Por Daniel Jadue
Alcalde de Recoleta
En medio de toda la barbarie y la crueldad a la que hemos asistido en el genocidio que Israel está llevando a cabo en Gaza, se ha dado una discusión sobre las causas de los fracasos de todos y cada uno de los intentos por imponer una supuesta tregua, con la intención de dar un respiro a una población civil que claramente ha sido y seguirá siendo masacrada mientras la comunidad internacional siga abrazando la teoría del empate y continúe tendiendo un manto de impunidad sobre los crímenes de guerra de Israel.
Según cifras de la ONU de los más de dos mil palestinos, cerca del 85% son civiles. A contrario censo, de las casi 70 víctimas israelíes, más del 95% son militares, lo que deja en evidencia algo que una parte del mundo prefiere olvidar. Aquí no hay una guerra, aquí hay una ocupación con una clara política de exterminio físico y político del pueblo palestino y contra ella, una resistencia legítima, amparada en el derecho universal a la rebelión y a la lucha por la libertad.
No obstante lo anterior, la discusión que se ha dado a nivel internacional ha girado en torno a las condiciones que exigen los palestinos y los israelíes, y a quien ha roto las mal llamadas treguas, cada vez que estas han fracasado. Sin embargo, nadie ha puesto el foco en lo que para cada parte significa la palabra tregua, lo que sin lugar a dudas adquiere una centralidad difícil de omitir en cualquier discusión que pretenda ayudar a arribar a una paz justa y duradera en la región.
Para los palestinos el establecimiento de una tregua implica sin duda, el término de los bombardeos y de las acciones militares que han desangrado el pueblo palestino y la salida de la potencia ocupante de los territorios ocupados o invadidos, pero eso no es suficiente.
Además de ello, sostienen la legítima aspiración de que la tregua incorpore el fin al bloqueo que Israel mantiene sobre los territorios ocupados, de tal manera que puedan desarrollar sus vidas con normalidad y dar paso a un ciclo virtuoso que incluya el desarrollo de oportunidades para el resurgimiento de los proyectos de vida y de las utopías colectivas, tan necesarias para el desarrollo de las sociedades. Aspiran a educar a sus hijos de acuerdo con su propia cultura. Aspiran a desarrollar su economía y a proyectar al mundo su visión de sociedad. Aspiran en síntesis a ser felices como cualquier ser humano de la tierra.
Para Israel en cambio, la palabra tregua significa el término de las hostilidades, pero la continuidad de la opresión, la continuidad del bloqueo, de la ocupación ilegal, de la construcción del muro de segregación y de los asentamientos ilegales. La palabra tregua implica continuar con los asesinatos selectivos y las detenciones administrativas. Con los juicios secretos, con la tortura y el encarcelamiento indefinido sin juicio previo.
En síntesis, las aspiraciones israelíes para un “tregua” son que los palestinos renuncien a su derecho a la resistencia y a sus sueños de establecer un estado nacional soberano e independiente y que se conviertan en pasivos espectadores de como el proyecto sionista avanza sobre sus tierras, sobre sus casas y sobre sus legítimas aspiraciones de libertad.
En esas condiciones, parece difícil una tregua duradera pues a todas luces sin justicia y libertad para Palestina, no habrá posibilidad de paz.