La lista del Schindler chileno

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Carmen Hertz se refiere a la importancia de este libro.

 

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Manuel Salazar Salvo

Algunos párrafos del libro:
Jorge Schindler ya en Santiago, trabajando en el Comité Farmacéutico de la Corfo, se
vinculó con destacados dirigentes de la Unidad Popular y del Partido Comunista. Operó
codo a codo con Marta Ugarte, Patricio Palma, León Dobry, el general Alberto Bachelet
y Galvarino Melo, entre otros, intentando solucionar los problemas de
desabastecimiento que generaba la oposición a Salvador Allende. En eso estaba cuando
sobrevino el golpe militar. En la Corfo también laboraba el abogado Hugo Pavez, quien
cumpliría un importante papel en la defensa legal de los comunistas perseguidos por la
dictadura. Al mismo tiempo, sería el hombre que armaría el entramado legal de las
farmacias de Schindler.
4.1.- Viaje al comité farmacéutico de la Corfo
A fines de 1972, Jorge Schindler renunció a la Bayer y, recomendado por Alfredo Lyon,
dirigente sindical socialista del Laboratorio Chile, aceptó incorporarse en Santiago al
Comité Farmacéutico de la Corporación de Fomento, Corfo. Antes de ser oficializado
su nombramiento, debió pasar un examen en la Comisión de Control y Cuadros del PC,
dirigida entonces por Uldarico Donaire, más conocido entonces como “Rafael Cortés”.
Poco después de asumir sus nuevas funciones, a comienzos de enero de 1973, Schindler
se casó con Gema Ugarte Alfero. (1)
Evoca Schindler:
En la Corfo yo era el secretario político de la célula que reunía a los ejecutivos
comunistas de la corporación. Ahí estaban Gerardo Weissner, con quien me encontré
luego en el exilio, que era el gerente de las industrias livianas; Sergio Oyaneder, el
encargado de seguridad; Alfredo Sáez, contador; la sicóloga Marta Alvarado, la esposa
de Patricio Palma, director de la Dirección de Industria y Comercio, Dirinco; Aída
Eldelstein, farmacéutica, hija del compañero que era conocido como “José Pino” en el
Comité Central del PC, entre varios otros.
El papel fundamental de Corfo era relacionarse con las empresas estatizadas. Yo estaba
a cargo del Departamento de Distribución de Productos Farmacéuticos. Todo el año 73,
hasta el golpe, hubo un intenso trabajo porque la preocupación central era el mercado
negro, debido a que teniendo una producción más o menos normal, los productos
desaparecían del mercado y el desabastecimiento era nefasto para el gobierno. Poco
antes del golpe me instalé en el Laboratorio Geka, que producía la pasta Odontine, para
tratar de regularizar el abastecimiento de dentífricos. También faltaba algodón y toallas
higiénicas. Con Patricio Palma y el subdirector de Dirinco, León Dobry, “El Loco
Dobry”, me reunía en la Comisión Técnica del PC y en la misma Dirinco, además de
Marta Ugarte, en ese entonces Jefa de Abastecimiento de las JAP, que encabezaban el
general Alberto Bachelet y el capitán Raúl Vergara. Con todos ellos elaboramos una
estrategia y decidimos actuar allanando múltiples bodegas clandestinas que estaban
llenas de las mercaderías que faltaban en el comercio. En esos allanamientos íbamos
juntos con Dobry, que era del PC, y dieron muy buenos resultados, especialmente en el
sector de La Vega y de Estación Central, donde encontramos grandes cantidades de
pasta de dientes y jabón de tocador, acaparados por comerciantes inescrupulosos y
opositores al gobierno. No tuvimos problemas, en cambio, con la industria farmacéutica
y hubo una buena distribución de medicamentos. 2
Tengo un recuerdo imborrable de Marta Ugarte, una autodidacta ejemplar y muy
modesta; de “El Loco” Dobry sé que después del golpe se asiló en la embajada de
Ecuador y que en ese país le fue muy bien en los negocios.
El 11 de septiembre de 1973 salí de mi casa a las 7.30. Mi mujer me iba a dejar al
trabajo. Tomamos avenida Matta. Íbamos escuchando la radio. Nos dimos cuenta que
el golpe estaba en marcha. El Comité Farmacéutico funcionaba en un segundo piso de
un edificio que estaba en calle San Antonio al llegar a Monjitas, al lado del hotel
Tupahue. Llegó el que hacía de jefe del Comité, Edgardo Arrivé, socialista, ex gerente
del Laboratorio Merck. Nos pareció que la asonada militar era inevitable y decidimos
dirigirnos al Laboratorio Chile, donde yo era director y debíamos reunirnos según las
instrucciones que teníamos. Galvarino Melo, cuadro obrero del partido que también fue
diputado, era el presidente del directorio y siempre me solicitaba mi ayuda en el tema de
los medicamentos del Formulario Nacional. El fue, además, director nacional del
Servicio de Seguro Sociale. Yo conocía a los presidentes de los sindicatos industriales y
de empleados. Los trabajadores nos recomendaron salir de allí porque los militares iban
a allanar el lugar. Me encontré parado frente al Estadio Nacional y decidí caminar hacia
mi casa. Eran cerca de las 13 horas. Mi departamento estaba en un tercer piso y vimos el
humo que salía de La Moneda. No cabía otra cosa que esperar.
Estuve tres días en la casa. Después fuimos a Corfo a buscar documentos, pero no nos
dejaron entrar y nos mandaron a la sede central, en Moneda 921. Había como 200
personas afuera, que querían saber cual era su situación. Un tipo que trabajaba como
portero del Comité Farmacéutico estaba en la puerta. Resultó que era un civil que
trabajaba para la FACh. Nos pagaron el sueldo hasta el 15 de noviembre y nos
mandaron para la casa, cesantes.
Yo tenía algunos ahorros y pudimos arreglarnos un tiempo, pero los fondos empezaron
a agotarse y empecé a angustiarme. Llegó de Concepción mi suegro, Oscar Ugarte
Sotolicchio, primo del general Pinochet y muy de derecha. El viejo traía un diario
Crónica donde se informaba que me buscaban por el asunto del cabo Aroca.
En Valparaíso detuvieron a mi hermano Julio, lo metieron al buque Maipo y luego lo
mandaron a Pisagua. Yo vivía con mi madre que había quedado viuda –mi padre murió
en 1972- y estaba recién operada de la cadera. Un vecino taxista nos denunció por que
yo era comunista y llegaron los carabineros de la comisaría de Los Guindos a
allanarnos. Uno de ellos me conocía de la farmacia de la Villa Olímpica e intervino ante
el teniente que los mandaba. Les dijo que éramos buenas personas y muy tranquilos. Se
fueron. Poco a poco me fui enterando de lo que estaba ocurriendo. Un día encontraron a
Luis Corvalán, oculto en una casa a pocos metros de la mía, en calle Los Cerezos, entre
Irarrázaval y Grecia.
Pasó el tiempo y la situación se puso asfixiante y sin perspectivas. Pensé incluso en salir
de Chile. Contacté a un gran amigo brasilero que había estado trabajando acá en el
ICIRA (2). Se llamaba Joao Baptista Romanelli y era el padrino de mi hija Mirna. Le
escribí y le dije que yo podía trabajar como visitador médico. Me respondió
preguntándome si me podía llevar un capital de diez mil dólares, dinero que no tenía.
Ya no podía con mis nervios cuando mi ex suegro me contó que su hermano, Manuel
Alcoholado, tenía un local en la Villa México, una población ubicada entre Cerrillos y
Maipú, donde había estado funcionando una farmacia, que fuera a hablar con él. Llegué
allá y don Manuel me entusiasmó y me dio ánimo.
Era en verdad una farmacia montada, pero cerrada. Había montones de medicamentos.
Yo tenía otro gran amigo y compañero de la Corfo, Ramiro Ríos, que era del Mapu,
químico farmacéutico, que también seguía sin trabajo. Fuimos a ver el local de Villa 3
México y decimos asociarnos y meternos en el negocio. Don Manuel Alcoholado era
pro comunista y me dijo:
-Jorge, te quedas con el local; no me pagas derechos de llaves, pero sí me pagas los
medicamentos, como quieras y cuando puedas.

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