La pedagogía del Ojo

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Por Bernardo Colipan

Tril-tril mapu

                                                                            

El silabario el OJO fue escrito y diseñado por Claudio Matte [1], para que la población de indigentes que vivía al otro lado del río, lejos de los centros de poder, pudiera aprender a leer. 

El ojo plebeyo comenzó a juntar las primeras letras, para leer un mundo con la gramática de una aristocracia triunfante.

El libro traía un dibujo de una casa patronal de 3 pisos con 10 habitaciones, para que el cerebro proletario aprendiera a pronunciar la palabra C-a-s-a.

Una de sus páginas mostraba un  sofá victoriano de tres cuerpos, con asientos densamente acolchados, espalda tapizada con un género de fieltro y finamente tallado. Así el niño aprendía a conocer la palabra S-o-f-á.

La palabra Hijo era ilustrada  con un niño en traje de marinero. Su madre que le sostenía su mano, lucía un vestido de seda acinturado, el vuelo de su falda caía en medio cuerpo y sostenía una sombrilla.

Para dialogar con el contexto del niño campesino, obrero y mapuche el silabario traía palabras tan próximas como Zorzal, Chacra, Ratón.

El silabario del Ojo de Matte, traía una lección:

“  Los niños deben ser agradecidos i modestos.

En tiempos de una carestía, un hombre rico hizo ir a su casa a veinte niños de los más pobres de la ciudad i les dijo : “En este canasto hai un pan para cada uno de vosotros.

Tomadlo i volved todos los días a la misma hora hasta que mejoren los tiempos.”

Los niños se precipitaron sobre el canasto i empezaron a gritar, porque cada uno quería tener el pan más grande i más bonito; por último, se fueron sin dar siquiera las gracias.

Sólo Francisca, una niñita pobre pero aseada, se quedó parada modestamente al lado de la puerta, tomó el pan más pequeño del canasto, dio las gracias i se fue después a la casa.

Al día siguiente los niños se portaron tan mal como el anterior, i la pobre Francisca recibió un pan que apenas era como la mitad de los otros. Pero cuando llegó a la casa i la madre partió el pan, cayeron de adentro una cantidad de monedas de oro.

La madre se asustó y dijo: “Lleva el dinero al caballero; seguramente lo han puesto por equivocación dentro del pan.

Francisca llevó en el acto el dinero al caballero. Pero éste dijo:  “ Nó, no ha sido por equivocación. He  hecho poner el dinero en el pan más pequeño para premiarte a ti, mi buena niñita, pues tú eres modesta i agradecida i te contentas con poco. Si continúas siendo así, no faltará nunca quien te ayude.” [2]

 A fines del siglo xix aparece en escena los pobres, desheredados, mapuche y campesinos que emigran a los centros urbanos, para ofrecer su mano de obra.

La república jerárquica y aseada no tenía cabida para tantos estómagos proletarios.

Las crisis en salud y abastecimiento no se hicieron esperar. Para la clase dirigente los tiempos de escasez y hambruna, no eran producto de un sistema económico que basaba su sentido en la acumulación de la riqueza. Los tiempos de carestía ocurrían simplemente, porque la gran masa proletaria no alcanzaba sus máximos rendimientos.

Aun así, la caridad era el lenguaje que acercaba a los dueños de los medios de producción con la mano de obra que le trabajaba.

En la lección , es el hombre rico que da pan a niños mendigos para calmar su hambre.

De paso, esos mismos niños son lo que asisten a la escuela. La bondad y caridad del patrón,  ha solucionado momentáneamente un problema estructural. El mensaje: en los pobres está el recurso de la mendicidad, que les solucionará el problema del hambre

“hasta que se mejoren los tiempos”.

Aún más, los niños hambrientos son unos desagradecidos y además irresponsables de no distribuir la caridad de manera equitativa.

En ese escenario de gente mal agradecida, hace aparición una niña también indigente, pero dócil y se destaca que está limpia, aseada en comparación al resto. De la caridad del hombre rico, la niña toma el mendrugo más pequeño. Al partir el pan en su casa, cayeron monedas de oro que la madre manda a devolver. El dueño del pan, reconoce que el dinero  fue puesto como un cebo, para probar la honestidad de la familia.

En las lecciones que contenía el silabario el Ojo, todas las clases tenían su lugar en la sociedad y los sitios en que se nacía eran inamovibles.

Era un Ojo nacional, que incluía en su campo visual a unos pocos y trazaba un margen de exclusión para el resto.

La caravana del Ojo recorrió todo Chile, en su rodar iba letreando los territorios en donde entraba.

El Ojo del silabario, traía el dispositivo que enseñaba a olvidar y recordar lo necesario.

Para aumentar su tamaño el Ojo nacional demandaba desfiles, efemérides, héroes y un campo visual único, racialmente blanco y patriarcal.

La mayoría de las fotografías del siglo xx, muestra a niños sin zapatos, aprendiendo a pronunciar la palabra m-e-d-i-a.

Pero la misión del Ojo era que el obrero lea y alcance a firmar, con eso bastaba. De ningún modo, podía atravesar la barrera de la mínima alfabetización, pues su lugar estaba claramente definido en el circuito de producción.

Se necesita su fuerza bruta, no su caligrafía.

Claudio Matte

Claudio Matte al trazar la gramática que debía instruir al mundo plebeyo, decía:

“ los escasos estudios que han hecho en la escuela les inspiran el deseo de ocuparse en una oficina o de obtener un destino cualquiera, antes que dedicarse  a una ocupación que requiera trabajo físico “[3] .

De este modo el largo pabellón de obreros, podían desempeñar su oficio, sin tener una instrucción terminada.

No podía ser de otro modo, el Ojo patronal que todo lo mira, necesita del Ojo estatal que vigile  y ejerza una disciplina sobre los cuerpos sin control del obrero.

Sobre esta situación Malaquias Concha se expresaba de la siguiente manera: 

“ Voy a permitirme hacer una comparación algo vulgar, pero muy gráfica. Así como para evitar los peligros de un animal chúcaro nos preocupamos de amansarlo y hacerlo útil para el servicio a la vez que inofensivo; de igual modo debemos difundir la enseñanza en el pueblo, una enseñanza que le haga conocer sus deberes y sus derechos en forma que el analfabeto se torne, de inculto y peligroso, en ciudadanos conciente y tranquilo[4]

La infancia proletaria en su situación analfabeta, no posee humanidad, por eso es vista como un animal a quien el Estado debe educar/amansar. El paradigma de la barbarie/civilización que empuja el tránsito civilizatorio del animal peligroso al ciudadano consciente y tranquilo.

En Argentina Alberdi era categórico al señalar, que la  escolaridad en las clases populares, no mucho tenía sentido que sea completa:

Y por otra parte, una difusión excesiva de la instrucción corre el riesgo de propagar en los pobres nuevas aspiraciones, al darles a conocer la existencia de un horizonte  de bienes y comodidades  que su experiencia inmediata no podría haberles revelado; puede ser más  directamente peligrosa si al enseñarle a leer se pone a su alcance toda una literatura que trata de persuadirlos de que  tiene también ellos, derecho a participar más plenamente del goce de esos bienes.”[5]

El Ojo de la oligarquía siempre miró con desdén, la escolaridad completa del hijo huacho, campesino o mapuche, por lo demás el debate de la época afirmaba que no era  conveniente, que el Estado obligue a las personas a educarse.

El Ojo apostólico y romano consideraba que la religión católica, era el principal sustento moral de los ciudadanos y que era fundamental en  la escolarización de los sectores populares.

Debido a ello en el silabario el Ojo había una lección exclusiva a la iglesia:

Iglesia  I-i

“ La i-gle-sia es un e-di-fi-cio. En la ciu-dad hai mu-chas i-gle-sias. Las to-rres se ven des-de lejos. En la i-gle-sia hai un ór-ga-no. La mú-si-ca del ór-ga-no es bo-ni-ta. Los do-min-gos va mu-cha gen-te la i-gle-sia.

I-gle-sia , gl , re-gla, re-glón, glo-tón, glo-ria, rin-gle- te “ [6]

 Es curioso ver que en esta lección, el sentido se juega en el juego de las asociaciones que conlleva. La iglesia como el edificio más alto de la aldea, en el centro de un campo visual ,que puede ver toda la comarca en 360º desde sus torres. El espacio que ofrece la intimidad de un órgano dulce y que reúne todas las semanas a la población.

Muchos poderes se disputaban el campo visual, que se abriría cuando el ojo proletario, comenzara a juntar sus letras, aprendiera a leer y tuviera una comprensión del mundo por medio del lenguaje.

Siempre las  miradas desde un sitio de poder, ocultan otras experiencias para ver y construir el mundo.

Desde una jerarquía del poder, un Ojo único y monocultural se apropia de todas las formas de ver. Impone sus horizontes y en sus campos visuales siempre hay un monopolio en las maneras de observar.

El mirar como el soñar desata nudos de una conciencia imaginada. Hay una conciencia que existe detrás del mirar. Es un impulso que mueve al ojo y va abriendo su campo visual en donde va construir su mirada.

El campo observado construye una morada, que se será habitada por el sujeto que mira.

La pedagogía del Ojo se construye en los pliegues de la mirada que oculta. Desata nudos del aprendizaje en el Mirar, en el Observar para lograr Ver.

En la acción de aprender con el mirar Byun Chul-Han leyendo a Nietzche escribe:

“ Aprender a mirar significa ‘acostumbrar el ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo, es decir, educar el ojo’ para una profunda y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada “[7]

Detrás de las opacidades y los ocultamiento, se encuentra el Ser.

Lo ajeno deja de ser un objeto opaco en el campo visual del otro. Se vuelve próximo para quien es capaz de Ver, una vez que ha traspasado todos los filtros de las miradas hegemónicas.


[1] El Silabario el Ojo fue creado por Claudio Matte en 1884. El nombre de la primera edición era “  Nuevo método ( fonético, analítico, sintético) para la enseñanza simultánea de la lectura i escritura. Compuesto para escuelas de la República de Chile. ” Matte, Claudio. Imprenta de F.A. Brockhaus.1884. ”.

Claudio Matte eligió la palabra “Ojo” porque permitía la asociación de la imagen, la palabra y su significado.

[2] Op cit página 47- 48.

[3] Citado en Donoso, Andrés. Educación y nación al sur de la frontera. Organizaciones mapuche en el umbral de nuestra contemporaneidad, 1880-1930. Editorial pehuén, chile, 2008, pag 97.

[4] En Illanes, María Angélica . “Ausente señorita”. El niño chileno, la escuela para pobres y el auxilio. Editado por Junaeb, 1991, página  98.

[5] Citado en Donoso , Andrés. Educación y nación al sur de la frontera. Organizaciones mapuche en el umbral de nuestra contemporaneidad, 1880-1930. Editorial pehuén, chile, 2008  pag 99.

[6] Ibídem páginas 21-21.

[7] Chul-Han Byung , “La sociedad del cansancio”. Herder Editorial, S,L, Barcelona.2015, pág 53.

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