Batania: Versos de un contrapaís neorrabioso

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Batania (Alberto Basterrechea, Lauros, Vizcaya, 1974. Periodista) Poeta español. 
Por Ignacio Uranga
 
-¿Qué te gustaría que te preguntara?
-Quién es la persona o personaje histórico a quien más admiro, aparte de mi padre. A Muhammad Alí.

Se cambió el nombre, atacó la ficción de los Estados Unidos, no tuvo miedo de enfrentarse a todos, confiaba a ciegas en su propio talento, y todo eso no lo hizo con el ceño fruncido sino también riendo, tomándose todo en serio pero con desenfado. Veo su vida como un intento por apartarse de lo falso adquirido para sustituirla por lo propio y verdadero. Fíjate que el nombre creado por mí, Batania, mi concepto crítico y alegrista del poeta como “poeta globetrotter”, o mi desprecio absoluto por esas majaderías ideológicas llamadas Euskadi o España, todo eso ya está en Alí, un hombre que se negó a ir al Vietnam y dijo: “Esta guerra consiste en hombres blancos que ordenan a hombres negros que vayan a matar hombres amarillos”. Algunos cometen el error de comparar sus logros con los de otros boxeadores como Rocky Marciano o Joe Louis, y aún se sigue discutiendo si fue el mejor boxeador de la historia, cuando su vida trasciende el boxeo: la única comparación posible de Alí es Sartre, Luther King, Kennedy, Einstein, Teresa de Calcuta, Mandela, el Che, Marilyn Monroe, personalidades que rompen las costuras de su profesión, gente que se imbrica con su sociedad y a la vez la golpea. Con la literatura me ocurre lo mismo: me interesa Homero, Virgilio, Dickens, Víctor Hugo, Neruda o Hemingway. Escritores que trascienden la pura literatura y se integran en la historia general. De Góngora, Flaubert, Mallarmé o Lezama Lima trato de aprender todo lo que puedo, pero los considero escritores para escritores y, por tanto, menos interesantes.
-¿Cómo llegaste a la escritura?
-En el colegio, el instituto y la universidad. Hay que tener en cuenta que estudié periodismo y trabajé cinco meses de periodista; entonces no tenía ninguna intención de escribir literatura y mucho menos poesía, pero supongo que algo me habrá ayudado. La detonación definitiva no la sufrí hasta los treinta años, cuando murió mi padre y no acepté esa muerte. Ahí veo por primera vez a mi escritor y, curiosamente, veo a un poeta. Señalo que es curioso porque hasta entonces no había escrito más poemas que los obligatorios del colegio y los que escribí cuando me enamoré de Iratxe. No empecé por vocación; la vocación me la he ido inventando y ahora ya no lo puedo dejar.
 
-¿Por qué “Neorrabioso” y por qué “Batania”?
-Batania no responde a motivos eufónicos ni literarios sino a motivos políticos y existenciales: si me hubiera llamado Ricardo Neftalí Reyes o Lucila Godoy nunca lo habría sustituido por Pablo Neruda o Gabriela Mistral. Pero ocurre que el pasado trabajó en mi contra y cargó mi nombre y apellidos de connotaciones políticas, ideológicas y territoriales que yo juzgo malsanas, de forma que, al morir mi padre y producirse en mi interior el gran estallido, decidí desprenderme de ellas: de ahí el sueño de escribir. Escribir en político, se entiende, escribir alejándome y denunciando lo falso adquirido, lo sectario heredado, lo nuestro que no es nuestro. Batania es una propuesta de espacio personal, un contrapaís de 1`76 de altura y 67 kilos de peso situado entre Argüelles y Malasaña, con un PIB mensual de 856 euros que se invierte a medias en alimentos para el estómago y el cerebro. Proviene del mestizaje de latania, palabra que leí por primera vez en Ocnos, de Cernuda, con el episodio de los batanes de El Quijote.
Neorrabioso es la propuesta de tiempo de Batania, un tiempo de vértigo y rompan filas. Cuando comencé en la poesía se me hizo la misma crítica desde muchos ángulos: mis poemas, decían, eran tan violentos que no se entendían en una democracia. “Escribes demasiado rabioso”, me precisaron, y yo me añadí el neo– más por autoparodia que por intención agresiva. El adjetivo me vino a la cabeza por una carta de Clarín a Menéndez Pelayo que leí por primera vez en Los ensayos liberales, de Gregorio Marañón.
Por otra parte, que el nombre de Batania sea femenino no es casual sino premeditado: si escribo es gracias a la tensión que se establece entre las tres aes del espacio Batania y las tres oes del tiempo neorrabioso. Me referí una vez al artista como andrógino y sostuve que el poeta ideal tenía su parte de poeta y su parte de poetatriz. Hasta hice una pintada diciendo que por eso era neorrabioso: porque soy macho. Por eso Batania: porque soy hembra.
-¿Por qué poesía?
-Porque identifiqué confesión, verdad y relámpago con poesía. Las cosas más importantes sólo podían decirse en verso. Y había que decirlas en tumultuoso, en contundente, en frenético, en intenso. Luego he cambiado de opinión: ahora juzgo que se puede meter cualquier cosa en un poema, en el tono que sea, ficción o no. Entiendo que el poema se define por la ambición de ritmo, mayor que en otros géneros, y por el intento de romperle las piernas al lenguaje, bien sea desde lo conceptual, lo que yo intento, o desde lo expresivo, donde soy más renuente, pues trato de hacer una poesía popular y entiendo que mi lenguaje debe estar cercano al habla.
-En esa cercanía al habla ¿cómo funciona el verso? ¿En función de qué cortás el verso?
-El verso es mi respiración más intensa. Decir mucho en poco. Una duda entre el sonido y el sentido, como dijo Valéry. Algo propicio para todos los extrarradios porque, como me gusta decir, el que sólo sabe de poesía ni siquiera sabe de poesía. Intento que cada poema tenga su propio ritmo, pero no siempre lo consigo. Muchos de mis poemas son estructuras paralelas que tratan de estar muy bien atadas en la primera mitad para ir “desatándose” a medida que avanzan, porque las series anafóricas cuadriculan demasiado y trato de luchar contra ellas con encabalgamientos abruptos o rompiendo la sintaxis. Poemas en picado, llamaría a muchos de mis poemas. O poemas terminales. Me considero un poeta silvestre o de juglaría: no entiendo por juglaría que se pueda partir el verso por cualquier parte, sino de una manera más flexible que un poeta de invernadero o poeta de clerecía. En el Poema del Mío Cid, por ejemplo, existen versos con un número de sílabas muy variable, y el autor o autores a veces riman cuando se acuerdan, pero en general existe un gran orden y la ambición de ritmo y homogeneidad es patente. Entiendo que la diferencia entre un poeta de juglaría y otro de clerecía estriba en que, en la duda entre sonido y sentido, el de clerecía siempre opta por el sonido y, en cambio, el de juglaría elige el sentido. La precisión sí, pero sobre todo en el sentido, porque es imposible cuadrar siempre el poema en un idioma como el nuestro, donde cada palabra tiene un matiz distinto que dificulta su permuta para adecuarla a la métrica tradicional. El español apenas tiene sinónimos puros. Me gusta el poema de juglaría porque el ritmo queda más suelto, más fresco, más respirable, más propio de la respiración arrítmica de nuestra época. 
 
-¿Si te digo Natalia, qué dices?
-El paso de Propercio a Catulo. Siempre quise imitar a Propercio, el único poeta latino que sólo tuvo una musa, Cinthia, frente al resto de poetas latinos, que tuvieron varias durante su vida. Ten en cuenta que la única mujer con la que había estado y había besado en mi vida era Iratxe. Como Propercio, yo también anunciaba que Iratxe sería la última: Cynthia prima fuit; Cynthia finis erit. Hasta tengo poemas por ahí, un poco pretenciosos, en que me comparo con Propercio y le acuso de plagiarme con dos mil años de antelación. Natalia mata a Propercio y marca el paso a una relación un poco más racional-intelectual, si es que eso es posible, pues tengo comprobado que lo intelectual es algo de segundo grado hasta en las personas más inteligentes, una fina película que oculta las pulsiones mayores e instintivas, que son las de todo el mundo.
 
-¿Cuántas veces  Iratxe tuvo celos de Natalia? ¿Qué opina sobre ella?
-Nunca, porque apenas se conoce ningún poeta que abandonara a su musa; suelen ser las musas las que abandonan a sus poetas, como fue el caso. Una vez que me abandonó, por qué iba a tener celos de nadie. Por otra parte, tampoco sé lo que opina porque Iratxe ha muerto: no quiero saber nada de ella; las veces que me ha llamado para continuar siendo “amigos” la he mandado a la mierda. ¿Amigos nosotros? Vamos, hombre. Volviendo a Propercio, ¿sabías que Cintia, que le había dejado,  volvió a él cuando se publicaron sus primeros poemas con éxito resonante? Cintia debía ser muy vanidosa, claro: una vez disfrutada la fama, se aburrió de nuevo de Propercio y volvió a dejarle. En todo caso, Natalia es muy diferente a Iratxe porque interrumpe la unidirección. Como ella también escribe (y escribe muy bien), hemos establecido una doble vía. Ella es la musa y yo soy el muso.
-¿Escribís prosa también?
-Sí, pero estoy empezando. Me cuesta mucho inventarme una ficción; prefiero escribir sobre lo que he visto o voy viendo y a partir de ahí intento desviarlo un poco de acuerdo a mis lecturas. Más que escribir, me escribo; de momento no aspiro a más en la prosa.
-Tengo entendido que por decisión personal no considerabas editar tus poemas en libro. Ahora están incluso listas las tapas: ¿qué te llevó a cambiar de opinión?
-Había recibido muchas ofertas, pero todas eran de editores cuyo principal punto de ventas es Madrid. Y a Madrid la tengo muy trabajada, tanto en la pared como en el bar, como en el blog; no quiero que la gente que ya me ha leído compre mi libro, al menos no quiero que se vea obligada, porque he regalado en los bares quinientas camisetas neorrabiosas y casi mil cuadernillos hechos por mí, casi todo el mundo tiene alguno, y voy subiendo una y otra vez los poemas a la cabecera de mi blog. Busco lectores antes que compradores. Por otra parte, siempre he sospechado que todas esas ofertas (tuve hasta una decena) se debían más al ruido que hago en el blog o en las calles que a la cuestionada calidad de mi poesía; esa apreciación la basaba en que casi todas ellas llegaron a partir de 2010, cuando parte de mi obra poética fundamental hacía mucho tiempo que ya estaba escrita. Pero de pronto apareció un editor no madrileño con unas condiciones inmejorables: no me obliga a borrar ningún poema de mi blog y me permite seguir regalando mis cuadernillos artesanales. Hasta quería publicar el libro y darlo gratis, el muy loco, intención a la que me he negado, evidentemente, pues no quiero que se arruine. Al final acepté porque este editor está muy entregado conmigo y porque nuestra idea es llegar a gente a la que no he llegado con mis formatos actuales. La editorial se llama La Baragaña y está radicada en Mallorca, hecho que me satisface. Ten en cuenta que mi blog, después de Madrid, donde más se lee es en México DF, Buenos Aires y Miami, por este orden. En las demás ciudades de España no me conoce casi nadie y con la publicación en papel y las sucesivas presentaciones quizá consiga acercarme a más lectores, a lectores distintos.
-¿Qué dificultades tiene un poeta español para editar?
-Trescientos euros. Es el precio que debes pagar por editar ochenta libros en una editorial que conozco. Seas bueno o seas una calamidad. Pero si alcanzas una calidad mínima, al menos en el mundillo actual de los bares madrileños, casi todo el mundo encuentra editor sin necesidad de autopublicarse.
-¿Qué poetas argentinos conocés, incluyendo a los actuales?
-Hernández me cansa. Lugones no me va. De Storni me gustan algunos: con “Tú me quieres blanca” le justifico unas cuantas docenas de poemas medianos. Girondo me despierta la curiosidad y nada más. A Carriego, Orozco, Fidjman o Molina los he leído en antologías sin que me hayan despertado el deseo de seguir leyendo. A Marechal no lo soportaba hasta que descubrí su alegropeya. Almafuerte es la primera bomba nietzscheniano-medicinal que me arrebató; en Madrid apenas se le conoce. Pizarnik es la segunda: la considero una poeta peligrosa por lo que tiene de caníbal de la personalidad, una fuera de serie. También Leonidas Lamborghini, a quien adeudo mi idea de poeta globetrotter. Gelman es un grande, por supuesto. Me interesa mucho el trío Borges-Girri-Juarroz, a pesar de que sus poéticas no vayan conmigo, porque su poesía de raíz intelectual es poco común en la poesía panhispánica que he leído. Me entusiasman Bustriazo Ortiz o Humberto Constantini, a quien conocí en la antología “Poesía política y combativa argentina”, edición de Etelvina Astrada, o Washington Cucurto, a quien leí por primera vez en “Zurdos”, edición de Yanko González y Pedro Anaya. También me gustó mucho la antología que preparó aquí Rodrigo Galarza para Amargord, Los poetas interiores (una muestra de la nueva poesía argentina). Leo con placer a Aulicino, Fondebrider, Gruss y Camerotto, descubiertos en Otra Iglesia es imposible, el mejor blog de poesía panhispánica que conozco. También frecuento los blogs de Marcelo Leites, Pedro Donangelo o Ezequiel Zaidenwerg. En mi etapa de los foros me enganché a la poesía de Rafael Teicher y de la bloguera Bibiana Poveda.
¿Qué poetas españoles de tu generación recomendarías leer?
Sin atender a nacionalidades ni a generaciones, y mucho menos a etiquetas de alta poesía o poesía popular, entre los poetas que he descubierto aquí destacaría a Déborah Vukusic, Óscar Pirot, Álvaro Guijarro, Bárbara Butragueño, Toño Benavides, Antonio Díez, María Salgado, Dani Orviz, Miriam Reyes, Óscar Curieses, Enrique Falcón, Alejandro Céspedes, Rodrigo Galarza, Anouk A., Andrés Neuman, Billy MacGregor, Pedro Arguedas, Elena Medel, Silvia Oviedo, Omar Pimienta, Ana Gorría, José Martín Molina, Mercedes Cebrián y otros treinta que me olvido para evitar el aburrimiento.

A los veintitrés días del mes de marzo del año dos mil doce.

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