La supremacía blanca de la raza morocha: Notas para un racismo endogámico

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 Por Bernardo Colipan desde Tril-Tril mapu

Sin duda, lo que impactó de los hechos de violencia racial en Curacautín, la noche del sábado 1º de agosto, estuvo dado que en esa ocasión  los agresores, fueron una poblada morena.

En la municipalidad de Curacautín, un grupo de comuneros realizaba una toma del recinto, para pedir la liberación de los presos políticos mapuche y el regreso del machi Celestino a su rewe. Tanto los PPMM como el machi Celestino Córdova, cumplen más de 90 días de huelga de hambre.

El asalto a la municipalidad estuvo precedido, por la visita del ministro del interior a la zona de la Araucanía.

La visita y los dichos de Pérez, en donde confirmaba que la violencia está desatada en la Araucanía fue aplaudida por el Apra, organización de ultraderecha que coordinó junto a Carabineros la acción de violencia y que se adjudicó posteriormente el atentado. El acto racista se convocó en horario de toque de queda. Los agresores no sufrieron represión de parte del ejército, ni fueron detenidos por la policía.

La supremacía blanca de la raza morocha, ha ido construyendo en Chile un racismo endogámico. Este criollismo defectuoso, constituye una extensión del racismo estructural chileno.

La memoria hegemónica ha modelado un ser nacional blanco, masculino y moderno. Esta blanquitud le permite verse a sí misma, como superior a las identidades otras, como los pueblos indígenas, las  mujeres, los pobladores y campesinos/as.

En Chile, desde las asimetrías se van definiendo las relaciones al interior de la sociedad. La jauría de Curacautín , nos muestra la desnudez de un racismo endogámico.

Un aldeano de Curacautín, poblador y mapuche llama a carabineros para comunicar de la acción violenta que se prepara, solicita que no intervenga la fuerza policial y señala:

“  nosotros pedimos que nos autorice y ‘puta’ déjenos ser y déjenos que nosotros saquemos a los mapuche (..)  yo igual soy mapuche , tengo mis apellidos completamente mapuche y no estoy de acuerdo con lo que están haciendo ellos, (..) pero déjenos ser a nosotros, deje sacarme esa rabia que tengo”[i]

Resulta curioso que la instigadora del ataque racial, sea una vendedora de maquillaje en la Araucanía y que su apellido  Naveillan no se le conozca significado.

La etnia chilena hace visible una apariencia blanca, que se muestra de una manera pura y  se arroga la autoridad de trazar la barrera sanitaria, entre la barbarie y la civilización.

Pero se trata  de personas humildes, que han tenido una convivencia de siglos en el mismo territorio y que siendo igual de despojadas, violentan a familias mapuche que se encuentran en su mismo horizonte social.

No es que la pobreza tenga el snobismo de liberar a sus indigentes y darle la oportunidad, cada cierto tiempo de inferiorizar a su vecino mapuche, para hacerlo sentir superior, por una sola vez en su vida.

No cabe duda, que la mayoría de la SS morocha ya se acabó la caja de comida que les envió su presidente. Luego se hará sentir el hambre y el frio en su población de fonola.

El racismo que fluye en la jauría de Curacautín, tiene su origen en una matriz colonial del poder que atraviesa las instituciones, los cuerpos, los territorios, los imaginarios. Corta con su filo todas las capas del orden social.

Desde la blanquitud como proyecto , la modernidad se instala en el walllmapu con medios irracionales, pero en su ambigüedad se muestra como una tendencia civilizatoria, dotada de un proyecto unitario, coherente, ético y con una lógica racional.

Los microracismos y micromachismos, son encarnaciones muy agudas en el cuerpo defectuoso del/la racista endogámico/a y fluyen con mucha espontaneidad.

El siglo xix y xx con sus relatos de poder, fue alimentando y dándole vigor a este tipo de racismo.

Una editorial del diario “El Progreso” dice : “ Lograremos exterminar los indios?. Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa calaña no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”. [ii]

La lógica del enemigo interno que resulta una amenaza, que puede contagiar el blanco cutis de la modernidad republicana.

La doctora Cordero refiriéndose  a Alexis Sánchez, dice  “ Es feísimo, es horroroso. Es horrible. Es un indio horroroso”.

Checho Hirane en relación a la inmigración en Chile, señala : “Esto puede cambiar la raza. Yo he sido un defensor de la inmigración desde el punto de vista humanitario, pero también me preocupa el descontrol que ha habido respecto de esto“.

Los abuelos de la jauría de Curacautín  que fueron a quemar la municipalidad, incendiaron un rewe y las camionetas de los peñi, junto a nuestros abuelos sufrieron la misma violencia colonial.

Los veteranos de la guerra del pacífico, fueron perseguidos en Curacautín como bandidos rurales, sufrieron la cárcel y fueron fusilados por la misma oligarquía que los envió a luchar por el salitre. La jauría de Curacautín tuvo abuelos perseguidos y maltratados por la misma oligarquía, que ahora les manda a exterminar enemigos internos. Ella obedece.

La sociedad mapuche ha reaccionado a las violencias coloniales, instalando mecanismos de defensa  y de resistencias.

Porqué este grupo social -que ha sido igual de golpeado- no reacciona y al contrario muestra una discapacidad, para metabolizar esa violencia de clase y racial ?

 El daño en su aparato psíquico que carga la jauría de Curacautín, lo hace presa fácil de de machismos y violencias  intrafamiliares. Engrosa las filas en el registro civil para cambiarse de apellido y en la escala social, sus compañeros de la Udi  lo señalan como un/a trepador/a .

Aunque el padre haya sido favorecido por la reforma agraria, él militaba sin asco en un partido de ultraderecha.

Hay un daño psicológico muy grave, en este sector de la sociedad chilena/popular.

Siendo su rostro moreno se mira en el espejo y se excita con su blanquitud imaginada

Sale de su mediagua, atraviesa a saltos su patio inundado de agua y toma el camino de la derecha totalitaria del país.

Estos racismos endogámicos que son productos de violencias coloniales, dejan en algunos, heridas que nunca se cierran de cansancio.

Las violencias raciales, que se han ejecutado en contra del pueblo mapuche , a través de invasiones militares y maltratos policiales han sido  : la Guerra de la pacificación, Matanzas, asesinatos de weichafe y presos políticos mapuche.

De  manera natural la violencia patronal genera una rabia, un ilkun .

Esa rabia contenida, se libera en algunos como un magma de lucha y resistencia social.

En los discapacitados sociales, esa ira se reprime y cuando tiene que direccionarse hacia arriba, al lugar que ocupa el opresor, esa rabia se autocontiene.

Su sentimiento de culpa lo aplaca con efectividad.

En el fundo del patroncito, está el puesto de policía y de la iglesia donde rezan todos los fines de semana.

No le hace daño al patrón, porque tiene al colono introyectado en su conciencia.

El escupitajo, el codazo fluye más fácilmente con la mujer con la que vive y con el vecino que tiene a su lado.

Aquí no hay contención y cuando el chancho de al lado  pasa a su sitio, toma el hacha y le parte la cabeza en dos al vecino.

El colonialismo crea un ser deforme en el colonizado.

Ese odio reprimido no circula hacia arriba, porque ahí, sí, lo  autocontiene.

Moverá  siempre su cola al amo que lo encadena.

El colonialismo tiene la capacidad de construir verdaderos monstruos en los subalternos. Crea un invunche identitario, un ser deforme que sólo obedece a quien lo alimenta de sangre.

Así como se hereda un trauma colonial, también se reproduce este sujeto servil que carga su daño psíquico.

Este invunche republicano  no necesita de un Luksick o Matte  que lo esté viendo -pues al tenerlo encarnado-  obedece las órdenes de la siquis fascista que lo habita.

El racismo estructural de la sociedad actual tiene un encuadre, que permite y facilita que se levanten estos grupos de choque, entre otros podemos citar: la suma urgencia de la  ley que crea el sistema de inteligencia, el comando jungla, la  militarización del territorio mapuche, la aplicación de la ley antiterrorista, los presos políticos mapuche, son todos dispositivos destinados a legitimar una violencia racista, del actual gobierno de derecha.

Llama la atención, cómo la jauría de Curacautín defiende a una clase hegemónica, a partidos de derecha, que nunca le darán siquiera un centímetro, en el trazado del país que controlan.

La indecente desnudez de la sociedad capitalista, en Chile ha convertido al vecino más humilde del barrio, en un triste facho pobre.

El  racismo colonial en el sur de Chile, deshumaniza al otro,  lo deja tullido y es capaz de convertir un grupo de indigentes, en una triste y rabiosa jauría racista.


[i] En “https://reddigital.cl/2020/08/02/debut-victor-perez-noche-violencia-fascista-wallmapu.

[ii] 27 de septiembre 1844.

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