables a ninguno, absolutamente a nadie. Y si el compañero no te habla, tú no le hablas”, y yo entré en esa dinámica. Veía de repente a compañeros y si no me pescaban, entendía por supuesto y tampoco les hablaba.
La lucha del pueblo salvadoreño
“A mediados de los ochenta, les pedí dos cosas a mis compañeros: una, venirme a Chile. Sabía que internacionalistas chilenos ya estaban acá en el país, quería integrarme a la lucha. Un compañero me dijo, no me acuerdo si fue el “Pope”, no recuerdo si fue él, así con esa forma firme y clara que tiene: ¡No compañera! ¡Usted tiene que seguir aquí, porque debe seguir cantando, aprender y después contar todo lo que vive aquí! Eso nunca se me ha olvidado. El otro día precisamente lo estaba recordando. Esa fue la respuesta que me dieron cuando pedí lo primero. Y segundo, pedí irme a El Salvador, tenía en ese momento ya dos cabros chicos, dos hijos. Pero tenía ese fervor de querer participar, de ser un actor más dentro de todos estos cambios sociales, no podría nunca negarme a eso”.
“Yo después de Nicaragua, me fui a El Salvador, a trabajar con el FMLN, debíamos ir a construir un Centro Cultural en San Salvador, cuando estaba empezando el proceso de los acuerdos. De hecho, antes de eso, fuimos a un festival en una zona liberada en El Salvador, Perquín. Fue el primer festival que se hacía, trabajaba con la Banda Tepehuani, que eran compas del FMLN. Hacíamos trabajo internacional financiero para conseguir fondos para la organización. Con ellos nos dieron la tarea de formar el centro cultural que se llamó “El Quinto Sol”. Ahí fuimos con todo. En ese momento quedé embarazada, había perdido una hijita en Nicaragua y tuve a mi Jhonny, mi hijo menor, él es salvadoreño. Levantamos una casa que estaba hecha leña, rehicimos muros, conseguimos arena, palas, con carretillas, y la levantamos. Estuvimos dos años más o menos. Ahí regresé nuevamente a Nicaragua y ya me dije: “No más y me voy a Chile”. Hablé con los compañeros del Frente y les dije que yo me volvía a Chile, que era lo que siempre había querido. Allá ya estaba todo hecho. Bueno, no todo, pero lo que uno pudiera haber entregado ya, pensaba que era suficiente y quería venirme a Chile, estar con los chilenos y ver que se hacía.”
En Chile
“Aquí llegué con mis tres hijos, Eloy, Ariadna y Jhonny. Estaba el gobierno de Aylwin, en el año 94. Yo caché inmediatamente, en esas cosas así de piel, a lo mejor uno viene muy sensible, con mucha experiencia de diferentes cosas vividas, con objetivos de vida tan diferentes a lo que el capitalismo somete, me di cuenta que esto no era democracia. Yo llegué acá como nicaragüense, los nicas me habían dado la nacionalidad. El primer parón que me hicieron fue el de declararme ciudadana apátrida, que yo no era ni chilena y tampoco nicaragüense. Me mantuvieron así como dos años, como apátrida. Una abogada me consiguió los papeles, es que no me querían dar la nacionalidad por ningún motivo, o no me la querían devolver. En ese stand-by, no sabía qué hacer, o me van a dejar o me echan, que sé yo. Al final me regresaron la nacionalidad chilena, ahí ya pude sentirme pisando más seguro.”
“Empecé a ver qué hacía y de qué vivía, porque llegamos como se dice con las patas y el buche, sin nada más que las buenas intenciones, esta misma que me ayudó a recuperar mi nacionalidad, nos dio casa, un departamento que era de ellos, en Santa Rosa, en la comuna de San Ramón. Ahí vivimos como seis años, empecé a trabajar, como no podía contactar a mis compañeros, empecé a integrarme sola. El primer trabajo que hice fue meterme con los niños, formé un taller de niños, de música de niños, que estaban en una situación muy vulnerable por la droga, ya estaba entrando a carcomer el sector de San Gregorio, tratábamos de rescatar a los niños mirando y haciendo lo que se hacía en otros lugares, porque cuando yo me fui eso no existía. Fue tanto el burumbumbun, que alcanzó el taller, que todo el mundo quería participar, hacíamos actividades en los patios, recuerdo que la Municipalidad me entregó un reconocimiento, como de promotora del trabajo con los niños, por ahí lo tengo guardado, y eso fue por iniciativa propia. Yo creo más en la autogestión y el apoyo, eso es lo que aprendí a hacer donde anduve.”
-Alejandra, te fuiste de Chile el 74, volviste el 94, veinte años después ¿qué sensación te dio al volver?
-Chuta era como llegar a un país nuevo, uno que yo no conocía. De hecho, a nivel físico, un país muy cambiado, yo me perdía. Y a nivel humano, la gente había perdido esa cosa bonachona que tenía el chileno, ya no existía, debido obviamente a los años de la dictadura, donde nadie confiaba en nadie, todo el mundo te miraba, así como súper raro. Yo venía además con un acento súper pegado nicaragüense, era mucho más el rechazo. Sentí mucho rechazo por parte de los chilenos, de los que a primera vista me veían; no todos por supuesto. Los que sabían que venía de Nicaragua, en las poblaciones fundamentalmente, el cariño era muy grande, me hacían preguntas, querían saber que se había hecho.
Alejandra se vino a Chile cuando ya había perdido las elecciones Daniel Ortega, estaba la Violeta Chamorro de Presidenta, cuenta que ese tiempo fue terrible, ella seguía dando clases en la Escuela Nacional de Danza, “ya la ASTC había muerto, íbamos a trabajar por nada, intentábamos mantener y mantener hasta el último todo, trabajábamos sin sueldo, me acuerdo que me sentaba en los patios de la escuela, se me caían las lágrimas de pensar en todo lo que habíamos pasado y construido, todo lo que se estaba perdiendo con esos desgraciados que llegaban de nuevo al poder. Pero, bueno son experiencias, no se me ha olvidado nada, lo tengo muy presente así todo, tanto lo aprendido como lo perdido, pero perdido entre comillas; hay cosas que no se pierden, hay cosas que un pueblo lo guarda en la memoria para siempre.”
Reflexiona ante nosotros esta valerosa mujer: “Yo de repente miro para atrás y porque es bueno mirar lo que uno ha hecho, por lo menos para saber si alguien te está siguiendo (jeje) o si tienes sombra, y cuando miro, así las cosas, te juro que no entiendo cómo uno se dividía en tantas mujeres, mujer madre, mujer trabajadora, mujer combatiente, mujer esposa o amante o lo que fuera. O sea eran tantos papeles, que yo te juro que yo no sé cómo hacía, recuerdo que hacía cuatro o cinco cosas a la vez y de repente miro acá a la juventud, acongojados porque tienen que hacer hartas cosas en un trabajo de mierda que empieza a tal hora y termina a tal hora y están absolutamente amargadas.”
De repente me dice, que nuevamente hace hartas cosas, ha aprendido que, el que mucho abarca poco aprieta, eso sí. Cree que cuando uno se integra y organiza con convicción y en colectivo puede abarcar muchas tareas a la vez.
Hoy hago un montón de cosas, “sigo activa hasta que pare la chalupas, creo”.
Trabaja en un colegio en la parte administrativa, hace clases, ha trabajado con niños en situación de riesgo social, con esa problemática de relación a las drogas. Sigue cantando, creando, trabaja con su hijo Eloy, él la acompaña en los escenarios, recopilan canciones que tenían guardadas.
Con convicción nos recalca: “Mira, aquí hay mucha gente que realiza actividades culturales, primero decir que políticas culturales en este país no existen y por otro lado creo que nosotros los trabajadores culturales andamos como muy en la nuestra, yo lo hablaba con Eloy justamente hoy, hasta cuando nosotros no seamos capaces de unirnos, hacer un frente común férreo respecto a la cuestión cultural, no vamos nunca a lograr nada cada uno por separado, PORQUE REPETIMOS EL ESQUEMA AL CUAL NOS SOMETE EL CAPITALISMO. La formación artística no es valorada por las cúpulas de poder, no es considerada importante dentro de la formación general, se le resta importancia a la sensibilidad que es la que permite tener una mirada crítica con respecto a los derechos humanos y fundamentales del hombre y de la mujer, de los estudiantes, los trabajadores, obreros y por eso que estamos muy mal, a pesar de haber gente en el ámbito cultural que está haciendo cosas bellas, muy importantes. En esa situación estamos.”
“Creo que hay dos sistemas que son completamente contrapuestos, el sistema capitalista y el sistema socialista. Obviamente personas como nosotros, que fuimos formados como aprendices de revolucionarios, seguimos bogando por un sistema socialista o llámese como se llame o se quiera llamar. Tampoco se trata de trasladar experiencias de otros países a Chile. Nosotros tenemos que encontrar nuestras propias formas, pero si es importante que exista una teoría que lo fundamente, el socialismo, pero es importante tenerlo en mente, con el sistema capitalista sí que no concordamos para nada.”
Alejandra Acuña, está convencida que la cultura puede ayudar a unirnos, ya que recoge el pensamiento del pueblo y lo que tiene el pueblo para manifestar su capacidad creadora y observadora de la realidad que le toca vivir.
“No creo en diputados ni senadores acomodados para su bienestar y sus compadrazgos; detesto el “arreglín” entre poderosos, CREO EN QUE EL PUEBLO TIENE CAPACIDADES INFINITAS Y QUE SU FORMA TRANSVERSAL ES LO LEGÍTIMO PARA LA TOMA DE PLANTEAMIENTOS DE TODO TIPO. En las poblaciones, donde están las organizaciones sociales han sido capaces cada vez con más fuerza ir poniendo las prioridades a los asuntos de importancia en salud, vivienda. etcétera y en poner en alto las banderas de rescatar la Memoria y la Justicia para con los detenidos desaparecidos y los que siguen cayendo como combatientes anónimos en esta seudo-democracia. Creo que en esos movimientos es donde existe cultura realmente, y nosotros debemos crear en base a lo que piensan estas bases, valga la redundancia: nuestro pueblo existe, no estamos pensando en lo que piensan las izquierdas tradicionales chilenas, o las que han sido cómplices en los gobiernos de turno del ladronaje criollo que han traicionado la confianza de su pueblo. No nos representan, nunca nos van a representar si forman parte de la nebulosa de las élites, los olimpos del poder alejándose de todas las demandas del pueblo que siempre estará en la base, allá abajo, con los pies en la tierra.”
“Tuve la oportunidad de conocer hombres tan grandes, compañeros que después de haber sido combatientes internacionalistas llegaron acá a Chile y se integraron a la lucha del pueblo chileno en contra de la dictadura, y no eran de salón, no ingresaron a los partidos políticos para ocupar un puesto en el senado o qué sé yo. Eran compañeros que estaban al lado del pueblo, defendiendo o recuperando lo que el pueblo debía tener. Entonces yo no quiero llenarme la boca diciendo que conocí al compañero tal y cual, para mí son mis hermanos y de los hermanos uno tiene un respeto absoluto y total. Yo solamente los recuerdo como referentes míos de lucha, de conciencia, de honestidad, de claridad y jamás los someteré a enjuiciamientos, de boca en boca, los quiero mucho, profundamente.”
“El otro día me encontré con una hermana de Raúl Pellegrín, de nuestro querido compañero, nuestro “soldadito”. A él lo abracé muchas veces, lo quise como a todos. En una actividad político cultural, una niña me abrazó y me dijo: “Yo soy la hermana de Raúl, (yo no la conocía) él me habló tanto de ti, me dijo que te quería tanto, que te admiraba”. Yo dije: ¡Dios mío! Cómo él me va a admirar a mí ¿cachai? Yo que era simplemente una más, pero son esas cosas lindas, hermosas, que un compañero de la altura de él, que alguien de su familia te diga eso, para mí es impagable. Con eso mi absoluto respeto y cariño y nunca jamás andar vanagloriándome o nada por el estilo por el solo hecho de haberlo conocido. Para mí son los tíos de mis hijos, porque los conocieron ampliamente como te ido contando en el relato, ellos los cuidaron cuando nosotros debíamos ausentarnos, son mis hermanos.”
-¿Para terminar Alejandra, cómo ves a Chile hoy?
-¿Chile? Lo que puede percibir y que de repente me han dicho. Yo quisiera que las cosas mejoraran, pero lo que veo es que se agudizará esta lucha de clases y a lo mejor ahí tendremos más claridad para saber para dónde vamos. Porque en estos gobiernos de mierda, mentirosos, donde sucede todo esto de la corrupción, engaños, de repente los que ofrecían defender los postulados del pueblo y la memoria de Allende incluso, resulta que son los enemigos del pueblo. Yo te digo y lo siento así por lo que he conversado con compañeros y amigos que están inmersos en la actividad cultural en las poblaciones digamos, al margen de todo este ministerio de cultura mentiroso y clasista. Hay gente muy buena, muy linda, nuestra gran debilidad, andar cada uno por su lado y no entender todavía que el trabajo cultural, es un trabajo y no el lugar donde nos vamos a hacer famosos conquistando batallas que nunca hemos ganado. El trabajador cultural es una persona que está comprometida con las luchas de su pueblo y sus conquistas al fin y al cabo. Siempre uno más con una tarea concreta.”
Para esta artista popular, admiradora de Violeta Parra y Víctor Jara, cantautora de calles y escenarios, y de países podemos decir, se ve como parte de una bandada de pájaros que quiere la libertad no solo para Chile, sino para todo nuestro continente Latinoamericano. La tarea continúa dice con fuerza. El canto continúa y la arboleda empieza a dar flores y luego frutos, señala con la misma dulzura que es impronta en su canto.
Comparte la visión de Violeta, los cantores populares deben ser los leños que siempre estén prendidos, para que esa llama que nos dejaron los que han caído en combate por amor a esa esperanza, no se apague jamás.
Alejandra forma parte del grupo de mujeres cantoras chilenas “Herencia Rebelde”, es profesora de Música y de Arte, fundadora del Ministerio de Cultura de Nicaragua, tiene estudios como Técnico en Artes en Música e Investigación Folclórica, Pedagogía en Música y Rítmica Corporal aplicada a la Danza. Su trabajo cultural y musical lo ha realizado en Costa Rica, Nicaragua y El Salvador. En giras artísticas ha estado en Rusia, Alemania, Suecia, Canadá, Dinamarca, Cuba México, Argentina y Noruega. Y sigue cantando y creando en Chile.