Las teleseries de la industria. Segunda parte.

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Las mil y una dudas de los canales de televisión

Por Esteban Schneider F.
Sin tetas no hay paraíso (2006), la primera narco novela producida por RCN Colombia, rompió con todos los moldes de las teleseries latinoamericanas.  En esta historia la protagonista, una muchacha humilde aún en edad escolar, decide jugarse todo por conquistar a un acaudalado narcotraficante, pero sabe que sin implantes mamarios su objetivo será imposible. Entonces comienza la “lucha” de la joven por obtener los recursos para realizarse la operación.
Como ven la cenicienta ya no es el único paradigma para las teleseries latinoamericanas.
El ascenso social es una de los motores dramáticos de las clásicas telenovelas en nuestro continente; en las narco novelas la diferencia es que el ascenso social no es el final de la historia, sino el comienzo. En las historias de narco traficantes el final está más relacionado con el costo que se paga por ascender de manera rápida y fuera de la ley. Los narcotraficantes más que delincuentes aparecen como tipos buenos, que aman con vehemencia a sus mujeres, a sus madres y a sus hijos; son generosos con su comunidad y con los que son leales con ellos, aportan económicamente, construyen canchas, escuelas, iglesias y dan empleo.
En Chile la narco novela no ha tenido una penetración tan fuerte; sólo El Patrón del mal, la teleserie que recreaba la vida de Pablo Escobar, ha podido mostrar cifras exitosas en cuanto a sintonía.  El patrón del mal parecía ser el inicio del reinado de la narco novela en las pantallas chilenas pero las que siguieron pasaron sin pena ni gloria. Sin embargo los fenómenos de sintonía de un producto extranjero  si han ocurrido, fue el caso de la colombiana Betty la fea, o las clásicas brasileras La esclava Isaura y Chica da Silva; producciones que fueron exitosas en muchos países antes de llegar a nuestras pantallas. Sin duda este año estamos viendo un fenómeno similar con Las mil y una noches, la teleserie turca.
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Y justo cuando este año la industria nacional se armaba para producir teleseries como nunca antes, algo pasó.  De pronto el viento sopla en otra dirección, en este caso hacia Estambul, Turquía. Y nadie, en eso hay que ser honestos, podría haber vaticinado el éxito de una teleserie turca en nuestra televisión. Una historia melodramática al punto del ridículo, lejana a nuestra realidad, lejana a cualquier realidad hoy en día; machista, conservadora, pechoña, cartucha. Pero que tiene la virtud de darse el tiempo para construir cada momento, cada escena. “Las mil y una noches” es intensa en sus emociones y tranquila en su narración. La historia pasa básicamente por el amor entre la inocente y casta Sherezade y el duro Onur. Y aquí hay una clave, porque si bien el hombre es machista, poderoso, a veces duro, pero profundamente bueno, rico, tiene tiempo, es el hombre perfecto. Además, y esto es lo más importante, le hizo daño a su amada, la profanó; y aunque los dos se gustaban, lo que hicieron fue sin haber compromiso previo, por lo tanto está mal, entonces Onur se siente culpable y ahora es víctima de Sherezade que lo castiga sin piedad y no lo perdona, aunque el otro le ponga el mundo a sus pies.  Que me perdonen los “especialistas” pero los mismos argumentos que podemos usar para decir que “Las mil y una noches” es una gran teleserie, también podrían ser utilizados para explicar un fracaso.
Nuestras teleseries están en una encrucijada. El miedo a perder hizo que se perdiera de vista el producto.  Se cree que la clave es la velocidad en el desarrollo de la historia, no hay nada peor que ser lentos. Esto no sólo nos pasa en la televisión; los chilenos, perdón, los santiaguinos, creemos que todo tiene que ser rápido y si no, no sirve. Entonces en vez de capítulos redondos, correctos en el tempo de sus escenas y en el ritmo de su narración, lo que vemos es un tráiler de 45 minutos, o menos, dependiendo de las necesidades de programación, llegando incluso a capítulos de 15 minutos con 30 de resúmenes. Es que si la teleserie no es ágil y vertiginosa la gente se cambia, se aburre, se distrae como si fueran guaguas y la televisión su cascabel. Entonces la cosa es entre la estresada y autocomplaciente teleserie tipo tráiler nacional frente a la calma bizantina de Las mil y una noches.
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Para bien o para mal la teleserie turca hizo reflexionar a los ejecutivos de todos los canales. El primero en reaccionar fue Canal 13 que puso al aire tres envasados extranjeros, un español El príncipe, un brasilero Rastros de mentiras y como no, uno turco Amor prohibido. Sin duda en un claro error programático, ya que era bastante lógico pensar que con tres teleseries al mismo tiempo la audiencia no iba a lograr diferenciar una de otra. Demasiada oferta para una demanda moderada. Finalmente ninguna tuvo mucho éxito y obligaron a cambios de programación. Tvn apostó por una teleserie española que lleva tres años al aire en la península, El secreto de puente viejo y ahora pone sus fichas en una narco novela, se trata de Griselda Blanco, la viuda negra producida entre Colombia y Estados unidos. Vamos a ver si las historias de narco traficantes logran esta vez entrar en las casas de los chilenos, pero no se ve fácil.
¿Qué tipo de historia quieren ver las audiencias? Gran pregunta. Yo me inclino por una buena historia bien contada y con personajes atractivos ¿Nacional o extranjera? Aparte del componente temporal, los públicos y sus circunstancias también cambian de un lugar geográfico a otro y de un día a otro. Como le escuché alguna vez al guionista brasilero Doc Comparato, la gente a veces quiere que la televisión sea una ventana y otras veces un espejo.  Entonces la duda es: ¿Asegurarse con un producto que ha sido éxito en otros países o apostar por producir teleseries chilenas? ¿La ventana o el  espejo?
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Este año cuatro canales de televisión abierta (TVN, Mega, Chilevisión y Canal 13) pretenden producir teleseries. Pero está claro que si seguimos acortando capítulos, estirando historias; en resumen haciendo un producto cuya única finalidad es mantener enganchado al espectador local, puede pasar lo que ha ocurrido con “Las mil y una noches”, que por un lado la audiencia se aleje de nuestras propuestas y por otro lado que nuestro pequeño mercado no alcance para que todos ganen. El mercado chileno es pequeño y pelearlo afectando la historia termina generando productos desechables que no se pueden poner en otros mercados y tiene una vida útil reducida a esa única emisión.
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Si los canales no se plantean de verdad la construcción de una industria que mire para afuera y que apunte a generar productos de calidad, originales y con altos estándares en lo narrativo y en la propuesta audiovisual, el destino de nuestras teleseries se ve complicado. Así como estamos, para los canales  cada vez será más seguro y rentable programar un producto extranjero. Hay que pensar en teleseries que compitan en los mercados internacionales posicionándonos como una industria de televisión con un sello propio. Si no, la cosa no va a crecer mucho y por más que los cuatro canales se esfuercen en sus producciones, la sintonía, el rating puede echar por tierra cualquier proyecto; y aunque hay material para crecer y desarrollarse se corre el riesgo de quedarse estancados en la pelea chica, en la teleserie tipo tráiler.

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