Neftalí Milfuegos y la libertad de no pertenecer a ningún lado

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Por Rodrigo Ramos B.
La novela está escrita en sueco. El autor, un joven chileno-sueco, reconoce que por primera vez en su vida respondió un cuestionario en español. La novela partió en un viaje que hizo el autor a Valparaíso.
Pablo Palacios Åström es un veinteañero sueco de padre chileno y madre sueca. Su padre llegó a Suecia el 86. “Como niño entendí que Suecia no era mi país. Como “cabeza-negra” en Suecia se te hace muy claro. Este país tiene una historia todavía no confrontada. Fue uno de los primeros en institucionalizar el racismo, a través de  la institución biológica racial. Al mismo tiempo suecia era/es neutral y esa también fue su postura durante la Segunda Guerra Mundial, pero al mismo negoció con la  Alemania-nazi para que estos entraran a Noruega”.
“Cuando yo era niño, en los 90, hubo hartos enfrentamientos entre neonazis y antifacistas en las calles. Así era el clima, el otro racismo es el estructural, el elegante y  que está abajo de la meza que es el de la vida cotidiana”, dice.
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Y los años pasaron
Los años pasaron y  Pablo se construyó en esa realidad. “El deseo de pertenecer algo se manifestó  muy fuerte, entonces Chile, la identidad chilena, siempre estuvo ahí dando vueltas sin realmente saber. Me consideraba como chileno. Era orgullo, pasión y fuerza. La relación que tenía con Chile era a través de mi padre, del lenguaje, de mis tíos que estuvieron acá varios años en la clandestinidad, en la música, los festivales con otros chilenos/latinos acá en Suecia, las empanadas, la selección de fútbol chilena, memorias de cuando estuve de paseo en valpo a los 6 años, sabores y olores. Todo romántico”.
La novela está firmada por Neftalí Milfuegos y se llama Tankar mellan hjärtslag  (Ideas entre latidos). Lo interesante es que ha logrado interés de la crítica de su país.
Cuenta que siempre quería ir a Chile y dejar Suecia. “Cuando estaba estudiando en octavo básico, me preparé. Les dije a mis viejos que quería ir y  mi madre me lo negó. Después de mi primer año en la secundaria, que acá son tres años, le dije que era el tiempo”.
Y partió.
Tenía 18 años y reconoce que sentía una mezcla de libertad y temor. “Llegué a Chile y a Valparaíso, la ciudad de donde viene toda mi familia de parte de mi padre. Fue un choque total, un enfrentamiento de culturas. Todas mis ideas de lo que era Chile y de lo que era yo, fallaron. Todo se desmoronó”, dijo.
-¿Y qué sucedió?
-Me imaginaba que Chile era la respuesta a mis preguntas existenciales. Estuve 6 meses y pasaron muchas cosas. Terminé huyendo del país aunque siempre supe que tenía que regresar y enfrentar todo de nuevo. Los años entre el primer viaje y el segundo, que es el libro, eran años en los que pude contemplar lo que había pasado, es decir: sentimientos, pensamientos, mucha agresión y en lo personal odio hacia todo, no sólo a Chile si no hacia Suecia, hacia a la vida.
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Segundo viaje
Llegó la oportunidad de regresar.  “Había una escuela sueca de periodismo en Valpo. Postulé y quedé. Nunca tuve la idea de que quería escribir un libro. En la secundaria, en Suecia, tenía un profesor quien era estupendo. Nunca antes había leído literatura o encontrado las palabras importantes, pero en las clases de este profesor las palabras se convertían en pura vida. Una tarde comencé a escribir. Llegué a Chile la segunda vez y por nueve meses con la intención de hacer periodismo de radio.  Sabía de los conflictos entre el Estado con el pueblo mapuche  y  del movimiento estudiantil”.
“Entonces una amiga que había estado en la toma de su universidad durante el 2011 me dijo que aún había colegios en toma.  Me fui a la toma del liceo Guillermo Rivera en Viña. Estuve con ellos unos días y después me senté a escribir. Ahí partió todo”, dice. Surgieron los primeros textos que después son el fundamento del libro.
Dice que comenzó a entender la historia de Chile. Leyó diversos textos sobre el país, Latinoamérica y que todo lo complementó con lecturas de filosofía.
Los personajes en el libro están basados en personas reales.
“Al final -dice-, tener dos nacionalidades es libertad pues la meta es la liberación y eso está en la novela. Me liberé de Suecia y Chile. No soy de ninguno de estos dos países; soy un ser humano y esa es mi libertad final. La idea de la nacionalidad y la maldad del nacionalismo no construyen,  por lo menos estoy consciente de esto y por eso puedo trabajar en contra de estas estructuras. Al final las  fronteras son imaginarias en una mapa, pues hay un solo pueblo”, afirma.
-Se entiende que la novela está basada en tu proceso personal…
-Para mí esto es terminar de identificarme como chileno o sueco.
Pablo hoy hace clases en una escuela de Suecia y estudia sobre el racismo organizado en ese país.

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