Por Raúl Encina
La variada conjugación de elementos que contiene la película dirigida por Claudia Huaiquimilla (cortometraje “San Juan, la noche más larga”, en 2012), hacen de ésta una extraordinaria obra cinematográfica.
En efecto, con un electo de primera, en el que destaca la espectacular actuación de Andrew Bargsted, quien corona con esta película su irrupción en este séptimo arte precedido de “Locas perdidas” y “Nunca vas a estar solo”, por lo que no debe extrañar el premio a Mejor Actor recibido en el Festival de Cine Chileno FECICH, Quilpué, así como la innumerable cantidad de reconocimientos recibidos por esta cinta nacional. Algunos de ellos son, en el mismo FECICH se hicieron merecedores de los premios a Mejor Largometraje Nacional, Mejor Dirección, Mejor Guion, Mejor Dirección de Arte, Mejor Dirección de Fotografía, Premio Especial de la Prensa y Premio del Público. También se hizo acreedora del galardón como “Mejor Película Chilena” en el Festival Internacional de Cine de Valdivia, así como del Gran Premio del Público y Premio Lycéen del 29 Cinélatino Rencontres de Toulouse 2017, en Francia, del Premio del Público del Festival Internacional de Cine de Lebu, y del Premio a la Mejor Película Internacional del Festival Internacional de Cine de Iquique 2017.
¿Qué puede explicar semejante éxito en una cinta pensada para un público nacional?
Una respuesta posible es la excepcional conjugación de los temas vetados y marginados en los medios de comunicación masiva y que son parte de una realidad que ya no resiste este brutal silencio impuesto: La militarización de las comunidades en la Araucanía y la estigmatización al pueblo mapuche; la condición de organismo de reclusión equivalente a la peor de las condenas en que se ha convertido el Servicio Nacional de Menores (SENAME); el bullying, la discriminación social y étnica, el abandono parental, las lealtades cómplices, la destrucción de los ecosistemas y esta sempiterna e impenitente injusticia que habita, ubicua, todos los espacios de nuestra cotidianidad.
Un adolescente, Tano (16), es enviado a vivir con su padre al sur para evitar ser recluido en el SENAME, debido a su participación en un delito. En su nuevo destino conoce a un joven mapuche, Cheo (15), que estudia en su misma escuela y con quien inicia una relación de amistad que los lleva a compartir sus percepciones y realidades en el entorno de la represión policial al pueblo mapuche.
El mérito principal de lograr esta combinación es de su directora Claudia Huaiquimilla y del guionista Pablo Greene, pero cada pieza de esta obra magna se encuentra pertinentemente instalada: su fotografía, la sonorización, el vestuario, la ambientación. Me quedo con la imagen del árbol arrancado desde la raíz sobre el que se encuentran dos adolescentes desde sus particulares ontologías, quienes, con “los porfiados hechos” en su contra, comienzan a vivir un nuevo ciclo en su identidad, aquella veleidosa condición de transformarse en habitantes de un país lleno de desigualdades.
Felicitaciones a todo el elenco y a todo el equipo. Felicitaciones al cine chileno. ¡¡¡Newentuleymi!!!