La derecha, su YAVAR, su espejo

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Por Bernardo Colipàn Filgueira

 

 La derecha siente asco de sí misma, cuando escucha la opinión de su senadora. En las palabras de la Doña puede ver su grotesca desnudez. Y se siente incómoda frente a su espejo. Frente a su Yavar donde puede ver su propia miseria.

Su rostro sin colágeno y sin botox capilar. Sola, frente un rostro seboso y sin crema de arrugas antigravedad. El espejo/ Cordero en el centro de su verruga republicana.

Sentada en el mejor sillón de su bunker almidonado . Su lucero flaite. El último que se guarda y el primero que aparece en su amanecer. Acechante, siempre provocadora.

Con marcos de lentes rojo /hipster. La derecha sabe que tiene todo el poder. La dictadura perfecta del partido único.

Tiene las dos cámaras para gobernar. El resto de sus partidos ( Udi/pc), saltan cada vez que sienten el chasquido de su látigo. Lo tienen todo. ¿Qué más quieren?

Si, hasta el presidente que votamos también les pertenece. Pero siempre van por más. Pero el peso del poder no es gratis. Pues tienen que cargar con su propio Yavar. La molestia por los dichos de su Yavar, no les da el impulso para condenar al policía, que con un disparo certero en el cráneo de Fabiola, la condenó por vida a una ceguera sin fin.

En el fondo, el rudo corazón popular de Fabiola les molesta. Se sienten más a gusto, cuando sus morenos se ubican en el lugar de siempre. Lejos de la asamblea popular, pero cerca de su jardín patronal. Lejos de la marcha popular, pero en su patio cortando leña para el invierno que se viene.

Los morenos en festejos: No. No, los quieren en fiesta. Sólo trabajando y votando por ellos. La morenidad edulcorada los seduce. Por eso usan el Protector Solar de Rostro de La Mer Daily de $ 126.000. Pero la derecha también se emociona. Su Yavar sacó la lengua y soltó toda su psiquiatría ponzoñosa. Y tuvieron que salir al paso. No vaya a ser cosa, que su voto plebeyo se enoje y cambie de opinión. Siempre se cuida del rencor sedimentado del pobre. Pero están tranquilos. La última votación les da confianza. Saben que al otro lado del río, que separa la ciudad limpia de la comuna sucia. Duerme anestesiado el culebrón plebeyo. Total, bastan dos memes para hacer cambiar su opinión. Pero no advierten, que en el último rincón de la escala cromática, se llega al rencor popular, al ilkun mapuche que hierve subterráneo. Como un magma social, que a lo mejor no va cambiar las estructuras. Pero será capaz de provocar una gran tempestad, al momento final de de la dialéctica del odio y del rencor patronal.

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