Hace calor en Entre Rios, al norte de Argentina. Y aquello genera que mucha gente beba en las tardes. Relajados después del trabajo se ríen de los sucesos que van conformando sus vidas.
Curioso inicio. Selva nació durante un año violento: 1973. Una década, y las que vendrían, muy agitadas. El fuego a lo lejos y la música más tarde confirmando que los amigos del barrio podían desaparecer.
Nació en Villa Elisa, Entre Ríos.Estudió Comunicación en Paraná. Ahí empezó a escribir. Tiene un libro de poemas: Mal de muñecas. Uno de ellos dice en su inicio:
La brasa de un cigarrillo
cae
en un descuido de mamá
quema
el pie derecho de la Flaca.
Yo lloro las otras se ríen
la Flaca llora mamá se aflige
le echa la culpa al gin tonic y
promete tejerle unos zapatitos
al crochet.
Eso fue el 2003. Había seleccionado algunas. Ella dice que son malas poesías pero son sinceras y hay rebeldía y disconformidad.Luego vendría Niños de Editorial de la Universidad de La Plata en el 2005.
Dos años más tarde los cuentos de Una chica de provincia. Editorial Gárgola. Y la gran novela El viento que arrasa. Mardulce Editora. Al año siguiente la novela Ladrilleros (el texto que Selva más ha disfrutado), también de Mardulce Editora.Las aguas nunca nos dicen a dónde nos llevan. El 2014 pública las crónicas sobre tres femicidios: “Chicas muertas”. “Y su último libro aparece el 2015 El desapego es una manera de querernos, Random House, (compilación de cuentos).
Todo adquirió cierto frenesí a partir del 2000 cuando se va a Buenos Aires donde se integra al taller de Alberto Leyseca. Con él le dio forma a su escritura. Ya tiene tres libros de gran repercusión. Chicas muertas es uno de ellos. Selva es una abierta feminista. Una mujer sencilla qué pasa desapercibida entre los transeúntes del GAM.
La Revista Ñ destacó El viento que arrasa como “la novela del año 2012.
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