Por Hugo Dimter
Quiero escribir de un hombre.
Tal vez si leen “Héctor Llaitul” no les diga nada.
Yo les voy a contar un poco sobre Héctor Llaitul.
Chile. Osorno, ciudad gris, lluviosa y fría que se erigió en un valle tras un diluvio que aún no amaina. Dicen que es aburrida; algunos señalan que es cuna de nazis, otros que es actual tierra de colonos alemanes, anteriormente mapuches -exactamente huiliches- que eran, son, y serán habitantes de ese lugar, enclavado al final de tierras australes. Ahí, a mediados de los sesenta, nació Héctor Llaitul Carrillanca. Un weichafe, un guerrero.
Unos amigos mexicanos y españoles me piden que les cooperé con un artículo y qué mejor que escribir sobre alguien que refleje decencia en estos tiempos plenos de injusticia, maldad y ansias de poder a cualquier costo que son combatidos por escasos hombres de bien.
El mundo está equivocado y quienes lo denuncian son satanizados. ¡Rojos! les gritan y les escupen en el rostro. Un rostro, por supuesto, moldeado por esfuerzo y sacrificio.
Uno de esos tipos quijotescos en batalla siempre contra el mal es Héctor Llaitul: el mapuche más peligroso de Chile. El hombre que puso y puede seguir poniendo en jaque la estabilidad de cualquier gobierno. Un hombre duro de llevar. Un líder mapuche con el apoyo de todos los lonkos (jefes). Uno de los hombres que las machis (autoridades ancestrales) habían visto revivir en sueños para liberar finalmente a su pueblo. Han pasado dos guerras: durante el descubrimiento de Chile, luego la supuesta Pacificación de la Araucanía (que de pacificación no tuvo nada) y la batalla que se vive hoy, que sería la tercera y final.
La Araucanía no puede ser comprendida con el intelecto. Y ello va a llevar a la derrota a los winkas (blancos). Es algo que los diferentes gobiernos -salvo el de Salvador Allende- no quieren aceptar: los mapuches nunca se van a rendir. Jamás lo han hecho.
Cercanía
Viví entre mapuches. Crecí entre mapuches, tuve y tengo amigos mapuches. Me agarré a combos con amigos mapuches en el balneario costero de Maicolpué. Algunos eran mis compañeros en el colegio. Tuve un inspector mapuche en el colegio San Mateo: Manquehue. Algunos burlones le decían Maquehue. Nunca supe cuál denominación era correcta. Yo le decía Manquehue. “De nuevo llega atrasado, Ditere”, me decía. Era moreno y con las mechas de clavo. Un buen tipo. Lucía con orgullo su Daihatsu Charade ochentero, fruto del esfuerzo.
Siempre he sentido admiración por ellos, creo que son muy talentosos y con una fuerza espiritual superior a los winkas (blancos). Creo que por una cosa más de libertad siempre van a estar con la izquierda. Y me parece muy bien…perdonen, mil disculpas. Uno se va del tema sobre Llaitul. Pero este no es un escrito sobre el tema mapuche -principalmente- sino sobre un weichafe. Sobre un pequeño guerrero que puede derribar un gigante.
Héctor Llaitul debe tener cinco años más que yo.
Hoy se ve muy delgado pero entero. Desde el 14 de noviembre estaba en huelga de hambre, llegando a completar 76 días. Un dato: una persona normal a los cinco días se desmaya. Tal vez dure una semana. Héctor tiene una resistencia envidiable. Controla su cuerpo. Controla su respiración. Él es un gran admirador de los vietnamitas con su forma de vida y su estrategia de guerrillas con el consabido moverse más rápido que el enemigo comiendo poco. “Mientras los norteamericanos estaban drogados y enfermos los vietnamitas se movían por los arrozales a una velocidad asombrosa. Eran invisibles, inalcanzables. Les tiraron napalm; no hubo caso: los vietnamitas y sus espíritus iban a vencer” señala Héctor. Y a Llaitul eso lo conmueve, tal vez porque él también es un guerrero.
Letras
Que extraño. En la literatura no se ha dado esa unión de personajes: un alemán y un mapuche, que sin duda sería una gran dupla. Un excéntrico y maravilloso entuerto. Pero se ha dado en la vida real. Antes con admiración de ambas partes. Con el dominio alemán por cierto desde cuando llegaron allá por el 1850. Pero estoy hablando de hace 160 años atrás.
Entonces ni pensaban nacer nuestros poetas mapuches más insignes que son cerca de treinta, todos muy significativos. ¿Por qué tanta poesía y tan poca narrativa mapuche? Nadie lo sabe.
Héctor Llaitul no gusta de la poesía. No la comprende. “¿Qué se fumaron estos tipos?” se pregunta.
Llaitul es de cosas concretas, admirador de Coppola y El Padrino. Un buen cine realista y esa concepción de la familia mafiosa y el padre que le dice a su hijo que nunca nadie debe saber lo que piensa. No. Llaitul no es un tipo que ande por las nubes. Héctor recorre toda Latinoamerica sin ser detectado, nunca anda por los caminos principales. No deja huella y al igual que Manuel Rodriguez, el guerrillero chileno que combatió a los españoles durante la independencia, su paso es el paso de un fantasma, una silueta que jamás desaparece. En resumidas cuentas de un weichafe. un guerrero.
No. Llaitul solo siente admiración por el poeta salvadoreño Roque Dalton, quien estudió en la Universidad de Chile y fue pareja de Isidora Aguirre. “Él era especial y por eso lo mataron”, sostiene Llaitul.
Marichiweu
Significa Diez veces venceremos. Una de las palabras que suena a menudo en La Araucanía, la región de Chile donde se da el conflicto. ¿Cuál es el conflicto? Un pueblo originario que ha sido despojado de todos sus derechos y tierras ancestrales en pos de beneficiar a grandes empresas madereras. Según Llaitul el eje de todo es un sistema capitalista que atenta contra un pueblo hasta exterminarlo. Son las transnacionales y empresas madereras de la familia Matte, una de las más ricas de Sudamérica. Son los dueños de Colbún, la Papelera Cmpc, Forestal Mininco y varias empresas más, con una fortuna estimada en 10,2 billones de dólares (revista Forbes 2012). Pero los Matte no están solos. Tienen a una vasta camarilla de políticos corruptos que se venden como la peor de las rameras, perdonando a la rameras. Uno de sus aliados ha sido el funesto Juan Agustín Figueroa, abogado macuco y entonces presidente de la Fundación Neruda, entidad involucrada en variados escándalos y quien ha lucrado con Neruda al apropiarse de los derechos. Pero el descaro no es adjetivo que se aleje de Figueroa, quien tiene intereses en la zona de Traiguén, que lo ha llevado a fuertes incidentes con las comunidades indígenas ejerciendo lobby a través de su estudio de abogados.
Para nadie es una incógnita que los mapuches han resistido una fuerte represión tanto de Michel Bachelet como del gobierno de Piñera que ampara a estos grandes despojadores de la naturaleza y los derechos de los ciudadanos como son las madereras.
Hoy, sin embargo, los agricultores locales exigen manó dura contra los asesinos del matrimonio Luchsinger Mackay quienes murieron calcinados en enero. La Coordinadora Arauco Malleco, principal entidad mapuche y cuyo ideólogo es Llaitul, lamentó el hecho señalando que era imposible contener toda la rabia de grupos exaltados. Muchos recordaron esa noche a Matías Catrileo, ya que era el aniversario de su muerte. Catrileo era un muchacho extraordinario que visitó a Llaitul en la cárcel años atrás desarrollando una abierta amistad. Tiempo después murió durante una recuperación de terrenos al recibir un disparo por la espalda de parte de un carabinero que no recibió sanción alguna. Aquella vez nadie alzó la voz en el mundo político y los medios oficialistas silenciaron el hecho.
Los políticos chilenos, mirados con desconfianza por la ciudadanía que los ve como entes preocupados de cualquier cosas menos de la gente, se han puesto del lado de los poderosos y han mirado al lado ante atropellos hacia niños, mujeres y ancianos. Sólo con la llegada de observadores internacionales muchísimos casos han sido expuestos en el extranjero y se ha dado un fenómeno interesante: el apoyo a la causa mapuche en Chile aumenta vertiginosamente. La ciudadanía se ha dado cuenta que la solución viene por acciones reales que reivindiquen todo el daño causado.
Los 80
El estadio Español está de tope a tope. Cinco mil personas rezan para que Malta Morenita -el equipo de basquetbol local – venza al capitalino Universidad Católica, quien presenta un team lleno de estrellas liderados por el chileno Manuel Herrera, uno de los mejores jugadores de toda la historia. Los norteamericanos Daryl Bauchan y el rubio Paul Garlant completan el cuadro junto a Jorge Oryan, un alero que no falla desde las orillas y que con el paso del tiempo llegaría a ser presidente de la rama de fútbol. Malta Morenita tiene a los afroamericanos George Holt y Carlton Johnson. El base Iván Gallardo y el norteño Lorenzo Pardo completan el equipo sureño. Los dos equipos son los mejores del torneo y el partido es trascendental. Osorno es el epicentro del basquetbol chileno y la gente se agolpa en las graderías. Y es en la galería, arriba, casi al último, junto a la barra, en ese mar de gente alegre y distraída que está Héctor Llaitul Carrillanca. Un moreno quinceañero, alto y macizo. Un mapuche de los muchos que viven en Osorno. Un waichafe en reposo. Sólo el destino sabe lo que le tiene prometido a ese mapuchito que ha debido trabajar toda la semana cortando el pasto a extraños y picando leña para comprar los boletos del match. Suena la bocina y el árbitro llama a los equipos. El partido va a comenzar y Llaitul espera, como siempre, la victoria.
Héctor Llaitul comenzó a combatir contra la dictadura allá por comienzos de los 80. Eran tiempos de Pinochet y el respeto de ese mapuchito chico se ganaba a los puñetazos en la avenida República en Rahue, a orillas del río del mismo nombre. Había mucha pobreza y el padre de Héctor era un obrero que limpiaba las pipetas en la Compañía de Cervecerías Unidas. Según dicen era un hombre extremadamente fuerte. Pero también era un esposo maltratador y alcoholizado que sin embargo nunca tocó a sus hijos. Llaitul se formó en una vida casi espartana. Al rigor del esfuerzo y las atenciones de su madre que lavaba y hacia bordados para llevar adelante a su hijo quien tenía excelentes notas en el Liceo de Rahue.
Héctor postuló al mejor colegio de Osorno -el jesuita San Mateo- y quedó seleccionado pero no se quiso alejar de sus amigos del sector de Rahue. Durante aquellos años terribles, los 80, Llaitul sabía de un sacerdote y profesor de matemáticas extranjero que sacaba a sus alumnos sanmateinos a las poblaciones más azotadas con la pobreza y les mostraba la realidad. Y eso le impactó. Años más tarde conocería a dos sanmateinos que pelearon en el Mir y en el Frente Patriótico. Defendería a uno de ellos en una pelea y éste lo tendría entre sus aliados. “Era un flaco, blanquito, que no aparentaba nada”, me confidencia. Tal vez otro guerrero del que no se sabe nada pese a arriesgar la vida para que Chile obtuviera la tan ansiada libertad.
En ese entonces la izquierda le llamaba mucho la atención. También los deportes y el desarrollo del físico y las pruebas que lo ponían en jaque: Largas excursiones y caminatas por los bosques de la cordillera de la costa cercana a Osorno. Práctica defensa personal, box, fútbol. Y basquetbol, una de sus pasiones. Son los tiempos de Silvio Rodríguez y Llaitul tararea algunas canciones mientras se traslada de las localidades de Bahía Mansa a Pucatrihue. Termina el liceo y se matricula en Servicio Social en Valparaíso, pero no hay dinero así que trabaja como buzo en Maullín con unos primos, con tan mala suerte que las algas y el molusco que extraen de la costa está en veda y el mapuche es detenido y enviado a la cárcel por unos días. Una tarde le avisan que está libre y debe marcharse a la universidad donde lo esperan. Estudió con ahínco y entró al Mir (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). Pero él quería realizar acciones concretas y “el MIR era más de ideólogos”, señala. El paso siguiente era el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, grupo que atentó fallidamente contra Pinochet. Ahí conoció a la cúpula y se instruyó. Luego se concretarían los viajes por Latinoamérica. Establece su lucha contra la dictadura en Chile y tras la llegada de la democracia va alejándose del Frente Patriótico para dedicar todos sus esfuerzos a su gente: los mapuches. El trabajo era arduo y se debía comenzar desde las bases, desde el mapuche en la pobreza misma atacado por el sistema, desde los ancianos, desde el mapuche alcoholizado. Desde los jóvenes que han asumido este desafío estoicamente.
Libro
El libro Weichan de editorial Ceibo, coescrito por el ex candidato a la presidencia y ex ministro de educación Jorge Arrate junto a Héctor Llaitul circula por todas las librerías de Chile. No es súper venta pero ésta se ha incrementado. El tema mapuche se lee con interés en diarios y revistas como The Clinic, donde entrevistan una veintena de personas involucradas, aunque muchas de ellas hagan un saludo a la bandera solamente. La entidad mayor es la Coordinadora Arauco Malleco, la CAM, cuyo líder y vocero es Llaitul y que propugna, pese a la violencia política y policial, una participación mapuche defensiva que reaccione sólo ante la coacción. El libro de Ceibo explica el problema y lo que piden los mapuches. Pero también narra de forma entretenida la vida de Llaitul y sus anhelos que son los anhelos de su pueblo.
Quién es quién
El malo de la película no es tal. Llaitul pese a todas las cosas horribles que le han acontecido – e inculpado- en su vida sigue siendo un buen tipo. Un hombre responsable ante la confianza de su gente. Un guerrero, pero aún así -con su cuerpo lleno de cicatrices y perdigones-, pese a recorrer desde Nahuelbuta hasta Caleta Cóndor, de subir el Cerro El Plomo como andinista (entre otros deportes), pese a todas las vicisitudes, Héctor es un buen tipo. Una persona confiable y con esa risa corta y para adentro, tan extraña y típica de él. Un osornino de los mejores.
En su velador tiene tres libros: Estrella Distante de Bolaño, uno del Sub Comandante Marcos con dedicatoria, y otro de Raúl Sohr, sobre el avance de las empresas eléctricas en Chile y el real significado de las peticiones energéticas. Además hay una buena cantidad de artículos de la Urbe que ha estado leyendo con calma.
La luna se acuesta sobre la arboleda en la cárcel de El Manzano en Concepción.
Hasta cuándo estará detenido este mapuche acusado por un testigo protegido y la versión del fiscal Mario Elgueta quien dice que Llaitul le disparó a la camioneta en la que viajaba, y que verdaderamente no convence a nadie. Ninguno lo sabe a ciencia cierta y el problema chileno-mapuche -junto al de la educación- va a ser la piedra en el zapato para el próximo gobierno que asuma en Chile. Por su parte el gobierno de Sebastián Piñera ha encarcelado a todos aquellos que se le cruzan por el camino. no se han salvado ni figuras religiosas como las machis, ni autoridades como los lonkos; menos los jóvenes que piden justicia y el término de la represión. Pero ante el aumento de gente inocente detenida en ciudades como Valdivia, Osorno, Temuco, Angol y Concepción los mapuches levantan la voz y de las cenizas nacen nuevos líderes.
El fin
Llaitul tiene condena hasta el 2024. Antes fue detenido siendo su abogado el otrora y valiente juez Juan Guzmán Tapia, el primero en procesar a Pinochet. En esa ocasion Llaitul también realizó una huelga de hambre. Hasta el momento el total de todas sus huelgas de hambre suma más de un año. Cuando me lo confidencia se pone serio y luego ríe con esa risa corta y extraña que tiene.
La noche está en penumbras, pero en la cárcel de Angol hay una luz que resiste la oscuridad. Una silueta parece leer instalada sobre una mesa. La silueta de Llaitul no tiene fin, es imperecedera. Eterna.
Una visión desde la humanidad de un hombre que parece estar más allá de un mundo enajenado. Una utopía, una poesía,un territorio,una cosmovisión por la que se vie y muere.
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Quiero escribir de un hombre.
Tal vez si leen “Héctor Llaitul” no les diga nada.
Yo les voy a contar un poco sobre Héctor Llaitul Carrillanca. Un weichan, un guerrero.
…qué bueno que escriben sobre nuestro weichafe llaitul, nos hace falta saber de él..
…mi hijo luciano tiene tatuado una imagen de otro weichafe: galvarino..
..y me voy dando cuenta que mi hijo luciano, ya también es un weichafe…
..quizá yo mismo…
…mariciweu….!!!!!