El deseo en el porno

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A cierta edad, un poco por amor propio, otro poco por picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear.

Proust

Por Pablo Rosenzvaig H.

Resulta paradójico que en un tiempo en donde el mercado de consumo pareciera entregarnos más cosas y cada vez más específicas, aumenten las consultas por la falta de deseo.

Pareciera que mientras más formas tenemos de colmar una necesidad, más difícil se nos hace desear, o más visible se nos hace la falta.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención en algunos de estos pacientes que llegan con esta demanda, es la adicción que tienen al porno.

Lo suelen ver compulsivamente, dejan de tener erecciones con su pareja si es que no lo ven antes y entran en una especie de espiral en donde pareciera que sus fantasías eclipsaran.

Esto me recuerda un paciente que llegó una vez a la consulta diciendo: “No aguanto más no aguantar los prólogos, soy el rey de los spoilers, me leo el final del libro primero porque me aburren los desarrollos, pero al final nada tiene gracia”

Eso me ha llevado a pensar que cierta fascinación con el porno tal vez tiene que ver con una especie de retorno a un lugar instintivo en donde no existe la metáfora ni los malentendidos ni los fantasmas, porque es la fantasía de que todo puede ser llenado y visto. No hay agujeros porque todos son tapados, no hay velo porque todo es mostrado. La ilusión del porno es aquella en donde nada es traumático ni desconocido. Muestra en vez de narrar porque si narrara se podría escapar algo. Freud eso ya lo sabía cuando le prestó atención a la asociación libre, a los lapsus y a los sueños.

Por esta razón, no es casual que el actor y las actrices del porno vayan enunciando lo que están haciendo, como si en ese acto no quisieran dejar escapar nada, como si lo genital y el lenguaje pudieran ser parte de lo mismo.

“Para los animales, la forma más elemental, la ‘forma cero’ de la sexualidad es lacopulación, mientras que para los humanos la ‘forma cero’ es la masturbación con fantaseos, cualquier contacto con otro real, de carne y hueso, cualquier placer que se obtenga de tocar a otro ser humano, no es algo evidente, sino algo inherentemente traumático y sólo puede ser tolerado si el otro entra en elmarco de la fantasía del sujeto” nos dice Žižek en “El acoso de las fantasías”.

Este fantasma fundamental que nos separa de lo biológico no es ni más ni menos que la entrada del cachorro humano al mundo social y al lenguaje, que por un lado permite separarse de la madre y por otro deja una falta, que hará del deseo una búsqueda incesante que tendrá la forma de ese fantasma.

Podemos apreciar también, como el fantasma es el gran organizador de la sexualidad humana, sexualidad que ya desde la infancia queda desligada de todo objeto del orden de lo natural. La sexualidad humana al ser constituida desde la pérdida del objeto (la palabra mata la cosa decía Foucault) queda aprisionada en la red de escenas fantasmáticas. Fantasmas originarios que fijan a priori el lugar del sujeto en el imaginario erótico inconsciente, dando por resultado una sexualidad libre de intencionalidad, desfuncionalizada, en otras palabras, disociada de la necesidad.

La pornografía se erige así, como una expresión de lo “hiperreal”, en donde se busca representar la realidad como una mecánica.

Desde este punto, se puede llegar a la concepción de un cuerpo pornográfico de carácter “hiperreal”, el que consiste finalmente en un cuerpo carente de deseo, un cuerpo vacío, un maniquí. Un cuerpo deshistorizado, descontextualizado. No es casual que en las pornos, independiente del contexto siempre suceda lo mismo. Podríamos decir de nuevo en forma de paradoja, que esos cuerpos que se la pasan teniendo sexo, son máquinas no deseantes organizadas por una fantasmática meramente genital, donde no existe un enigma del otro lado sino una genitalización de lo imaginario que obtura y cierra el origen traumático del sujeto y y lo devuelve a la etapa de lo parcial. A ese momento en donde el placer aún no se tenía que hacer cargo de un cuerpo.  

Es así, como se produce una difuminación de lo real a partir de una exacerbación, un exceso de realidad, el que termina por velar la realidad misma. Lo que puede verse reflejado en la forma en que estas producciones presentan los elementos a los espectadores, en donde la sobreexposición y explicitación de la mecánica sexual detallada vendría a velar las diferentes características y connotaciones propias del encuentro sexual real entre los sujetos.

Al fin y al cabo, es la ilusión de un cuerpo sin fantasma, de un cuerpo sin prólogo, de un encuentro a lo Reader´s Digest, que se lee como la papilla de una guagua.

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