¿Cuándo cumple años: el 22 de octubre o el 5 de noviembre?
Nací el 22 de octubre, pero parece que cuando me vio nacer, mi viejo dijo: “¿Qué hacemos con este pibe? Antes de tirarlo, aguantemos un poco” (risas). Lo que pasó es que a los dos días de nacer, mi viejo fue a Tucumán por trabajo, y cuando volvió, había pasado la fecha permitida para anotarme, no lo dejaban y no le quedó otra que hacerlo como si hubiera nacido ese día. Aunque en todos lados aparezca que nací el 5 de noviembre, siempre festejé mis cumpleaños el 22 de octubre. Igual, si me llaman el 5, agradezco.
Apodo de pibe
… Cito, creo que por Cesarcito, nunca lo supe. De pibe, mi viejo me decía que me lo habían puesto por un futbolista que gambeteaba y él admiraba, Zito “La Bordadora”. Cuando en la calle escucho Cito, seguro que viene de alguien de mi barrio, ni siquiera de Rosario. Después, pasé a ser El Flaco para todo el mundo, salvo para mi gente. Para ellos seré siempre Cito.
¿Vuelve a Fisherton cada tanto?
Volví seguido hasta hace un par de años, pero ya no, me da una gran tristeza. Dejé de hacerlo cuando murió mi mejor amigo, Chacho Rena. Eran dos hermanos, Agustín y Chacho. Agustín fue delegado de La Fraternidad, militante del Partido Comunista, y me refugié en la casa de ellos cuando murió mi papá. Era muy pibe, tenía 16 años, ahí me cuidaron como nadie.
¿De qué lo cuidaron?
Yo iba al colegio nocturno, al Industrial N° 4, y cuando murió mi papá, en septiembre del 55, dejé de ir y quedé libre por faltas, y ellos me obligaron a rendir las materias. Yo estaba mal. Era una edad confusa, empecé a juntarme con gente grande, a ponerme trajes, me peinaba a lo Gardel para que me dejaran entrar a los lugares. A mí me salvaron dos cosas en ese momento: aquella casa de los Rena y ser un enamorado del boxeo. Tirar guantes me permitió escuchar comentarios como: “Este era un crack pero el chupi lo perdió”. Y yo empecé a decir: “Puta, si quiero ser algo en la vida, tengo que cuidarme”.
¿En qué lo afectó la ausencia de figura paterna desde tan joven?
En todo, me quedé solo, soy hijo único. Antonio, mi viejo, era un gran deportista, había boxeado con los grandes campeones de Rosario, jugaba al fútbol, bailaba como los dioses, un personaje muy especial. Murió a los 51 años de cáncer. Fumaba mucho, fue dramático. Recuerdo un mediodía, estábamos en casa, mi vieja trajo la comida y empezamos a hablar. Le dije: “Papá, te veo mejor”. Y se puso a llorar. ¡Mi viejo llorando, loco! “Este médico se cree que soy boludo, se pasó diciéndome 4 años que no fume más y ahora me dice: ‘bue, si te gusta tanto fumar, fumá’. Si me dijo eso es porque me estoy por morir”. ¡Eso dijo el viejo! Uhhh, un drama… Tenía 16 años, pero sabía bien qué era el cáncer.
¿Su padre militaba?
Mi viejo era peronista, a mi casa la balearon dos veces. Teníamos una casa grande que hizo mi abuelo, en Boulevard Argentino y Donado. Arriba había dos habitaciones, y cuando mi viejo salía por trabajo, yo dormía con mi mamá. Una vuelta, el viejo llegó a la noche, prendió la luz y empezaron a sonar los tiros. Desde entonces, adoptó como precaución que al prender la luz, nos tiráramos al piso. Pensaba que era al pedo, pero volvió a pasar. Eran disputas internas del peronismo.
¿Qué es Unión Americana?
Y… el club de mi barrio, ahí jugaba al básquet y, según dicen todos, lo hacía mejor que al fútbol. Club social y deportivo, donde aprendí a jugar a las bochas, al billar, a las cartas, a todo. Hicimos cosas maravillosas ahí. Levantamos una pared de 20 metros para dar cine. Ahí vi una película de Hugo del Carril sobre la vida de Betinotti (guitarrista y payador argentino) y me fui llorando a mi casa, un peliculón (primer indicio de la gran memoria de este hombre). También tuve problemas ¡eh! Un día me calenté porque nos sacaban la cancha para hacer bailes, se había hecho muy comercial el club, entonces fuimos con el Chacho a la madrugada, agarré un carbón y escribí “Chorros” en la pared de entrada. Me vino a buscar la policía. “¿Por qué a mí?”, me hice el gil. “Porque el único que pudo haber escrito tan alto, es usted. Y, además, es la misma letra que la de su solicitud de ingreso”. Me dieron 30 días. Ahí, en mi grupito, éramos una banda muuuy de izquierda (risas). Otro día les punteamos la cancha de bochas con una pala y la llenamos de agua, éramos 4 o 5 los que hacíamos lío cuando las cosas no nos parecían bien.
¿Le costó decidir entre fútbol y básquet?
No. A mí me venían a buscar a cada rato de Central y Newell’s, pero mi viejo los echaba a patadas. El decía que el fútbol era para jugar entre amigos, era muy severo con el estudio. Me revisaba todo. Un día, en primer año, vio que me había sacado 4 en religión. “¡Hay que ser muy pelotudo para sacarse 4 en religión, eh!”, se enojó (risas).
¿De qué trabajó de pibe?
Vacuné chanchos contra la brucelosis, pagaban bien, hasta que un día llegué a casa con toda la camisa manchada de sangre y mi vieja casi me mata. Hombreé bolsas en el puente de la circunvalación, entrando a Rosario. Pero lo que más me daba, y lo que más duró, fue el fútbol. Jugaba en la Liga Carcarañense, cobraba muy buena plata. Cuando se murió mi viejo, la situación económica de casa se complicó. Mi viejo ponía la plata debajo de la sábana y mi mamá sacaba, sacaba y cuando se terminaba, decía: “Nito, no hay más plata” y mi viejo traía más.
¿Cuánto cobraba por jugar?
Mirá: mi amigo Chacho Rena, que trabajaba en el ferrocarril 4 y 4, o sea de 8 a 12 y de 2 a 6, ganaba 800 mangos por mes (¡no se puede acordar de ese dato!) Y yo, jugando en las Ligas, ganaba 1000 pesos. Iba sólo los domingos y me llevaba 250 por partido. Ahí aprendí un montón de cosas, un montón, por eso digo que el fútbol es un hecho cultural. Iban tipos muy grandes, ahí jugué con el Gringo Inveninato. Corría como loco, gambeteaba, metía goles, hacía de todo.
¿Quién lo hizo de Central?
Mis viejos. Entre la familia de mi mamá y la de mi papá éramos 4 hinchas de Central y todos los otros de Newell’s. Los domingos a la noche por ahí comíamos todos juntos y se armaban unos quilombos tremendos. Yo era muy hincha, no lloraba, pero me enojaba mucho cuando perdía Central y me cargaban. Mis viejos me llevaban a la cancha y me ponía al lado del alambrado para seguir al Tato Mur, mi ídolo. Incluso daba la vuelta en el entretiempo y me cambiaba para verlo de cerca. De más grande empecé a ir a la popular con mis amigos.
¿Llegó a tratarlo a Mur?
Sí, bastante por suerte. Un día me pasó algo curioso. Dirigía al Barcelona y una persona del club me dice: “Acá vino un jugador argentino que fue mejor que Puskas, un virtuoso impresionante, pero estuve 2 meses y se fue. Usted seguro ni lo conoce porque no era famoso”. Le dije que yo conocía a casi todos los que se habían ido a Europa, por mi relación con Boyé, Pedernera y Sívori. El insistía en que no podía conocerlo. Cuando me dijo que era Alejandro Mur, no lo podía creer. Después lo agarré un día a Tato: “¡Sos un delincuente, jugaste en Barcelona y nunca me dijiste nada!”. El tema es que Barcelona no tenía plata para comprárselo a los colombianos, jugó unos amistosos y se fue.
Usted se probó en varios clubes antes de ir a Central, ¿no?
Me trajeron a probar a Vélez y anduve bien; Perucca, el técnico, quería que me quedara, pero no podía. También vine a Huracán, jugué un partido de la puta madre, me salieron todas, y recuerdo que en las duchas me agarró Coco Rossi y me dijo: “Pibe, ni se te ocurra quedarte acá, que no hay un mango”. No tenía alternativa, ¿dónde iba a ganar esa plata que ganaba en los campeonatos del campo? Tenía que mantener a mi mamá, mi casa, pero igual venía a probarme.
¿Cómo llegó a Central?
Estábamos una mañana tirados en el balneario después de ir a bailar, y me encontré a un profesor de la escuela. “¿Qué hace, César? ¿Cuándo va a venir a Central?”. Yo le contesté que no podía, que en la Liga me pagaban y en Central tenía que pagar yo para jugar. “Hoy juega la escuela del club en Totoras, ¿no quiere venir?”, me tiró. No quería, pero mis amigos empezaron: “Dale, vamos a Totoras, que hay una joda impresionante, no sabés el baile que hacen ahí, ¿qué vamos a hacer acá?”. Estaba muerto, no había dormido nada. Y fuimos. Me pusieron para la escuelita de Central, metí los dos goles y ganamos. Me llamaron para que fuera el miércoles a jugar para la Reserva contra la Primera, ya en la cancha. Y volví a meter dos goles, uno de la puta madre: un saque de outball (lateral), no me lo olvido más, amagué pararla, la dejé pasar y le di un voleo… Se armó un revuelo. “Central está probando a un delantero cordobés de apellido Fernández”, se escribió en el diario.
¡¿Fernández?! ¡¿Cordobés?!
Sí, sí, te escondían porque en esa época se robaban los jugadores entre Central y Newell’s si no firmabas… Y yo no quería firmar, porque tenía que mantener a mi mamá. Para que te des una idea, después de la muerte de mi viejo tuvimos que alquilar nuestra casa dos años y me fui a vivir al altillo de unos familiares. Bueno, la cuestión es que pasaron unos días y me llamó el presidente de Central, el viejo Flynn. “¿Pero usted quiere o no quiere jugar en Rosario Central?”, me preguntó. Y lo maté: “¡Cómo no voy a querer jugar si yo soy hincha de Central desde chiquito!”. Y ahí nomás le tiré la delantera de la que me hablaba mi viejo: “Cagnotti, Gómez, Guzmán, Potro y García”. El viejo Flynn se volvió loco. “¡Pero entonces usted quiere jugar!”, exclamó. “Claro, pero debo mantener a mi mamá y gano 2 mil pesos en las ligas”, la seguí, y aproveché para subir mis ingresos. Ahí me miró: “Le voy a dar 40 mil pesos por su pase y 2500 pesos por mes”. ¡A la mierda! No sabía ni qué era el pase. ¡Dios mío! Volví a casa, y mi vieja se largó a llorar. “¡Es Rosario Central!”, me decía, como si hubiese llegado a la luna.
¿Su mamá era muy fanática de Central?
Sí, claro, ella y mi viejo, fanáticos los dos, me llevaban de la mano a la cancha. Y yo era un enfermo del fútbol también. Te puedo dar delanteras del fútbol rosarino, hasta de Newell’s, que ni los leprosos saben. Vivía todo el día pensando en el fútbol, íbamos a ver los partidos, un enfermito de verdad. En el garaje de casa, tiraba una pelota de tenis contra la pared y la paraba con el pecho, así todo el tiempo.
No lo imagino como un obsesivo, sino más bien como “juego a lo que sale”.
Noooo, no, yo era un perfeccionista. A mí me quedaba grabado todo: elogios y también las cagadas a pedos. Una vez, contra Argentinos, el Gitano Juárez me dio un pase, se lo devolví como diciendo “Mirá lo que te di”. Y no fui a buscar. “A los amigos nunca se los deja solos”, me gritó. ¿Qué mierda me quiso decir? ¿Quién es: Homero Manzi?, pensaba (risas). Después le pregunté. “Nada, boludo, si me das la pelota, ¿por qué no seguís a buscar la pared?”, me dijo el Gitano, ¡qué grande!
¿Qué recuerda de su debut en la Primera de Central?
Habré jugado unos 6 o 7 partidos en Reserva y enseguida salté a la Primera. Tuve una gran suerte… la suerte de tener al lado a tipos como el Gitano. Me llevaba 10 años, nos gustaban las mismas cosas y nos hicimos muy amigos. Me cuidaba como si fuera su hermano menor. El técnico que me hizo debutar fue Luppi, el papá del actor. Fuimos a concentrar a un hotel de la puta madre de San Nicolás. Estaba jugando al billar, viene el viejo Flynn y pregunta quién iba a jugar. Flynn era un presidente histórico, te diría como… como Perón. Ahí, Luppi me dice: “Agarre la bola y muéstrele al presidente lo que estaba haciendo recién”. ¡Qué vergüenza! Entonces empecé a hacer esa boludez con la bola, la puse en el piso, tac, tac, la levantaba, hacía jueguito, y la apoyaba en la mesa. En realidad, eso lo hacía cualquiera de mis compañeros, pero a mí me gustaba joder con eso. Al otro día debuté en la Primera contra Boca, ganamos 3-1. Jugamos con la camiseta de Independiente, porque Luppi decía que lo tenía de hijo a Boca y como debíamos usar la alternativa nos pusimos la roja y ganamos. Luppi tenía una locura conmigo, cuando veníamos a Buenos Aires me hacía quedar después de los partidos y me llevaba a los baños turcos de Avenida de Mayo para que me hicieran masajes.
¿Siempre supo que sería futbolista?
Estaba convencido de que iba a vivir del fútbol. Y se lo decía siempre a mi vieja. No sé si profesionalmente, pero sí jugando en las ligas. Más allá de divertirme, aprendía mucho y seguí aprendiendo toda mi vida. Soy un loco que siempre veía cosas en futbolistas que ni ellos mismos las veían. Robaba gambetas, discutía. Siempre me gustó jugar a todo. Y jugar bien. Dejé de jugar al póker, por ejemplo, porque un día con mi suegro me di cuenta de que no sabía jugar. A mí me gusta jugar bien, claro que me gusta ganar, ¡pero me gusta jugar bien!
¿Cómo futbolista era medio vago?
Era muy caprichoso, y cuando me salían mal las cosas, me ponía fastidioso y me tiraba contra la raya izquierda. Me enojaba cuando se jugaba mal y se empezaban a tirar pelotazos. Ahí me paraba. Una vez (se ríe), jugando en Boca, contra Banfield, nos quedamos con diez y Rattín se me acercó: “¡Flaco, bajá a ayudar, corré!”. Y le contesté: “Lo único que falta, que yo tenga que bajar a correr, corré vos” (hace el gesto con la manito)… ¡Para qué! En el vestuario, el Rata me recagó a pedos.
Para quienes no lo vimos, ¿cómo quién jugaba?
No sé, no sé (piensa, se resiste)… Si me das a elegir a mí… pero es muy vanidoso, como Riquelme, un tipo con buen disparo de larga distancia, con mucho pase-gol, era hábil, tiraba túneles, le pegaba fuerte a la pelota.
¿No pintaba para más de lo que finalmente fue?
Es probable que estuviera para más, pero era caprichoso, y además, ya de jugador, empecé a plantear el famoso debate. De pibe declaré: “¿Para qué vienen los entrenadores a Rosario? ¿Vienen a aprender, no? Porque no enseñan nada”, y ya se me empezó a crear un clima raro con los entrenadores. Fui a la selección y ¡Dios mío! las cosas que dije de los entrenadores. Era una vergüenza: cada vez que me llamaban había un técnico diferente. A mí me agarró la peor época del fútbol argentino, cuando se pusieron de moda los equipos que luchaban, un fútbol de mierda, era bravo sobreponerse.
Su primera vez en Buenos Aires.
Entre los 15 y los 17 años veníamos con amigos desde Rosario. Nos tomábamos el tren a las 6 de la tarde, a las 10 estábamos en Retiro, subte al Luna Park y a ver las peleas de los boxeadores rosarinos. Después, calle Corrientes, a escuchar a las orquestas y a las 8 de la mañana, sin dormir, porque no teníamos plata para el hotel, el tren de regreso a Rosario.
¿Qué orquesta le gustaba más?
Escuchaba a todos, pero Osvaldo (Pugliese) fue el más grande. Y eso que tuve amistad con el Gordo Troilo, eh. Hoy me pongo a escuchar su orquesta y mirá (se arremanga, muestra la piel de gallina). Lo mismo me pasa cuando escucho a la Negra (Sosa) o a unos bluseros ingleses viejos. Tuve muchas amistades en la música. Guardo un CD grabado de mi cumpleaños de 1983, dirigía al Barcelona, con Serrat cantando tangos y milongas. Estaba Guillermo Blanco, uno de misperiodistas amigos: puso el grabador en la mesa y Serrat se lo sacó. Pero enseguida lo agarré yo, lo volví a poner en la mesa… y a mí no me dijo nada (risas). A Serrat lo conocí antes que él a mí, cuando yo jugaba en Brasil. Participó de un concurso en el Maracanazinho, ganó una brasilera y segundo salió este flaquito español que cantó “Penélope”, él solito con la guitarra.
¿Cuándo empezó a fumar?
Cuando murió mi papá, para hacerme el hombre. Fumaba cuando salíamos, a escondidas de mi vieja, y también de los entrenadores. Pero fumaba poquito, uno después de comer, y a partir del jueves ya no fumaba. Sí le daba un poco más los domingos. Si ganaba porque ganaba, si perdía porque perdía (risas), o para festejar o para ahogar angustias. Pero no fumaba mucho…
¿Cuándo empezó a fumar mucho?
En la Selección. Ahí eran 2 o 3 atados por día, un espanto. Era un estado muy especial. A veces miro las fotos y no lo puedo creer. En Huracán tenía cara de pibe, hasta jugaba con ellos en los entrenamientos. Después, con la Selección, se me vinieron todos los años encima. Disfruté mucho a Huracán, me iba a mi casa, me sentaba y me quedaba dormido dos horas, de la calma con que vivía y después me iba a comer a Hamburgo, me elogiaban todos mis amigos, una época bárbara…
Fue un costo alto lo de la Selección pero con una recompensa importante.
Se, se (piensa, no tan convencido), no me arrepiento de nada…
¿Ahora ya no fuma?
De vez en cuando prendo un cigarrillo y no trago el humo… pero ya lo vencí, ya dejó de ser mi amigo de la soledad. No necesité reemplazarlo con nada, lo dejé con facilidad, me ayudó un mensajito del Nano Serrat, que se había enterado de mi internación: “Me alegro de que estés bien, ¿pero por qué no empezás a hacer cosas importantes y te dejás de joder con el cigarrillo?”. Tiene razón este boludo, pensé.
¿Se asustó mucho con esa internación en 2011?
No, no, se magnificó. Tenía que sacarme un nodulito del pulmón y a los dos días ya estaba en mi casa. El médico me dijo: “Quedó una lastimadura, vas a estar bien, pero sería mejor que dejes de joder con el cigarrillo”. Probé, y no tuve problemas. Me ayudó que no se fumara más en los bares y restaurantes. Si me tengo que levantar e ir afuera para fumar, nooooo, dejá. Si estuvieran todos fumando en los restaurantes, no sé si hubiera dejado.
¿Cómo empezó de ayudante de campo del Gitano Juárez?
Eso es un error. El tema es así: yo tenía un amigo arquitecto, Valenti, que había ganado las elecciones en Newell’s y me vino a hablar para que fuera el entrenador. En esa época, yo tenía una agencia de autos en Rosario por donde pasaban a tomar café los jugadores de Central y Newell’s. Los conocía a todos. No quería ser el entrenador pero Valenti me insistió. “¿Por qué, entonces, no me ayudás a armar el equipo?”. Eso me gustó. “¿Y el entrenador quién es?”, me preguntó. No lo dudé: El Gitano. Dirigía en Platense y enseguida aceptó. “Pero mirá que en Newell’s nos van a matar”, le dije. “¡Qué mierda nos van a matar, vamos a armar un equipo de la puta madre!”, me respondió. Era un optimista el Gitano… Y armamos un equipo que fue una locura, me traje al Mono Obberti y a Chazarreta de Huracán, a Marito Zanabria de Unión, a Ramón Cabrero, fue la base del equipo que unos años después saldría campeón…
¿No sintió que traicionaba a Central?
¿Sabés qué pasa? Yo soy demasiado rosarino. Para mí, Rosario es una ciudad diferente, es como un barrio gigante de Buenos Aires, como un barrio gigante del norte argentino. Y si juegan Central-Newell’s, obvio que quiero que gane Central, pero si juegan Newell’s y Boca, viste (risas), ya me pongo medio rosarino. Aparte, en esa época estaba enojado con Central, y el Gitano tenía que laburar.
¿El clásico rosarino es el más caliente del mundo?
Sin dudas. Cuando era entrenador de Central, fuimos a jugar a la cancha de Newell’s, hacía como 23 años que Central no ganaba ahí, y cuando salimos, vi a gente arrodillarse delante del micro, llorando, una cosa de locos. Unico.
Siempre se lo vio tranquilo en el banco de suplentes, ¿nunca se ponía nervioso?
Ansioso sí, pero tengo muchas convicciones y el sentimiento no me saca de contexto. Además mi respeto por el fútbol es demasiado grande para mostrar una tristeza por el no resultado o una alegría que sea agresiva contra el otro. Tengo mucho respeto por esta profesión, soy de la raza de futbolista, a mí no me gusta que me griten los goles en la cara. Como jugador, una vez pateé un penal contra Vélez, atajaba el Flaco Domínguez (Rogelio), lo metí, hice así con el puño (gesto de puño apretado) y vinieron cinco jugadores de Vélez: “Pibe, sos boludo vos, metiste un gol de penal, ¿qué te pasa?”. Me quedó grabado. No puedo gritarle un gol en la cara a un colega que está perdiendo 3-0. Un día jugamos Huracán-Central por la Libertadores, les hicimos 4, yo técnico de Huracán, y me retiré faltando cinco minutos. A mí me tocó ganar con Independiente 1-0 en la Bombonera a Boca con Bilardo y no grité el gol.
Uno de los goles que gritó fue el de Ramón Díaz en la final del Juvenil 79, ¿por qué?
Porque fue un gol de la puta madre, y porque con esos dos, con Ramón y con Diego, laburé mucho desde chiquitos. Les decía que eran Pelé y Coutinho. Ramón era 10 y lo puse de 9 para que pudiera jugar con Diego. Ese equipo era especial, deleitaba hasta en los entrenamientos; Simón y Rossi eran dos centrales del carajo: salían jugando desde el área chica.
¿De qué cuadro son hinchas sus hijos y sus nietos?
César Mario, mi hijo mayor, es de Huracán; Alejandro, el menor, de River. Los dos bastante fanáticos. Y mis dos nietos son de River, aunque al más chico, que tiene 12, lo estoy tratando de convencer para que sea de Central. Pero los pibes quieren ganar, viste, porque viene y me pregunta: “¿Alguna vez va a salir campeón Central?”.
¿Por qué se afilió al Partido Comunista?
Yo era peronista, como mi viejo. Cuando vino la Revolución Libertadora, pintábamos por la calle la P con la V, Perón Vuelve. Militaba en el barrio, pero el Chacho Rena me agarró un día y me mató: “Mirá dónde se fue Perón, a Panamá con un dictador, y después a Paraguay con Stroessner, otro dictador, y a España con Franco, ¿no te dice nada eso?”. La puñalada fue artera, no podía seguir apoyando a ese Perón. Con el tiempo, el Chacho me decía: “Mirá, es como si vos te pelearas conmigo y te fueras a vivir a la casa de Bilardo” (risas). Siempre me decía lo mismo el hijo de puta, me jodía con eso. Ya no me quedaban argumentos para sostenerme en el peronismo. Y me afilié al comunismo.
¿Siendo técnico de la Selección no tuvo problemas por eso?
Sí, varios. En Mar del Plata, una vez me pidieron que eligiera un tema de música y contesté que cualquiera de la Negra Sosa. “Está prohibida”, me dijeron. “Ah, no sabía”, contesté. Y a los pocos días me citó un militar para que diera explicaciones. En su mesa había una lista negra, y ahí vi mi nombre y arriba el de Ana María Picchio. Otra vez pensé que me mataban. Estaba en José C.Paz, tenía que venir a la AFA para verme con el doctor Oliva, no estaba nuestro chofer, agarré el auto y me vine. Se armó un nudo de tránsito, y como el auto tenía sirena, porque era de la policía, la prendí para pasar más rápido. A los pocos metros me cruzó un patrullero, me sacaron de los pelos, me tiraron al piso y me apuntaron con una itaka. Me reconocieron unos minutos después. “César, no le diga nada a nadie, los muchachos están un poco nerviosos”, me dijo el jefe. “No, los muchachos son unos hijos de puta, porque si me tratan así a mí, que soy el técnico de la Selección, a otro cualquiera, lo matan”.
¿Pensó en renunciar a la Selección después del golpe militar?
Varias veces. La primera, apenas producido el golpe, se habían ido Niembro y Bracutto, los que me habían llevado. Y creía que no iba a poder hacer nada de lo que quería. Cuando fui a presentar la renuncia, Cantilo me dijo: “Mire, César, lo único serio que hay en la AFA es esta carpeta que preparó usted, espere, démonos un tiempo”. Eso fue un lunes, nos volvimos a ver un jueves y seguimos. Ojo que Cantilo no fue interventor, él había sido elegido por unanimidad, con una sola abstención del presidente de Ferro, o sea que los militares no estaban adentro de la AFA. Pero Cantilo venía del Opus Dei y pensé: ¡Dios mío! A los tres días Cantilo me dio la mano y me dijo: “Le doy mi palabra de honor de que esta carpeta va a ser respetada desde la primera a la última página”. Y cumplió.
¿Usted sabía lo que pasaba en el país?
Claro, si militaba en el PC. Mantuve reuniones con gente importante que no voy a nombrar nunca, le planteaba mis dudas, y ellos me decían que valía más luchar desde adentro que desde afuera. Conocía a muchos dirigentes peronistas torturados, sabía de las cárceles, del uso de la picana eléctrica, no me puedo hacer el boludo, lo que nunca imaginé fue lo otro: que tiraran tipos desde los aviones, los 30 mil desaparecidos… Ahora, ¿vos tenés idea de quién cantó en la concentración una semana antes de empezar el Mundial? Nadie habla de eso. Estuvieron El Flaco Spinetta, Anacrusa con Castiñeira de Dios, Susana Rinaldi y Binelli, primer bandoneón de Pugliese. Después dicen boludeces… Llevar a Spinetta a la concentración era casi una provocación, Susana Rinaldi tenía voz política, Pugliese… eran unos grupos musicales contestatarios, eh, y ahí en primera fila estábamos sentados con Cantilo. Yo iba a lugares donde no iba nadie, a escuchar a Armando Tejada Gómez todos los días, a Chabuca Grande, al Cuarteto Zupay, ahí se defendía la persecución que había sobre la cultura. Ahí no iba ninguno de los que después, con la democracia, aparecieron como revolucionarios, eh.
¿Después del Mundial también se quiso ir?
Mi contrato terminó a fines del 78. A mí me había venido a buscar el Barcelona, ya tenía contrato firmado para ir en el 79. Fue cuando hice el informe de Maradona para que lo compraran, pero Grondona vino a Mar del Plata, en enero del 79, a convencerme. Me dijo que él no podía ser presidente de la AFA si yo no era su entrenador. “Usted y yo vamos a cambiar la historia del fútbol argentino”, me dijo. Arreglamos los números y seguí cuatro años más.
¿Lloró alguna vez por el fútbol?
Llorar no recuerdo, sí tristeza, partidos de mucha angustia, como el de Italia en el Mundial 82, o también la derrota contra Italia en el 78.
Pero esa derrota del 78 lo mandó a Rosario, Argentina además estaba clasificada…
Pero cuando pierde la Selección a mí no me gusta una mierda. Ni esa vez que había 80 mil personas en la cancha, ni cuando la dirigió Bilardo, ¡no me gusta viejo! Yo soy de esta raza, raza de futbolista.
¿Por qué se peleó con Fillol antes del Mundial 78?
No me peleé nunca con Fillol. Había dos giras, le dije que él iba a ir a una y Gatti a la otra, pero el Pato quería atajar en las dos. Le comuniqué que el que decidía era yo. No lo aceptó y le dije que se fuera. Ya sobre el Mundial era el cuarto arquero, detrás de Gatti, La Volpe y Baley, y le expliqué que si no se lesionaba ninguno, no lo convocaría. Se lesionó Gatti y entró. El Pato fue un profesional de la puta madre, un soldado: ¡cómo entrenaba, cómo vivía el fútbol! Le metían un gol en un entrenamiento y estaba todo el día con cara de culo.
¿Dudó mucho en dejar a Maradona afuera del 78 o no tanto?
Dudé mucho ¡y me dolió mucho! No solamente por Diego, también por Bravo y a Bottaniz. Lo de Diego fue muy duro, pero Diego era chico y tenía tiempo por delante, para Bravo y Bottaniz era la última oportunidad. En ese momento la duda era Maradona o Alonso y quedó Alonso.
Alonso suele decir que a él lo metió Lacoste.
Alonso, lo único que dice con respecto a esa Selección son pelotudeces. Lo dice porque no le tocó jugar, nada más. ¡Mirá si Lacoste me iba a meter un jugador de fútbol a mí! No entiendo las cosas que dice Alonso.
Viendo lo que fue Maradona después, ¿no se equivocó?
No sé. Te puedo decir que no me arrepentí porque fuimos campeones. Si nos hubiesen eliminado en primera rueda, Diego me lo habría agradecido toda la vida (risas). Pudo haber sido un error, sí, pero en ese momento hice lo que creía que debía hacer. Por cuidarlo más que nada, ¡si yo tenía un enamoramiento con Diego!…
¿Por qué no lo llevó si estaba tan enamorado?
Porque me dio miedo, qué sé yo (levanta la voz), era tan joven, tan chiquito, tenía que elegir entre tipos grandes.
¿Diego se lo sigue recriminando?
Ah, sí, Diego no te lo perdona más. No te perdona eso ni que lo saques en un partido. Una vez lo saqué, creo que contra Panamá, porque lo estaban matando a patadas, y estuvo como 15 días sin hablarme. También lo saqué en un Barcelona-Manchester y se enojó mucho. A mí no me decía nada, pero te dabas cuenta.
¿En qué partido del Mundial 78 estuvo más nervioso?
Contra Hungría, en el debut. Encima arrancamos perdiendo a los cinco minutos. Es muy muuuy difícil ser local: salvo Alemania en el 74, Italia se fue a la mierda en el 90, España se fue a la mierda en el 82, Brasil ahora se fue a la mierda. Es jodido, sobre todo en un país donde hay tantos futboleros… el silencio es una cosa tremenda, te atormenta, ¡ay Dios!
¿Se enojó mucho en el 0-0 con Brasil?
Sí, estaba muy enojado con los jugadores, porque habíamos entrado en el juego de ellos. Ese Brasil de Coutinho era un equipo de combate, jugaba al roce, no era el clásico Brasil y yo había hablado en la semana para que no entremos en su juego. Fue una batalla. Estaba tan caliente que vino el Sapo (Roberto Saporiti, uno de sus colaboradores) y me dijo: “Flaco, ¿por qué no te vas a la casa de tus parientes así te calmás un poco? No te quedés en la concentración porque vas a discutir con los jugadores”. Tenía razón. Me fui a lo de Chacho Rena y me quedé hasta el mediodía siguiente. Tomamos mate, escuchamos los pajaritos y me dio un consejo: “Así, con este fastidio, no vas a arreglar nada, andá, hablá con los jugadores y hacé de cuenta que empezás de nuevo”. Eso hice.
Ir a Rosario para la segunda ronda fue un guiño del destino: su ciudad, la ciudad donde amaban a Kempes, la gente jugando su partido…
Mario se reencontró con la gente de Central: no había metido goles hasta entonces y ahí explotó. La ciudad estaba adentro de la cancha, nos hizo bien, es cierto, pero igual yo estaba muy mal por la derrota con Italia.
¿Qué sintió cuando vio que entraba Nanninga en la final?
Lo recontra puteé al Sapo (risas). El venía siguiendo los entrenamientos de Holanda, le pregunté por Nanninga, que era un grandote. “No juega”, me dijo. “¿Estás seguro?”, le repregunté. “Seguro, está lesionado, no puede ni caminar”. Listo. Yo tenía a Killer, que era uno de los grandotes y lo podía marcar, pero le hice caso a Sapo y no lo puse en el banco. Después entró Nanninga y nos empató, lo quería matar al Sapo.
¿Qué fue lo primero que pensó apenas terminó la final?
Me quería ir a mi casa. Urgente me quería ir. Estaba destruido. Y hubo una frase maravillosa de Olguín. Estábamos todos sentados en el vestuario, muchos con sangre, con las camisetas rotas, porque esa final había sido una batalla tremenda, y en ese vestuario sin gritos ni aplausos, Olguín se levanta y pregunta: “¿Y ahora qué, César?”. Me quedó esa frase de Mario.
¿Qué hizo usted?
Con el cuerpo técnico fuimos a cumplir una promesa: dar la vuelta alrededor del Obelisco. Nos subimos a una camioneta, todavía había poca gente en el Obelisco, me puse un buzo tapándome un poco la cara, la policía nos abrió el camino, dimos la vueltita, nos subimos y listo. Tomé dimensión al otro día. Recuerdo que entré a comprar unos discos a un local de Avenida Santa Fe y de pronto había 5 mil personas queriendo entrar ¡Y en una época donde no se podían juntar más de dos tipos en la calle, eh!
¿Por qué le parece que Kempes es más reconocido en Europa que acá?
Es que acá hubo una infamia de la prensa (se calienta sin previo aviso, como si le hubiesen pulsado una tecla en su interior)… acá hay un sector del periodismo que siempre va a tener los zapatos nuevos, porque, como dice el tango, “siempre andan de rodillas” y entonces no gastan los zapatos. Son los encargados de chuparte las bolas (empieza a echar humo por nariz y boca, sin fumar ni un cigarrillo), como algunos periodistas de mucho peso que me chuparon las bolas de una manera vergonzosa cuando fui campeón del mundo y fueron los mismos que después del 82 se pusieron del lado de los poderes. Se asociaron al mensaje de la democracia cuando ellos en plena dictadura eran más alcahuetes que nadie, que hablaban de Menotti como si fuese una poesía…
Y Kempes cayó en esa volteada…
Claro, Kempes y toda esa Selección. Me los paso por las pelotas, a mí todas estas vanidades… Yo sé que para esto me preparé toda la vida. Para debatir. Adentro y afuera de la cancha (ya no lo para nadie). Mano a mano con cualquier entrenador, con cualquier futbolista. Estoy preparado para un debate serio, ahora para decir las boludeces que dicen en la tele… Ese periodismo me molesta mucho. Y caen en la volteada Kempes y sus compañeros. Los jugadores de esa Selección no tuvieron el reconocimiento que merecían por esta sarta de alcahuetes del poder. Me da bronca. A mí me importa un carajo de verdad, yo ya estoy grande, pero estoy seguro de que de esto sé. Porque soy un profesional de verdad, y porque tengo claro que el único tiempo que te acompaña hasta la muerte es el del aprendizaje. Y sigo aprendiendo y miro los partidos y pienso: si hubiese aflojado el pie se iba solo, o tal y cual cosa, sigo como si tuviera 20 años.
¿A qué periodistas se refiere?
Son archiconocidos, no voy a hacer nombres de nuevo.
¿Se sintió decepcionado por Passarella cuando asumió como DT de la Selección e intentó desligarse de usted?
Nunca fui amigo de Passarella, somos de distinta edad. Lo quise como futbolista, después lo que hizo como entrenador, habrá hecho cosas buenas y no tanto… Igual, tanto a él como a todos, siempre les dije: “No me nombren”. El otro día me nombró Diego Cocca, y le dije lo mismo, porque después los periodistas que no me quieren empiezan a joderlo. A Cocca igual no le importó.
¿El plantel del 82 era mejor que el del 78?
(Piensa) No creo. Me parece que el del 78 tuvo más lucha para consolidarse, el del 82 viajó más campeón del mundo, no sé… Aparte no ligamos una mierda: en el debut con Bélgica, Valdano se comió dos goles increíbles y contra Italia fue una cacería. Lo mejor de ese equipo es que no renunció nunca a jugar.
¿Se equivocó en algo?
Mirá, los jugadores que llevé me parecían que eran los mejores, siempre elegí desde un razonamiento. No lo hice por simpatía, ni por amistad, ni por hacerles un reconocimiento a los campeones del mundo, porque dejé a Luque afuera, por ejemplo. No estaba bien y tenía a Maradona para jugar de 9, porque a mí siempre me gustó Maradona de 9, de hecho en el Barcelona lo puse de 9, como Messi ahora, con la diferencia de que Maradona te ocupaba más la cancha.
¿Se le pasó por la cabeza no presentar el equipo por la guerra?
No presentarnos no, pero era un clima muy jodido porque los jugadores hablaban con las familias y desde Argentina decían que íbamos ganando 4-0 la guerra y en España nos enteramos de que era una masacre. Veíamos las filmaciones que iban para Inglaterra y mostraban cada cosa, ¡mamita querida! Había mucha bronca, pero jamás pensamos en no presentarnos.
¿Andaba armado en la época de la dictadura?
(Piensa, evalúa la pregunta) Yo soy un enamorado de las armas: me gusta la caza, tengo escopeta y pistola, pero armado por la calle no iba. Total, si venían a buscarme los militares, era boleta. Y del otro lado no iban a venir, seguro que no, si tuve una piba de Montoneros guardaba en mi casa 30 días.
Le preguntaba porque hay una foto de El Gráfico, en la que se ve un revólver en su mesa de luz de la concentración…
Ah, sí, sí, era del jardinero, entonces de noche (cierra los ojos, recuerda y se ríe)… Nosotros llegamos a la concentración, y cuando vi que había soldados le pedí a Cantilo: “Acá no quiero militares ni policías, no puedo entrenar a los jugadores con tipos que están al lado con un fusil en la mano”. Cantilo los rajó a todos, se fueron a un baldío que estaba cerca. A la mañana pasaban dos pibes a controlar. Yo vivía en el altillo y una noche, para joder, agarré el revólver, lo envolví en una toalla y tiré un tiro. Al otro día les comenté a estos muchachos que había escuchado un disparo. “Sí, nosotros también, pero hemos tomado todas las precauciones”, me contestaron. A las dos noches hice lo mismo. “Quédese tranquilo, que está todo controlado”, me dijeron. ¡No sabían un carajo!
64 También se lo vio con un revólver en un Estudiantes-Boca en La Plata, siendo DT de Boca… Era de juguete. Me habían avisado que me iban a hacer una cama, y me la hicieron: cuando pasábamos al lado de la tribuna, estaba roto el alambre donde iba la barra de Estudiantes. Me salvó Insúa, que me metió en el vestuario de ellos, igual en el medio mostré el arma, pero era de juguete.
65 ¿Qué siente al seguir juntándose con los chicos del juvenil del 79 en cada aniversario del título? Una alegría enorme, ellos siguen siendo mis pibes. Nunca he disfrutado tanto con un equipo, además se acuerdan de todo. Me gustaría que viniera el plantel entero a esas reuniones, alguno como Calderón vive en Europa y no puede, pero lo de Ramón Díaz no lo entiendo. A mí no me molesta, me da pena por ellos. Porque ahí había tipos que eran más que otros cuando se hizo el Mundial, como Maradona, Barbas, Simón, Calderón, y otros que casi no habían jugado, como Ramón. Recuerdo incluso que le estaban por dar el pase libre en River, entonces esa Selección le dio mucho a él, pero bueno, ahora Ramón tiene otra vida. Me molesta porque vino Meza de Tucumán, y Meza no es millonario, o Rossi vino de no sé qué lugar de Santa Fe, son pibes maravillosos, uno más bueno que el otro.
66 Si lo hubieran consultado tras la salida de Sabella, ¿qué nombre habría dado para ser técnico de la Selección? Guardiola. Y le hubiera puesto 3 entrenadores jóvenes de acá detrás de él pensando en el futuro, aprendiendo, y que mientras tanto viajaran a ver los entrenamientos de la selección de Alemania, de Estados Unidos, de muchos.
67 ¿Qué técnicos jóvenes le gustan? Hay un montón que trabajan bien acá y tienen ganas: Gallardo, Pellegrino, el Vasquito Arruabarrena, Cocca, el pibe de Newell’s…
68 Con la comparación entre Agüero y Romario dio en el clavo… Cada vez me da más razón Agüero: para mí es un futbolista de la reputa madre que lo parió. En el área, está a la altura de los mejores del mundo. El día que me saludó (se ríe, recuerda y se ríe solo)… Mirá, siempre que agarro un plantel los pongo a todos en fila y me voy presentando y que se presenten. “César Luis Menotti”, les digo, les doy la mano y escucho el nombre. Fui uno por uno y llegué a Agüero, el último. Le digo: “César Luis Menotti” y… dame la mano, dame la mano (me habla a mí), yo soy Agüero y vos Menotti (hago el gesto de darle mano y él se anticipa y me choca los puños) ja, ja, ja, “El Kun Agüero”, me dijo, y me chocó los puños. Ay Dios mío, “¿y éste?”, pensé. ¡Cómo me gustaba! Lo quiero mucho: qué pibe tan sencillo, divino. “¡Lo que va a ser este pibe!”, pensé cuando le vi hacer un par de cosas.
69 No terminé la pregunta anterior: le iba a decir que con el Kun y Romario acertó, pero con “Musladini pichón de Passarella”… Musladini era un jugador bárbaro, pero tuvo muchos problemas, no sé, quizás le pifié (piensa), ahora, también dije que Paolo Montero era un pichón de Passarella y jugó más de 10 años en Juventus, ojo eh (listo, 1-1).
70 ¿El Barcelona de Guardiola fue el mejor equipo de la historia? No sé si de la historia, hay que compararlo con el Ajax de los 70, pero sí fue el mejor de los últimos 30 años. Y Guardiola es el mejor entrenador de los últimos 30 años.
71 Guardiola contó que antes de empezar como técnico vino a la Argentina para hablar con usted y con Bielsa, ¿qué recuerda de aquel encuentro? Estuvimos cenando en Piegari desde las 9 de la noche hasta las 3 de la mañana. Yo lo conocía de pasada pero después de haber escuchado sus inquietudes me di cuenta de que era un personaje muy especial. Al irme, le dije: “Creo que el fútbol te dio mucho y por eso vos tenés cierta obligación con el fútbol. Estás recontra preparado para ser uno de los mejores entrenadores del mundo”.
72 ¿Lo vio en Buenos Aires cuando vino a dar sus charlas? Sí, claro, las dos veces, cenamos juntos. En la última, después de una temporada en el Bayern, le dije: “¿Sabés que vos sos uno de los pocos entrenadores del mundo, no sé si alcanzan con los dedos de una mano, que abre la puerta del vestuario, dice buenas tardes y todos saben cómo tienen que jugar? ¿Te das cuenta de eso? ¿Notás que Robben juega para vos? ¡Mirá que Robben rajó a cada tipo! Y ahora va a la derecha, amaga y la tira para atrás, antes pateaba todas al arco, está jugando para vos”. Se reía Pep.
73 En “Herr Pep”, el último libro sobre Guardiola, él hace hincapié en que lo único que no negocia es no correr. En eso se aleja de usted… Pará, pará. Correr mucho no significa disputar, chocar, dar patadas. Todos hablan de correr cuando la pelota la tienen los contrarios pero cuando la tenemos nosotros hay 2 o 3 corriendo y los demás miran. Y eso es imperdonable. No podés tener un equipo de pelotudos que corren para dar patadas y para quitar la pelota (ahora le sale humo de las orejas) y cuando tenemos la pelota hay 3 que corren y todos miran. Es como cuando le dan la pelota a Riquelme y todos están esperando a ver si hace el gol o si le da un pase gol a uno. ¡No, viejo, mové el culo, corré, mostrate!
74 ¿Con Bielsa compartió alguna charla? Sí, hace tiempo, cuando vino de México. Me llamó para charlar y me trajo de regalo la obra completa de Roberto Arlt. Siempre tuve mucho respeto por Bielsa como persona, más allá de cualquier diferencia, es un tipo que dignifica el laburo, un tipo serio, que habla de fútbol de verdad y no dice boludeces.
75 Pero no se siente identificado con su estilo de juego, ¿o sí? Creo que fue cambiando, cada vez se alejó más de Griffa y se acercó más a nosotros, a los Cappa, a los Valdano (risas)… es un chiste.
76 ¿Con Messi habló mano a mano alguna vez? No, nunca se dio.
77 ¿A Messi lo sienta en la mesa de los más grandes de la historia? Seee, no le doy todavía la corona de Di Stéfano, Cruyff, Pelé y Maradona, porque ellos se han sostenido en un tiempo muy largo. Messi ahora está cerca, y no importa si gana un Mundial o no, porque Cruyff y Di Stéfano no lo ganaron.
78 ¿En esa mesa quién es el mejor? Pelé, sin dudas. Cuando se habla de fútbol, a Pelé lo saco, porque es un extraterrestre, de otro planeta. Fui su compañero en Santos, lo enfrenté varias veces también, y era una cosa de locos. Saltaba a cabecear y Rattín, que es muy alto, le llegaba a los huevos. Imposible.
79 Hace unos meses, Cappa declaró que Messi había perdido la pasión, ¿cree que puede haberse saturado? Y… hay una fatiga. Si es temporaria o se instala, lo dirá el tiempo. A todos les ha pasado. Son muchos partidos, exigencias permanentes: tenés que ganar acá, ganar allá, siempre en finales, en las vacaciones va a jugar amistosos por el mundo, tiene que representar un montón de pasiones alocadas y hay una prensa muy tensa en todo el mundo. Puede haber una fatiga, aunque no me atrevería a afirmarlo.
80 ¿Le gustó la Selección en el último Mundial? No. Mejoró un poco con Holanda y jugó bastante bien la final.
81 ¿Por qué cree que Messi no pudo ser tan desequilibrante? No sé si fue tan así, porque si no estaba Messi, no pasábamos la primera ronda, y las pocas jugadas ofensivas pasaban por él. Se quedó sin tanta compañía en ofensiva. Y tampoco puede con todo, es un Mundial, no es tan fácil el tema, eh.
82 Cuando ve los partidos de Argentina en un Mundial, ¿los vive como hincha, se pone nervioso, putea, o los ve tranquilo? Los veo como un hincha. Me pongo nervioso sobre todo cuando juega mal, cuando no da tres pases seguidos. Putear no, pero me da bronca, porque después me junto con mis amigos y, como te decía, yo soy de raza futbolista (acentúa). Lo que a mí me da bronca es que perdamos la genética, como los perros de caza, ¿viste? Vos agarrá un perro de caza y guárdalo cuatro años en tu departamento. Cuando lo sacás a cazar, el perro se pincha. Es lo mismo, ¡yo no quiero que perdamos la genética del futbolista argentino! Porque la tenemos.
83 ¿A quiénes se refiere con los amigos? La gente con la que me junto. Héctor Chavero, que el sobrino nieto de Atahualpa y trabajó con Rinus Michels, Guillermo Blanco, el viejo Bonadeo, y entrenadores como Cocca y algunos más a los que no nombro para no perjudicarlos…
84 Ya está, César, prescribió… Nooooo, no te creas (otra vez levanta temperatura), hay un poder oculto donde se hacen bien los boludos porque, claro, fueron asesinados por Guardiola (arrancó la moto de nuevo). Felizmente asesinados, los decapitó, les cortó la cabeza, las patas, se acabó, no se puede hablar más, porque ahora Guardiola va a Alemania y mete 7 goles, o como el otro día, que su equipo hizo 35 toques y la empujaron adentro del arco. Se acabó. Esto no quiere decir que no se pueda ganar de la otra manera, eh, pero eso que ellos pregonaron de que no se puede ganar jugando lindo, eso de que hay que ganar y punto. Se acabó. Ahí tenés a Guardiola: juega lindo, te ganó 16 títulos, les rompió el culo a todos, inventó a un montón de jugadores. A Piqué lo trajo por dos mangos de Zaragoza, Puyol decían que era un burro que no podía jugar y la rompió, Iniesta era suplente. Se acabó. Los decapitó.
85 Guardiola, sin embargo, es un obsesivo: se encierra en su sótano, ve miles de videos, en eso no lo veo parecido a usted… Pero conceptualmente tiene una idea clara. Es como el técnico del Rayo Vallecano, que dijo que le encanta el desorden. No: ¡es al revés! A mí, el médico me dijo, cuando le planteé que no podía fumar ni tomar más: “No, no, pare un poco, usted tiene que vivir ordenado para desordenarse de vez en cuando”. Guardiola es un enfermito del laburo pero parte de un lugar. Es lo mismo que los músicos. Todo el mundo cree que viene solo. No. ¿Vos sabés lo que era Pugliese? Ocho horas de ensayo por día. Cada uno tiene su metodología, pero lo de Guardiola es sagrado conceptualmente.
86 ¿Guardiola no es “vayan y jueguen”? No, para nada, yo tampoco soy “vayan y jueguen”, ¡eh! En los entrenamientos, yo me paro al lado del jugador y lo corrijo.
87 ¿Ve al Atlético de Madrid de Simeone? Me cuesta. Valoro mucho lo de Simeone, aunque no comparta nada con él. Simeone tiene un estilo muy diferente al mío, pero es un pibe laburador, que respeta su profesión. Después, por ahí dice cosas que para mí escapan a la prudencia, como eso de “el esfuerzo no se negocia”. Me parece una frase hecha. ¿Cuál es el esfuerzo de Romario: ir a sacarles la pelota a los centrales? Pero sin dudas valoro su convicción, su equipo juega sobre una idea clara. Ahora, si me preguntás, yo quiero tener la pelota. Cuando jugaba, si pasaban 15 minutos y no tocaba la pelota, salía corriendo a pedírsela al arquero, porque sentía que todos se estaban riendo de mí.
88 ¿Cuál es la importancia del entrenador? Es clave en el mejoramiento y la corrección de los futbolistas; después, todos los entrenadores trabajan más o menos parecido. Esto es como una tropa comando: si vos no les enseñás a tirar con pistola y con fusil, la estrategia te la metés en el culo. Si vos tenés un soldado que tira pistola con las dos manos, sabe con el fusil, maneja aviones y tanques, listo, tenés a Messi, entonces ahí podés empezar a hablar de estrategia. Hay verdades absolutas en el fútbol y hay mentiras recontra evidentes, como decía Vazquez Montalbán. Por ejemplo: en el fútbol, la pelota no se lleva, se pasa. Ese un punto de partida. Un tipo lleva la pelota 20 metros y se la da a otro que tiene al lado, ¿para qué carajo? Ahí nace la calidad del entrenador, en el mejoramiento, desde su convicción y conocimiento, de las individualidades. Y recién después de eso trabajar sobre las ideas que tiene de juego.
89 ¿La tenencia es clave para usted? Lo que ocurre es que no hay que tomar a la tenencia de la pelota como una estrategia. ¡No se puede ser tan burro de decir eso! La tenencia de la pelota no es ninguna estrategia, es una necesidad, porque la pelota es la que no te deja perder, la que te hace ganar. Antes de perderla, hagamos 7 toques, o 10, o 20; ahora, si después de hacer 50 toques se la damos al arquero para que tire un pelotazo al medio, entonces los 50 toques fueron al pedo.
90 Dígame otro de sus postulados futboleros. Para mí, el fútbol tiene 4 acciones (desenfunda sus dedos largos de la mano izquierda y se los empieza a agarrar con la mano derechea, son proporcionalmente largos a su altura): defensa, recuperación, gestación y definición. Cuatro acciones. Dos de esas acciones tienen mucha dependencia individual. O sea: los goleadores y los defensores de área chica, que hay muy pocos de ambos. Después, al tocar estamos gestando, para eso se toca, no para luego tirar un pelotazo, ni para tocar por tocar…
91 Le dan para elegir todo el menú, ¿con quién arma una mesa futbolera? ¿Sin contar a mis amigos? Bueno, llamo al Flaco Cruyff, a Rinus Michels, a Romario, a Cappa, y en la cabecera va Adolfo Pedernera, no tengo dudas. Adolfo fue el tipo que más sabía de todo.
92 ¿Cree que Tevez puede convivir con Higuain, Agüero y Messi? A Tevez lo conozco y es un hermoso pibe, pibe de barrio con calle, pero con calle de verdad. Los otros también son buena gente, así que como personas sin dudas pueden coincidir en un grupo. Después, en el campo, hay que verlos en acción juntos, es cuestión de probar.
93 ¿Existe el menottismo? No, es un disparate. Existe el marxismo, el capitalismo, el peronismo, menottismo me parece un disparate como metáfora futbolística, una boludez.
94 ¿El kirchnerismo es de izquierda? No. El kircherismo se sostiene en el capitalismo. Y la palabra progresismo me hace doler las bolas: no sé qué carajo es progresismo, no veo que nada progrese.
95 ¿Nunca se le dio por cortarse el pelo? Nunca fui a la peluquería, el pelo me lo corto yo mismo: agarro la tijera, me corto las puntas (hace la mímica). Me lo empecé a dejar largo en Huracán. Un día dije: “No me corto el pelo hasta que no perdamos”, y estuvimos como 10 partidos invictos, así que empezó por un chiste.
96 ¿Alguna vez tiró el achique afuera de la cancha? No. Si hay algo que nunca hice en mi vida fue relacionarme con los poderes económicos. Nunca hice nada que no sea vinculado al ser entrenador, no sé hacer otra cosa.
97 ¿Por qué nunca volvió a Huracán, cuando sí lo hizo a otros clubes como Boca e Independien