Yo tenía veinte o veintiún años y estaba muy endeudado, trabajaba muchas horas en un bar con mi esposa y el futuro era incierto. Entonces un día, mientras miraba un partido de beisbol se me ocurrió de la nada ser escritor, sin haber tenido jamás ni la más mínima inclinación en ese sentido. Fue una suerte de apuesta. Con mi vida. Lo que estaba en juego era mucho. En retrospectiva, me doy cuenta de qué precaria era mi situación. Pero sobreviví.
Mi esposa, Yoko Takahashi, fue mi primera lectora. La novela producto de mi decisión en el partido de béisbol se llamó Hear the Wind Sing y ganó un premio para nuevos escritores en Japón.
Cuando se vendieron más de tres millones de ejemplares de la novela Tokio blues en Japón, no necesité seguir en el bar. A veces me pregunto por qué ahora soy novelista. Escribo de forma intuitiva, sin un plan. 1Q84 se me ocurrió mientras me encontraba en un embotellamiento de tránsito en Tokio. ¿Y si saliera de la autopista embotellada y bajara por la escalera de emergencia? ¿La vida cambiaría? Ese es el punto de partida.
No me pienso como un artista. Sólo soy un tipo que puede escribir.
Me levanto casi siempre a las cuatro de la mañana, escribo hasta mediodía, paso la tarde entrenándome para maratones y revolviendo negocios de discos viejos, y me voy a dormir con mi esposa a las nueve de la noche.
En la escritura hay un elemento físico. Si uno sigue escribiendo todos los días durante tres años, se fortalece. Por supuesto que también hay que ser fuerte en el plano mental, pero ante todo hay que tener fuerza física. Eso es muy importante.
Necesito fuerza porque tengo que abrir la puerta. Todos los días voy a mi escritorio, me siento y prendo la computadora. En ese momento tengo que abrir la puerta. Es una puerta grande, pesada. Hay que entrar a la Otra Habitación. En términos metafóricos, claro. Y hay que volver a este lado de la habitación. Y hay que cerrar la puerta. Hace falta fuerza física, literalmente, para abrir y cerrar la puerta. Si pierdo esa fuerza, ya no podré escribir una novela. Podré escribir algunos cuentos, pero no una novela.
Viajo a mi inconsciente. Tengo que entrar a ese caos. Pero el acto de ir y volver es una suerte de rutina. Hay que ser práctico. Cada vez que digo que si se quiere escribir una novela hay que ser práctico, la gente se aburre. Se siente decepcionada.
Pero lo importante es hacer con tu vida lo que te gusta. Yo sigo sabiendo qué es lo que me gusta. Si alguien no sabe qué le gusta o si lo sabe pero no lo hace está desperdiciando su vida.