Panchito Cabrera

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Una vida llena de peripecias
Primera Parte
Por Hugo Dimter
Pocos le dicen Francisco. Para todo el mundo es simplemente Panchito, o el Django Reinhardt chileno. Flaco de nacimiento, viajero por obligación, tan virtuoso que lo denominaron surrealistamente como “El Tarzán de la guitarra”. Músico insigne de un Chile que ya no existe. No importa. Para él nada ha cambiado y -aunque su ídolo, Django, ya no esté- le da lo mismo: los buenos guitarristas nunca mueren.
“A los 8 años aprendí a tocar la guitarra. Fíjese que en esos años apareció un grupo tan lindo: el Quintette du Hot Club de France. Tocaba Django Reinhardt la guitarra y Stéphane Grappelli el violín”.
Panchito, La Guitarra Mayor de Chile -como también lo apodaron- sigue narrando: “Django era admirado por todo el mundo. En Estados Unidos lo amaban. Duke Ellington fue a conocerlo y dijo: ‘Hay que conocer a ese gitano. ¡Como toca la guitarra! Aquí en Estados Unidos no hay gitano que toque así’. Fue a Francia. Se sacó fotos abrazando a Django Reinhardt y Django bien serio. Después llegó otro músico, Dizzy, que es famoso en Estados Unidos por el Bebop. Lo abrazaba. ‘Django Reinhardt venga a sacarse fotos’, decía. Un ídolo.
“Django había perdido dos dedos. Eran pegados, se pegaron con el fuego en un incendio. Tocaba igual. Yo no sé cómo adquirió esa técnica. No entiendo”, me señala Panchito. “Yo puedo tratar de tocar, pero no puedo llegar a esa técnica. Pero lo principal es que pesqué el estilo de él, y desde chiquitito empecé: chiquitum chiquitum y tirururutururú. Me costaba, hasta ahora que -con la guitarra- ya lo saco bien. Así seguí hasta que llegué a Santiago.
Yo soy del Norte, cerca de Antofagasta, de Chuquicamata, del mineral más grande del mundo.
Ahí nací yo”, finaliza Cabrera.
Se vino a los 8 años
Panchito siempre viste de punta en blanco. Todo un caballero, respetuoso y amable. Conversar con él es transportarse atrás 50 años. “Fíjese que cuando fui en gira para el norte eran kilómetros de personas que venían a vernos. Estábamos los tres hermanos; dos están muertos: el Milo y Juanito. Hacíamos imitaciones del Club de France.
El Milo imitaba a Grappelli, yo a Django y mi hermano nos acompañaba. Éramos famosos en Chuquicamata, recorríamos los locales: Chile Club, Socio Club, el Club Chuquicamata, todos. La gente nos aclamaba.
– ¿Su hermano le regaló su primera guitarra?
– Sí, pero la vendí. La Epiphone. Tan rica guitarra.
– ¿Por qué la vendió?
-Porque resulta que con el tiempo se empezó a descascarar la caja. Entonces la mandé a barnizar negra. Negra después no me gustó. No tenía recortes, era redondita, así no más.
Para Panchito Cabrera la guitarra ha sido una extensión de su cuerpo. Algo que nace en su cerebro y corazón y se traslada hasta sus dedos. Es la maravillosa sinfonía del cuerpo humano. El don de la música y de la guitarra.
“Yo vivía en Viña del Mar. Tenía una casa bien bonita que estaba en un cerrito”, señala con nostalgia ahora que reside en el piso 19 de un edificio en pleno Centro donde atisba la zona sur de Santiago: San Miguel, La Cisterna, más allá San Bernardo… el resto de Chile.
“Me han hecho hartas entrevistas diferentes periodistas. Es que tengo trayectoria. He recorrido mi patria, u por lo menos cinco veces, de Arica a Punta Arenas. Conozco todo Chile, hasta los pueblos.
Después trabajé en la televisión con Don Francisco en programas que ya no existen. Salí en el otro canal que le hacía la competencia a Don Francisco ¿se acuerda? Uno delgadito, un locutor muy bueno. También estuve trabajando en la Radio Minería, Cooperativa Vitalicia, Radio Corporación, y grabé un montón de discos.
– ¿Cuántos discos tiene?
– Muchos. Le voy hacer escuchar mi último disco. Este lo grabé a mi estilo Hot Club de France. Tengo casi la colección completo del Quinteto de Francia. Lo fui comprando en París, me traía cinco discos de Django Reinhardt. Se me quedaron hartos discos allá en Suiza. Le pedí a mi hija que me los trajera. “Papito, yo se los voy a llevar, no se preocupe”. Le dije: “Hija linda, mi disco del Quinteto de Francia es lo principal que necesito”. “Ya, no se preocupe, yo se lo voy a llevar”. Este es con el Quinteto, con violín y con clarinete como Django Reinhardt. Soy el único que toca así aquí en Chile. Por eso soy famoso. Todos los músicos dicen: “Panchito como tocas la guitarra así tan bonito, yo no puedo tocar así”. Estoy influenciado por Django”.
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El jazz en Chile desde 1920 fue de la mano de lo que ocurría en Estados Unidos y Europa. “Este estilo de jazz gitano no lo toca nadie en Chile, yo nomás. De cabro chico empecé. Soy el único que no toco tipo americano. Todos los músicos, los guitarristas, son tipo americano y los jazzistas son tipo americano, pero la gente no entiende esa música”.
– La primera vez que usted escuchó a Django Reinhardt fue a través de un disco que compró su padre.
– Un disco de esos del 78 que había antiguamente. Ufff ese disco ha de tener por lo menos 60 años o más. Yo tenía como 7 años cuando escuché el disco. Así que él ya debe haberlo grabado antes. Porque ese disco no era el primero. Yo tengo la historia, todo en libros, pero se me quedaron allá en Suiza los discos de Django Reinhardt.”Tráeme todo: todos mis discos, todo lo mío, y tantas cosas que tengo.Tengo una maletita tipo James Bond lleno de cassettes”, le dije a mi hija.
Django-Reinhardt
Discos de caucho
– ¿Y qué le llamó más la atención de la música de Django Reinhardt?
– El estilo, el modo de acompañar los sol. Porque yo toco a todo guitarrista americano y no le encuentro gracia. Claro que algunos eran matados, porque ahora hay guitarristas extraordinarios. Pero tampoco, porque llego un guitarrista americano que es uno de los mejores del mundo, según él, que tocó con Grapelli antes que muriera Grapelli, para reemplazar a Django, pero era horrible. Nada que ver. Cuando Django tocaba tan lindo. El gringo toca otro tipo, otra idea. Tipo gringo, tocaba guitarra eléctrica, tututacataca.
Los recuerdos van y vienen en la mente de Panchito.
“Yo tuve un grupo Los Chevalier. Eran del tiempo de la Nueva Ola, las lolas en la Universidad como bailaban esto. Tutuputumm tururuamm turururammm.
Las cabras se volvían locas. Hhuuuu,  Panchiiiiito. Canciones como El tres palabritas. Éste es del Hot Club: Té para dos. Una maravilla, cómo toca Django. Este es un disco de década. Son de caucho, discos antiguos. Este tocaba quinteto con David Harvey, que tocaba armonía americano, muy lindo. Eesto tambien es de Franco, Exactamente como tú y Me estás volviendo loco. Tan lindo.
Estos los compré allá en Bolivia, marca Swing grabado en Francia, ese es legítimo, los otros son hechos en Chile, son copias marca Swing. Cuando fui en gira al Perú en Lima y la Paz, Bolivia, ahí compré estos discos. En Argentina copiaron discos de Django. En Francia. Todos estos me los traje de allá. Estos disquitos los cuido como joyas.
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Una vuelta por Europa
– ¿Qué año fue a Francia?
– Hace poco. Estuve como 5 años allá en Europa, hace poco volvimos con mi señora.
– ¿Me imagino que echaba de menos Chile?
– Sí, ahora estoy feliz aquí. Mi señora quería quedarse en España. A ella le encanta España. Claro, es lindo pero qué sacamos con estar en España. Una, que no me conoce nadie en España. A dónde voy a trabajar? Allá hay tremendos guitarristas flamencos. Bburubrurururrummmm  burrurummmm y los otros bailan. No conozco esas cosas; yo soy jazzista. Yo soy músico de tango, bolero, puras cosas así. Entonces no tocan esas cuestiones allá. Esos pericos son puros folcloristas. Ellos rarararambuuu salen gritando burururumm. “Así que dónde voy a trabajar yo, hija? No sé na yo. ¿Y a quién le voy tocar allá? ¿ A quién voy a engrupir allá?” Van a decir: “¿Qué jazz? Si aquí hay jazzistas rebuenos”, porque hay buenos jazzistas en España: trompetistas, todo, tutututmmm, tipo americano tocaban ellos, hay un violinista muy bueno. Pero estos chilenos de acá son mejores, tocan conmigo.
– Oiga es cierto que una vez le propusieron que se cambiara del estilo gitano de Django Reihnhardt al Bebop?
– Claro que me dijeron. “Panchito porque no toca estilo americano, si todos tocan”. “No”, respondí. “Justamente por eso no me meto, porque todos tocan igual. Yo salgo del lote, soy diferente”, les dije. “Toco distinto, a mí la gente me entiende”, le dije yo. “¿Por qué voy a tocar  americano?  ¿Para que no me entienda la gente?” Y no me gusta, así que no pensaría en tocar tipo americano  si llevo años junto a Django Reinhardt, imagínese.
– ¿Pero le gusta algún músico de jazz?
– Sí, hay extraordinarios. El mismo negro que toca la trompeta. Extraordinario. Le fue a enseñar allá, fue a ver actuar a Django Reinthardt también. “Oye ese gitano debe tocar muy bien”. Fue para allá se sacó fotos con él, muy famoso ese negro como se llama, el el el que inventó el Jazz moderno, extraordinario. Titirtururutuuramm tiriririrummmm.
Eso sí que no
– Ahora Django era muy bohemio, le gustaba jugar a las cartas…
– Claro, y mujeriego…
– Y bueno para el trago. ¿Usted nada que ver?
– No, yo ahí cambié con Django. Yo soy una persona muy sana. También tomé mis traguitos. No voy a decir que no. Tomé mi whiskicitos, mis pisquitos con Coca Cola; pero otra cosa no. Yo no use nunca eso de la marihuana. Esa cosa nunca. Me invitaban desde el 48. Y hay muchos que andan fumando esa cosa. “Panchito toma, toma, toma coca (le  dicen “un toque”, me enseña). “No” le digo, “cómo se te ocurre”. “Vas a tocar mejor que lo que tocas, te vas a volar, ni vas a saber lo que estás tocando”. “No, no. Yo quiero saber lo que estoy tocando porque después voy a estar haciendo cosas para la risa de la gente y voy a creer que estoy haciendo tremenda cosa. No, no”.  “¿Entonces un pitito?” “No, no, si yo no le hago a esas cosas”. “¿Pero cómo no le vai hacer a un pitilito?” “No”.
“Ahora no hay trabajo para los músicos. No he visto nada de músicos aquí en Santiago cuando antes ahí en la Plaza de Armas se paraban todos. Montón de músicos para elegir: pianistas, contrabajistas, bateristas, guitarristas, de todo, trompetistas, buenos saxos. Ahora no. Nadie. Yo pasé una vez por la plaza, no andaba nadie” señala Panchito.
La Reina y yo
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– ¿En 1968, durante su visita a Valparaíso, tocó para la Reina Isabel?
– Claro, si yo trabajé en embajadas diplomáticas varias veces. Trabajé con la de Argentina, con la de Estados Unidos, con la no sé cuánto, la otra, una tropical,  y la de Inglaterra. Y cuando tocaba allí con mis músicos siempre me gustó vestirme bien, presentarlos bonitos. Así que les hacía comprar unos trajecitos, unas chaquetitas celestes, todos igual: pantalón negrito si es posible de smoking, y todos con humita, así nos veíamos igual. Se veía bonito. Así me presentaba frente al embajador. Y la gente, todo el mundo bailaba, porque ellos hacen fiestas así: comidas para los amigos, son todos diplomáticos quienes llegan ahí. Al conjunto mío le decían: “Vamos, go, go”, hablaban en Inglés y salían a bailar. Les gustaba, aplaudían harto. Después cuando vino la Reina el Embajador dijo: “Oiga Panchito, su conjunto es tan macanudo, me ha gustado, usted le amenizaría la comida a la Reina Isabel?” “Encantado” le dije. “Ya pues. Entonces voy hablar con el encargado de la comida para decirle que yo voy a llevar el conjunto a la Embajada, el que llevan a actuar siempre”. Así que habló y luego vimos precios: “Ya don Panchito, para tal día, ¿cuánto cuesta?”
“Bueno, usted sabe que ese trabajo es algo más fino y vale un poquito más caro”. Esos diplomáticos ganan tremenda plata, así que le dije: “Vale tanta plata”. “Ahhh, usted me cobra casi el doble de aquí”. Le respondí: “Estamos aquí; allá en Valparaíso es otra cosa, estar con la Reina es una cosa difícil”. “No, si yo sé, lo pago, pago toda esa plata que usted me cobra”. “Ya, macanudo”, respondí. “Ustedes tienen que estar allá a tal hora”, me dijo. “Yo no lo voy a poder acompañar porque tengo una cuestión, tengo que ir a la embajada”. “No se preocupe que vamos sin problema”, respondí.
Yo no tenía auto, siempre tengo auto, ahora no tengo ni uno. Llamé un taxi y nos llevó. “Espérese un ratito acá por si tengo algún problema para que nos devolvamos’, le dije al chofer. “Yo los espero aquí”, me respondió el conductor. “Subimos y yo le aviso si se va o se queda”, le indiqué. “Bien’, me dijo. Arriba salió un gringo de marinero: “What happen?”… “Qué what? Son músicos que actúan vienen para acá”, le dije al marinero. No nos entendía. “Espérese un ratito”. Llamé al taxista. “Oiga amigo, usted entiende algo de inglés?”, le pregunté. “Sí,  algo le pegó”, me respondió. “Venga, suba”. Subió a ver qué es lo que me estaba diciendo el gringo. “What wath chu wat you Reina’. “Ahhh, está preguntando si ustedes son los músicos que le van a tocar a la reina”. “Sí, dígale que sí, que nosotros somos”. ‘What wathwach wachtwuch’. Pasen por acá y nos llevó altiro para abajo.
‘No se mueva de aquí, mire que usted va a ser nuestro intérprete’, le dije yo. ‘Nadie sabe inglés aquí’, le recalqué. ‘Ya pues, chita macanudo’, me respondió el chofer. ‘Y usted va a comer aquí conmigo’. ‘Ya macanudo, déjeme que voy a dejar el auto bien estacionado porque lo dejé parado ahí nomás’, me dijo.
Un malentendido en la cocina
“Pero que no falten los intrusos en todas partes”, cuenta Panchito. “Llegó un intruso: wathchuwach wathachu, ¿qué es lo que está diciendo?, le pregunté al taxista. Dice que acaso han comido ustedes. Dígale que no, que no hemos comido y que el embajador dijo que íbamos a comer aquí. What woth wath , ahh waht wawa. Vengan, vengan, vamos, vamos. Y nos llevó a la cocina y en la cocina was wathchu washwas. El taxista tradujo. Me dijo que les de comida. Ahh le dije yo. Wwas waww wath… Dice que tienen que buscar un plato que está aquí.
Sacamos unos platos de aluminio que habían ahí, de esos de marineros. Hay que ponerse en la filita ahí los cuatro, y cuando escuchamos bruagg: un cucharón con un montón de porotos. ‘¿Y es esto?’, pregunté. Una porotada. Entonces llegamos allá, nos pusimos en la mesa.  ‘¿Y estos porotos?  ¿Esta cochinada de comida nos van a dar?’ Después llegó el Embajador. ‘Panchito ¿y esos platos de dónde los sacaron? Un gringo nos llevó para abajo y empezó hablar. Yo le explique que ellos no habían comido y les dio eso, le dije.
“Noooo, cómo va a ser”, dijo el Embajador. Nooo, nooo. A ver, wath wath. Lleva eso para abajo. Y el marinero pescó los cuatro platos y se los llevó. El embajador me dijo: “Panchito, si usted va a estar junto con la Reina. ¿Cómo va a comer esa cuestión? Eso es para los marineros, a ellos le dan esa comida. “No sé”, le dije yo. Como dijo el caballero: ¿han almorzado o no? Yo le dije que no habíamos almorzado” Y ahí el marinero me dijo:”Ahh, entonces vamos almorzar altiro para abajo”.
– Ahhh ¿y comieron con la Reina?
– Claro.
– ¿En la misma mesa?
– No. En la otra mesita que estaba al lado, más atrás. Ella nos miraba. Sabía que habíamos estado tocando, porque antes de ir almorzar tocamos un poquito, cuando ya estaban tomando el postre. Después nos pasó a ver a la mesa.  “¿Cómo está Reina?”, le pregunté. “Good”, algo así respondió.
-Ahh, conversó con ella un poco.
– Sí, nos hablaba. Total que almorzamos. Rica la comida que nos trajo. La entrada rica, un lindo plato de fondo y una crema rica. Dije: “esta es comida”. Y teníamos vino, bebidas, todo. El embajador estaba sentado con nosotros y después que terminamos dijo: “Ahora hagan una musiquita rica para que la Reina
escuche y baile”. Entonces empezamos a tocar unas cosas suavecitas, bonitas, lentos, así, y la Reina nos miraba y nos decía: “Así bonito”. Movía la cabeza y empezaron a salir a bailar los invitados de la Reina, todo el mundo, el mismo embajador sacó a otra niña a bailar y tocamos ahí un poquito más movidito.Todos bailaban felices unas cositas tropicales como mambitos, unas cositas como cumbias, así que a la gente les gustaba, lo pasaban de película. Después el embajador me canceló la plata, altiro me pagó y dijo: “Muchas gracias don Panchito, no se olvide que el sábado tenemos que estar allá en la embajada”. “Sí,  vamos a estar allá”. “Tenemos una gran fiesta”, señaló él. “Magnifico”, le dije. Así que siempre trabajaba así.
Antes del Golpe
Una vida llena de peripecias es la que ha vivido Panchito. Nos cuenta otra historia.
“Una vez un carabinero me dijo:
-Oiga Panchito, ¿usted es el que toca la guitarra?
-Sí, sí- le dije-, soy guitarrista.
– Ahhh- dijo-, porque hay un Teniente allá y lo conoce a usted.
– A lo mejor- le dije-, no sé.
– Resulta que él ha hablado allá en la Casa de Campo de Carabineros y dice que conoce a un señor que toca la guitarra muy bien y el que manda en la casa de Carabineros quiere contratarlo a usted.
– Ahh, ¿sí? Magnífico. Deme el teléfono de la persona.
– Mire- me dijo-, yo trabajo allá también.
– A ver- me dio el teléfono-, él me dijo que se llamaba el Coronel, Coronel tanto- me dijo-, y él va a hablar con usted porque nosotros le dijimos que conocíamos un guitarrista.
– Ya- le respondí.
Entonces lo llamé.
– Aló, ¿quién llama?
– Mire- le dije-, queremos conversar con el Coronel tanto.
– Ah, ya, momentito- dijo y lo llamó.
-Aló, cómo está Coronel? Buenos días, buenas tardes, resulta que soy Panchito Cabrera, guitarrista. Tengo un grupo de música muy bonito para hacer bailar o amenizar con música muy buena, bonita. Tanto clásica como música suave, fina.
– ¿Usted es Cabrera Francisco?
-Sí.
-Ahhh, un Teniente me ha hablado mucho de usted- me dijo.
– Sí? A lo mejor me conoce. Yo he actuado aquí en el Hotel Carrera, en el Sheraton, en todas partes. He trabajado en las radios, tengo discos grabados.
– Ahhh, muy bien. ¿Por qué no viene a conversar conmigo? Vemos altiro qué podemos hacer.
– Ya. ¿A qué hora está usted allí para poder llegar?
En esa época yo tenía auto menos mal.
– Mire, yo lo voy a esperar hasta las siete de la tarde,
– Muy bien, a esa hora vamos a estar.
Así que le pregunté a un Carabinero por dónde llego para ir a la Casa de Campo.
– Mire, tiene que ir directo para allá así, y después dobla a la izquierda y sube y va a ver una entrada hasta allá arribita. Ahí va  encontrar a la casa.
Así que me fui en el auto hasta llegar a una casita bien bonita como un chalecito grande, ahí estaban los Carabineros.
– ¿Dónde va usted señor?
– Estoy citado con el Coronel tanto- le dije.
– Ahhh, el Coronel. Ya, le voy anotar su patente.
– Ya, gracias muy amable, adelante.
Más allá había otros Carabineros.
– ¿Dónde va usted señor?
– Voy hablar con el Coronel,
-¿Él lo citó a usted?
– Sí, me está esperando.
– Ahhh, siga adelante.
Llegué arriba, entré. Estaban unos Carabineros en la puerta.
– Vengo a hablar con el Coronel- le dije-. Yo soy Cabrera, Panchito Cabrera, guitarrista.
– Ahhh, sí, se estaba acordando de usted. Adelante, pase.
– Eehhh, mi Coronel, el señor Cabrera- dijo el custodio.
– Hágalo pasar por acá.
– ¿Cómo está Coronel? Panchito Cabrera a sus órdenes.
– Mucho gusto de conocerlo. Asiento. Así que usted toca la guitarra,
– Sí, he trabajado harto en la guitarra. He estado en diferentes partes.
– ¡Que bien!- me dijo-. Mire, resulta que acá siempre hay casamientos. Está el Capitán, se casa la hija de él, y ahí tenemos que hacer la fiesta; el otro Mayor tiene la hija que se casa con un joven, ahí necesito la fiesta. Se invita a la familiares de los Carabineros.
-Magnífico, bonito, nosotros somos especialistas en eso- le dije yo-. Especialistas para hacer bailar a toda la juventud.
– Ahhh- me dijo.
– Porque hago música de rock and roll, música gogo, hay jazz, tropical. De todo, bolero. Para todos los gustos.
– Magnífico magnifico-  me dijo-. Mire, este sábado tenemos casamiento. Una hija de mi mayor y va a haber una linda fiesta,
– Ya pues. Ahí estamos nosotros.
– ¿cuánto cobra usted por actuación?
– Mire voy a cobrar…Somos cuatro nosotros con el conjunto… Cinco con el cantante. Ya pues por el quinteto le cobro tanta plata,
– ¿Cuántas horas durará?
– No pues, usted sabe, más o menos hasta las 5, 6 de la mañana.
– Ahhhhh, hartas horas.
– Entonces la cantidad está bien, ¿le conviene este precio?- le pregunté.
– Fenomenal ningún problema- respondió el uniformado.
– Ya ese precio se lo cobro a usted, le estoy haciendo un precio especial, y según lo que sea quizás puede bajar un poquito o le subo.
– Bueno, ahí está la cosa, fenomenal- me dijo.
Así que fui a la fiesta con todo el quinteto… Estaban todos de terno los invitados salvo algunos carabineros que estaban de guardia ´pero los mayores todos de ternos y corbata, de chute, y la novia junto a otras las chiquillas muy bonitas, todas lindas. Así que empezamos a tocar suavecito primero tarararimm tarararumm chacachumm totochucutum tarararimm y todos empezaron a decir: “Que bueno el conjunto”, “que bonito el conjunto”, “que bonita la orquesta”. Y salían a bailar.
Eempezaron todos con sus parejas y los Carabineros mirando como estábamos tocando y después empezaron más.
¿Quieren seguir así con este ritmo o quieren algo tropical?, pregunté.  Tropical, respondieron. Ahhh, ya tropical.
Tutututatutucum tatararamm . Y el Coronel mirando. que buen conjunto, que maravilla de conjunto, tocan bien. Después se enamoró del conjunto y me dijo:
“Panchito, usted tiene que trabajar acá en la casa de Campo de Carabineros”.
“Ya pues, si usted me dice la oferta  yo estoy aquí todos los días si quiere”, le respondí.
no si vamos a tener por lo menos dos días seguidos, dos días seguidos  y otras fiestas que vienen, vienen cumpleaños ahora casamiento cumpleaños y vamos a festejar todo con el conjunto tenemos para pasarlo de película.
– ¿Qué año fue eso más o menos?
– Esto fue como en el año como en el año como en el 62, 65. Claro que tocaban otros grupos y más encima terminaba con “La Pera madura” y ellos coreaban “Y caerá, caerá…”
– Ahhh ¿Y les cobró caro?
– Claro, les pegaba el palo. Si esta gente tiene plata. Yo tenía auto en ese tiempo y andaba de smoking y con humita, bien encachado, la pura presentación.
– ¿Después del Golpe Militar ahí cambia todo?
-Ahí sonamos todos.
-Se acabó la noche.
– Ohh, ahí sonamos como guatapique. Menos mal que yo tenía una platita juntada pero esa plata se me estaba yendo, se empezó a ir. No ve que no entraba, entonces  salía nomás. Dije yo: “Chupalla ¿qué vamos hacer.?” Demos gracias que no me morí de hambre, yo tenía platita así que me mantenía, me daba vuelta. E iba atajando a mi señora. “O sea, trata de no gastar mucho; sino se nos va a gastar toda la plata, ¿qué vamos hacer?”, le dije. “Ahh, bueno. Nos vamos a hacer una cazuelita con ensaladita y listo, nada más”, respondió ella. “Eso, nada más. Así, un solo platito, no más. Nada de postres ni cosas”, le señalé. Así se comía: un plato. No sé cuántos años estuvimos así.
-¿Y sin trabajo?
– Sin trabajo, sin trabajo de nada, y tenía que pagar arriendo donde vivíamos. Todavía no tenía casa propia.
– ¿Estaba acá en Santiago?
– Claro, acá en Santiago, vivíamos aquí, no recuerdo donde, yo tengo la cabeza como las triste ya también.
-¿A usted le gustó la política en algún momento?
– No. Nunca me metí en esa lesera yo. Nunca me gusto ni los derechos ni la izquierda, ni nada. Nunca. Eso es malo, sin asunto. Es para puro pasar rabias y penas. Por eso que no, no no. Cuando me dicen: “¿Panchito de qué lado soy tú? ¿Del lado izquierdo o derecho?” “De ninguno” le digo yo: no sé, si vas a ir de derecha vas a sufrir como condenado, si vas a ir de izquierda lo mismo. Claro, porque tanto de la izquierda el otro se le tira encima y donde andan ahí están, y si soy de la derecha igual, los otros izquierdistas están ahí.
Parras
Roberto Parra y su última canción

-¿Usted conoció a Roberto Parra?
– Sí.
-¿Tocaron juntos?
-Se murió escuchando mis canciones.
Fíjese que es triste, porque yo lo conocí a Roberto hace muchos años, a Lautaro también, a todos los Parras, oiga. A la Violeta igual, pero a Robertito le gustaba tanto como tocaba yo la guitarra. Entonces decía:
-Panchito, tan lindo que tocai la guitarra. Yo no me canso de  escucharte.
– Sí? Jejejeje. Por eso toco bonito, para que tú me escuchís, pos Robertito.
– Pucha, que bueno Panchito.
Así, y siempre me iba a visitar. Donde había concierto iba a verme con la señora. Me quería mucho la señora de él también.
– Cómo está Panchito? Aquí le traigo a Roberto. Mire que Roberto no me deja tranquila si hay concierto suyo. “Vamos a ver a Panchito. No, no puedo quedarme sin ver a Panchito así que tengo que arreglarme y venir aquí altiro con él”.
– Hola Robertito. Gusto de verte- nos decíamos y nos abrazábamos.
– Aquí estamos, vengo a verte.
– Que bueno.
Así que siempre pasaba. Hasta que una vez empezó a decaer, al tiempo que nos conocíamos. Empezó a enfermar, no sé qué tenía él, alguna cosa que iba cayendo más y más cada día. Una vez llego a la radio, la la del Club de Jazz, cuando yo iba a dar un concierto allí. Llegó él, matadito ya. Me dijo la señora:
-Está tan mal Roberto. No sé qué le pasa. Me esfuerzo tanto. Hemos visto de médico en médico y nadie puede curar esa enfermedad que tiene. No saben qué es.
– Que lastima por la chupalla- le dije.
– Así enfermo, pos Panchito, te vengo a ver- me dijo.
– Pucha Robertito- le dije-, descansa.
Nos sentamos en la primera fila de la platea.
– Siéntate aquí Robertito con la señora. Que pena Robertito, ojalá te sanes pronto para no estar así.
– Pucha, no creo que me sane Panchito. Estoy tan mal. Me siento pésimo, a veces en la cama estoy apenas- dijo-. No me puedo ni mover.
-Que pena, por la chupalla- respondí. Así que toqué la  guitarra por momentos como las tristes porque estaba apenado. Cuando lo miraba estaba agachado y mirándome así, por la chupalla. Así que cuando terminé yo andaba trayendo un cassette que yo grabe de jazz y le dije:
– Toma Robertito, te voy a regalar este casete para que lo tengas y me escuches en tu casita tranquilito.
– Ya, ahhhh, gracias Panchito. Es el mejor regalo que me diste, el mejor remedio- me dijo.
– Ojalá que te sanes con esto, escuchando vayas subiendo tu vida. -Bien, ya gracias Panchito- señaló. Me abrazó fuerte y se fue.
Yo después estaba tocando, pasaron como dos o tres días cuando suena el teléfono. ” Rrum rumm”.
– Aló, ¿Panchito Cabrera?
-Sí?
– Soy la señora de Roberto.
– Aahhh ¿cómo sigue Robertito?
– Fíjese que murió.
– Cómo va a ser? Pucha, que noticia me está dando.
– Sí, murió. Aquí está muerto en la casa. Fíjese que todas las noches se quedó escuchando su disco. Hoy cuando yo lo voy despertando estaba tocando el cassette y él ya no se movía- dijo-. Estaba muerto.
– Que pena- le dije-. Pucha madre que noticia tan triste. A ver si lo paso a ver- le dije yo.
– Sí pues, lo vamos a estar velando ya- señaló la viuda.
– Que pena, lo siento tanto señora. Ella dijo:
– Es la vida, qué le vamos a hacer?Ya Panchito, gracias, hasta luego.
-Hasta luego.
Así que murió escuchando mi cassette Robertito. Después lo fui a ver. Lo llevamos al cementerio y ahí lo enterraron. La señora me regaló todos los libros que había escrito: la Negra Ester. Un montón de libros que escribía él.
– Se los voy a regalar Panchito para que usted los lea y sepa la vida que tenía Roberto. Él los tenía guardados como una joya- dijo-. Se los regalo para usted.
– Muchas gracias- le dije yo-. Voy a leer harto todos los libritos de él.
-¿Y le gustaron?
– Leí todos los libritos. Después los guardé en una caja y cuando me vine de Europa no sé qué se hicieron esos libros. Recuerdo ahora, fíjese, que habían unos locales ahí en Viña del Mar, unos locales que estaban vacíos y yo  uno no podía llevar todas esas cosas para España, pregunté cuanto me cobraban. “Eso le va a salir recaro”, me dijo el gallo. “Porque eso hay que llevarlo en barco y eso se demora sus cuantos meses. Va a llegar a España, y de ahí usted tiene que llevar todos esos paquetes en un camión a Suiza”. Pporque yo iba a llegar a Suiza y al llevarlo de aquí a allá a España en  barco dijo le sale esta cantidad, a la chupalla le dije, pero con esa plata compro todos esos montones esas cuestiones que llevo ahí con esa cantidad de plata y queda plata todavía, llevaba así  un …….. De discos míos de diferentes artistas no solamente mío, así como estos, montón de discos.
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El Tarzán de la guitarra
– Ahora  en un diario lo definieron curiosamente como El Tarzán de la guitarra.
– Si jejeejeje. Me pusieron así. No es que yo me ponía, sino que los músicos me ponían unos nombres. Una vez el cabro que tocaba con Los Cuatro Duendes estuvo en la Ruca. Ahí se juntaban los músicos a conversar. Donde tenían un causeito se juntaban todos, y un día fui allá.
– A ver, hola- los saludé.
– ¿Cómo estai Panchito? ¿Qué hacís aquí? No venís nunca para acá.
– Si po, de repente hay que venir también a conversar con los colegas.
– Ya, que buena.
Y ahí se acercó el guitarrista de Los Duendes. Me dijo:
– Panchito quería conversar contigo.
– ¿Qué?
– ¿Por qué te ponís El Tarzán de la guitarra? ¿O la Guitarra Mayor de Chile? Pa que te ponís esas leseras, así como Tarzán de la selva. Hay hartos Tarzán de Chile, hartas guitarras mejores en Chile que tú.
Yo le dije:
– A ver ¿cuál es el Tarzán de guitarra aquí en Chile? Yo no me pongo solo. A mí me pone así la prensa- le dije-. Yo no me pongo, yo no digo que soy El Tarzán de la guitarra, ni Guitarra Mayor. La prensa me pone El Tarzán de la guitarra. “Panchito Cabrera, La Guitarra Mayor de Chile”, ellos me ponen, no me pongo yo. ¿Ahora cuál es El Tarzán de la guitarra que tú decís? No decis tú que es el que puntea con tu conjunto. ¿Ese es la mejor guitarra de Chile?
– No, pero puede ser- respondió.
– Aahh, no- le dije-. Entonces estás hablando leseras. Una, para empezar: yo soy un músico arreglador, jazzista, y toco tropical, valses peruanos, toco de todo, y bien tocado. ¿Y qué hace ese guitarrista que tenís tú? ¿Ese es el mejor guitarrista de Chile? Y toca puros valses peruanos. ¿Ese es el mejor de Chile? Yo toco clásico, toco de tooodo. Soy profesor de guitarra, profesor de música. Ese gallo, cuando no sabe ni tocar guitarra, esos punteos que toca contigo. ¿Cuál otro Tarzán de guitarra conocís tú?
Se quedó callado.
– Ya pues, dime, ¿Cuál Tarzán? Ahora yo no me pongo el Tarzán de Chile, la prensa me pone Tarzán de Chile, mejor guitarrista de Chile. Porque les interesa decir que soy el más grande de todos. No es que me compare con nadie. Así que ¿de dónde está saliendo todo eso? Es envidia tuya que estás diciendo todas esas cosas.
Me miraba.
– Perdona ya Panchito. Perdona, es que me dio rabia que te dijesen así.
– No po, si yo no me pongo. La rabia es que tú estai escuchando que yo soy El Tarzán de la guitarra, que soy Guitarra Mayor de Chile. Si tú me escucharas decir eso está bien que te enojes. Pero córtala de decir esas cosas, pues yo no digo eso, la prensa dice. Yo digo para qué se ponen a decir esas leseras. ¿Cómo me voy a poner el Tarzán de Chile? “El Maestro que conoce la guitarra”. Esas cosas las ponen ellos; no yo. Me daba risa cuando leía la prensa: “Panchito Cabrera, la guitarra que conoce la música”. Mire pues…

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