Poirot y el fin de mundo

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Luis Poirot.  Fotógrafo. 

Por Hugo Dimter.  Fotos de Sebastiàn Silva Pizarro.

Ephemera Vulgata

“¿Es posible que al morir el alma permanezca en el lugar donde se fallece
encerrada en un cerco invisible?”, piensa Luis Poirot, hoy el fotógrafo chileno más reconocido, amigo de Neruda, Salvador Allende y Enrique Lihn.
“Eso sería terrible. Tan terrible como vivir solamente un día”, divaga Poirot, un ser que ama la libertad y conoce de cerca la muerte. De hecho nuestro entrevistado sufrió un cáncer del que escapó, al igual que de un infarto con dos by-pass que lleva al interior del cuerpo que ha permanecido 70 años con nosotros. Poirot ha jugado al ajedrez con la muerte y han hecho “tablas”.
“Todo lo que he estado viviendo después de esas enfermedades es “yapa” (un adicional)”, manifiesta sonriendo. Luis Poirot es un tipo optimista. Corre sangre por las venas del retratista, descendiente de franceses. Es relajado pero también apasionado por la vida y por su trabajo. Respira.

-¿Cuándo se da la primera aproximación con la fotografía?

-Me he dado cuenta que uno se aproxima a la fotografía quizás tardíamente y viniendo de otros campos de la creación. Hay solo un caso de niño prodigio de la fotografía: el francés Jacques-Henri Lartigue (13 de junio de 1894, Courbevoie). El resto es una aproximación tardía. La fotografía tiene que ver con la memoria. Quizás uno a los 15 años no tienes mucha memoria, no tiene vida para atrás. Yo había estudiado primero leyes, y luego tres años de teatro en la Universidad de Chile, que fue la formación fundamental para mí y me lo dio todo. Empecé
a trabajar como actor y, si bien no me gustaba, yo quería ser director de teatro. Comencé en el teatro Ictus, y en el Teatro de La Comedia. Tuve una beca para ir a Francia a estudiar dirección de cine y televisión. A mí me interesaba el problema de la imagen pero no sabía filmar, y no podía comprarme una filmadora porque eran muy caras así que busqué un sustituto posible para enseñarme a mí mismo la imagen. Allá me compré una cámara de segunda mano con la ayuda de mi padre y cuando llegué a Chile traté de sacar fotos para entretenerme porque estaba cesante y no quería trabajar como actor. Así que fui donde mis amigos del teatro
Ictus y empecé a sacar fotografías ahí. Yo no sabía revelar, no sabía nada. Había aprendido leyendo el manual de instrucciones de la cámara. O sea sabía a medias, pero echando a perder iba aprendiendo. Mandaba a revelar los rollos y cuando los actores comenzaron a ver las fotos les interesaron y me pidieron copias y tuve que empezar a cobrar para pagar el laboratorio y el rollo.
Jorge Díaz el autor de teatro que se preocupaba de los programas y de los afiches del Teatro, muy importante en ese momento para el Teatro La Comedia, por todo el sello estético de la obra, me dijo: “¿Por qué no haces las fotos de la próxima obra?” Le respondí: “Pero si no sé nada. No sé revelar, no tengo”. Me dijo: “Pero sabes de teatro, así que tu punto de vista es interesante”.
Entonces empecé a aprender rápido, en poco tiempo. Me compré una ampliadora, que se caía a pedazos pero algo funcionaba e hice las fotos de teatro del Ictus y empezaron a encargarme retratos de escritores muy cercanos a los actores. Todo estaba muy cercano de la dirección de teatro porque dirigir a una persona para hacerle un retrato está muy cerca de la dirección de actores. Es una cosa muy cercana. Yo fui aprovechando eso y como no tenía ni luces, ni estudio ni nada, inventé una forma de trabajar que pareció novedosa, que era sacar las personas en la calle, buscaba rincones especiales de Santiago y lo fotografiaba ahí. Eso era porque no tenía como hacerlo de otra manera; si hubiese tenido un estudio y luces habría hecho lo que todos los demás, pero eso me llevó a hacer un
tipo de fotografía distinta.
Al poco tiempo me llamaron de la editorial Zig Zag, que era muy grande en aquella época, hacía mucho semanarios, y tenía una imprenta muy grande, para hacer retratos. Me preguntaron:”¿Puedes hacer fotos de moda? En ese momento no había foto de moda en Chile, no había fotógrafos, no había estudio, no había modelos.
Entonces yo dije:” Bueno, pero tiene que ser en colores porque en las revistas estaban empezando a publicar a color por la publicidad, y porque tenían los medios para imprimir en colores, Entonces lo único que hice fue comprarme un fotómetro y leer las instrucciones y empezar a hacer lo que me decía eso y como
los otros fotógrafos de la vieja escuela de mi época habían aprendido solo y solo
trabajaban en blanco y negro y no sabían leer fotómetro, no sabían y eso a mi
me hacía ser un experto. Lo que había hecho era leer las instrucciones, pero con
mucha sinvergüenzura empecé a hacer fotos de moda, a pedirles a las amigas,
a las conocidas de las amigas, y a copiar lo que veía en las revistas francesas,
las revistas norteamericanas. Hacer foto de moda y las fotos de portadas de las
revistas.

-¿Y cuáles eran los fotógrafos con los que se relacionaba en ese tiempo?

-Eran mucho mayores. En aquella época trabajaba en Zig Zag y habían estupendos
fotógrafos que habían hecho un recorrido muy humilde, partiendo jóvenes.
Barriendo en el laboratorio, después llevando el café, llevando el trípode,
después acompañando al fotógrafo al estadio, después a lo mejor haciendo unas
ampliaciones en el laboratorio. Poco a poco vivían escalando de aprendices hasta
llegar a ser fotógrafos. Pero no habían tenido escuela ni formación. Muchos de
ellos no habían terminado la educación secundaria. Eran gente de origen muy
humilde. Entonces me enteré que era el primer pitucón con educación universitaria
que había entrado a trabajar a la prensa gráfica. Me relacioné muy bien. Había
gente que admiré mucho, porque yo sabia que ellos hacían fotos que yo no era
capaz. Iban al estadio con una cámara grande de placa y con cuatro negativos
y tenían que llegar con los goles. No había motor, no había nada y tenían que

llegar con eso solucionado. Tenían una cantidad de recursos y habían hecho fotos
notables. Eran personas que respeto mucho. Viví de Vicence, Eleodoro Torrente,
Enrique Aracena, quien en ese momento no trabajaba en Zig Zag. Una generación
de fotógrafos y periodistas muy notable, que corresponde a la época de oro de la
revista Ercilla de los años 50. Los leía como estudiante y admiraba.
Yo caí más en el campo editorial no en la prensa de actualidad, sino en los
semanarios y con gran sorpresa mía el año fines del ‘68 se había iniciado la
reforma de la UC y me llamaron de la escuela de periodismo de la Universidad
Católica para que hiciera clases a partir de marzo del 69. Mi respuesta fue la
misma: “Pero si no sé nada, he aprendido sólo”. Me respondieron: “Es que nadie
sabe nada”. Entonces me pasé el verano estudiando, poniendo en orden mis
conocimientos, leía mucho. Tenía la ventaja que podía leer en inglés y francés y en
esos años la mayor parte de literatura de fotografía estaba en inglés y francés. Eso
me daba un gran plus, una gran ventaja.

-En ese tiempo la situación en Chile, políticamente, ya empezaba a agarrar
vuelo. El 69, 70. ¿Cómo ve
ía usted esa etapa?

-Me interesé en la política el año 64 cuando volví de Europa con la intención de
trabajar por la candidatura de Salvador Allende. Llegué muy tarde, no alcancé
a hacer nada. Voté por él y fue muy doloroso. Nunca he olvidado la noche de
la derrota de Allende y el triunfo de la Democracia Cristiana. La DC sí abrió
las puertas a la juventud. Chile era un país de viejos y para hacer cualquier cosa
tú tenías que ser viejo, siendo joven no tenías ninguna credibilidad. Me había
pasado cuando había vuelto de Francia: sabía mucho de televisión y en los canales
de televisión no me dieron trabajo porque era demasiado joven. Era un pecado.
Empezaban a tomarte medianamente en serio a los 35, antes nada. Entonces claro
se produjo un cambio muy fuerte porque hubo ministros muy jóvenes y en todas
partes empezaron a tener puestos de responsabilidad gente muy joven. La reforma
de la Universidad Católica que fue muy importante, la UC antes de eso era una
especie de colegio de monja donde hasta enseñaban religión y había que dar
examen de religión aunque estudiaras ingeniería o arquitectura. Entonces eso fue
un cambio brutal.
Ese lema de “Chileno El Mercurio miente” en la fachada de la Universidad
Católica fue un golpe muy fuerte. El Mercurio era la biblia y para algunos todavía
sigue siendo. Pero ese lema, esa idea para nosotros fue brutal, el cambio que
significó.
Entonces se estaban produciendo cambios en el mundo: mayo del 68 en Francia,
Woodstock en Estados Unidos. Y yo empecé a hacer clases en la UC en marzo del
69 con una juventud que tenia poca diferencia de edad conmigo, con una juventud
“embalada”, entonces eso fue muy motivante. Siempre he sido un pájaro raro, no
me creían que era profesor porque tenía cara de guagua. Me tuve que dejar barba y
bigotes para representar más edad. Más encima pololeaba con una mujer separada
que tenía tres hijos que era mayor que yo.

-¿No era un poco loco pensar en ser fotógrafo en ese tiempo?

-Era muy loco pero era también muy loco tratar de ser actor. Era bastante exótico.

Yo no tenía en mi familia ningún antecedente de vocación artística.

-¿Su familia lo apoyaba?

– No, no. Veían con recelo seguir una carrera así. Mi hermano mayor cuando entré
a estudiar teatro me dijo: “Ah vas a ser un maricón más”. Ese era el concepto de la
época.

Allende

-Fui a Estados Unidos, a Nueva York, a una feria de fotografía. Conseguí plata
y estuve 15 días, y eso fue un impacto muy tremendo: ver esa sociedad. Yo dije
esta sociedad es para donde va mi país. Chile va para allá y no me gusta. Había
mucha diferencia entre pobreza y riqueza extrema. Desigual pero desigual brutal,
violencia, una cantidad de cosas que desde el punto de vista artístico, al andar por
la calle, me producían rechazo.
Hice una exposición cuando vine- fue mi primera exposición- donde sentí que me
marcó mucho ese viaje a Estados Unidos. Había conocido circunstancialmente
a Salvador Allende después de la derrota. Entonces en la casa de una amiga en
común le dije: “Mire, yo lo único que sé hacer son fotos, y creo que las fotos de
su última campaña eran bien malas”.

-¿Y él que dijo? ¿Se rió?

-Se rió, era un hombre con mucho sentido del humor. Entonces le dije: “Yo
me ofrezco voluntariamente en la próxima campaña a hacerle las fotos gratis”.
Entonces me dijo: “No, ya no va haber otra campaña, si ya he perdido 3 veces,
cómo se le ocurre que voy a ser cuarta vez candidato”. “Bueno, yo quiero ayudar”,
le respondí.
El año 69 entré al partido socialista y, si bien no hice ninguna militancia activa,
finalmente cuando Allende fue candidato del Partido Socialista -antes que existiera
la Unidad Popular había varios candidatos por partido: el socialista, el radical – yo
le dije a un amigo en común: “Recuérdale a Salvador lo que le ofrecí”. Le dijo y
él se acordó. Me dijo: “Ya, te pasamos a buscar en la mañana, vamos de visita a
una población”. Entonces en el Peugeot 404 de Allende iba de chofer, médico y
guardaespaldas mi amigo Coco Paredes. Allende al lado y parábamos en el centro
para comprar rollitos que financiaba yo mismo de mi bolsillo, e íbamos a las
poblaciones a sacar fotos. Trabajé un tiempo hasta que se creó la Unidad Popular
como organización
-¿Allende era muy conocido por las masas, en las poblaciones?

-Muy conocido. Era muy impactante: él se paraba en cada grupo de personas que
había y hablaba con la gente. Hablaba con todo el mundo, era una forma de hacer
campaña que ya no existe. Iba a cada lugar, recorría cada casa, y además era un

hombre muy cálido. Simpático y con una gran memoria, no se le olvidaba nada.

Luego dejé eso, hubo otra gente que trabajó en la campaña pues había agencia de
publicidad. Yo fotografié después por mi cuenta las manifestaciones. Más tarde
-durante el período de la Unidad Popular- trabajé 3 ó 4 meses en La Moneda en
un departamento de cine y televisión que era inexistente, que tenía una cámara
que no funcionaba. Yo dije: “No estoy para esto”. Me fui, seguí haciendo clases
y trabajando como fotógrafo independiente pero iba sistemáticamente a las
manifestaciones. Yo escuchaba las historias del padre de un amigo que era
refugiado anarquista español y hablaba de la guerra civil. Entonces sabía que
estábamos viviendo un momento importante, histórico, y eso debía documentarlo,
entonces fotografiaba a la gente sin que nadie me lo pidiera.
Un par de veces Allende me llamó para que hiciera cosas muy puntuales: cuando
fue a Buenos Aires a la transmisión del mando de Campora. Me dijo: “Mire,
quiero que usted venga conmigo porque voy a tener entrevistas muy reservadas
con algunos políticos argentinos. Hay que sacar fotos de eso, pero yo tengo que
tener un fotógrafo de mucha confianza y que no repita lo que se dice ahí”.
Entonces me fui con él, fotografié y no me acuerdo ni con quien habló, ni que es lo
que dijeron, ni nada. Luego me pidieron que hiciera el recorrido por Chile de Fidel
Castro.
Hacia el final el último año era productor de la serie de los programas de televisión
de la Unidad Popular para las cadenas obligatorias. Sin medios, sin nada, no
había un peso para hacer nada. De las micros a los canales con las cintas, o las
películas debajo del brazo. Mientras, la Democracia Cristiana tenía cámaras y
todo financiadas por la Democracia Cristiana alemana, y nosotros que éramos
gobierno no teníamos nada. No teníamos ni un peso. Entonces era una pelea muy
injusta, pero yo me metí muy a fondo. Los 8 ó 9 últimos meses se creó un grupito
chico formado por un publicista chileno que había vivido en París, esto no lo sabe
casi nadie, un redactor publicitario y yo como fotógrafo que propusimos hacer
campañas relámpago contra lo que hacía la derecha.
-¿Qué año fue eso mas o menos?

-Fines del ’72, en preparación para las elecciones de marzo del ‘73 donde se
jugaba mucho porque, apostaban a querer tener mayoría parlamentaria para
hacerle una acusación constitucional a Allende. Se formó este grupo que
funcionaba directamente con el Secretario General de Gobierno, o con Allende. La
derecha tenía muchas revistas y diarios donde lo único que les importaba era la
portada po
rque era un afiche todos los días en el kiosko, en un paradero de la
micro, que decía una mentira. Cuando el gobierno contestaba esa mentira ya
habían salido cinco más. Entonces propusimos hacer una campaña más agresiva,
más dinámica. Más moderna para lo que era la época, con mucha importancia en
lo visual, en la fotografía. Patricio Valenzuela era el creativo publicitario, murió
en el exilio, en Francia. Y el otro un señor Orellana que creo que está muerto,
nadie más. El mercurio publicaba después: “Técnicos soviéticos y cubamos
asesoran a la Unidad Popular en propaganda”. Para ellos era inexplicable y éramos
tres gatos encerrados en una pieza. Trabajé hasta el Golpe. Había llegado el 29 de
junio -el día de El Tanquetazo- a la Moneda. Ese era un golpe de broma, o sea

llegué haciendo dedo desde Colón arriba, y después de varias tentativas pude
entrar a La Moneda. Era el único fotógrafo que estaba dentro y yo no trabajaba en
la Moneda. En un momento Allende salió a recorrer los pasillos y me
preguntó: “¿Usted qué hace aquí compañero?” Entonces le dije: ”Bueno, estoy
aquí porque hay que documentar esto”. Me dijo: “No, usted tiene una
responsabilidad con su mujer y sus hijos, váyase a su casa, no tiene nada que hacer
aquí “. Allende se acordaba perfectamente de los hijos que tenía y todo lo demás.
Me quedé ahí hasta el final, hasta la noche. Entonces el 11 de septiembre yo traté
de hacer lo mismo. Le dije a mi mujer: “Toma el auto, ándate con los niños a la
casa de alguien”. No me acuerdo de quién. Yo agarré mi bolso con dos cámaras, la
película que tenía guardada y dije: Voy a tratar de llegar a La Moneda. Entonces
iba caminando por la calle donde vivía hacia Colón y de repente viene un auto de
un amigo mío y me dice: “No Lucho, ahora no se puede. Ahora esta cuestión es en
serio, y no vas a llegar más lejos de Tobalaba, porque hay controles. La ciudad
está dividida en anillos y tú no puedes pasar al anillo siguiente”. Así que me fui a
Chile Films que era lo que me quedaba cerca y con otra gente sacamos películas,
documentales, salvamos cosas. Después lo que quedó ahí se destruyó, se quemó,
pudimos sacar varias películas importantes que se las entregamos a los
camarógrafos, a los técnicos, de televisión española y televisión sueca. Ellos la
sacaron de Chile.

-¿El 11 de septiembre del 73 usted tomó fotos?

-No. Los posteriores sí. Como no se podía acceder al Centro nos quedamos todos
en la casa de un amigo viendo lo que pasaba. A las tres de la mañana supe de la
muerte de Allende por una radio argentina.
Pensamos cómo salvamos la familia y anduve rondado en casa de varias personas.
No sabía si me buscaban. En ese momento cualquier persona te delataba y era
una delación anónima. Finalmente volví y hablé con el militar que vivía cerca. Le
dije: “Mire yo no ando con pistola ni con armas, usted sabe lo que pienso, pero yo
no ando disparando, y quiero saber si puedo volver a mi casa”. Me dijo: “Sí, pero
destruya todos sus negativos”.

-¿Los destruyó? ¿Los escondió?

-Los dividí en paquetitos y los fui repartiendo entre mis amigos que iban a tomar
el té. Cada uno se llevaba un paquetito, los fueron sacando y escondiendo todos.
Al mes yo salí. Me fui a Francia donde vivía mi padre.

-Pero no exiliado; si no por voluntad propia.

-Me habían echado de la escuela de periodismo y eso equivalía a una delación
pública. Es lo que me dijo la gente del partido socialista: “Mira esa es una delación
pública, todavía no te agarran porque no eres importante, están muy ocupados
con dirigentes importantes, sindicales, pero lentamente van a llegar, y vas a pasar
un año o dos años metido en un campos de concentración dando explicación,

o sea tu futuro es ese: no te van a dar trabajo, nosotros no nos vamos a poder
contactar contigo porque estás quemado, o sea vas a vivir en una situación muy
mala. Te aconsejamos que trates de salir y trabajar en comunicaciones afuera,
dando a conocer lo que está pasando en Chile”. Insistían que me asilara, yo tenía
nacionalidad francesa-chilena. En la embajada de Francia me dijeron: “Vente
para acá, te reconocemos como ciudadano francés”. Dije: “No, creo que todavía
tengo un plazo para circular”. Entonces luego salí normalmente. Llegué a Francia
donde estaba mi padre que me acogió, y empecé a trabajar casi inmediatamente en
fotografía. La fotografía tiene la ventaja que muestras lo que eres: “Soy yo ¿esto
les interesa o no le interesa?”.

-¿Trabajó en medios, en revistas?

-No, al principio haciendo cualquier cosa. Lo que ningún francés quería hacer.
Fotografiando refrigeradores y máquinas de lavar en una fábrica, haciendo los
trabajos más infames. Pero era trabajo, era comer, era juntar plata para arrendar
un departamento donde vivir, no molestar más a mi padre. Y fui un privilegiado
porque yo viví de mi trabajo, no como otros que tuvieron que lavar platos. Los
abogados, ya me dirás tú qué hacía un abogado, entonces un médico que hacía:
nada. Yo viví siempre de mi trabajo, dos años estuve en Francia, dos años muy
negros.

-¿Por la lejanía?

-Porque era asumir todos los relatos de los chilenos que iban llegando semana
a semana. Yo era el chileno que tenía departamento, llegaban allá, comían,
contaban historias. Entonces yo estaba permanentemente viviendo esa realidad.
Era muy estresante.
Trabajé con Raúl Ruiz en “Diálogo de exiliados”el 74. Esa fue la última vez que
actué, hacía mucho tiempo que no actuaba, fue un trabajo que hicimos todos los
exiliados. Raúl Ruiz era un amigo mío de la época de la escuela de teatro. Él es
un genio, es absolutamente un genio. Es un poco mitómano, como son todos los
genios porque confunden realidades con ficción, pero es un personaje encantador.
Bueno tuve momentos buenos, pude conocer al gran fotógrafo francés Cartier
Bresson, y hablar toda una tarde con él, Que viera mis fotos y que me hiciera
comentarios. Fue muy importante porque abrió dentro de mi cabeza una ventana
por donde entró luz. Eso significó más que 100 mil títulos o grados universitarios.

España
-Mi ex mujer que era actriz me dijo: “Vámonos a Barcelona porque aquí no tengo
posibilidad por el idioma”. Entonces una noche cargamos los cuatro bártulos
que teníamos, arrendé un auto y nos fuimos a Barcelona. Llegué con dinero para
vivir dos semanas a un departamento prestado y comencé por segunda vez de
cero. Tuve suerte porque a la semana empecé a tener trabajo en una empresa
de publicidad haciendo un trabajo que yo no conocía, pero tenía oficio y pude
aprender rápidamente de qué se trataba. Eran una especie de diaporamas con

diapositivas, que eran de empresas. Una de las primeras fue la fabricación en
España de los Ford Fiesta
Eran todos los procesos de fabricación del auto, sacaba diapositivas 35 en color,
después se ponían 3 ò 4 proyectores sincronizados y se hacían un espectáculo.
Pero a la semana murió Franco y se produjo una abertura, porque para trabajar en
cualquier cosa había que tener permiso del sindicato de Franco: para ser músico,
fotógrafo, carpintero. Todo estaba reglamentado.
Murió Franco. Se terminó eso, vino una transición política y entonces mucha gente
pudo empezar a trabajar en fotogr
afía de prensa sin necesidad de permiso de nadie.
Empezaron a aparecer revistas, muchas revistas, muchas publicaciones. La gente
quería saber cosas sin censura. Llevaban 40 años con censura.

-Apareció el destape.

-El destape. Yo tenía experiencia en fotografiar manifestaciones políticas, venía
de tres años de eso. Los fotógrafos españoles no. Entonces rápidamente llamaron
la atención algunas de mis fotos y me contrataron para un semanario que estaba
apareciendo, se llamaba Opinión y era del grupo Planeta. Estuve hasta que cerró
Opinión y empecé a trabajar en otra revista haciendo fotos de arquitectura. Muchas
cosas, hasta una cosa que odiaba que era fotografiar niños para una revista que se
llamaba Ser Padres, que existe todavía. Tenía que hacer la portada. Entre medio
empecé a hacer clases, también hacia muchas cosas. El medio español, el medio
catalán, me recibió con mucha generosidad, no me discriminaron para nada y no
me hicieron sentir extranjero.
Entonces el año 82 había hecho ya varias exposiciones en Barcelona. Había
ganado unos premios de la mejor foto periodística del año, el mejor retrato y todo
lo demás

Neruda

-El 82 me llaman de la Municipalidad de Barcelona y me dicen: “El año 83 se
cumplen 10 años de la muerte de Neruda. Vamos a hacer una gran exposición
sobre Neruda con pintores españoles y chilenos y sabemos que tú tienes fotos del
poeta, y queremos que las expongas”. “Muy bien”, dije yo.

-¿Cuándo fue la primera vez que conoció a Neruda, que le tomó fotos?

-El año ’69.

-¿Le fueron a pedir permiso para el prólogo de un libro de fotografía?

-Fue antes de eso. Fue un encargo de la revista Paula. Trabajaba en la revista
Paula, que no tiene nada que ver con la revista Paula de ahora, porque había
grandes periodistas: Malú Sierra, Amanda Pus, Isabel Allende, Delia Vergara.
Y había un grupo de fotógrafos también importante. Se estaba haciendo una
reedición de los “20 poemas de amor” y me pidieron que fuera a Isla Negra a

fotografiar a Neruda. Ahí lo conocí. Después volví con este grupo de fotógrafos
el año 70 y 71. Hicimos una gran exposición y para el prólogo a alguien se le
ocurrió: “Bueno, pidamos el prólogo a Neruda”. Entonces me dijeron: “Como tú lo
conoces, anda a pedirle el prólogo”.

-¿Y cómo era? ¿Agradable?

-Era muy simpático, muy agradable cuando no había público, o sea cuando
eras tú y él: nadie más. Cuando había un tercero ya era show, espectáculo, ya
actuaba para los otros. Si éramos los dos solos era mucho sentido del humor,
extraordinariamente inteligente, sabía de fotografía; no de técnica si no del
lenguaje fotográfico. Y muy sencillo y muy generoso.
Después cuando yo volví a sacarle fotos él me dijo: “Sígueme dónde quieras, pero
nunca me digas que pose, que mire a la cámara, metete al baño si quieres conmigo
pero yo no te voy a mirar”.
Fue muy generoso, no me conocía nada, yo era un chico que andaba con una
cámara fotográfica no tenía por qué tener confianza conmigo, y sin embargo la
tuvo.
Yo me acordaba de la casa de Isla Negra y tenía poquitas fotos de la casa.
Entonces ya había tenido un pasaporte español, tenía nacionalidad española,
dije: “Bueno, puedo intentar volver a Chile como ciudadano español, más
tranquilo”.
Entonces pasó por Barcelona, Matilde Urrutia, la viuda y yo fui a hablar con
ella le dije: “Mire Matilde, mire pasa esto: quiero ir a Chile, ahora puedo ir y
quiero fotografiar la casa de Isla Negra”. Me dijo: “Mira hay un conflicto, porque
estamos en juicio con la Armada, la Armada se quiere quedar con la casa y la
casa está cerrada por orden de un juez y no puede entrar nadie, entonces es difícil
déjame pensarlo”.
Al poco tiempo hice un trabajo que no estaba dentro de la economía familiar. Iba
con la plata en el bolsillo, recién pagado, pasé por delante de una agencia de viajes
que decía: “Viajes charter a Chile, compañía Spamtax”. Tenían dos aviones que se
cayeron. Compré el pasaje y sin decirle nada a nadie, mi ex mujer en ese momento
estaba actuando en una obra en otro lugar, me vine a Chile y rompí con el misterio
y el rito del regreso del exilio. Uno siempre piensa que van a estar los amigos,
pancartas, banderas, banda, luces. Al final llegué solo sin decirle nada a nadie.

-Habían pasado 9 años desde su ida, ¿cómo encontró Chile el 82?

-Gris. Muy triste y temeroso. Entonces me fui a la casa de Matilde y le dije: “Aquí
estoy”. Me dijo: “Bueno, tengo permiso para ir cada cierto tiempo a la casa, para
abrirla y ventilarla porque es una casa que está frente al mar, si no se deteriora, y
hacer el aseo con una empleada. Voy a ir pasado mañana, tú te vas a la hostería,
te alojas en la hostería y después en la mañanita golpeas la puerta discretamente y
yo te abro”. Así estuve yendo una semana. Nos tomábamos un café, ella subía al
segundo piso, se quedaba allí, y yo me quedaba sólo en la casa fotografiando, no
sabiendo muy bien qué… con luz natural. Entonces estaba la presencia de Neruda,

porque una casa que ha estado cerrada 9 años, no habitada tiene una presencia

muy fuerte, está todo ahí. Eso fue lo que sentí, y tanto es así que yo saqué muchas
fotos que después cuando volví a Barcelona y revelé en Barcelona los negativos,
yo no me acordaba de haber tomado. Era como si otro hubiera tomado las fotos.
Empecé a leer de nuevo todo Neruda, incluso lo aburrido que tiene, que hay cosas
muy aburridas, y encontré textos de Neruda que dialogaban con las fotos que yo
había tomado. Tomé esos textos y las puse. Se hizo a la exposición el ’83, y yo
ahí dije: “A lo mejor puedo hacer un libro con esto”.
Y empecé a trabajar con la idea del libro, volví a Chile, Matilde me empezó a dar
datos de amigos de Neruda que todavía estaban vivos, iba a la casa de ellos con
una grabadora, grababa la conversación, recuerdos personales, les sacaba el retrato
y de un amigo fui llegando a otro. Me volví a Barcelona y seguí trabajando con la
idea de un libro. Un amigo diseñador me empezó a ayudar, a darle forma a esto, y
volví de nuevo a Chile. Ya Matilde estaba enferma de cáncer. Me dijo: “Mira, tú
para terminar este libro tienes que venirte a vivir a Chile. Además tú eres fotógrafo
chileno, a ti te corresponde estar aquí, ¿qué estás haciendo allá? Ese libro afuera
no lo puedes terminar. Vente a Chile”.
Me sentí muy responsable de eso que me decía. La última vez hablé por teléfono,
no que me quiso ver porque me dijo “Estoy fea, la enfermedad me tiene muy
fea. Hablemos por teléfono, recuérdame como la última vez que me viste”. Era
una mujer con mucha fuerza, mucho ñeque. Volví a Barcelona ya con la idea de
retornar, mi hijo -que en este momento tenía 14-15 años- también estaba con la
idea de volverse. Tornaron ellos primero, después yo. Y eso que estaba trabajando
hacia 4 años en el diario El País, y tenía una posición de privilegio porque hacía
lo que quería. Todas las noches el redactor jefe me llamaba y me decía: “Hay tal
cosa, ¿qué quieres hacer tú?”. Hacía una cosa, o si no trabajaba para el semanario.
Y eso eran dos o tres semanas trabajando en un tema largo. Entonces les dije “Me
voy a Chile”. Decían ¿qué se le perdió en Chile? ¿Tú te das cuenta la posición
que tienes aquí? Hay 50 fotógrafos que se dan de golpes por tenerla y vas a dejar
botado eso. “Si, bueno, pero yo soy de allá, yo pertenezco a ese lugar”. No soy
folclórico p
ero todo mi trabajo personal el último tiempo tenía que ver con Chile;
los exiliados que pasaban por Barcelona y que yo los fotografiaba en el comedor
de mi casa, cómo haciendo un álbum de familia, era gente que no sabía si iba a
volver a ver, si iban a vivir o no vivir: Enrique Lihn, Roberto Parada, Fernando
Kramm, Gitano Rodríguez, tanta gente.

– De todos esos personajes ¿cuál es que más lo conmovió?

– Enrique Linh. Era un genio. En Barcelona estaba por poco tiempo y sufrió un
infarto. Tuvo que quedarse en reposo y ahí convivimos varias veces. Fuimos a
las librerías antiguas, buscamos fotos viejas. Le gustaba mucho eso y hablamos
mucho. Lihn vio una serie de fotos que había hecho sobre unos travestis en
Barcelona. No me dijo nada, las vio, y como al mes después que se había ido
desde Nueva York me llegó una carta; “Lucho no me he podido sacar de la cabeza
esas fotos y quiero que hagamos un libro. He escrito un largo poema inspirado en
esas fotos y te he robado el título”, finalizaba. El título que yo tenía era “Ephemera

Vulgata” que es un insecto que vive 24 horas. En Barcelona no se pudo. Cuando

volví definitivamente a Chile, en marzo del 85 él me acogió mucho y me ayudó
a conectarme con la gente que estaba en el mundo cultural y no conocía. Eran
muchos años fuera y él organizó comidas, reuniones en su casa, lecturas. Lihn
leyó el texto y yo proyectaba las fotografías. Pero no pudimos y es una deuda que
tengo con Enrique. Espero algún día poder hacer ese libro con el texto de Lihn
y con las fotos de los travestis. Murió con rabia, porque justo en el momento en
que empezaba a tener reconocimiento fuera de Chile, lo habían invitado del Perú
a dar unas charlas, a publicar libros. Estaba feliz. Me dijo: “Me voy de este país
de mierda. Lo único que hacen es ningunearme”. Porque aquí lo ninguneaban, lo
conocía un grupo de amigos pero nada. Y era un momento muy duro de dictadura
todavía.

-¿No lo apreciaron bien aquí?

– No, todo ha sido un reconocimiento hipócrita post, no le dieron ningún
reconocimiento. Al revés de Nicanor Parra que no se puede quejar de nada porque
este país le ha dado todo lo que le puede dar a un escritor y todo el reconocimiento
que le pueda dar a un poeta. A Lihn no le dieron nada. Entonces tuvo que hacer
equilibrio para vivir toda su vida. Un hombre absolutamente consecuente y
coherente con su creación y que no le besó el trasero a nadie. Absolutamente
independiente, que decía lo que pensaba y lo que creía y no le hacía la pata a
nadie.

Botones dorados

-Llegué de vuelta a Chile el día del terremoto Marzo del 85. Llegué en la mañana
y en tarde fue el terremoto, me reconoció Chile como ciudadano y salí al día
siguiente a fotografiar mi Santiago terremoteado, que era el Santiago de la
Plaza Yungay, de la Plaza Brasil, era mi Santiago de la infancia. Soy un chico
de Santiago Centro, yo nací en la calle Maturana, después me crié mucho por
esas calles. Viví en la Alameda frente a la avenida Brasil, por la calle San Isidro,
después en Huelén. Viví en muchos lugares pero siempre fui de Santiago. Entre
medio había estado 3 años y un día en la Escuela Militar

-Sí, lo sabía, eso le iba a preguntar.

-Todos tenemos un pasado (ríe).

-Usted estuvo en la Escuela Militar, después vino el golpe, ¿qué visión tiene
del mundo militar con el paso del tiempo?

-Bueno cuando vino el golpe yo sabía lo que iba a pasar. La gente de izquierda era
muy ingenua, decían “no si en dos semanas más ellos devuelven el poder” y los
demócratacristianos creían eso. Frei creía que, como Presidente del Senado, iba a
asumir y lo mandaron devuelta a su casa a pié. Yo sabía que no y sabía que ellos

se iban a imponer a nivel de país lo que imponían a nivel de cuartel, que era una
disciplina del terror.
Todos somos culpables de algo la suerte es que no te pillan pero el día que te
pillan estás resignado porque sabes que algo has hecho. Eso es lo que ellos
impusieron a nivel de país. No tengo ningún respeto por ellos, ninguno. Más
bien me acompaña un desprecio, por muchos méritos que hagan, pero no le tengo
respeto a ningún botón dorado, aunque sea de los bomberos.
Entonces son reinos a la fuerza y eso no se va a recuperar, porque nos traicionaron,
el pacto tácito que se establece en una sociedad en que ellos tienen el monopolio
de las armas pero para defendernos; no para atacarnos. Ese pacto roto pasará
mucho tiempo antes que la confianza se pueda recuperar.

Vida y muerte

-Bueno, llegué a Chile a empezar de cero por tercera vez. Nadie me conocía y no
tenían por qué hacerlo. Comencé a recorrer humildemente revistas, agencias de
publicidad, mostrando, mire yo hago esto, hay trabajo para mí. Al poco tiempo
una ex alumna Margarita Serrano dirigía una revista y fue la primera que me
dio un trabajo. Empecé de a poquito a hacerme un espacio. Me llamaron de la
Universidad Católica, hice un año clases y no me gustó en lo que estaba convertida
la universidad: un lugar para escalar y donde te venden un diploma. No era la
universidad solidaria que yo había conocido. De a poco empecé a organizar esta
idea de los talleres que hago, que son grupos chicos, 6 personas, donde la técnica
es una parte pero no es todo. Es muy importante conocer el lenguaje, los autores,
yo tengo una biblioteca de 1600 libros de fotografías. No hay universidad ni
instituto en Chile que tenga eso, porque eso para mi es muy importante, la técnica
es muy fácil, la puedes aprender sólo, no necesitas un profesor que te enseñe; lo
otro sí.
Entonces estoy en eso perseverando en el blanco y negro, en lo análogo, en lo
químico, en la película, me gusta eso. Creo que todavía me queda mucho por
aprender; si me queda mucho por aprender cómo voy a pasarme al digital que es
otra cosa. Entiendo el digital: que sea practico para la prensa, para la publicidad,
no lo estoy descalificando pero es otra cosa. Yo escogí esta herramienta, este es
el instrumento que a mí me viene, siento alegría haciendo eso, a pesar de que
por razones de salud no debiera meterme más en el cuarto oscuro porque ya tuve
problemas de salud.

-¿Qué problemas tuvo?

-Los líquidos fotográficos, sobre todo la hidroquinona que es la interviene en el
revelador, están en suspensión, en el aire, Aunque tú disuelvas, es un polvillo
que si te acercas mucho a la cubeta lo absorbes. Entonces tuve un cáncer al
lagrimal muy raro que me diagnosticaron de un día para otro cuando estaba
en Bruselas. “Hay que sacarte el ojo, porque es un cáncer muy agresivo de
crecimiento muy rápido y se te va a pasar a la cabeza, va a romper el hueso y si se
te pasa a la cabeza no hay nada más que hacer. Te tienes que operar”.

Entonces dije: “No, pero cómo me va a sacar el ojo”. “Si es que no hay nada que
pensar, el análisis y todos los médicos vieron que es ese el diagnostico”. Llamé a
Chile al oculista que me había visto, le envié los exámenes en la tarde, después el
me llamo y me dijo: “El diagnostico es el correcto y yo en Chile tendría que hacer
lo mismo, no tengo otra alternativa. Pero hay en Miami un Hospital dependiente
de la Universidad de Miami que conozco, sé de los procedimientos que hacen,
porque he ido a c
onferencias de ellos, tienen el equipo y el conocimiento, ellos
podrían sacarte el tumor sin tocar el ojo. Pero esa es la única alternativa que
tienes, llámalos de parte mía”. Los llamé inmediatamente. El doctor se puso al
teléfono, me dijo: “¿Cuándo se puede venir?”. “Mañana”. Tomé esa noche un
avión a Miami, al otro día estaba allá, vio los exámenes, me dijo: “Mire, yo veo
que hay una posibilidad, pero es distinto cuando yo abro porque me encuentro
con otra realidad, algo que el scanner no muestra y en ese caso no me queda otra
alternativa que sacar el ojo, para salvarle la vida. Entonces usted tiene que tener
confianza”. “Ya pues”, le dije. “Vamos mañana”.
Me metí en una operación muy larga, me sacaron todo lo que hay de carne. Me
sacaron el ojo, reimplantaron, me hicieron una cirugía plástica, me hicieron mas
buen mozo porque les pagué suficiente. La mitad de la nariz de titanio y todo
relleno con silicona, y me armaron de nuevo. Dos meses de radiación muy fuerte y
aquí estoy. Después tuve un infarto, 3 by pass y soy diabético.

-Pero anda feliz de la vida…

-Sí. Tengo una hija de 4 años y otra de 6 meses. Entonces a la edad de ser abuelo
yo me pongo a ser padre y me reinvento otra vida. Tengo otra pareja 40 años
menor; yo tengo 70 años. Aprovecho este tiempo que es gratis, no sé cuánto es.
Hago el tipo de imagen que yo quiero, no lo que otros quieren, entonces eso
también me ha dado libertad para reinventar mi trabajo fotográfico.

-Hay una sola cosa que no me dijo. ¿Qué opinó Cartier Bresson de las fotos
suyas?

-Andaba trayendo por casualidad una serie de retratos de Neruda… fue un
encuentro bastante casual. Me encontré con un periodista francés amigo mío -yo
me iba a Barcelona-, entonces le dije: “Lo único que siento de irme de Francia
es no haber conocido a Cartier Bresson”. Me dijo: “Se puede arreglar porque yo
le hice unas entrevistas muy largas y él tuvo un buen gesto”. Fue al baño y llamó
por teléfono y me dijo: “Vamos”. Yo sabía que no había que hablar de fotografía
con él porque no le gustaba. Hablamos de varias cosas: llegamos al tema Chile,
la política, poesía, Neruda, había una historia entremedio de Neruda. Yo andaba
con un paquete de fotografías de Neruda que había retirado de una revista, que
no las habían publicado, entre ellas habían un grupo de retratos de Neruda. Yo ni
media palabra de fotografía, y después pasado un par de horas habíamos entrado
en confianza. Me preguntó si andaba con fotografías, le dije que sí. “Entonces
póngalas en el suelo”. Miró largo rato, y me dijo: “Esa es su mejor imagen”. Un

retrato de Neruda, “¿Por qué?” le pregunté. “A mí no me gusta, me gusta más este

otro retrato”. “No”, me dijo, “mire aquí en esta imagen pasa esto, esto y esto”.
Salí. Entendí, imposible reproducir, entendí.

-¿Era una foto que tenía mas vida que las otras?

-Era una foto en que están las cosas por pasar. No estaba pasando nada ahí, pero
estaba por pasar algo. Eso fue lo que le interesó, y después fue muy generoso, me
mostró fotos de él, que estaba haciendo la maqueta de un libro y tenía duda y ya
nosotros con el periodista estábamos a nivel de compadres: “no pues, cómo se le
ocurre poner esa foto, esa foto es pésima, esta otra sí…”.
Un hombre muy generoso, los genios tienen eso: absolutamente generosos. Para
mí eso pagó los dos años en Francia, de sufrimiento. Eso después lo exorcicé
cuando era agregado cultural en Bélgica. Para mí era doloroso volver a Francia,
a París. Mi padre había muerto y estaba enterrado en Francia. Entonces Fernanda
me dijo: ”Vamos”. Le respondí: “Mira, cuando yo estuve aquí, en ese café, nunca
tuve plata para sentarme a tomar un café, sentémonos a tomar un café, para ir
a un restaurant, entremos, vamos al restaurant. Vamos al cine, hagamos todo el
recorrido que no pude hacer”.

FIN. Han acabado las 24 horas de vida de la Ephemera Vulgata de Poirot.



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