Entrevista a Yanko González

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Los más ordenaditos

Además de la violencia ejercida sobre los opositores y la instauración de un modelo que ponía en el centro de la vida social al mercado, la dictadura de Pinochet se empeñó en forjar una juventud que permitiera proyectar el “nuevo orden” por medio de organizaciones civiles que dieran pie, a medida que estos jóvenes crecieran, a partidos políticos, organizaciones empresariales, think tanks y universidades. Fue la primera vez en la historia de Chile que se instituyeron “juventudes de Estado”, a la manera en que lo hicieran los gobiernos de Mussolini en Italia, Salazar en Portugal y, sobre todo, Franco en España. En el centro de esta operación que contiene todos los elementos de una “religión política” se encontraba Jaime Guzmán, quien como asesor de la junta militar se preocupó de forjar esa agrupación de mujeres y hombres fieles llamados a continuar la obra del régimen.

A la ceremonia emblemática de aquel período, la de los 77 elegidos que con una antorcha subieron el cerro Chacarillas para encontrarse con Pinochet, se suman otros múltiples y escasamente conocidos actos y encuentros de adoctrinamiento que, conjugando ritualidad e ideología, se desplegaron por todo el país, comandados por la Secretaría Nacional de la Juventud y el Frente Juvenil de Unidad Nacional. Para reconstruir esta historia y sus vínculos con el fascismo, Yanko González se sumergió por más de 10 años en discursos oficiales, archivos de prensa y memorándums que el azar había salvado de la purga y el olvido, además de entrevistar a miembros, dirigentes y artífices de esas colectividades. Los más ordenaditos es un admirable cruce de historia, antropología y memoria, que se lee con la fascinación y el vértigo que provoca el ser testigos de una trama de poder que continúa viva, desplegando su influencia en el centro mismo del cuerpo social.

El agua verde del idiota

Escrito con agudeza y erudición, Yanko González y Pedro Araya exploran una tensión esencial que atraviesa todas las culturas escritas: la obsesión por la corrección de sus textos, los que están llamados a transmitir con fidelidad las intenciones de sus autores. Sin embargo, todas las tradiciones escriturarias se han visto confrontadas con la realidad inexorable, ineluctable de las erratas. Ninguna técnica de reproducción de textos —copia manuscrita, composición tipográfica, linotipia, máquina de escribir o computador— fue capaz de evitarlas, ni siquiera todos los actores que desempeñaron el papel de corrector (salvo Dios, en la metáfora de la vida eterna, entendida como emendación de los gazapos de la existencia humana).

La cultura e historicidad de las erratas, presentes en todos los sistemas de escritura, se remite a las razones que las produjeron y las producen: las manipulaciones torpes de la caja tipográfica o del teclado, los lapsus inconscientes de la composición o las erratas voluntarias que son creaciones lexicales, burlas irónicas o expresión de una protesta. Desde los códices mayas y la “Biblia maldita” de 1631, hasta mapas, grafitis, constituciones políticas o la inscripción del pórtico de Auschwitz (con la compañía de Cervantes, Shakespeare, Machado de Assis, César Vallejo, Neruda, Felisberto Hernández, Clarice Lispector, Camilo José Cela, Rosario Castellanos, Jacques Derrida y muchísimos otros), los autores de este magnífico libro proponen un encuentro insospechado con los poderes domados o incontrolados del yerro escrito.

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