Tras una semana precedente sin demasiada novedad en lo central que le interesa a los hinchas del fútbol nacional: el juego mismo (se privilegió a la poco visibilizada Primera “B”, mientras los medios informativos se concentraban en el traspaso de mando presidencial y sus vericuetos), la selección nacional reiniciaba su accionar con miras a los amistosos venideros ante Suecia y Dinamarca, con el recambio como principal concepto; y los dos campeones chilenos vigentes de clubes: Colo Colo y Universidad de Chile protagonizaban nuestra representación en Copa Libertadores ante dos difíciles rivales, al menos en el papel: Bolívar, en La Paz; y Vasco Da Gama, en Río de Janeiro, respectivamente.
El balance es positivo: en calidad de forasteros cuatro puntos de un posible de seis. Por sí solos eso es harto decir tras la seguidilla de fracasos de equipos de nuestro país en las dos competencias internacionales en ejercicio. Muchos seguidores de nuestro balompié suelen mirar la parte medio vacía del vaso y decir: “es lo que menos que se podía esperar”. En cierto sentido, tienen razón: son los dos mejores equipos de nuestra contienda interna. Al respecto, pido que me perdonen los hinchas de Universidad Católica, equipo que de la mano del vasco Beñat San José es líder y tiene canasta limpia en el torneo nacional. Es tremendamente valorable, pero recordemos que los cruzados no están en ninguno de los campeonatos principales de nuestro subcontinente debido al magro desempeño en el ámbito local durante 2017.
Yo soy de los hinchas que miran la parte medio llena del vaso: hubo una mejora importante de los chilenos tanto en Brasil como en Bolivia: evidentemente azules y albos no sólo pelearán cupos para la fase siguiente del principal evento de clubes del continente, sino que ya cuentan con enviones anímicos bastante relevantes para enfrentar a sus próximos rivales.
Universidad de Chile
La “U” llamó la atención mucho más. El elenco universitario dirigido por el trasandino Ángel Guillermo Hoyos ha ido de menos a más y ha ido imprimiendo un sello que se va a acercando a lo que más atesoran sus partidarios: no sólo un equipo de lucha, sino un equipo ordenado, corto en los regates, con un idea de juego clara. En resumen, acá no se trata de jugar a los ponchazos y con pundonor, sino de tener claro que a la soltura para jugar hay que agregarle una dosis de sacrificio con jugadores que tienen claro qué hacer individual y colectivamente.
En la cancha de los cariocas: el Sao Januario, los azules no especularon. En efecto, en el transcurso del partido y sus relatos, si en el caso de Vasco Da Gama se repetieron nombres como Rildo, Evander, Wágner, Pikachu, Riascos (tres ocasiones claras y, la segunda, un golpe en el palo) y Paulinho (dos ocasiones), los azules no se quedaron atrás en absoluto: aunque es defensor, la reciente adquisición y oriundo de Sao Paulo, Rafael Vaz, fue el primero en aproximarse al área del adversario en los minutos iniciales; y, también fueron interesantes y regulares agentes ofensivos el venezolano Soteldo, Beausejour, Pinilla (un certero cabezazo pudo convertirlo en tanto), Rodríguez y, el autor del gol, Araos (antes tuvo una clara ocasión, que tapó el golero Martín Silva).
Si a ello se le agrega un correcto accionar defensivo, con el propio Vaz, el gran despliegue físico de Seymour y tres atajadas formidables de Herrera, se explica la gran y, a la vez, práctica faena de Universidad de Chile. Si bien es cierto el concepto de sacrificio se contradice con el de sentido práctico, basta con mencionar la simpleza del gol del joven Araos: recibió el balón de un saque lateral, se hizo del espacio suficiente en el área y, acto seguido, remató. No está de más señalar que hubo un claro estudio del rival por parte de Hoyos y sus pupilos.
Colo Colo
Lo de Colo Colo es más parecido a un sacrificio. Si bien en los albos funcionó hasta cierto punto la metodología de trabajo previo para jugar en la altura: la cámara hipóxica (que analiza el funcionamiento ante condiciones de menor oxígeno), la presencia del plantel en Calama y la utilización de pelotas de vóleibol, el elenco popular debió esforzarse al máximo para rescatar un punto ante Bolívar.
La escuadra boliviana fue superior en el global de un pleito trabadísimo. Principalmente disparos, tanto dentro y fuera del área, se fueron sucediendo en la primera media hora de partido: nombres como Prieto (golpe en el palo), Arce, Riquelme, Justiniano, Callejón (trató de sorprender a Orión con un intento elevado desde fuera del área) y Bejarano se hicieron notar en la mitad de cancha de los visitantes, hasta que el uruguayo Rivero tuvo la primera ocasión para Colo Colo.
Tras el peculiar gol de penal de Arce (resbaló y le pegó con las dos piernas), producto de una jugada controvertida (supuesta mano de Barroso que cobró el argentino Darío Herrera como tiró desde los 12 pasos), Colo Colo logró empatar pronto, casi en la agonía del primer lapso, con un afortunado gol de Rivero (remate tras un córner y desvío hacia el arco defendido por Quiñonez). En los 45 finales el match declinó en intensidad aunque el elenco nacional mejoró. Ante la opacidad de Valdivia, lograron generar inquietud Opazo y Baeza en el área de los bolivianos. No obstante, aunque disminuyó su volumen de llegadas, Bolívar igual se las ingenió para preocupar a la defensa colocolina: Ferreira y Bejarano produjeron jugadas de gol sin resultados satisfactorios (entre éstas, una pelota que golpeó en el travesaño) y, así como Zaldivia despejó de cabeza en una acrobática jugada del primer tiempo, Insaurralde hizo lo propio en el segundo. ¿Paredes? Entró muy tarde como para cambiar la historia.
En síntesis: importantes resultados con dispares desempeños. Hubo una mejora importante y la mirada es, sin duda, más optimista.
Gonzalo Figueroa Cea
Periodista
http://gonzalofigueroacea.blogspot.com/