Tengo miedo torero

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Pedro Lemebel

Cómo se mira algo que nunca más se va a ver? Cómo se puede olvidar aquello que nunca se ha tenido?
Una historia de amor en el Santiago humeante de las barricadas.
Una historia coliza, y por ello no menos romántica -entre La loca del frente y Carlos, un frentista veinteañero- en pleno 1986, el año decisivo. Un amor imposible y prohibido que se da mientras Pinochet y la Lucia se aburren cada uno del otro, guardando eso sí las apariencias.
Lemebel toma todos estos elementos para construir un relato donde lo marginal, popular y revolucionario caminan de la mano con la crueldad y el incesante asesinato de la dictadura.
La loca del frente vive en la periferia tejiendo manteles para señoras cuicas, una de ella esposa de un general. En un negocio conoce a Carlos quien le pide guardar unas cajas en la palomera donde vive. Es el inicio de una relación que no debiera llegar a buen puerto.
Lemebel hace flotar entre lo homosexual y lo travesti (una lucha de género) y el acontecer político (una lucha de clase) esta historia de amor imposible con todas las de perder en vista al enemigo y su poder, pero también frente a una sociedad machista. Y para ello utiliza un lenguaje barroco, coliguacho, romántico y un tanto cursi como las letras de esas canciones de Sarira Montiel. Tengo miedo torero es parte de una de esas canciones pero también un santo y seña entre ambos protagonistas, donde se refleja el sentimiento de todo un país: la muerte avasalladora; pero que en el caso de los protagonistas es inútil pues ellos han vencido ese miedo hace rato. En Tengo miedo torero el idilio y lo político van unidos de la mano cual amantes quinceañeros en un ambiente de absoluto autoritarismo, por lo cual esta relación prohibida es también una relación libertaria y contrasistema.

Desde la distancia curiosa es la omisión parcial de la crítica. Camilo Marks dice que es un texto inaugural y un tanto fallido. Un par de críticas en medios alternativos son más auspiciosas. Sólo Grinor Rojo parece darse cuenta del valor de la primera -y única- novela de un Lemebel que no tiene aliados en los mass mesias. Ni en el Frente, ni en política (salvo Gladys), pero pareciera que sí en cuanto a diversidad sexual de Plaza Italia para abajo en una sociedad pacata y timorata de grandes cambios. Menos aún si esos cambios reflejan a un homosexual de la periferia, pobre y más encima viejo y sin dientes. Es decir un fracasado que no es lo mismo que un derrotado.
La loca del frente tiene su última oportunidad en su vida sentimental. Saldrá todo bien? Llegará por fin el amor? Pareciera que el fracaso no se aleja de su existencia. Sin embargo con la honestidad del relato de Lemebel el lector comprende al personaje. Nadie le da la mano salvo sus propios amigos homosexuales. Y Carlos quien poco a poco se va encariñando debido a su alegría y lealtad.
La radio de Cooperativa informa y La loca del frente se va dando cuenta de lo que sucede en el país. Es terrible mas a ella le interesa Carlos.
Es innegable que Lemebel con Tengo miedo torero busca una apertura de mente en los oxidados laberintos de la sociedad chilena detentadora -y no- del poder.
El relato avanza y el tiranicidio se aproxima. Carlos, con la ayuda indirecta -pero cómplice- de La loca del frente, afina los últimos detalles mientras Pinochet en su casa recibe el murmullo crítico,  incesante y desaforado de su esposa, magistralmente narrado por Lemebel. Lo periférico y el lujo, también cursi, de la Peimera Dama se contraponen en una fotografía de la época.
El atentado falla como también el no correspondido amor que La Loca del frente siente por Carlos. El joven debe velar por su vida y para ello debe refugiarse en Cuba. La invita pero la loca sabe que ello está condenado al fracaso. El amor y el intento de matar al tirano se evaporan en el aire.
La loca del frente reflexiona si realmente alguna vez ocurrió todo ello.

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