Por Juan Pablo Sutherland
No me sorprende para nada las oleada de acusaciones sobre el abuso de poder de Villegas en todas sus dimensiones. Quizás es coherente un sujeto homofóbico en la misma gramática masculina con la del sujeto acosador. Quizá una expresión de una masculinidad que hoy se siente acorralada. Aquí les dejo el texto publicado en Nación Marica y el Periodista el año 2004 como reacción a sus declaraciones en algún momento.
Algunas de las elegancias de Villegas: “…considero peligroso el sexo homosexual y por lo tanto digno de ser contenido”; “conduce a la sordidez”; “aún al maraco más fino le gusta la aventura degradante”; “van a las discos gays a que se lo meta un maricón que ni conocen”; “yo soy homofóbico, no tengo ningún problema con las palabras”; “la sexualidad gay apunta no sólo en los hechos, sino en sus motivaciones más secretas, al retorno del mundo fecal, anal, infantil”; “Jamás leería a ese huevón”; “lo encontré absolutamente repelente” (refiriéndose al escritor Pedro Lemebel).
La verdad es que sería innecesario seguir citando a Villegas, dada la extrema belleza de sus reflexiones. Lo que sí llama verdaderamente la atención del sujeto homofóbico es su histeria, posibilidad inquietante que refleja una impotencia, su desequilibrio, una emocionalidad desbordada disfrazada de postura crítica o, más bien, travestida de opinión. Su discurso, aunque no lo es, lo podríamos clasificar dentro de la rabia que provoca la soberanía de cuerpos “otros”, donde el aludido observa detallista y obsesivo. La sospecha se ubica en el ámbito de sus carencias intelectuales y emocionales. Sus delicados enuncionados sólo dan cuenta de su furiosa ignorancia.
La oportunidad para debatir a partir del sujeto homofóbico nos plantea una serie de desafíos. Identificar al sujeto arquetípico por excelencia en sus mañas, confusiones, histerias y barbaries. Develar sus rumbos, su paisaje de convivencia, sus estrategias discursivas.
Primera parte: Los siete pecados capitales del Villano Villegas
1. La codicia. No desearás lo que soberanamente pertenece a los otros
El sujeto homofóbico es codicioso. Siempre intentará apropiarse socarronamente de éxitos ajenos. Es por naturaleza avaro, quiere la atención para sí, y apenas tenga la oportunidad la arrancará como un gato de campo. En el caso de nuestro Villano, hay una molestia básica, la imposibilidad de tenerlo todo, pues abriga en su corazón ser dueño de todo (en este caso de la opinión), sueña por las noches, busca en sus energías internas cómo aparecer públicamente, intenta posar, llamar la atención con debates bajos, sus opiniones tienen un objetivo: atentar contra cualquier avance cultural o político que no esté en sus manos. Hay ocasiones en que incluso llega a ser asertivo, pero sólo es el movimiento precario de su peluca.
2. La envidia. No necesitarás insultar a tu prójimo, aunque lo envidies
El guiño del envidioso por naturaleza es insultar a la primera. En este caso, apreciamos su extrema envidia intelectual, la ha lanzado contra muchos, pero sus objetivos quieren alcanzar en la intimidad la altura de sus enemigos. Sabe que los insultos pueden otorgarle el enfrentamiento que desea para su propia vanidad. Su furia contra el escritor Pedro Lemebel radica justamente ahí. Nadie podría a estas alturas cuestionar la calidad literaria del escritor, su obra y reconocimiento nacional e internacional. Pero el Villano insiste, no resuelve su presencia, le tensiona el éxito ajeno, lo ubica en el lugar del espectador, sabiendo que su pretensión es ser protagonista. Entonces, utiliza la agresión, característica básica del homofóbico, violencia que le provoca la liberación de sus propias carnes, exorcismo que practica en la intimidad. ¿Soñar con Lemebel y sus libros?, ¿deseará sus tacos aguja con envidia y aflicción?
3. La lujuria del voyeur
La lujuria del homofóbico es mirar, observar y desear. Hay muchos que andan sueltos por aquí en esta loca geografía. En Villegas la lujuria se ubica en ese gesto, intentando reflejarse en la otredad, en la diferencia que no está dispuesto a enfrentar. Su cuerpo se retuerce, el rostro se afea, los ojos se vuelven vigilantes y anacrónicos, son el ejemplo más evidente del panóptico, aquel que observa sin ser visto. Lujuria evidente de una reina de espadas, cuya vigilancia es cortar lo que desearía. La lujuria del voyeur es básica y reconocible, se aprecia en los matones del barrio frente al gay asumido y displicente, la fuerza de la visibilidad provoca tragedias y triunfos, las escenas del colegio y el asedio al niño frágil y vulnerable, la brutalidad del deseo de los otros, la erección fálica de una imposibilidad.
4. La Ira del penitente
La ira. Tantas barbaridades en nombre de la ira, tantas matanzas, tantos genocidios, tantos humanos expuestos a su poder. Es la ira del poderoso y la ira del agredido. En nuestro objeto de estudio (El Villano) cumple las condiciones para estar clasificado en la ira del penitente. Aquel que contiene la frustración de la amargura, deseoso de sacarla con quien se encuentre. Su ira es grande. Su temor más infinito. No sabe controlarse, es objeto de su propio pecado, es víctima de su propia ignorancia. Su ira es hermana directa de la violencia que ofrece y que predica.
5. La gula. El depredador del nuevo siglo
El sujeto homofóbico consume lo que pilla. Anda suelto en el paisaje cotidiano. Está siempre alerta para fagocitar. Se alimenta de sí mismo, experimenta el placer del consumo cultural, político y social para reciclar. Quiere beber del zumo ajeno para evacuar sus opiniones. Él apunta, él gestiona su mejor lugar para efectuar su banquete mediático. Sospechoso y peligroso si posee la vitrina del que opina. Practica el canibalismo que expone en nuestra sociedad globalizada, hijo predilecto del jugador, se esmera en ganar lugares, se esfuerza por consumir escalones, arribista por naturaleza en la secreta obscenidad de sus carencias.
6. La Soberbia del ignorante
La soberbia de Villegas se relaciona con su ignorancia. No hay otra posibilidad para un sociólogo que desconoce que la sexualidad es una construcción cultural amplia, histórica, que contiene multiplicidades de variantes y que en una de sus esquinas más expuestas encontramos el sexo. Sexo biológico que existe, pero sobre el cual se ha construido culturalmente, naturalizándolo en masculino y femenino. Sin duda, representaciones que la hegemonía social potencia y reproduce. El error básico es creer que la definición social del cuerpo sólo pasa por la ecuación órgano sexual y reproductor en cada una de las construcciones del género. Soberbia que alude a su incapacidad e incomprensión. Desconcertante en el caso de un sociólogo que trabaja con los materiales que proporcionan las sociedades y realidades humanas. ¿Dónde estudió?
7. La vanidad sin belleza
Hay veces que soportamos la ecuación: vanidad por la belleza del otro. Belleza amplia, intelectual, artística, entre otras. En este caso, llama la atención una vanidad articulada sin la belleza que pudiésemos esperar, más bien, es la vanidad del ogro que observa la belleza del príncipe. El caso es patético, llega hasta conmover, emociona tanta vanidad sin una pizca de talento, me refiero al talento del buen profesional de las Ciencias Sociales. El célebre sociólogo Pierre Bourdieu afirma:
“El movimiento de gays y lesbianas plantea tácitamente, con su existencia y sus acciones simbólicas, como explícitamente, mediante los discursos y las teorías que produce u origina, cuestiones que están entre las más importantes de las ciencias sociales, y que, para algunas personas son completamente nuevas” .
Supongo que para usted es nueva, por lo mismo lo convoco a leer algunos clásicos de su especialidad. Dudo que a estas alturas pueda comprenderlo del todo. Su mayor pecado, sin duda, es la vanidad, incluso se la perdono por su ignorancia.