Cuando rebelarse es un deber

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Infancia es libertad

Por Vicente Painel Seguel

Guacolda Catrillanca de siete años y los niños de Temucucui, han sido reprimidos por generaciones. Todavía circula el video del -ahora dirigente, ya hombre- en ese entonces noventero niño, que persigue a un carro de carabineros que se lleva detenida a diversas mujeres. Mientras estos se alejan a gran velocidad por el campo, el niño grita:

-¡Dejen a mi abuela!- mientras, niños aún más chiquitos quedan observando.

Seguir la hebra de terror, necesariamente, evidencia nudos como el homicidio de Lisette (11 años) por sobremedicación en el Sename en Galvarino el 2016. Tragedia con la que estalla el escándalo de todo el sistema, un verdadero “campo de concentración” de violación sistemática de los Derechos Humanos por décadas.

Por supuesto, notamos jóvenes mapuche de unos 35 años, que llegan a Chile hablando alemán o sueco, buscando sus familias biológicas. La Misión Permanente Mapuche denuncia en la Haya más de 3000 casos de secuestro de niños mapuche durante la dictadura para ser vendidos a Europa y EEUU como un genocidio. Los profesionales de época declaran, con carisma ilustrado, haberlos salvado de la ignorancia, algo así como si les hubiesen conseguido una beca. ¿Habrán leído los jueces algún informe de los niños que entregaron en adopción? ¿Habrán existido informes. Nótese los llamados “Reparto de indiecitas”, cuando en Concepción, Santiago, Buenos Aires, se dejaban a jóvenes mapuche de 10 años para que trabajasen de “empleadas domésticas”. Una anciana mapuche de 94 años recuerda: “Mis patrones eran buenos, me bautizaron, me trataban como una hija. La señora lloraba cuando me devolví al sur ya grande. A mi prima no la ví nunca más…Mi tío la buscó siempre, viajaba a Santiago en la búsqueda de su hija. Se la pasaron a unos patrones cuando llegamos a Santiago siendo niñas… nunca más la vimos”. Así es la constitución racista societal durante todo el siglo XX.

Hablar de sistema primario exportador, extractivista, nos lleva al núcleo: no hay creación de valor, ni confianza, ni valentía. Si Nokia pasó del monocultivo forestal a los celulares, acá las forestales lo más lejos que han llegado son los pañales… ¿Más qué hace al científico descubrir?. La respuesta ingenua está en la base del método científico, sin pregunta ingenua no se puede crear, no hay revolución tecnológica. Dostoyevski decía “El grado de civilización de una sociedad se mide por el trato a sus presos”. Bien podríamos agregar: ¡Ved como se tratan a los niños!, por la diada Escuela-Cárcel: habilitante y rehabilitante.

Desde la “Declaración de Derechos del Niño” como parte de los Derechos Fundamentales, los niños son reconocidos internacionalmente como sujetos de derechos. Los niños no son propiedad de tuición, porque no son cosas, no son animales, ni sujetos en formación. Tienen logos y por ende lenguaje. Por eso en los aeropuertos niños de diferentes idiomas pueden jugar juntos, se entienden en su lúdica logotipica infantil. Cual jugadores de ajedrez de diferentes idiomas se comunican en el lenguaje algebraico, tiempo y material en una dimensión ontológica pre fáctica. Los niños hacen preguntas ingenuas por eminencia; no hay ciencia ni arte sin preguntas ingenuas…

La revolución ininterrumpida surge desde la pluralidad crisolar. Aquello es denominado potencia por Aristóteles. El adultocentrismo marca el origen de la violencia porque dicotomiza binominalizando todo: macho-hembra, positivo-negativo, izquierda-derecha, vida-muerte, luz-obscuridad, acumulación-escasez, cero y uno. Posicionarnos en la pregunta ingenua, el estero de la potencia, la infantil risa, revoluciona para revolucionar.

Las tareas de emergencia son cobrar los costos políticos a la más alta responsabilidad por la infame represión; pero la praxis programática implica sanarnos de nuestro adultocentrismo atrofiante para surtir de tierra y libertad. El momento constituyente puede dilatarse para la generación de tribunales de niñas y niños, garantizar profesionales decentes en el sistema, de probada y evaluada experticia y ética. Derechos civiles, económicos y políticos de adolescentes de 14 años a lo menos, puesto que ya se les asignó responsabilidad penal hace dos décadas; refundar la educación desde una filosofía intercultural con y desde las niñas y niños…

Infantes, Indígenas, Interdictos fueron considerados durante la modernidad como seres sin derechos propios. Etimológicamente infante significa sin habla, como las guaguas no pueden denunciar, como el infante de marina no puede discutir una orden, como un interdicto se considera su habla ilegitima, acaso no nacida del habla del pensamiento, del logos -lógica-. Como el indígena, las familias -gens- nativas concebidas como alienígenas, familias extrajeras -alien- de su propia tierra, ahora conquistada por otra habla…

Los mapuche hablan el mapuchezungun, pero los antiguos entendían el mapuzungun, el zungun de la tierra; todo tiene ül -musicalidad- hasta las piedras, porque todo tiene ngen -ser-. Hemos olvidado la habilidad de escuchar a la tierra. Por eso las quilas florecidas fueron irrespetadas, y no se advirtieron las catástrofes que venían. La infancia maltratada mapuche es el alarido de la tierra. No revertir tamaña aberración de injusticia conllevará el fin.

La quila está seca. Mas las niñas y los niños sueñan, a pesar de todo. Y los sueños celestes son reales; ha de constituirse la utopía pues el día comienza después del azul más oscuro de la noche, y luego de la lluvia, escampa las rondas mistrales y germina productivo el día.

AID Mapuche

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